Descolonizar el lenguaje: una mirada desde el ecofeminismo

¿Qué vínculo existe entre ecofeminismo y decolonialismo?, ¿qué hay detrás de ambas corrientes que subyace en el centro de sus proposiciones? Un marco hegemónico de pensamiento constituido en Occidente, que desestima y ha subordinado a las mujeres, a la naturaleza y también a las cosmovisiones indígenas y no-occidentales. En este artículo me basaré en los planteamientos de Patricia de Souza y Silvia Rivera Cusicanqui, autoras ecofeminista-decoloniales que nos proponen descolonizar el lenguaje como el camino a la emancipación de la mente androcéntrica y colonialista.
©María Berrío

“Escucha, amigo: lo que yo quiero es un lenguaje, ¿sabes? Quiero poseer un lenguaje, no quiero ser una colonizada”

(Patricia de Souza, 2018)

En Ecofeminismo decolonial y crisis del patriarcado, De Souza (2018) plantea que el lenguaje es nuestro instrumento social, colectivo, y existencial, mucho más que individual, que representa y construye nuestra vida. El principal problema es que nuestras narraciones y nuestra imaginación están compuestas por ideas colonizadas, y por ende, alimentamos y reproducimos representaciones del cuerpo, de la sociedad y del mundo, según patrones, valores estéticos y construcciones cosmogónicas que no nos pertenecen.  

Las mujeres, al igual que la naturaleza, somos las que habitamos el “Limbo del no ser”, las que tenemos que luchar doblemente por existir. La racionalización de nuestra especie, que muchas veces no considera que formamos parte de un mundo vivo que abarca también animales y plantas, ha llevado a crear asimismo subcategorías de mujeres más oprimidas y explotadas. No es que se busque esencializar el tipo de piel, el género o la especie,  sino que hay “una historia de mujeres esclavas por su tipo de piel, negras o indígenas, más oprimidas, más atropelladas. Es lo que se conoce como feminismo interseccional en tanto que comprende esta contextualización del problema de la opresión” (100).

La cuestión de la colonización del lenguaje parte por entender quiénes nos han enseñado qué es el desarrollo, el bienestar, la felicidad o la vida buena. ¿Cuál es la versión de estas concepciones desde miradas no occidentales, no androcéntricas, no racionalistas y productivistas? ¿Hay espacio para la formulación de otras cosmovisiones?

Porque, en el fondo, según de Souza, poco y nada podremos hacer en un mundo devastado, con tierras que no rinden, con mares reventando de plástico, y con agua contaminada, o simplemente sin agua. No se trata de nostalgia primitivista, se trata de que tomemos conciencia  de que no podemos seguir permitiendo que el capitalismo especulativo siga cargándose vidas humanas y biodiversidad. Para ella se trata de proponer otro modelo, que no puede ser patriarcal, que debe dejar de ser “capitalista y caníbal”, que sea de crecimiento limitado, responsable y solidario. Si no podemos pensarnos de otra manera, debemos crear los espacios para hacerlo, pelearlos, conquistarlos. 

La autora plantea cómo las cosmogonías indígenas hacen tambalear las estructuras binarias de pensamiento demostrando que en ciertas regiones del planeta tal dualidad, la separación del mundo natural y el humano, no existen y son vividas como una continuidad. El microcosmos está en completa armonía con el macrocosmos. “En esas cosmogonías la mujer podría escapar de su clasificación ontológica como un ser inferior” (60). 

Silvia Rivera Cusicanqui es una activista, socióloga e historiadora boliviana y con ascendencia aymara, que también va a estudiar y defender una perspectiva que se ha llamado el “punto de vista indígena”. En su libro Sociología de la imagen: Una visión desde la historia colonial andina realiza una teorización visual del sistema colonial. Esto porque, según ella, muchas veces las imágenes van a mostrar muchos significados que las palabras encubren o pasan por alto. En primer lugar, ¿Qué han significado “desarrollo” y “progreso” para los habitantes originarios del territorio andino? Estas dos palabras son prácticamente inexistentes en la lengua aymara.

“Astrólogo poeta que sabe”. Dibujo Waman Puma.

Tanto en aymara como en quechua, lo abstracto y concreto coexisten tan estrechamente, que a veces son expresados por el mismo término. En esta imagen, la coexistencia simétrica del sol y la luna muestran la naturaleza alegórica del dibujo. Como la coexistencia del acto de producción de comida (luraña) con la búsqueda itinerante de conocimiento y significado (sarnaqaña). La persona del dibujo representa a un hombre que es caminante, filósofo, científico y agricultor, no contraponiendo tales actividades. Es precisamente esta relación de equilibrio y dinamismo la que se encuentra entre el mundo de los cuerpos u objetos materiales, y el mundo de los significados culturales y espirituales en coexistencia. Ninguno puede entenderse realmente, sin referencia al otro.

En aymara existe el tari o tejido ritual. Esta es una estructura binaria, tripartita y cuatripartita al mismo tiempo. El mundo del espíritu (ajayu) y el mundo de la vida material (qamasa) están unidos en el medio (taypi) por una zona de contacto, encuentro y violencia. Alma/cuerpo, hacedor/andar se integran simétricamente en la organización espacial y simbólica del tari o tejido ritual.

Basándose en estas ideas, la propuesta de Rivera Cusicanqui es construir una conciencia del borde o conciencia fronteriza: la epistemología ch´ixi del mundo-del-medio; el taypi o zona de contacto que “nos permite vivir al mismo tiempo adentro y afuera de la máquina capitalista racional, utilizar y al mismo tiempo demoler la razón instrumental que ha nacido de sus entrañas” (207). Ch´ixi significa gris en aymara y reúne lo uno y lo múltiple, sin producir un conocimiento universalizante. Usa el término para proponer otra idea de mestizaje, que no conlleve la fusión de razas ni la afirmación de un híbrido (“mitad blanco mitad indígena”) sino que afirmar la indeterminación de lo mestizo postulando que a la vez somos modernos y ancestrales.

¿Qué es lo ecofeminista decolonial entonces? No sería un rechazo completo del mestizaje ni de la herencia colonial, ni el rechazo a lo humano o moderno sobre lo “natural”, sino un habitar de las contradicciones, resistiendo a las imágenes universalizantes, dicotómicas y dialécticas de lo colonial. Finalmente, el lenguaje decolonial y ecofeminista es una herramienta, como muchas otras, para hacer frente a la crisis socioecológica que vivimos. Y, al mismo tiempo, para desvelar aquellas imágenes, ideas y formas de vida que han sido silenciadas o invisibilizadas. Espero que estas ideas sirvan para iluminar posibles narrativas alternativas.

©María Berrío

Bibliografía

De Souza, P. (2018). Ecofeminismo decolonial y crisis del patriarcado. Los libros de la mujer rota.

Rivera Cusicanqui, S. (2010). Ch’ixinakax utxiwa. Una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores. Buenos Aires: Tinta Limón. 

Imagen de portada: ©María Berrío*

*María Berrío es una artista nacida en Bogotá. A los 18 años se muda a Nueva York a estudiar arte. Sus obras son collages protagonizados por mujeres que nos transportan a un universo de fantasía y surrealismo.