Economías para otros mundos posibles

La palabra economía viene del griego “oikonomía”, cuyo significado es dirección o administración de una casa. Lamentablemente, este concepto está hoy subsumido a una comprensión particular de la forma en que debemos organizarnos en este planeta, desde cercamientos triplemente físicos: de “recursos”, territorios y cuerpos. En este momento de emergencia ecológica, debemos pensar en planteamientos y acciones que trasciendan la manera en que hemos forzado el metabolismo de la naturaleza.
Las economías sociales son formas alternativas de pensar el problema de los cuidados de nuestro lugar común. ©Darrell Cassell

Parte de la lógica hegemónica capitalista es entender el cuidado de nuestra casa común, la Tierra, como la suma de recursos explotables para la satisfacción antropocéntrica e individualista de los caprichos humanos. Por eso, aquí me gustaría dar alternativas a esta noción imperante, para promover el cuestionamiento e incentivar prácticas que apunten a una dirección de cooperación en vez de competencia, al cuidado en vez de la explotación y a la esperanza por mundos vivibles en vez de la inevitabilidad del colapso. 

Las economías sociales son formas alternativas de pensar el problema de los cuidados de nuestro lugar común, desde una ética-ontológica basada en la cooperación y la interdependencia. Son caracterizadas como otras formas de satisfacer nuestras necesidades, de (re)distribuir y de integrarnos en la sociedad, de compartir este mundo. Según Collado y Casadevente (2015), las economías sociales son:

«Aquellas prácticas que se orientan hacia vertientes solidarias y participativas (de autogobierno) sobre cómo atendemos colectivamente nuestras necesidades humanas, caracterizándose, en distinto grado, por promover la sustentabilidad social y ambiental a lo largo de nuestras formas de producción, distribución, consumo y de tratamiento de nuestros impactos ambientales» (p. 50).

La cooperación (eco)social, pilar de esta Otra oikonomía, comprende (1) una cultura de búsqueda colectiva y solidaria del bienestar, (2) la reciprocidad en el mundo del trabajo y (3) la constatación de una interdependencia que “obliga” a trabajar desde el apoyo mutuo. La noción de economías para los bienes comunes puede profundizar y complementar esta definición. Estas suponen una mayor territorialización (ambiental, comunitaria y de manejo de recursos naturales) de lo que entendemos por sustentabilidad y reproducción de la vida a la hora de satisfacer nuestras necesidades humanas. Quiero detenerme para recalcar lo hermoso y trascendente de cambiar nuestra configuración racional-capitalista-patriarcal para transitar a una economía de reproducción de la vida

Las economías sociales son también prácticas de democratización de la economía. ©Vince Veras

Por otra parte, las economías sociales son también prácticas de democratización de la economía. Esto no debe ser interpretado como la búsqueda por el acceso universal a las pautas del consumo, sino por el contrario, como una autonomía y una capacidad de deliberación y de crítica con respecto a ellas. Para ello, hay que impulsar formas democráticas de gestión de los colectivos de producción, esto es ganar autonomía respecto a la dirección del capital. Como mencionan los mismos autores:

«Las iniciativas de economías sociales representan redes (ciudadanas y comunitarias) que disputan, conjuntamente y desde el campo económico, los saberes, prácticas y territorios que dan vida a nuestras sociedades. En tanto que saberes alternativos pertenecen al ámbito de los intentos de descolonizar las formas de pensamiento epistemicidas, que han invisibilizando activamente otros modos de pensar y practicar la economía dentro de una sociedad, características de sistemas capitalistas autoritarios, eurocéntricos y patriarcales” (Sousa de Santos, 2011 en Collado y Casadevente, 2015, p. 46). 

Es tiempo de ocuparnos en potenciar estas otras formas, para enfrentar el actual modo explotador de la naturaleza y de todas las redes de interdependencia que componen nuestra casa común. Hay muchos ejemplos de ello y es posible participar de diferentes maneras en la adopción de economías sociales para los bienes comunes: Software libre, fondos comunitarios, cooperativas de crédito o financiación colectiva, «prosumidores» críticos, bancos del tiempo, circuitos agroecológicos, cooperativismo formal, cooperativas de mercado, prácticas agroecológicas, permacultura, economías populares, economías de cuidados, consumo colaborativo y manejos comunales del territorio. Lo importante es partir de los procesos de cooperación para pensar procesos de transición hacia formas de vida o lógicas postcapitalistas. Organicemos nuevas praxis, desde lo local, personal y colectivo, para la co-construcción de verdaderas economías de reproducción de la vida. 

Bibliografía

Collado, Á. C., & Casadevente, J. L. (2015). Economías sociales y economías para los Bienes Comunes. Otra Economía, 9(16), 44-68.

Imagen de portada: La soledad de la naturaleza. ©Charles William Pollard (1960)