Valle del Aconcagua: donde comienza el ciclo del agua

La sequía del Valle del Aconcagua es evidente. Los ríos ya no corren como antes, sus cauces han sido intervenidos, sus cursos han sido cambiados.

El valle del Aconcagua está seco y, sin embargo, existe un lugar justo a los pies de la cordillera en el que podemos encontrar 68 unidades de glaciares y más de 6 humedales en solo 13.796 hectáreas. Esta zona de los Andes centrales está protegida por la comunidad Kenrick-Lyon, dentro de lo que conocemos como Parque Andino Juncal.

Pero, ¿qué pasa con este lugar? ¿Por qué acá hay agua y tan cerca, como en Petorca, está mayormente seco? ¿Qué pasaría si una minera quisiera instalarse en este preciado sector cordillerano? ¿O una hidroeléctrica?

Acompáñame en este viaje y descubramos juntos este tesoro tan bien guardado de la zona central.

Vista del valle de Juncal hacia los cerros Alto los Leones y Juncal. © Paula Fernández

Tesoro de biodiversidad

Comenzamos debajo de la conocida cuesta Caracoles que nos lleva a lugares tan clásicos como el centro de ski Portillo, la laguna del Inca, varias montañas emblemáticas e incluso a la frontera con nuestros vecinos argentinos. Aquí, antes de comenzar a subir, tomamos la desviación más bella que podemos imaginarnos. Me refiero específicamente al hermoso valle del Juncal, el cual ha sido el refugio de tantos montañistas a lo largo de la historia, que han intentado algunas de las cumbres épicas que lo rodean como el Alto Los Leones, la Punta Nacimiento o el mismo Juncal, todos de gran atractivo.

Hoy este lugar está protegido dentro del proyecto de conservación ecológico Parque Andino Juncal y no es sorprendente que haya sido declarado sitio Ramsar por la Convención Relativa a los humedales de Importancia Internacional, especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas.

La diversidad del lugar ya es totalmente reveladora. De la cantidad total de fauna existente en el lugar, el 98% es nativa, entre los que encontramos pumas, vizcachas, gato andino, entre otros. Además, encontramos unas 45 especies distintas de avifauna y alrededor de 68 especies diferentes de flora, donde el 93% es nativa. Entre estas últimas, destacan el berro amarillo, capachito largo, soldadito de la cordillera, añañucas, y llaretas, entre varias otras más que en primavera cubren el parque de preciosas tonalidades. Aquí, la vida es latente enmarcada por más de seis humedales que dibujan un olvidado paisaje repleto de verdor y variación de y colores, mostrándose como el tesoro lleno de minerales que habita en estas tierras.

Este hermoso lugar aún puede visitarse entre los días viernes y domingo (previa reserva enviando un correo a info@parqueandinojuncal.cl) y enfrentarse a estos rincones que nos recuerdan por qué el valle del Acuncagua, de cordillera a mar, fue considerado alguna vez fuente incontenible de vida para todos los seres vivos, incluyendo a los humanos. El Parque Andino Juncal mantiene esta área protegida pero abierta al público para que esta y las próximas generaciones sean testigos de esta belleza geológica.

El Parque tiene como misión proteger la cuenca Juncal, una olla hidrográfica de 220 km2 que representa la única cuenca que llega al río Aconcagua sin estar contaminada o con algún impacto industrial.

Para llegar al origen desde donde brota el agua que tiempo después llegará al océano Pacífico, en el parque se han acondicionado un par de senderos por los cuales se puede apreciar su geografía altoandina que se muestra desnuda a los ojos curiosos de los exploradores.

En el sector de Los Hornitos inicia el sendero para internarse en el maravilloso paisaje de Juncal, que esconde un tesoro de biodiversidad que urge proteger con leyes efectivas. © Paula Fernández

Un poco de historia

La familia Kenrick adquirió estas tierras por el año 1911, cuando George Kendrick, el abuelo de Catherine Kenrick (actual administradora del Parque) encontró un importante yacimiento de yeso, el cual comenzó a explotar. Aún se pueden observar varios de los vestigios de las construcciones, sobre todo en los 8 kilómetros de ripio que separan la cuesta Caracoles de la entrada al parque.

Pero la historia de este lugar daría un giro. Su riqueza integral no pasaría desapercibida, en un principio siendo visitado por militares en modo entrenamiento para maniobras de alta montaña a fines de los años 20, y luego por científicos. No es hasta 80 años más tarde cuando el arqueólogo Daniel Pavlovic descubre 4 sitios arqueológicos, todos ellos correspondientes a corrales de arrieros y un hallazgo prehispánico.

El Parque tiene como misión proteger la cuenca Juncal, una olla hidrográfica de 220 km2 que representa la única cuenca que llega al río Aconcagua sin estar contaminada o con algún impacto industrial.

Recién el 2004 se comenzó a conservar y se empieza a abstraer de otros usos y actividades que se hacían en el lugar como las llamadas veranadas de los arrieros (momento en el cual llevan a los animales a comer a la montaña, sin discriminar si es humedal, frágil o endémico) o intensas actividades militares, donde el terreno estaba bastante expuesto a deterioro. Sin embargo, en estos 16 años que lleva de conservación se ha visto un importante incremento de la flora y fauna nativa lo que tienen bastante contentos a quienes se encargan del Parque. Un ejemplo de ello son los guanacos que han vuelto a reinsertarse al área protegida, entre otras especies nativas que regresan a su estado natural.

La megasequía y la disminución de la superficie de los glaciares hace aún más urgente la protección de estos ecosistemas altoandinos de la zona central de Chile. © Paula Fernández

La urgencia de una Constitución Ecológica

Seis años más tarde del inicio de la protección del parque, se reconoce como un sitio de importancia internacional en cuanto a sus humedales, otorgado por la convención Ramsar, que entra en vigor en Chile el 27 de noviembre de 1981 y que hoy lo componen, en Chile, 16 sitios como este.

Aún así, los dueños solo cuentan con los derechos de la tierra, lo que provoca que el lugar quede bastante desprotegido en cuanto a los derechos del agua y del subsuelo, así como lo estipula la actual Constitución hoy en día.

Tomás Dinges, actual administrador del Parque tiene registros de varias propuestas que se han presentado por parte de empresas extractivistas al poder ejecutivo y legislativo como la fabricación de represas, embalses, entre otros, las cuales hasta ahora no han llegado a concretarse. Sin embargo, este rico lugar está siempre en la mira y debemos tenerlo en cuenta.

Para seguir protegiendo lugares como Juncal se necesita urgentemente definir los límites que protegen a la Naturaleza como un ente vivo, autovalente, no como un recurso de la especie humana. Más que minerales, el ecosistema necesita del agua para seguir funcionando como un ciclo, que provea las condiciones necesarias de cada cuenca para su óptimo desarrollo.

Al ser un lugar donde “comienza” el ciclo del agua, es imperante que sea absolutamente protegido, que su integridad no penda de unas cuantas decisiones que privilegian el lado económico sin mirar el deterioro que podría causarse en este lugar si se decidiera explotar de cualquier manera, lo cual traería nefastas consecuencias al resto de la cuenca que tanto se ha visto afectada en los últimos años.

Desde 2004 que la familia Kenrick Lyon se ha ocupado de la conservación efectiva del valle del Aconcagua gracias a la creación del Parque Andino Juncal. © Paula Fernández

Imagen de portada: El Parque Andino Juncal ha velado desde sus inicios por la conservación efectiva de una zona emblemática para el valle del Aconcagua dado las reservas de agua que contienen sus glaciares. © Paula Fernández