Tomás Saraceno (1973) es un artista visual de origen argentino, quien actualmente reside y crea en su taller en Berlín. Se auto declara como ciudadano del mundo que trabaja y vive más allá del planeta tierra. Su formación como arquitecto se ve plasmada en su obra a través del uso del espacio y la interacción que se genera con el público que la visita y experimenta.
La ciencia y el arte son parte de su investigación, en donde sus esculturas flotantes son una propuesta para explorar nuevas formas de habitar y sentir el ambiente. Saraceno colabora de manera constante con institutos de tecnología y museos de historia natural, como fuentes de investigación científica que validan dicha área de su obra.
Como una necesidad de replantear los lugares que habitamos, la obra de Saraceno plantea nuevos espacios habitables que cuestionan la gravedad y nuestra condición física humana de elevarnos en otras dimensiones, lejos de los daños que la tierra esta sufriendo con el cambio climático. Este planteamiento en su obra se basa en el término “Antropoceno”, palabra que deriva el griego anthropos: hombre y kainos: nuevo, lo que para los actuales geólogos significa una nueva era que implica el cambio climático acelerado principalmente por la acción del ser humano.
Al discurso artístico de Tomás esta teoría le hace sentido y articula su quehacer plástico, proponiendo nuevas formas de vida, cuestionando las actuales y el modo en que habitamos el planeta tierra. Este planteamiento plantea una vida en las nubes, una metáfora que sugiere elevarse desde la destrucción que a diario vive el planeta con el acelerado ritmo del cambio climático. Para Saraceno, la solución consiste en una utopía sustentable, que él denomina Aeroceno, una solución futurista al sobrecogedor escenario del presente.
Desde el “aeroceno”, el artista crea ciudades en el aire (Cloud Cities), su obra que representa este término fue la llamada “En órbita” (In Orbit), la cual fue expuesta en el museo de Dusseldorf en Alemania el 2013, en donde grandes esferas que simulan ser nubes, son suspendidas a 24 metros del suelo. Éstas involucran en todo sentido al espectador, desde la reflexión de cómo se habita el planeta, hasta la interacción física con la escultura. Para Tomás, sin el público su trabajo no tiene sentido, la idea es que alrededor de 20 personas puedan interactuar entre sí y con la obra al mismo tiempo, para esto, Saraceno calcula meticulosamente las proporciones a través de maquetas previas a la instalación a escala.
Lo interesante de su propuesta es que el espacio se completa en todo sentido, al estar suspendidas la nubes y ser transparentes logran articular un intercambio en el movimiento de quienes están en la obra en sí, con quienes observan desde afuera (abajo y lados del edificio), lo que produce un conexión innata entre el público, la obra y el edificio. La obra se apropia del lugar considerablemente.
El arte para el artista resulta ser la herramienta perfecta para imaginar y proponer nuevas formas de vida, en cómo nos vinculamos con el entorno y con quienes nos rodean. Al sacar de la zona de confort al espectador, haciéndolo participe de su propia experiencia y la obra en sí, para Saraceno estos espacios son nuevas utopías que permiten reflexionar acerca de las ya existentes y del rol que el ser humano cumple actualmente en el planeta, por eso su idea es llevar al extremo las sensaciones y el pensamiento respectivo de cada obra, donde el espectador se trasforma en un agente activo y transformador de la escultura
a través de su propia experiencia.
Foto de portada: Stillnes in Motion – Proyecto Cloud Cities de Tomás Saraceno.