Una travesía para volver a hacer memoria desde el mar

Uno de los actos que se realiza en memoria de quienes han perdido la vida en el mar es dejar una corona de flores flotando en la superficie de las aguas. A esto los habitantes de Coliumo, caleta enclavada en la costa del Biobío, le llaman Romería. Pero no se trata solo de recordar una pérdida sino también de agradecer todo lo que el mar entrega y ofrece generosamente para la subsistencia. Esta fue una de las actividades que se realizaron el pasado jueves 29 de septiembre en Coliumo junto a artistas, científicos, estudiantes y niñas y niños, durante el hito de activación de la Bienal Concepción, Arte & Ciencia.

Volver a la costa cercana a mi lugar de nacimiento, crecimiento y formación profesional, es siempre un agrado. Recorrer las playas y conversar con las personas que habitan esos espacios son experiencias que ayudan a entender y poner en contexto acerca del coexistir con las olas, la brisa marina, los alimentos, los animales y esos bosques de algas llenos de secretos por descubrir. La cultura marina en sí misma.

En estos promontorios rocosos de la costa del Biobío habita una gran diversidad ecosistémica, que resiste a las industrias y monocultivos que se instalan en la zona costera del Biobío. © Claudio Carocca

Día nublado y sin viento, una posibilidad constante cuando se va a la playa en la región del Bío-Bío. Esa mañana las nubes cubrían las copas de los monocultivos de pino y eucaliptus, por el camino de la costa para llegar a Coliumo. Desde esa ruta se pueden ver la bahía de Concepción, Penco, Lirquén, Talcahuano, isla Quiriquina, Tomé, Tumbes y Dichato. Todas estas comunidades costeras siguen estando fuertemente asociadas a la mar, como lo ha sido a lo largo de generaciones.

Arribo a la Caleta del Medio con una mañana primaveral fría, que hizo iniciar la actividad propuesta tímidamente. Las personas participantes armaban con ánimo las estaciones macroscópicas-microscópicas-creativas planeadas para el encuentro Bienal de Arte & Ciencia en la comunidad costera de Coliumo.

Los participantes se embarcaron en pangas de turismo, para recorrer las distintas estaciones. © Claudio Carocca

El ruido de las aves, de las olas y de las personas que estábamos en el muelle, se rompió abruptamente por la llegada de los niños de la escuela de Caleta del Medio de Coliumo, con sus cánticos y su energía. Ese fue el punto de partida de este encuentro entre las artes y las ciencias naturales.

Un discurso desde la organización de la Bienal Arte & Ciencias dio la bienvenida a las niñas y niños de la escuela, a profesores, personas de la academia científica, artistas, gente de mar y a asistentes en general. Se dio cuenta de las actividades que se han realizado entre la escuela y la Bienal. Al mismo tiempo, la directora de la escuela de la Caleta del Medio de Coliumo, Tomé recalcó acerca del conocimiento y aprendizaje que estas actividades significan para las infancias de la caleta, respecto del arraigo y de la protección del entorno, afirmando que “el territorio no se vende, se defiende”. Agregó que la “travesía a mar” culmina con afectos y experiencias que se prolongan en el tiempo, no con algo preestablecido, sino como un punto de partida en saberes, historia y conexiones.

La riqueza de la zona intermareal: bosques de algas, moluscos, entre tantos otros. © Claudio Carocca

La cantidad de personas a embarcarse en Travesía a mar, fue importante. Organizados en tres grupos de azul, rojo y amarillo; los colores tradicionales de las embarcaciones artesanales de Coliumo. Nos embarcamos en estas embarcaciones de turismo que recalaron desde Dichato y estaban dispuestas en el muelle de la Caleta del Medio.

Una vez en las embarcaciones, el ambiente era de mucha alegría y de buena disposición. Niñas y niños manifestaron su emoción, cantando enérgicamente con un cántico de la vida en Coliumo.

El capitán de la embarcación exclamó “esas aves alguna vez nos mataron el hambre” y otra persona agregó “esos pajaritos eran tantos antes, que nos despertaban por las mañanas”.

Visitamos la primera estación marina, llamada granja marina y vimos cómo es el trabajo de asegurar alimentos y dar empleo. En ese punto nos recibieron Jessica, Luisa, Paula, Horacio y Agustín, quienes nos explicaron sobre las técnicas de cultivo, mostrando las cuelgas y linternas donde se desarrollan los moluscos. Además de contar qué es un ecosistema y cómo los organismos se fijan a los sistemas de cultivo.

Caleta del Medio está ubicada en Coliumo, costa del Biobío. © Claudio Carocca

Para demostrar que la vida se fija a un sustrato, levantaron una cuelga llena de vida. Esa demostración despertó la curiosidad de los más pequeños, reaccionando con preguntas y logrando identificar algunas especies.

En este mismo punto de la travesía se hizo una actividad artística, en la que se buscó imprimir texturas marinas en arcilla. Este cultivo de moluscos es el único en la región del Bío-Bío. De hecho, Coliumo es conocido por sus ostras, las mismas que cultiva Jessica y su hermano Horacio, quienes también estudiaron en la escuela de Caleta del Medio.

Mientras navegamos, avistamos una enorme bandada de aves volando sobre el agua. Pudimos estar cerca y ver que había fardelas volando en líneas de aves que no parecían tener fin. El capitán de la embarcación exclamó “esas aves alguna vez nos mataron el hambre” y otra persona agregó “esos pajaritos eran tantos antes, que nos despertaban por las mañanas”.  Algunas personas afirmaron que esta bahía sus y alrededores están llenos de vida, pues se avistan distintas aves, lobos, delfines e incluso ballenas alguna que otra vez.

Parte de la actividad en Coliumo consistió en recuperar oficios tradicionales ligados al mar. © Claudio Carocca

Según el capitán de la embarcación; navegando dos horas hacia el mar, es posible avistar distintas aves pelágicas que atraen a turistas y a personas que gustan de la contemplación de aves. Albatros ceja negra, petreles, fardelas, pelícanos, piqueros, golondrinas de mar y gaviotines son algunas de las especies que se pueden ver.

Nos acercamos a la siguiente estación marina: “La Romería”. Pero antes de llegar, reflexionamos acerca del recuerdo a quienes han perdido su vida en la mar, siguiendo la tradición de rendir homenaje con una corona de flores, rito que sigue vigente hasta el día de hoy.

Como toda caleta de pesca artesanal, aquí también se celebra a San Pedro, se le agradece por las bendiciones del año sobre padres, madres y personas que trabajan en la mar.

Las coronas son de quila y se compran, pero todavía queda una señora que fabrica la suya propia. Con esa corona rinde homenaje a su hijo que murió en el mar.

Funeral en Coliumo. © Museo Histórico Nacional

En medio de las melodías de un acordeón apianada tocada por Rayén, se depositó una corona de quila adornada con flores traídas por niñas y niños. Otras personas arrojaron flores, para también dar su homenaje.

Nos alejamos de la Romería y en un momento, el capitán bajó el andar de la embarcación. Cerramos los ojos y solamente escuchamos, poniendo atención en todos los sonidos y cada vez más allá. Después de un tiempo, niñas y niños manifestaron haber experimentado tranquilidad, relajo y calma.

Después de ese tiempo de sosiego, se invitó a conversar sobre qué perspectiva tenemos desde la mar a la tierra, tomando en cuenta que la mayor parte del tiempo contemplamos la vida desde la tierra hacia la mar. En ese instante niñas y niños comenzaron a dibujar el paisaje donde se emplaza la caleta de Coliumo, advirtiendo que estábamos en la mar, rodeados de mucha agua y con una visión muy distinta del todo.

Una corona lanzada al océano en recuerdo de los que perdieron la vida en el mar. © Claudio Carocca

Una vez en el muelle nuevamente, desembarcamos y fuimos recorriendo las estaciones costeras de ciencia y arte. En una de las estaciones oceanógrafos junto a un pescador artesanal conversaron acerca de cuánta vida hay en una cucharada de agua de mar, pero además de cómo por medio del uso de tecnología, es posible medir variables marinas que inciden en la pesca y en el clima.

Un dron submarino mostró en tiempo real en una pantalla lo qué acontecía en el fondo marino bajo el muelle, al tiempo que otros aparatos tecnológicos mostraron el microbioma.

Nuevamente en tierra, pudimos visitar una estación de macroalgas, en la que niñas y niños manipularon las algas, las observaron, aprendieron a secarlas para hacer un algario, además de recibir información sobre la biodiversidad y usos de las algas. Sentir las texturas, colores, formas y olores de estos organismos fue una experiencia sensorial importante en esta estación.

Luego de lo macro, pasamos a lo micro. Seguimos a la estación equipada con lupas y microscopios, los cuales fueron dispuestos para observar muestras de agua, microorganismos y también estructuras de organismos de mayor tamaño: moluscos, macroalgas, poliquetos, crustáceos, peces, equinodermos, entre otras formas vivas. En esta estación niñas y niños pudieron dibujar lo que observaron apoyados por estudiantes de biología marina y artistas.

La Bienal finalizó con un acto cultural, en el que una poeta de Coliumo recitó el poema “Duérmete niño”, el cual está dedicado a niños y niñas huérfanas de la mar. Se sumaron las palabras de otra poeta de Chiloé y la música de un conjunto de Tomé, que cerró el encuentro con mucha alegría.

Actividad con niñas y niños en estación de lupas y microscopios. © Claudio Carocca

Si bien Coliumo está rodeado de industrias –como otras comunidades costeras de la región del Bío-Bío– esta localidad aun guarda una rica biodiversidad marina. Sin embargo, Coliumo enfrenta problemas medioambientales graves, como derrames de hidrocarburos y contaminación domiciliaria. Pero el asunto más urgente de abordar es el barreteo de bosques de algas pardas. Esta mala práctica extractiva está generando la destrucción directa del hábitat de especies bentónicas, peces, aves, mamíferos e incluso seres humanos. Proteger los bosques sumergidos implica proteger el equilibrio natural, la soberanía alimentaria y economías sostenibles del borde costero del Biobío como el turismo, la pesca artesanal y la granja marina, las que a su vez dependen de la buena salud de la mar.

Por esta razón se vuelve tan importante la unión entre la comunidad, las ciencias y las artes. Por medio de la generación de conocimiento, la vinculación con el medio marino y la posibilidad de hacer las cosas bien, teniendo siempre en cuenta proteger.

En mapuzugun, Coliumo significa “lugar de aguas pardas donde crece el poleo”. Esta caleta presenta la oportunidad de volver a conectar a las personas con la mar, en el sentido de las prácticas de economía, esparcimiento, alimentación, conocimiento y espiritualidad asociadas al maritorio. También en el sentido del cuidado y la protección de un espacio natural que es base para su cultura de comunidad costera.

Proyectos como la granja marina y la misma Bienal son activadores que atraen a profesionales de las ciencias marinas, pero también a artistas que guardan y practican el conocimiento para co-crear actividades que fortalezcan el arraigo y que permiten forjar una mejor comunidad, asegurando su bienestar ecológico y social por muchas generaciones más.

Conoce más sobre las actividades que realizará la Bienal Concepción Arte & Ciencia entre el 17 al 21 de octubre aquí

Sobre el Autor

Claudio Carocca Sepúlveda, biólogo marino independiente, residente en Magallanes.