Diversos estudios han detectado rastros de glifosato en alimentos derivados del trigo, la avena, la soya y otros cultivos, lo que ha avivado la inquietud sobre sus efectos en la salud humana, especialmente tras su clasificación como probable carcinógeno por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC). A esto se suma el debate sobre su impacto en la biodiversidad del suelo y la sostenibilidad de la producción agrícola a largo plazo.

Sus efectos en la biodiversidad y la salud humana
El glifosato fue descubierto en 1950 por un químico suizo, pero no fue hasta 1970 que la empresa Monsanto identificó su potencial como herbicida (Rosales, 2024). En 1974, la compañía lo introdujo en el mercado bajo la marca Roundup, revolucionando la agricultura al ofrecer un método altamente efectivo para el control de malezas. Su mecanismo de acción se basa en la inhibición de una enzima clave en la síntesis de aminoácidos esenciales en las plantas, lo que provoca su muerte, supuestamente sin afectar a otros organismos que no posean esta vía metabólica. Con el tiempo, el glifosato se convirtió en el herbicida más utilizado en el mundo, en gran parte debido a la introducción, en la década de 1990, de cultivos genéticamente modificados resistentes a esta sustancia, lo que permitió su aplicación directa sobre los cultivos sin dañarlos.
A medida que el uso del glifosato se expandió, también crecieron las preocupaciones sobre sus impactos ambientales y en la salud humana. Diversos estudios han señalado que este herbicida representa un riesgo para la biodiversidad del suelo y la contaminación del agua. Su aplicación puede alterar el equilibrio microbiológico del suelo al afectar bacterias beneficiosas y la simbiosis micorrícica con las raíces, además de reducir la actividad y reproducción de las lombrices de tierra. Asimismo, se ha observado que puede obligar a los diminutos colémbolos a salir a la superficie, exponiéndolos a depredadores y afectando el ecosistema subterráneo (Atlas de los Pesticidas, 2022).
Estos cambios pueden comprometer la capacidad del suelo para filtrar el agua tras lluvias intensas, facilitando la escorrentía y aumentando la contaminación por glifosato en ríos y otras fuentes hídricas. Además, se ha demostrado que el glifosato es perjudicial para las abejas, ya que altera su microbiota intestinal y afecta su capacidad de aprendizaje, lo que podría repercutir en la polinización y la producción de alimentos. Más aún, su impacto podría extenderse a la microbiota humana. Muchas de las bacterias presentes en nuestro intestino poseen la vía del shikimato, el mecanismo que el glifosato interrumpe en las plantas para provocar su muerte. Esto sugiere que la exposición al herbicida podría alterar el equilibrio de nuestra flora intestinal, con efectos visibles en la salud.
«El impacto del glifosato podría extenderse a la microbiota humana. Muchas de las bacterias presentes en nuestro intestino poseen la vía del shikimato, el mecanismo que el glifosato interrumpe en las plantas para provocar su muerte».
En los últimos años, el glifosato ha estado en el centro de un intenso debate sobre sus efectos en la salud humana, especialmente en su relación con enfermedades como el cáncer. Miles de personas que desarrollaron esta enfermedad tras estar expuestas al herbicida han presentado demandas contra su fabricante, primero Monsanto y luego Bayer, tras la adquisición de la empresa. La justicia ha fallado en varias ocasiones en contra de la compañía, reconociendo la relación entre la exposición al glifosato y los daños a la salud de los demandantes. Hasta ahora, alrededor de 96.000 personas han llegado a acuerdos extrajudiciales por un total estimado de 11.600 millones de euros, mientras que otras 30.000 demandas siguen en curso (Atlas de los pesticidas, 2022). Estos casos han puesto en evidencia la falta de regulación estricta sobre el uso del herbicida y han aumentado la presión sobre las agencias sanitarias para reconsiderar su seguridad.
Además, un metaestudio realizado por la Universidad de Washington analizó múltiples estudios epidemiológicos para evaluar la relación entre la exposición al glifosato y el riesgo de linfoma no Hodgkin, un tipo de cáncer que afecta el sistema linfático. Los investigadores encontraron que la exposición al glifosato aumenta el riesgo de desarrollar linfoma no Hodgkin hasta en un 41% (Zhang et al., 2019). Estos hallazgos refuerzan la preocupación sobre los efectos del glifosato en la salud humana, especialmente en trabajadores agrícolas y comunidades expuestas a su aplicación frecuente. Aunque algunos organismos reguladores siguen sosteniendo que el glifosato es seguro en niveles permitidos, la evidencia científica acumulada sugiere que su uso prolongado y la exposición crónica pueden representar un riesgo significativo para la salud pública.
A pesar de que aún se ha investigado poco sobre los efectos del glifosato en el cerebro humano, algunas evidencias científicas sugieren que su exposición podría estar relacionada con trastornos neurodegenerativos, como la enfermedad de Alzheimer. Un estudio reciente indica que la exposición al glifosato podría provocar consecuencias patológicas duraderas en el sistema nervioso (Bartholomew et al., 2024). Los investigadores advierten que, dado el aumento en el uso de este herbicida, es urgente profundizar en su impacto sobre el cerebro humano y evaluar su posible contribución a disfunciones neurológicas asociadas a enfermedades degenerativas.
La exposición al glifosato: más extensa de lo que se cree
La exposición al glifosato se asocia principalmente con los campos de cultivo, afectando directamente a quienes manipulan este agroquímico y a las comunidades que habitan en zonas donde se realiza su aplicación. Sin embargo, este herbicida no permanece únicamente en los sitios de pulverización: su movilidad a través del aire permite que se desplace a grandes distancias, lo que significa que incluso en áreas no tratadas pueden detectarse trazas de glifosato.
Además, el aumento en el uso de organismos genéticamente modificados (OGM) ha impulsado un crecimiento exponencial en la aplicación de este herbicida. Actualmente, el 74% de la soja cultivada en el mundo es transgénica, y su producción está estrechamente ligada al uso intensivo de glifosato. Entre 1995 y 2014, la cantidad de glifosato aplicado solo en la agricultura de EEUU se multiplicó por nueve, alcanzando 113.000 toneladas anuales, lo que representa un tercio de todos los herbicidas utilizados en el país (Atlas de pesticidas, 2022). Con la creciente expansión de su uso, cada vez es más difícil encontrar suelos libres de glifosato, sin contar la carga química adicional derivada del uso de otros agroquímicos en la industria agrícola.
Sin embargo, el glifosato sigue siendo ampliamente utilizado en la agricultura, especialmente en cultivos como el trigo, el maíz y la soja. En estos casos, además de su función como herbicida, se emplea como desecante antes de la cosecha, es decir, como una sustancia que acelera el secado de las plantas para evitar daños por humedad y facilitar la recolección. Esta práctica ha generado preocupación debido a la posible presencia de residuos del herbicida en alimentos de consumo diario (EWG).
La Environmental Working Group (EWG) ha realizado diversos análisis para comprobar y observar la cantidad de glifosato presente en diferentes productos. Uno de ellos especialmente dirigido a los productos en base a avena que están dirigidos al público infantil. En sus palabras, “una vez más, casi todos presentaron niveles de glifosato superiores a 160 partes por mil millones, que es nuestro referente de seguridad para la presencia de este herbicida en la avena” (EWG).

Legislación
La Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) —que, como parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha elaborado un sistema de categorías para evaluar la carcinogenicidad de una sustancia para los humanos— ha clasificado el glifosato como “probablemente cancerígeno”. Sin embargo, son pocos los países donde se han implantado prohibiciones, y estas son casi siempre parciales. Luxemburgo fue el primer y único país de la UE que prohibió el glifosato, mientras que Francia, Alemania, Bélgica, entre otros, solo han tomado medidas parciales. Las diferencias en las evaluaciones de todos los países de la UE se explican principalmente porque la IARC utilizó estudios independientes para la evaluación, mientras que las autoridades regulatorias nacionales recurrieron a estudios de los fabricantes (Atlas de los pesticidas, 2022).
Lamentablemente América Latina y Chile en particular, aún no han dado luces de controlar su uso. En el caso específico de Chile, algún paso se dió con la regulación implantada por el SAG el año 2022 donde se prohibió las formulaciones de plaguicidas que contengan la mezcla de glifosato con el coformulante tallowamina polietoxilada, por ser excesivamente tóxico. Esta mezcla ya había sido prohibida en la UE en el 2016 (Rosales, 2024).
«En lugar de resolver el problema de las malezas, el modelo agrícola moderno basado en la aplicación de glifosato y otros agroquímicos ha generado nuevas dificultades que requieren un replanteamiento urgente de las prácticas agrícolas».
El uso de glifosato en América Latina
El uso masivo de glifosato en América Latina ha ido de la mano con la expansión de los cultivos transgénicos, particularmente la soja, el maíz y el algodón. Brasil y Argentina, dos de los mayores productores agrícolas del mundo, se han convertido en algunos de los principales consumidores globales de herbicidas, con un crecimiento exponencial en la cantidad de glifosato aplicado. Sin embargo, este aumento no ha significado una mejora proporcional en la productividad. A pesar de triplicar el uso de herbicidas en el cultivo de soja entre 2002 y 2012, Brasil solo logró un incremento del 10% en el rendimiento por hectárea (Atlas de los pesticidas, 2022). Como dicen Marie-Monique Robin (2016), este modelo de producción, basado en el uso intensivo de agroquímicos, no solo ha generado impactos ambientales y en la salud, sino que también ha evidenciado su falta de eficacia a largo plazo.
La proliferación de malezas resistentes al glifosato es una de las principales consecuencias de este sistema. La aparición de especies como el amaranto en los cultivos de soja y algodón ha llevado a los agricultores a aplicar dosis cada vez mayores del herbicida, además de recurrir a otros productos químicos más tóxicos para mantener la producción. Esta espiral de dependencia agroquímica no solo incrementa los costos para los productores, sino que también profundiza los riesgos ecológicos y sanitarios asociados a la contaminación del suelo, el agua y la biodiversidad. En lugar de resolver el problema de las malezas, el modelo agrícola basado en el glifosato ha generado nuevas dificultades que requieren un replanteamiento urgente de las prácticas agrícolas.
El caso del glifosato es un reflejo del modelo agroindustrial que prioriza la maximización de rendimientos a corto plazo por encima de la salud ambiental y humana. A pesar de la creciente evidencia sobre sus efectos adversos y la resistencia de las malezas que ha generado su uso intensivo, su presencia en la agricultura sigue siendo dominante, con residuos detectados en alimentos de consumo diario. Sin una regulación más estricta y un cambio hacia prácticas agrícolas sostenibles, la dependencia de este herbicida y otros agroquímicos continuará perpetuando un ciclo de contaminación y daño ecológico. La urgencia de repensar los sistemas de producción agrícola en América Latina y en el mundo es innegable. Apostar por modelos regenerativos y libres de glifosato no solo es posible, sino necesario para garantizar la seguridad alimentaria y la salud de las generaciones futuras.
Referentes:
Bartholomew, S.K., Winslow, W., Sharma, R. et al. Glyphosate exposure exacerbates neuroinflammation and Alzheimer’s disease-like pathology despite a 6-month recovery period in mice. J Neuroinflammation 21, 316 (2024). https://doi.org/10.1186/s12974-024-03290-6
Environmental Working Group. (2020). “EWG Tests of Hummus Find High Levels of Glyphosate Weedkiller”; “Glyphosate: the cancer-causing Roundup chemical found in children’s cereal”. EWG.
Robin, M. (2016). El Mundo Según Monsanto: De la Dioxina a los Ogm: Una Multinacional que les Desea lo Mejor. Ediciones península.
Rosales, P. (2024). “El uso del glifosato: la ganancia económica por sobre la salud de las personas y los ecosistemas”. Endémico web. https://endemico.org/el-uso-del-glifosato/
Zhang, L., Rana, L., Shaffer, R., Taioli, E., Sheppard, L. (2019). “Exposure to glyphosate-based herbicides and risk for non-Hodgkin lymphoma: A meta-analysis and supporting evidence”. Mutation Research/Reviews in Mutation Research, Volume 781, Pages 186-206, ISSN 1383-5742, https://doi.org/10.1016/j.mrrev.2019.02.001.