Turberas Alto Andinas: Herencia de la naturaleza y de los pueblos originarios bajo amenaza

Las turberas son ecosistemas maravillosos, no solamente por su belleza, sino también por las importantes funciones que cumplen. Debido a ello, son reconocidas en el mundo científico y ambientalista como tesoros de biodiversidad, reservorios de agua, “aspiradoras” planetarias del CO2 atmosférico , y por ende, como remediadoras  del cambio climático.

“Levántate y mira la montaña
De donde viene el viento, el sol, y el agua
Tú que manejas el curso de los ríos
Tú que sembraste el vuelo de tu alma”

Plegaria a un labrador, Víctor Jara

Las turberas son ecosistemas maravillosos, no solamente por su belleza, sino también por las importantes funciones que cumplen. Debido a ello, son reconocidas en el mundo científico y ambientalista como tesoros de biodiversidad, reservorios de agua, “aspiradoras” planetarias del CO2 atmosférico , y por ende, como remediadoras  del cambio climático. De hecho, en otros lugares del mundo, cientificos e ingenieros trabajan construyendo humedales y turberas artificiales para reproducir estas características (de Klein et al., 2014; Rosli et al., 2017), como por ejemplo en Canadá, donde construyeron  turberas artificialmente sobre superficies previamente devastadas por la minería (Nwaishi et al., 2015). La construcción artificial de estos ecosistemas precisa de muchos recursos, planificación ingenieril, extracción y traslado de grandes cantidades de suelos y sustratos, y maquinaria pesada, entre otros. 

¿Turberas naturales o artificiales?

En el norte de Chile, los pueblos alto andinos han logrado lo mismo sin grandes recursos, máquinas o remoción de suelos. Tras décadas y siglos, esos pueblos han adquirido un gran conocimiento del manejo del agua en los ambientes extremadamente áridos del altiplano, siendo capaces incluso de crear terrenos fértiles y productivos para el pastoreo de su ganado. Nos referimos a los bofedales. 

¿Pero, son acaso los bofedales también turberas? Al pensar en turberas, nuestra mente se remite casi automáticamente al sur de Chile, con sus ambientes fríos y húmedos, y las colosales superficies cubiertas de musgos Sphagnum magellanicum, sobre las cuales ya has leído antes en Endémico web (ver Tortel, Caleta de Turberas; Las Turberas de Nahuelbuta). Visto de manera científica, una turbera es un terreno, cuyo suelo está formado por un horizonte de turba (o sea, por un sustrato compuesto principalmente por restos de plantas semi decompuestas ), y cuyo espesor es de al menos 30 cm (Joosten & Clarke, 2002). Entonces muchos bofedales se merecen este título también. 

Oxichloe andina con frutos rojos © Carolina Rodríguez.

Bofedales – Turberas de las alturas

Los bofedales se encuentran en el norte de Chile, y en toda la zona alto andina de Perú, Bolivia y Argentina, entre los 3200 y 5000 msnm (Squeo et al., 2006). Estos ecosistemas se forman especialmente en cuencas de pendientes suaves y suelos fluvio-volcánicos con escaso drenaje (López et al, 2020). Decir que todos los bofedales fueron creados por seres humanos no sería para nada correcto, aunque una gran parte de estos ecosistemas sí lo fue. Aunque hay pocos estudios sobre la relación entre los bofedales naturales y los artificiales, uno de ellos, realizado en Perú (Verzijl & Quispe, 2013) demostró que un 40% del área ocupada por bofedales en la zona de estudio fue creada artificialmente. 

Entonces ¿cómo es posible crear un ecosistema húmedo en un entorno desértico?

Los bofedales pueden surgir naturalmente alrededor de cursos de agua producto del deshielo de la alta montaña o en zonas donde el agua de las lluvias estivales se ha acumulado. También pueden generarse bofedales en zonas de vertientes, donde el nivel freático logra alcanzar la superficie del suelo. En zonas altoandinas donde el suelo permanece saturado de agua constantemente durante el año, es común la colonización por parte de plantas de cojín, las cuales son capaces de formar cojines muy duros. En Chile, las plantas más frecuentes en los bofedales son Distichia muscoides y Oxychloe andina, de la familia de las Juncaceas. Debido al agua que satura el suelo, los tejidos y restos que decaen de estas plantas, no se descomponen enteramente tras depositarse en la superficie. Como consecuencia de la falta de oxígeno, existe una menor masa de organismos descomponedores en estos sitios. Así se forma y acumula la turba, es decir, el sustrato formado por los restos semidecompuestos de estas plantas. 

 Suelo de turba de un bofedal © Carolina Rodríguez.

Bofedales construidos por los pueblos alto andinos

Los bofedales artificiales fueron generados en valles o fondos de cuencas topográficas que ya limitaban con un bofedal natural, donde había agua. Nuestros antiguos ingenieros desviaron parte del agua mediante canales de irrigación, a fin de alimentar y hacer fértiles nuevos terrenos adyacentes. Normalmente la extracción del agua de una turbera derivaría en drenaje y mineralización del suelo turboso , acarreando incluso la destrucción de la turbera como ecosistema. Pero el desvío de una parte del agua parece no haber causado la destrucción de los bofedales en el pasado, sino todo lo   contrario. ¿Cómo es eso posible? Los bofedales son un tipo especial de turbera, conocidas como turberas de percolación o turberas de vertientes, donde el agua no solamente permanece en el suelo, sino que fluye constantemente y en forma horizontal a través de la superficie  (www.miresofchile.cl). La capacidad de retener agua (o “esponjosidad”) es una característica típica de las turberas. Esa capacidad también la tienen los bofedales, los cuales retienen en su suelo solo la humedad necesaria para el sustento del ecosistema, mientras el resto del agua continúa su curso hacia el fondo de la cuenca. Los pueblos alto andinos de la cultura Aymara en el caso de Chile, conscientes de ello, canalizaron el agua “sobrante”, desviándola hacia nuevas superficies y “sembrando” así nuevos bofedales (Verzijl & Quispe, 2013). 

Diferencias entre bofedales naturales y artificiales

Al construir zanjas para desviar el agua, los pueblos alto andinos generaron nuevas áreas de infiltración y saturación de ese recurso en el suelo mineral (ver imagen satelital). Allí, prontamente se instalaron plantas adaptadas a las nuevas condiciones húmedas, tales como las Juncáceas ya mencionadas, acumulándose sus restos en el suelo húmedo y formando bofedales tras el paso de los años. Los bofedales artificiales suelen tener horizontes de turba de sólo unos pocos decímetros de espesor, a diferencia de los bofedales naturales, algunos de los cuales han acumulado turba por miles de años y pueden tener horizontes gruesos y profundos. Ejemplo de ello es el impresionante bofedal Manasaya, en Bolivia, donde la turba alcanza horizontes de hasta 10 metros de espesor (Hribljan et al., 2015). 

Los organismos vivos de los bofedales poseen un alto endemismo, y sus hábitats son espacios altamente excepcionales en medio del paisaje alto andino.

Bofedal artificial cerca de Guacollo, Región de Arica y Parinacota. Los flujos superficiales de agua se aprecian en color negro. El flujo subterráneo de agua que baja desde los cerros y zonas más altas hacia el Río Caquena (frontera con Bolivia), es detenido artificialmente mediante un canal de irrigación justo al borde oeste del valle. Desde allí, el agua escurre mediante una compleja red de pequeños canales capaces de irrigar toda el área entre el borde del valle y el río Caquena . Gracias a esa canalización al pie del valle, se formó un bofedal, el cual se distingue en los tonos verdes asociados a la red de pequeños canales en toda la parte izquierda de la imagen. 

Bofedal artificial cerca de Guacollo, Región de Arica y Parinacota. Los flujos superficiales de agua se aprecian en color negro. El flujo subterráneo de agua que baja desde los cerros y zonas más altas hacia el Río Caquena (frontera con Bolivia), es detenido artificialmente mediante un canal de irrigación justo al borde oeste del valle. Desde allí, el agua escurre mediante una compleja red de pequeños canales capaces de irrigar toda el área entre el borde del valle y el río Caquena . Gracias a esa canalización al pie del valle, se formó un bofedal, el cual se distingue en los tonos verdes asociados a la red de pequeños canales en toda la parte izquierda de la imagen. © Mapa recuperado de Google Earth e intervenido por autores.

Bofedales, tesoros de vida

A pesar del clima frío y seco en las zonas alto andinas, de enorme radiación solar, escaso oxígeno, y amplitudes térmicas de hasta 40 °C entre el día y la noche, la vida en los bofedales abunda. Gracias a la presencia de agua muchos organismos encuentran ahí su hábitat. En los bofedales viven mamíferos como las Vizcachas y las Vicuñas, también muchas especies de aves como las Parinas y Cuervos de Pantano, una multitud de insectos y plantas vasculares, así como musgos y líquenes. Obviamente, son lugares muy importantes para los pueblos andinos. Es aquí, donde se alimentan las alpacas y llamas en la época de secano. Es aquí donde se encuentra el agua, las plantas medicinales, los materiales de cestería y de construcción. 

Bofedal con vizcachas (Lagidium peruanum) alimentándose de los frutos de las plantas de cojín. Parque Nacional Lauca, Región de Arica y Parinacota © Marvin Gabriel.

Tesoros en amenaza

Lamentablemente, los bofedales enfrentan hoy en día varios peligros. Quizás la amenaza más grande es el cambio climático, causando irregularidades en la distribución de las precipitaciones, que dificultan a estos ecosistemas el poder mantener su frágil equilibrio hídrico y la saturación de sus suelos durante todo el año. Si se secan, el peligro no es solamente la mineralización de la turba, un proceso que dura años. La turba seca puede convertirse en un potente combustible en caso de ser encendida. Ello es común durante las frecuentes tormentas eléctricas que se presentan durante el verano debido a las masas de aire caliente provenientes de la Amazonía. En un bofedal que se ha secado, el fuego tardaría minutos en consumir toda la materia orgánica de la turba, destruyendo su capacidad de retener agua, y la función del bofedal de albergar la exuberante vida que lo caracteriza. 

Aparte de esta amenaza proveniente de un problema global, hay también amenazas locales. La tremenda desigualdad en el acceso a oportunidades ha provocado que las generaciones jóvenes de los pueblos andinos migren a vivir a las ciudades, generando escasez de personas capaces de mantener los canales de irrigación. Esta situación afecta principalmente a los bofedales artificiales. También el sobrepastoreo con especies introducidas puede volverse un gran problema. Caballos, vacas, burros y ovejas no son especies adaptadas a estos ecosistema, y al introducirles destruyen los cojines vegetales y compactan el suelo con sus pezuñas, su peso y su forma de alimentarse (Maldonado Fonkén, 2015). Además, el sobrepastoreo termina afectando e incluso anulando el ciclo vegetativo y la producción de semillas en la vegetación del bofedal.

Las consecuencias de una desaparición de los bofedales serían mucho más graves a nivel de la biodiversidad, que de la crisis global ambiental. Como son áreas relativamente pequeñas, las emisiones de CO2 que se pueden liberar con la mineralización de la turba de los bofedales no aportarían sustancialmente al calentamiento global comparadas con las emisiones provenientes del uso de combustibles fósiles, de los incendios en las selvas tropicales o de la destrucción de las grandes superficies de turberas del hemisferio norte. 

En cambio, sería mucho más grave la pérdida de biodiversidad producto de la destrucción de los bofedales, la cual se sumaría a la gran ola de extinción que ya está sucediendo en el Antropoceno. Los organismos vivos de los bofedales poseen un alto endemismo, y sus hábitats son espacios altamente excepcionales en medio del paisaje alto andino. La pérdida de los lugares que guardan el agua en el paisaje, quitaría la base de la vida de muchas plantas y animales, incluyendo el de los seres humanos. La recuperación de estos ecosistemas, una vez dañados o destruidos, podría durar siglos. 

Bofedal quemado con antigua vegetación de plantas de cojín  cerca de Parinacota. Posiblemente el sitio fue encendido por una tormenta eléctrica, después de haber sido drenado Región de Arica y Parinacota © Marvin Gabriel.

Por eso son urgentes las acciones para la conservación y fomento de los bofedales, ya que de estos ecosistemas depende también el futuro de las comunidades Aymara que habitan el altiplano. Más que nunca, hoy es el momento de abrazar el principio del “Ayni” o reciprocidad Aymara, y mediante cuidados y mantención comunitaria, darle protección y espacios de vida a los bofedales. Después de todo, fueron justamente estos ecosistemas de altura los que durante siglos acogieron a las comunidades humanas en los duros y hermosos paisajes de los Andes.

Referencias

De Klein, J. & van der Werf, A. (2014) Balancing carbon sequestration and GHG emissions in a constructed wetland. Ecological Engineering, 66, 36-42.

Hribljan , J.A., Cooper, D.J., Sueltenfuss, J., Wolf, E.C., Heckmann, K.A., Lilleskov, E.A. & Chimner, R.A. (2015) Carbon storage and long-term rate of accumulation in high-altitude Andean peatlands of Bolivia. Mires and Peat, 15(12), 1-14.

Joosten, H. & Clarke, D. (2002) Wise use of mires and peatlands. Background and principles including a framework for decision-making. International Mire Conservation Group & International Peat Society, Saarijarvi, Finland.

López, J. F.; Tapia, A. & Díaz, A. (2019) Respuestas comunitarias en áreas de desierto frente a eventos climáticos extremos en el norte de Chile. Interciencia, vol. 45, núm. 1, pp. 8-14, 2020

Maldonado Fonkén, M. (2015) An introduction to the bofedales of the Peruvian High Andes. Mires and Peat, 15(05), 1-13.

Nwaishi, F., Petrone, R., Price, J. & Andersen, R. (2015) Towards Developing a Funcional-Based Approach for Constructed Peatlands Evaluation in the Alberta Oil Sands Region, Canada. Wetlands, 35, 211-225. 

Rosli, F., Lee, K., Goh, C., Mokhtar, M., Latif, M., Goh, T. & Simon, N. (2017) the Use of Constructed Wetlands in Sequestrating Carbon: An Overview. Nature Environment and Pollution Technology, 16, 813-819.

Squeo, F., Warner, B., Aravena R. & Espinoza, E. (2006) Bofedales: high altitude peatlands of the central Andes. Revista Chilena de Historia Natural 79, 245-255. 

Verzijl, A. & Guerrero Quispe, S. (2013) The System Nobody Sees: Irrigated Wetland Management and Alpaca Herding in the Peruvian Andes. Mountain Research and Development 33 (3), 280-293.

www.miresofchile.cl (verificado 04.2021) http://www.miresofchile.cl/es/una-seccion-de-la-pagina-de-inicio/tipos-hidrogeomorficos-de-turberas/turberas-de-escorrentia/

Sobre los Autores

Marvin Gabriel

Geógrafo físico y Máster en Ecología del Paisaje egresado de la Leibniz Universität Hannover. Doctor en Ciencias Agrarias por la Humboldt Universität zu Berlin. Desde 2010 investiga y difunde la importancia de las turberas en Chile, Alemania y Sudáfrica. En 2015 cofunda en Chile la iniciativa www.miresofchile.cl y trabaja como investigador, educador ambiental y guía de kayak. Actualmente reside en Alemania. Contacto: marvin.gabriel@miresofchile.cl

Carolina Rodríguez 

Socióloga de la Universidad de Chile, Máster en Manejo Integrado de Recursos Naturales y Doctora en Ciencias Agrarias por la Humboldt-Universität zu Berlin. Desde 2008 investiga y difunde la importancia de las turberas en Chile, Argentina, Sudáfrica, Kirgistán y Alemania. En 2015 cofunda en Chile la iniciativa www.miresofchile.cl y trabaja como investigadora, educadora ambiental y guía de naturaleza. Actualmente reside en Alemania. Contacto: carolina.rodriguez@miresofchile.cl

Imagen de portada: Alpacas pastando en un bofedal frente a los volcanes Parinacota y Pomerape. Parque Nacional Lauca, Región de Aríca y Parinacota. © Carolina Rodríguez.