En la actualidad, mientras algunos mueren a causa de la malnutrición y el poco acceso a comida de calidad, otros tiramos alimentos a la basura tan solo por consideraciones estéticas que nada tienen que ver con su estado real de conservación o aporte nutricional.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), alrededor de un tercio de la producción de alimentos para el consumo humano en todo el mundo termina en la basura. Sí, un tercio. Esto equivale a alrededor de 1.300 millones de toneladas anuales.
En Chile, la situación no es mejor. Cada año, 1,62 millones de toneladas de basura provienen exclusivamente de los residuos de alimentos. Además, un estudio realizado por la Universidad de Talca el año pasado, reveló que 95% de los chilenos bota, al menos una vez al mes, alimentos que aún no han vencido y son perfectamente consumibles. Un tercio asegura hacerlo semanalmente.
Hace seis años atrás, y con la finalidad de sensibilizar a la población y generar conciencia sobre este problema nació en Schnippeldisko, Alemania, el movimiento Disco Sopa, una dinámica que busca empoderar a los ciudadanos y mostrarles que está en sus manos, no solo frenar el propio despilfarro, sino que también generar cambios a una escala mayor: sus propias comunidades. Ese primer evento fue una protesta pacífica que alimentó a ocho mil personas.
En la actualidad, esta iniciativa está presente en más de 40 países, uno de ellos Chile. La propuesta, explica Darío Contreras, vocero de la versión nacional, es que la comunidad se haga parte de la recuperación de alimentos que son dados de baja en ferias o restaurantes por razones estéticas. Es paso siguiente, es que los mismos participen cocinándolos y consumiéndolos de manera gratuita en una instancia que mezcla lo festivo con lo reivindicativo. “Lo que se necesita es contactar campesinos, vendedores, mercados, tiendas y supermercados para pedir que donen la comida en vez de botarla. Luego con algunas tablas y herramientas de cocina empezamos a cocinar colaborativamente”, explica Darío.
En 2014 se presentó la iniciativa Disco Soupe, tras una consulta realizada por la FAO en Chile a expertos en pérdidas y desperdicios de alimentos, como una estrategia de sensibilización que estaba generando impacto en el extranjero. “Algunos asistentes se motivaron y decidieron replicar la idea en la región. Así fue como, sin conocerse, los primeros voluntarios de Disco Sopa Chile organizaron la primera fiesta contra el desperdicio de alimentos en Santiago”, cuenta Contreras.
Desde entonces, en Chile, se han realizado más de 15 eventos de Disco Sopa, en ciudades como Valparaíso, Concepción y Coquimbo. En términos de cifras, Contreras señala que en cada uno se logran rescatar cerca de 244 kilos de alimento. A julio de este año, llevaban 10.305 kilos de alimentos recuperados desde ferias, mercados, restoranes, panaderías y productores locales.
Derribar los prejuicios
Todo el problema, finalmente, radica en el prejuicio sobre la utilización de frutas y verduras que, para algunos, son basura sólo por su apariencia estética.
“Los estándares cosméticos que impone el mercado y que están tan arraigados en las personas generan un sesgo tremendo de lo que es correcto comer o no”
“Llega a un punto en que las personas piensan que un alimento, sólo por el hecho de tener una mancha, una forma diferente o una magulladura, ya no es apto o es peligroso para ingerir. La gente ahora los ve como un bien de consumo que se les debe exigir perfección en todo aspecto”, reflexiona Contreras.
Promover la recuperación de alimentos y evitar su desperdicio es un proceso de aprendizaje multilateral, sobre todo al momento de la recolección. “Cada vez que recuperamos alimentos en la feria tenemos que ser súper respetuosos con el espacio de los feriantes y siempre preguntar antes de recoger. Por lo general hay buena disposición, sólo algunos nos preguntan ‘¿Por qué recogen del suelo si me pueden comprar?’ A varios les cuesta entender que no es un tema de ahorro de dinero, sino que lo hacemos porque no queremos que la comida termine en la basura”, dice. Las cifras hablan por sí solas, según el vocero de Disco Sopa, si se junta todo lo recuperado en un día de feria, pueden llegar a más de 200 kg de comida.
Además, Darío agrega que “no es fácil explicarles las consecuencias negativas que tiene desperdiciar alimentos, desde los recursos utilizados hasta los problemas generados en los vertederos producto de las emisiones de gas metano por la descomposición anaeróbica”.
Trabajo en equipo
La labor de Disco Sopa sería prácticamente imposible sin el compromiso de sus 1.212 voluntarios. El grueso del equipo son jóvenes de, en promedio, 34 años, a quienes convocan cada vez que realizan jornadas de recuperación para los eventos de la organización u otras instituciones aliadas. “Actualmente hemos ampliado nuestro rango de acción y no sólo nos enfocamos a hacer eventos como las Disco Sopas, sino que también estamos abiertos a realizar actividades de tipo social, realizando recuperaciones con voluntarios, ya sea en campos o en ferias, para luego ir en ayuda de instituciones u hogares que lo necesitan. Del total que hemos recuperado, cerca de un 71% se ha donado a instituciones, incluyendo donaciones a las personas afectadas por los incendios en el sur de Chile”, explica el vocero.
Además, han tejido una red de colaboración con agrupaciones de la sociedad civil, fundaciones y corporaciones como Mercado Lo Valledor, Fundación Basura, Fundación Mingako, Bio-Bío Solidario, y también personajes de redes sociales, como Instagram, que usan sus cuentas para promover mejores hábitos de consumo, alimentación sana, consciente y de bajo residuo, como Volo Food, Agrícola Aníbal Donoso, Alejandra Kopaitic y Agustín Orozco, Camila Silva, La Pitru, Fran Amenábar, Anita Rivera, y Maifud Comparte Tu Comida. Para Darío, “trabajar con todos ellos ha sido increíblemente satisfactorio. Estamos convencidos que la unión hace la fuerza y que mientras más voces se alcen en conjunto, el mensaje se difundirá con mayor fuerza y tendrá más alcance”.
Una ley para los supermercados en Chile
En 2015 se ingresó al Senado un proyecto que busca regular el desperdicio de alimentos en establecimientos comerciales. En primer lugar, propone que locales como restaurantes, fuentes de soda y de comida rápida, ofrezcan explícitamente a los clientes la posibilidad de llevarse los alimentos no consumidos. En segundo lugar, la norma prohibiría la destrucción o descarte de alimentos que, aún cuando hayan perdido su valor comercial (por mal embalaje, envases dañados, mala rotulación o proximidad al vencimiento), se encuentren en perfectas condiciones para el consumo humano. Por último, el proyecto plantea que los supermercados de más de 100 metros cuadrados deben donar los alimentos mencionados en el segundo punto a organizaciones de caridad, o destinarlos a la alimentación animal o compostaje agrícola.
En un artículo publicado el 8 de septiembre de este año en la sección de noticias de la web del Senado se lee: “La Comisión acordó trabajar la redacción de las indicaciones junto a los expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), quienes son los que encabezan los estudios asociados a la eliminación de desechos alimenticios”. Además, en esta misma nota agregan que, “el senador José García Ruminot propuso que en la próxima discusión de la reforma tributaria en el Senado, ‘se estudie una exención tributaria para las empresas que realicen donaciones de este tipo’”.
Desde que se presentó la moción han pasado tres años. En el boletín del proyecto (número 10198-11), a disposición en la página web del senado, está marcado “sin urgencia”, y en cuanto a la etapa, aún se encuentra en el primer informe de la comisión de Salud del Senado. Aún cuando la comisión aprobó la idea de legislar sobre la materia, desde diciembre de 2017 el proyecto no se ha vuelto ha tocar.