Pensamos que la mayoría de las personas se atreverían a decir que la naturaleza expresada en sus diferentes modos de vida y relaciones son algo maravilloso, diverso, de hecho, muchas veces decimos ante su rica variedad de estructuras, formas y procesos que parece reflejar una sabiduría que añoramos. Más aún, cuando contemplamos el mundo natural y apreciamos las diferentes formas de vivir, que se expresan en dinámicas como la reproducción, estructuras fenotípicas, como sus tamaños, colores, olores, etc… estas se muestran extraordinarias para quien las sabe ver.
Si somos observadores, atentos en la cotidianidad de nuestra contemplación, observaremos a los seres vivos habitando un entorno o medio que es coherente con ellos, pero que nos aparece como si fuese independiente, pensamos que el medio está por un lado y los seres vivos por otro. Esto parece ser así para nosotros quienes podemos contemplarlos sin estar conscientes de nuestra mirada cultural la cual no nos deja ver que esa coherencia entre sistemas aparentemente independientes o separados es el resultado de una historia de transformaciones conjuntas lo que nos permitiría entender por qué son cómo son o cómo es que actúan de tal o cual manera.
«Si somos observadores, atentos en la cotidianidad de nuestra contemplación, observaremos a los seres vivos habitando un entorno o medio que es coherente con ellos, pero que nos aparece como si fuese independiente, pensamos que el medio está por un lado y los seres vivos por otro»
Por esta razón, la primera invitación que queremos hacer es a incorporar la historia de transformación que los organismos vivimos desde que somos seres vivos. La segunda invitación que hacemos es a entender que los seres vivos no habitan en un vacío, sino que habitan en un nicho que hace posible su existencia como tales.
En biología a la historia de transformación se le llama filogenia y ontogenia. Filogenia hace referencia a las transformaciones que sufre un grupo de individuos de forma transgeneracional, en tanto la ontogenia hace referencia a la historia de transformaciones del vivir individual de cada organismo desde su concepción.
Ahora bien, respecto al nicho que hace posible la existencia de los seres vivos, hay dos biólogos clásicos que nos indican que hay que mirar a los organismos con otros ojos. Por una parte, Richard Lewontain que nos propone desde comienzos del siglo pasado que los organismos no se adaptan pasivamente al medio sino que lo modifican, de hecho es de los primero científicos en apuntar a lo que luego se denominará como la teoría de la construcción del nicho (John Odling-Smeem, 1988). Lewontin nos propone: “El organismo influye en su propia evolución, al ser tanto el objeto de la selección natural como el creador de las condiciones de esa selección” (Levins y Lewontin 1985). Por otra parte, el biólogo chileno Humberto Maturana nos describe la relación organismo-medio como la unidad ecológica organismo-nicho (Maturana et al., 2018). Nos dice que los organismos constituyen una relación unitaria de existencia con su nicho, y con su conducta generan el espacio o el nicho en el que habitan el cual no pre-existe.
Hay sutilezas y fundamentos más o menos diferentes, pero hay una intuición y entendimiento a la base, el espacio o nicho de cada ser vivo depende de la conducta del ser vivo principalmente. Podemos mirar un poco más en profundidad la idea del nicho en los siguientes ejemplos: aunque parezca difícil de comprender, cuando usted lee (en este momento) está generando el espacio en el que vive, ¿como? para entender estas palabras usted debe saber leer, algo obvio pero que frecuentemente no le tomamos el peso en tanto es una historia de transformación que lo hace posible. Además, se encuentra viviendo un presente personal, social y cultural determinado. Entonces, con la conducta de lectura usted da sentido a las palabras, es decir, la acción de leer constituye lo leído en el momento que las lee.
Veamos otra parte de su nicho o espacio, por ejemplo, la dimensión de ser trabajador en una organización para obtener los medios económicos que le permitan subsistir a partir del intercambio que ocurre en la medida que usted se compromete a realizar con su conducta alguna actividad que conlleva una paga. En ese momento usted se transforma en trabajador de tal o cual organización. Es decir, de nuevo con su conducta (con lo que hace) usted genera su espacio. No queremos decir que se hace arbitrariamente o de cualquier manera, sino que surge en relación con las características del medio que habitamos y con las características fisiológicas del ser vivo.
En el ejemplo de la lectura, una persona que sea ciega de visión no podrá leer de esta forma, sino que debe conductualmente aprender otro hacer (sistema braille de lectura) para generar el espacio de lectura. De este modo lo relevante en la generación de los espacios y nichos son tanto la estructura del medio como la conducta y estructura del ser vivo y la naturaleza del encuentro. Un ejemplo muy claro de esto lo podemos apreciar también en las aves. Pensemos en una paloma o un zorzal que están muy habituadas a los seres humanos, pero no así un tijeral, un yal o un cachudito que podemos describirlos como especies muy tímidas. Tanto así que las vemos o conocemos mucho menos. Entonces frente al estímulo del medio (ruido o seres humanos, etc.) las aves se conducen de distinto modo. El medio no les dice cómo operar sino que desencadena desde la relación de encuentro y de la historia de cada especie, cambios en la fisiología de cada ave y por consiguiente de su conducta. Los nichos ecológicos de ambas aves surgen desde la conducta de ellas mismas y el medio o los estímulos constituyen encuentros que modulan la conducta y generan la posibilidad de transformación del organismo o ,más bien, de su unidad ecológica organismo-nicho, o en otras palabras, genera la posibilidad del espacio en el que viven.
¿Qué tiene que ver esto con la arquitectura? y ¿por qué es relevante para los seres humanos? Nosotros olvidamos muchas veces que somos seres vivos, por lo tanto también generamos nichos ecológicos y espacios, que surgen con nuestras relaciones e interacciones con el medio ambiente. Esto es particularmente relevante, para el concepto del uso o habitabilidad de los espacios y su diseño. Un diseñador, ya sea arquitecto u otra persona, lo que hace es imaginar coherencias desde su experiencia de diseño y/o habitabilidad, que pueden calzar con lo que otras personas pueden considerar como adecuado. Por lo tanto, lo que hace una persona que diseña es brindar ámbitos de posibilidad de cambio de la conducta de la persona y por cierto de su fisiología. Pensemos, por ejemplo, en departamentos pequeños como los que se diseñan ahora, ¿podría afectar nuestra fisiología y conducta? la respuesta es sí. En el documental de la BBC llamado The Secret life of building, se muestra cómo el espacio constructivo nos modifica y afecta nuestra salud mental y fisiológica. En otras palabras, la experiencia de habitabilidad (comodidad, intimidad, etc.) desde un diseño inicial modifica nuestra conducta, y lo hace desde la relación de las personas con la generación del espacio en el que viven.
¿Cómo tendría que ser el espacio de diseño para que modifique de forma armónica nuestra conducta humana? Para esto debemos mirar nuestra historia como seres humanos. Sucintamente diremos que somos seres primates sociales, nómadas en principio, luego agricultores. Nuestro entorno por miles de años se resume en vivir en grupos pequeños en donde la abundancia, la colaboración y el compartir han sido fundamentales (para mas detalle ver, Tomasello , 2014, Maturana et al., 2016) por lo tanto la pregunta que nos parece relevante es ¿podría el diseño (diseñadores) actual dejar fuera nuestra historia? Pensamos que si queremos ser coherentes con nuestro vivir y convivir histórico, la respuesta es no.
Por otra parte, el nicho humano se relaciona con el modo de vida que cada persona genera (o en grupo), y que en estricto rigor depende del modo de conversar. Por conversar entenderemos el fluir de la conducta en una continua coordinación de nuestras acciones y emociones, que es además, el mecanismo de generación de los mundo que vivimos los seres humanos (para más detalle ver Maturana et al., 2016). Entonces el nicho humano generado depende de cómo conversemos (distinto de hablar) por consiguiente en otro ámbito más específico no basta que el diseño entienda la filogenia humana, sino que su ontogenia humana, esto es, los cambios que habitamos dada las conversaciones que conservamos en nuestra convivencia. En este sentido, la persona que propone un diseño debe entender el mundo (las conversaciones) de las personas para las cuales diseña. Y el entendimiento solo puede darse en una coderiva, en un encuentro social que solo es posible desde el amar (Maturana y Dávila 2015). Esto no será un diseño, sino un co-diseño. En otras palabras, el codiseño como una acción revela el nicho cultural que se habita incorporándolo a la propuesta estructural que modifica el medio desde una perspectiva que toma en cuenta la generación de mundo entre las personas que lo habitan y que pueden verlo en un conversar reflexivo porque pertenecen a él. Un proyecto común (y el codiseño lo es) solo es posible en un espacio social y solo podemos colaborar si hemos podido co-inspirar un proyecto común en torno al cual colaborar como resultar espontáneo de nuestra convivencia social.
Desde esta perspectiva, si queremos armonizar el vivir humano y todo el amplio espectro de su convivencia desde las dos invitaciones que hicimos al comienzo, el co-diseño de los espacios humanos se transforma en rigor y por defecto en una transformación cultural de los espacios colaborativos que habitamos. Es de esta manera que los seres humanos, que, en tanto seres vivos, somos arquitecturas dinámicas moleculares, podemos vivir arquitecturas relacionales y estructurales que nacerán armónicas con la biosfera a la que en definitiva pertenecemos porque nuestra existencia no es posible sin ella. Sin co-diseño tal arquitectura es entonces imposible.
El co-diseño de los espacios humanos se transforma en rigor y por defecto en una transformación cultural de los espacios colaborativos que habitamos. Es de esta manera que los seres humanos, que, en tanto seres vivos, somos arquitecturas dinámicas moleculares, podemos vivir arquitecturas relacionales y estructurales que nacerán armónicas con la biosfera a la que en definitiva pertenecemos porque nuestra existencia no es posible sin ella.
Referencias
Odling-Smee, F. J. (1988). «Niche constructing phenotypes». In Plotkin, H. C. (ed.). The Role of Behavior in Evolution. Cambridge (MA): MIT Press. pp. 73–132.
Levins R, Lewontin RC. (1985). The Dialectical Biologist. Cambridge: Harvard University Press
Maturana R., H., Dávila Yáñez, X. & Ramírez Muñoz, S. (2016). Cultural-Biology: Systemic Consequences of Our Evolutionary Natural Drift as Molecular Autopoietic Systems. Found Sci 21, 631–678 https://doi.org/10.1007/s10699-015-9431-1
Maturana Romesín, H. y Dávila Yáñez, X. (2015). El árbol del vivir. Santiago, Chile: MVP Comunicación S.P.A.
Tomasello M. (2014). The ultra-social animal. European journal of social psychology, 44(3), 187–194. https://doi.org/10.1002/ejsp.2015
Sobre los Autores:
CITIC co-diseña espacios como ecosistemas capaces de regenerar una cultura colaborativa cuidando el bienestar, con las personas que desean habitar comunidades y organizaciones en armonía con la biosfera a la que pertenecemos. Promovemos así un desarrollo ético y estético de todo el potencial innovador que los seres humanos podemos alcanzar cuando vivimos en espacios inspiradores que podemos construir de manera inclusiva, dejando aparecer nuestra unidad con el mundo natural, dotándolos de las condiciones relacionales y tecnológicas que faciliten el encuentro, la confianza, la colaboración y la co-inspiración en un proyecto común, que haga posible cumplir nuestro propósito personal y colectivo, simplemente dejando aparecer lo que toda organización es: una comunidad humana.
Imagen de portada: © Sigmund by Unsplash.