Los tiempos antes de las flores
Como toda la vida en el planeta tierra, los organismos fotosintéticos se originaron en el agua, por lo menos hace unos 2.500 millones de años. En un principio, estos eran células libres que habían generado la maquinaria metabólica para transformar la luz solar en alimento. Posteriormente, estas células, llamadas cianobacterias, fueron absorbidas por otras células, generando una asociación simbiótica que dió origen a lo que hoy son los cloroplastos de las células eucariontes vegetales (Cavaliere Smith, 2007).
Por millones de años estos organismos fotosintéticos, tanto unicelulares como eucariontes, fueron exclusivamente marinos, algas, pero allá por el Ordovícico, hace unos 462 millones de años, encontramos los primeros indicios fósiles de plantas terrestres (Wellman, 2003). Estas primeras plantas son parecidas a las actuales briófitas (Musgos, hepáticas y antocerotes) y presentan importantes adaptaciones para independizarse del agua, con estructuras reproductivas y esporas recubiertas con capas protectoras más resistentes a la desecación, al daño mecánico y a la radiación que en los grupos precursores.
A pesar de esto, estos organismos aún dependían del agua presente en el entorno. No presentaban mecanismos para buscarla, por lo que eran pequeños (lo que evita perder el agua que se tiene) y tenían que obligadamente crecer en zonas de extrema humedad, condición que en parte cambiaría con la evolución de los helechos (Pteridophyta), hace unos 444 millones de años, en el Silúrico. Estas nuevas especies desarrollarían sistemas de tubos que permiten mover agua dentro de las estructuras de la planta, denominándose plantas vasculares. Esto permitió un aumento de tamaño y, en una época donde aún no existían plantas con semillas, los helechos crecían al tamaño de verdaderos árboles.

La vascularidad permitió una mayor independencia del medio, pero la reproducción, proceso clave en la historia de vida, aún era muy dependientes del agua ambiental. En respuesta a esto, el siguiente paso en el camino a la independencia del agua llegaría con la aparición de la semilla, en el Carbonífero, hace más de 300 millones de años. Esto dotaría al germen, equivalente al embrión de la planta, con una nueva cobertura, extremadamente resistente, además de una reserva de nutrientes que le permite a la semilla sobrevivir en estado de latencia por mucho más tiempo que la espora.
Todos estos cambios marcarían la independencia de la extrema humedad y marcó el momento de la colonización de casi todos los ecosistemas terrestres. Las plantas por fin habían conquistado la tierra. Ahora venía el momento de una nueva y aún más dramática revolución, la cual sería mediada por los flores.
Revolución
Hasta entonces las plantas se reproducen a partir de clones, o, en caso de haber reproducción sexual, ésta era mediada por factores mecánicos, como el agua, el viento y otros. Esto es un mecanismo muy inespecífico y bastante ineficiente. Así, las plantas tenían que invertir enormes cantidades de energía en producir millones de partículas de polen, con la esperanza de que al menos uno llegara a su objetivo de polinizar otra planta.
Como alternativa a esto aparecen las flores, que podríamos describir como mediadoras especializadas en la comunicación. Estructuralmente corresponden a hojas, las cuales han recubierto las estructuras reproductivas de la planta, para luego generar las más diversas formas y colores. Esta extravagancia no es azarosa y tiene un sentido particular: atraer polinizadores.

En la polinización la planta genera una flor, la cual atraerá la atención de un organismo, el cual, atraído por las formas, colores y un líquido dulce conocido como néctar, servirá como un vector para el transporte de las estructuras reproductivas de la planta, el llamado polen, que fecundará el estigma de otra flor, para generar un embrión fecundado entre diferentes individuos de una misma especie de planta. Estos organismos vectores del polen son conocidos como los polinizadores.
Este proceso es tremendamente eficiente, pues el vector asegura una conexión que antes era cosa de suerte. La flor y el néctar son energéticamente costosas, pero la capacidad de comunicación puede llegar a compensar con creces estas inversiones.
Esta relación colaborativa suele mantenerse en el tiempo y luego de generaciones, tanto la flor como su polinizador se han adaptado unas a otras, en un proceso denominado como co-evolución. Las flores distribuyen sus estructuras para evitar autofecundarse y muchas veces ambas partes pueden especializarse. Hay especies de flores y polinizadores que son mutuamente dependientes una de otra, generando algunas de las relaciones más íntimas de la naturaleza.

Una vez se produjo esta novedad evolutiva, rápidamente se expandió. Las plantas ahora podían comunicarse expeditamente y la comunicación es uno de los rasgos más efectivos en la naturaleza, como se puede ver en distintos grupos. Por ejemplo, en las aves el orden más diverso corresponde al de las aves cantoras (Passeriformes), las cuales se especialización en la comunicación. Otro ejemplo de esto son los hongos micorrícicos, que se comunican a través de gigantescas e intrincadas redes de hifas, dentro de las cuales se integran también raíces de árboles.
Otra característica interesante de la flor es que luego de cumplir su rol comunicacional, las estructuras femeninas darán pie a la formación del fruto, el cual es una estructura especializada en proteger las semillas y muchas veces atraer a posibles organismos dispersores, que ayudarán a llevar la progenie lejos del organismo parental, nuevamente en un proceso de co-evolución simbiótica muy interesante.
Presente
Esta estrategia ha sido tan exitosa que, hoy por hoy, las plantas con flores dominan el paisaje. Ya sea en los bosques tropicales, desiertos, estepas o selvas frías, si encontramos una planta, lo más probable es que sea un planta con flor. La estadística es determinante: 90% del total de plantas son de este grupo (Judd et al. 2002). La revolución fue masiva.
Chile no es la excepción, aunque en nuestros territorios su presencia es principalmente estacional. Previo a la época de mayor energía, en primavera, podemos apreciar una explosión de flores, la cual se ve acompañada de una similar afloración de los polinizadores. Muchas herbáceas son de este grupo, donde por su belleza destacan algunas como las del género Altroemelia o las añañucas. También arbustos y casi todos los árboles son parte de este grupo. Especies como el Ulmo (Eucryphia cordifolia) se adornan completamente con flores.
El camino ha sido largo. Desde pequeñas células acuáticas a llenar el mundo de colores, las flores son muestra de la magnífica diversidad de la vida, siempre en búsqueda de nuevos caminos. Así que que la próxima vez que mires una flor, no solo te quedes con su belleza, sino que también recuerda la increíble historia que hay detrás.

Bibliografía
Olivier De Clerck et al. 2012 «Diversity and Evolution of Algae Primary Endosymbiosis.» Advances in Botanical Research, Volume 64, Elsevier Ltd. ISSN 0065-2296
T. Cavalier Smith 2007, «Evolution and relationships of algae major branches of the tree of life.» Brodie & Lewis Unravelling the algae. CRC Press
Wellman, Charles et al. 2003, «Fragments of the earliest land plants.» Nature 425, Issue 6955, pp. 282-285
Judd, W. S. Campbell, C. S. Kellogg, E. A. Stevens, P.F. Donoghue, M. J. 2002. Plant systematics: a phylogenetic approach, Second Edition. Sinauer Axxoc, Estados Unidos.
Imagen de portada: Chagual. ©Bastian Gygli