La vanguardia oceánica de la permacultura marina

El mundo se está calentando y no es ninguna sorpresa. Hemos llegado hasta este punto de formas colectivas. Década a década somos testigos de un constante aumento de la temperatura terrestre. Y como sostiene una de las leyes de la naturaleza, “todo está conectado”. Así como la superficie terrestre se calienta, también lo hace el […]

El mundo se está calentando y no es ninguna sorpresa. Hemos llegado hasta este punto de formas colectivas. Década a década somos testigos de un constante aumento de la temperatura terrestre. Y como sostiene una de las leyes de la naturaleza, “todo está conectado”. Así como la superficie terrestre se calienta, también lo hace el océano, puesto que además este un reclutador natural del CO2 atmosférico, uno de los peores y más abundantes gases de efecto invernadero que favorecen el calentamiento de todo nuestro planeta.

El aumento de las temperaturas en el planeta ha afectado a la tierra y al mar, especialmente a los fenómenos oceánicos como la surgencia: un proceso oceanográfico que consiste en el ascenso de masas profundas de agua fría y nutrientes hacia la superficie del mar. Dicho de otra forma, es como si la surgencia fertilizara las aguas superficiales del mar, favoreciendo la existencia de vida.

Sin embargo, a medida que aumenta la cantidad de calor en el planeta, disminuyen las surgencias, porque las capas de aguas más cálidas se vuelven cada vez más profundas, socavando la circulación natural de las aguas frías ricas en nutrientes y poniendo en peligro la vida marina (y también terrestre, ya que como mencionamos, todo está conectado).

Viendo este panorama protagonizado por las temperaturas y el CO2, nos podríamos preguntar: ¿Y si allí donde encontrábamos desiertos oceánicos creáramos, artificialmente, ecosistemas flotantes ricos en vida y bosques de macroalgas? De ser así, los bosques de macroalgas podrían secuestrar carbono atmosférico y además crear ecosistemas ideales para que otras especies pudiesen acercarse, convivir, crecer, refugiarse, reproducirse y comer. La buena noticia es que esto existe, y se llama “Permacultura marina”.

¿Y si allí donde encontrábamos desiertos oceánicos creáramos, artificialmente, ecosistemas flotantes ricos en vida y bosques de macroalgas?

Los bosques submarinos de macroalgas, como este de Huiro Lessonia flavicans, ubicado en el Estrecho de Magallanes, son grandes capturadores de carbono atmosférico. © Catalina Velasco

Permacultura marina: ¿Cómo funciona específicamente?

A grandes rasgos, se trata de un sistema capaz de restaurar en parte las surgencias marinas y favorecer la vida de especies diversas, como también permitir una extracción sostenible de algas a largo plazo y ayudar con la urgencia climática y su relación con la absorción de CO2. ¿Por qué? Las algas son extremadamente eficientes para absorber o “secuestrar” el CO2 desde la atmósfera de forma natural.

La permacultura marina consiste en crear nuevos ecosistemas y las condiciones ambientales óptimas para la renovación de la vida marina. Para ello, se usan plataformas artificiales horizontales en las que se pueden cultivar bosques de macroalgas. En estas plataformas también sale agua que es extraída desde las profundidades marinas, la cual es rica en nutrientes y baja en temperatura, ayudando a la producción primaria y creando hábitats para que se desarrolle la vida marina cercana a las superficies.

El sistema funciona uniendo una boya a un largo cable de acero que se hunde hasta los 500 metros aproximadamente (profundidad donde se encuentran las aguas frías ricas en nutrientes). En la parte más profunda del cable de acero, es decir, en la base, se conecta un sistema de bombeo. Cuando la boya en superficie se eleva junto con las olas, la válvula que está abierta en la profundidad recoge agua y luego se cierra, llevando agua profunda por otro tubo de irrigación directamente a la superficie del mar.

Pero también puede funcionar en forma contraria, cuando la boya en la superficie marina desciende de la cresta de una ola, haciendo descender al sistema de bombeo en la base, abriendo una válvula y permitiendo que el agua profunda sea llevada por un tubo de irrigación a la plataforma horizontal donde crecen las algas (a 50 o 100 metros de profundidad). El agua fría y rica en nutrientes sale del tubo a través de un sistema de riego liviano y poros o agujeros puestos a lo largo de toda la plataforma. En esta especie de “fertilización” de las aguas, llegan muchas especies, logrando crear pequeños y múltiples ecosistemas, donde antes existía un desierto marino.

Estrella de mar alojada en una pradera submarina. © Marko Tabak 

La permacultura marina logra el aumento del plancton, la creación de nuevos ecosistemas y la protección que dan los macrobosques de algas ya que son el hábitat y la base de la cadena alimentaria de innumerables seres vivos en el planeta. Además, aumenta la resiliencia de las pequeñas y locales pesquerías. Esta “surgencia artificial” logra reproducir, en parte, a la surgencia natural, es decir, logra restablecer los procesos naturales de retorno de nutrientes a la superficie, “enfría” las aguas superficiales tal como lo hacen las surgencias naturales, disminuye la estratificación en los océanos, hacer que la vida marina vuelva a ser como era cuando la surgencia natural lo permitía y a su vez las plataformas artificiales permiten que las algas se puedan asentar y crecer. ¿Y qué pasa con el CO2? Los bosques de macroalgas son uno de los biomas y sumideros de carbono más dinámicos del planeta, pudiendo absorber CO2 atmosférico, uno de los peores y más abundantes gases de efecto invernadero que favorecen el calentamiento de todo nuestro planeta. Por tanto, la permacultura marina se vuelve una aliada tanto para salud del océano, como para la salud de los ecosistemas terrestres, ya que ayuda fuertemente con los impactos de las alteraciones climáticas mundiales.

Este sistema que logra restaurar paulatinamente la circulación natural del mar, es una ventaja en la lucha contra la acidificación de los océanos, la urgencia climática y la pérdida de biomasa. Y entonces, ¿Cuáles son los aportes de cultivar las macroalgas al mismo tiempo de llevar nutrientes a zonas más superficiales? La regeneración a gran escala y el cultivo y cosecha en mar abierto de los macrobosques de algas pueden tener diferentes destinos. Las algas se pueden usar como alimentos (proporcionando seguridad alimentaria), bioestimulante, biocombustible, fertilizantes, incluso bioplásticos y también pueden actuar como fuente de carbono azul (se habla del carbono verde que es aquel que es retenido por los bosques y el azul, que es el que es capturado por las especies vegetales marinas que se encuentran en los ecosistemas marinos y oceánicos).

Pero más allá de la vanguardia y la ingeniería que hay detrás de este sistema, la permacultura marina esconde algo más profundo detrás… ¿lograremos generar el necesario cambio desde prácticas extractivistas hacia actividades que promuevan la regeneración de hábitats? Los esfuerzos se dirigen hacia allá, dado que las amenazas cada vez más presentes a todos y cada uno de los seres que habitan la biosfera es una realidad que debemos atender ahora ya. Estamos interconectados, y por ende, tener el foco en reducir la acidificación de océanos, proporcionar medios de vida sostenibles y restaurar el hábitat marino, es una responsabilidad que nos convoca a todos.

Imagen de portada: © Alejandro Acosta, vía Unsplash