Temblores elementales: una escritura vegetal

¿Qué sucede cuando comenzamos a escribir desde lugares diferentes? A partir de la exploración de la escritura vegetal como una forma alternativa a pensar el relato, este balbuceo gráfico experimenta con otras formas de vida para hacer textos-otros que nos revelen modos diferentes de relacionarnos con el mundo.
“Escritura hacia hongos”, 2021. Acrílico sobre papel Duran. © Andrea Alzati

Nadie escribe en una página en blanco: el acto de escritura no es neutro y las palabras que utilizamos son impuras. A pesar de estar inscritas a una larga tradición que nos construye al pensar la escritura, redactar es un movimiento histórico, y generar enunciados “sujeto-verbo-predicado” responde a formas particulares del lenguaje, como un orden racional que comienza por el sujeto y siempre tiene al sujeto al centro, dándole el poder de la acción y la estructuración del pensamiento a partir de cómo redactamos, muchas veces con palabras altisonantes y elaboradas, para complacer a la soberana institución. Si bien la escritura es síntoma de cosmos, es decir, el orden del caos para pensar al mundo de izquierda a derecha y arriba a abajo, que suceda de esta manera no significa que todas las escrituras sean iguales, o que siempre se tengan que seguir las mismas reglas para hacer texto. De igual manera, concebimos a la escritura como un acto exclusivamente de humano racional –ni salvaje ni bárbaro– que puede darle un orden a sus ideas y transmitir efectivamente aquello que magnánimamente formula desde su cerebro desarrollado. Sin embargo, cuando se recorre la humanidad y se buscan nuevos centros, es posible comenzar a escuchar otros relatos y a repensar nuestra escritura misma.

Pero, ¿qué sucede cuando comenzamos a escribir desde lugares diferentes? ¿Qué nos muestra sobre nosotras mismas como “seres racionales” ensayar otras formas de relacionarnos con cómo hacemos texto? A partir de la exploración de la escritura vegetal como una forma alternativa a pensar el relato, mi objetivo en este balbuceo gráfico es la experimentación con otras formas de vida para hacer textos-otros que nos revelen modos diferentes de relacionarnos con el mundo. Para esto, realizamos una aproximación a la escritura desde la razón como pensamiento sensible y otros tipos de racionalidad y la otredad vegetal como movimiento doble de adentro y afuera, tanto en un aspecto formal, como de contenido. Escribimos el texto desde lo que considero escritura vegetal: de manera expansiva y enredadera. 

No somos un vegetal

La escritura vegetal es una forma interesante de prestar atención a los tiempos de las plantas, relacionados con la espera cíclica, la simultaneidad y la transformación, además de proponer un relato multifoco y manejar las textualidades de lo imperceptible al entrenado ojo humano. No obstante, hemos de ser completamente honestas: no somos un vegetal. Tampoco somos una planta, ni un hongo. Somos humanas y humanas, pensamos y escribimos. Nuestro intento por hacer una escritura vegetal es, como escribió-coloreó Dani Escamilla, “ser planta desde esta experiencia humana y antropocéntrica”. Y como planta con ocelos, nos detenemos a observar.

Stefano Mancuso escribió acerca de la comunicación a través de la capacidad de mímesis de esta particular enredadera: la Boquila trifoliata. © Constanza López Cabello.

Observar con nuestros ocelos

En 1905, el botánico austriaco Gottlieb Haberlandt comprendió que las plantas perciben imágenes a través de células convexas en su epidermis. Unos años después, Harold Wagner realizó experimentos de fotografía con las hojas de las plantas y observó en ciertas de ellas su capacidad fotorreceptora. Francis Darwin fue seducido por la manifestación de comportamiento de lo vegetal y su capacidad para recordar y, más recientemente, Stefano Mancuso escribió acerca de la comunicación a través de la mímesis y la capacidad visual de la Boquila trifoliata. 

A diferencia de los botánicos locos obsesionados con el reino vegetal, solemos observar a las plantas como escribimos: rápidamente, como un ejercicio de razón y memorización, queriendo llenar de significados propios, desde nuestros territorios y sin prestar la atención suficiente. Observamos y escribimos científicamente, buscando separarnos de lo salvaje a partir de la clasificación y organización, siendo lo salvaje también nosotras mismas en nuestro despliegue y autorreflexión. Lo hacemos desde un supuesto dominio del pasado, cuando el hombre aprendió a escribir y comenzó a ser sapiente, y sobre un pedestal que nos pone a nosotras y nuestras opiniones por encima de todas las cosas. Escribimos sin curiosidad, un poco por la obligación de entregar el ensayo, para dejar de escribir pronto. 

Dar centralidad a lo vegetal no es necesariamente hacer textos acerca de árboles, manzanas y hongos, sino hablar de la muerte, de relaciones inesperadas en los procesos de colaboración y mixtura, lo radical y rizomático.

En la introducción a Zonas de disturbio. Espectros del México indígena en la modernidad, Norman Bryson apunta que “(Sabemos que) mientras que la historia pretende operar en el dominio del pasado, en realidad fabrica ese pasado en el presente”. Comprender nuestra escritura hoy es desligarnos de un pasado explicativo, logocéntrico y comenzar a explorar en la raíz como un buceo geológico de la vida: la racionalidad no nos separa del salvaje, sino que nos hace salvajes. Escribir sin pretensiones de dominio del pasado, como observar con nuestros ocelos, es dar la vuelta a lo que creemos que sabemos pero que solamente estamos dando por hecho: lo humano. En este sentido, la exploración de una escritura vegetal es remover un poco el velo de lo conocido y ponernos en un centro diferente; escribir-vegetal es romancear con lo desconocido, para situarnos, sin expectativas, en lo inesperado. 

Michel de Certeau entiende por el “politeísmo” de las prácticas ocultas o dispersadas a la perturbación fantasma, como escribe Norman Bryson. La perturbación fantasma también es lo que parece no estar allí; es el estado natural de los seres que no caben en los relatos hegemónicos, fueran las condiciones indígenas en la época de la conquista española, o el silencio en acecho de lo natural en la profunda separación dicotómica y por oposición de lo humano con aquello que lo rodea. Si la distinción entre lo natural como afuera y lo humano como adentro es engañosa, ¿quiénes son los seres racionales? ¿Cuáles son los temblores elementales que reorganizan nuestro estado frente al “exterior natural”?

“SER PLANTA DESDE ESTA EXPERIENCIA HUMANA Y ANTROPOCENTRICA”. © Dani Escamilla 2021

El único territorio libre es el territorio salvaje

En La inteligencia de las flores, Maerterlink escribe que “el verdadero y gran milagro empieza donde se detiene nuestra mirada”. La mirada a la que se refiere es moderna en cuanto a su fijación en un metarrelato que pone a un ser-estar-humano particular al frente, meticuloso y con ansias de descubrimiento, como si el mundo “exterior” no fuera más que un territorio conquistable e inexplorado y no un espacio de simbiosis. El multifoco de la escritura vegetal que detona otras maneras de pensar el relato, en este caso, podría ser configurado como posmoderno, es decir, un lugar en donde se hace visible lo invisible y se desafía, desde diferentes lugares, como el feminismo, “la distancia que mantiene entre él mismo (el hombre) y sus objetos, una distancia que objetifica y domina”. 

Pensar en la escritura vegetal es una invitación a repensar el relato como un algo “multi”, en el rizoma que Deleuze y Guattari tradujeron de la botánica, es decir, como la aprehensión de las multiplicidades, de las raíces expansivas sin predicción jerárquica, sin centros y miradas verticales a la distancia. La escritura vegetal, por lo tanto, se conecta por debajo de la tierra: es horizontal, inesperadamente creativa y se configura a partir de mesetas. La escritura vegetal, como buena rizomática, no puede ser domesticada: revela nuevas conexiones posibles, puede ser trasplantada y compostada, y crece como hiedra salvaje contra todo aquello que quiera terminar con sus intenciones expansivas. Hacer texto vegetal también significa repensar el orden jerárquico de la información, quitar-poner conforme va pasando el tiempo, escribir desde la muerte y dejar que se pudran opiniones que antes parecían relevantes. En la escritura vegetal no hay permanencia, solamente colaboración que se dilata.

Escribir vegetal es enredarse, poner subtítulos en todos lados y ser semilla viajera.

Raíz: buceo geológico de la vida

Cuando pensamos en escritura vegetal, no solamente rastreamos la estructura de la representación, sino también investigamos el arte de habitar con otros vivientes, de mutualismos y parasitismos. La escritura vegetal no busca definir ni atar un sentido, sino comenzar a abrirlo: es comprender que su secreto es la porosidad, apertura perpetua. Las raíces son un buen ejemplo estético de la escritura vegetal: buscan aperturas, grietas y fisuras para expandirse horizontalmente. Solemos pensar a lo vegetal desde nuestra capacidad aprendida de lo estático. Sin embargo, lo vegetal es superficie sobre volumen: si bien su crecimiento vertical nos aburre por lento y tedioso, aquello que está oculto bajo la tierra forma redes micorrizas en asociación simbiótica. 

Escribir-composta no significa apropiarse de otros textos en el sentido de conquista, sino hacer un “algo” nuevo con ellos, reconocer su valor para mezclar, compostar, fundir, embarrar y combinar para pudrirse juntos. © Del Barret, vía Unsplash

Estar en “estado vegetal”

En la escritura vegetal, podemos pensar en diversos ejercicios literarios. Como ejemplos particulares a esta práctica, hemos elegido los poemas de Un montón de escritura para nada, de Sara Uribe, la pieza “Escritura hacia hongos”, de Andrea Alzati, y la obra de teatro Estado Vegetal, de Manuela Infante. Los textos de Sara Uribe, Andrea Alzati y Manuela Infante son vegetales por razones diferentes, pues no creemos que exista una sola forma de escribir-vegetal. 

Hay diversas maneras de realizar escrituras vegetales, dependiendo de dónde se quiera abordar. A lo largo de nuestra experimentación con escribir-vegetal, hemos clasificado temporalmente en dos las posibilidades de generar un texto a partir de la reflexión con lo vegetal: dependiendo de la forma y del fondo. Ambas posibilidades están directamente relacionadas con pensar en el lenguaje en su despliegue y autorreflexión, por lo que no considero a la forma y el fondo como categorías, sino como zonas o territorios interconectados que dependen profundamente el uno del otro. 

Observamos y escribimos científicamente, buscando separarnos de lo salvaje a partir de la clasificación y organización, siendo lo salvaje también nosotras mismas en nuestro despliegue y autorreflexión.

Para escribir-vegetal desde la forma, debe pensarse en la materialidad de la escritura. Hacer texto, en este caso, responde a un sentido derridiano, por lo que no es necesariamente el grafo –la letra sobre el papel–, sino las modalidades en que se genera sentido a partir del despliegue de una serie de signos. Escribir-vegetal desde la forma es darnos cuenta de las palabras y las cosas y actuar desde ellas mismas, asemejarnos en espacio-tiempo a lo que podemos observar de la vida vegetal, y escribir. En este sentido, “Escritura hacia hongos”, de Andrea Alzati, es un buen ejemplo para reflexionar acerca de cómo podemos utilizar diferentes materiales a nuestro alrededor para generar un texto. Andrea genera una pieza a partir de imprimir, con hongos y acrílicos, sobre papel Durán. Con esto, está aprovechando la materialidad misma de lo vegetal, en este caso, los hongos, para darle centralidad a lo que nos resulta aparentemente inexistente o invisible. Con imprimir la figura de los hongos sobre el papel, nos revela nuevos caminos y formas de hacer escrituras que se escapan a la conformación tradicional de un texto. Andrea escribe-vegetal desde la forma y pone foco a nuevas relaciones con la materialidad de los hongos.

En cuanto a la escritura vegetal desde el fondo, es importante tener en cuenta desde dónde hacemos textos. Escribir-vegetal está relacionado con prestar atención a lo imperceptible y fabricar herramientas para nuevos puntos de encuentro en espacios de contorno. Escribir desde el fondo es pensar en relatos multifoco y en cuáles son las estrategias interespecie; dar centralidad a lo vegetal no es necesariamente hacer textos acerca de árboles, manzanas y hongos, sino hablar de la muerte, de relaciones inesperadas en los procesos de colaboración y mixtura, lo radical y rizomático. En realidad, puede ser cualquier tema, utilizar lo que ya esté y manejar textualidades que poco tendrían que ver, aparentemente, con la naturaleza. 

En este sentido, tanto Sara Uribe como Manuela Infante proponen otras formas de relación desde el fondo, como la cooperación como teoría co-evolutiva, y la lectura atenta como factor clave. Sin embargo, me parece que Un montón de escritura para nada es un texto composta, que está hecho de otros textos, mientras que Estado Vegetal es una semilla de tulipán africano, dejándose seducir por el viento. 

Sara Uribe escribe-composta al realizar un enredo colectivo. Si bien el texto fue publicado bajo su autoría, Sara genera una reflexión en torno a la originalidad de las ideas y cómo podemos hacer texto a partir de los textos de otrxs. Escribir-composta no significa apropiarse de otros textos en el sentido de la propiedad privada o la conquista, sino hacer un “algo” nuevo con ellos, reconocer su valor y su importancia en la generación de ideas y mezclar, compostar, fundir, embarrar, combinar para pudrirse juntos. Sara Uribe va introduciendo citas de otras autoras, ya sea de manera textual o en paráfrasis, para poner foco en cómo las ideas no son puras. Somos-composta, y Un montón de escritura para nada ejemplifica, como menciona Ursula K. Le Guin en su Teoría de la bolsa como origen de la ficción, que “el primer dispositivo cultural fue probablemente un recipiente”.

Manuela Infante explora otros conceptos de inteligencia a partir de su obra de teatro Estado vegetal. En esta, pone como centralidad el relato de lo vegetal y animal, y reflexiona acerca de varios puntos, como la forma en que habitamos y sobrevivimos a un mundo en ruinas, y crecer fuera del yo. La textualidad de Manuela Infante por sí misma es una experimentación de escritura vegetal con la forma, pues va utilizando palabras y creando imágenes que se piensan exclusivamente de la naturaleza y las ramas de estudio que se relacionan estrechamente con lo científico. En cuanto a su fondo, la escritura de Manuela es semilla de tulipán africano al ser semilla voladora: va echando raíces de un lugar a otro, se tambalea y nos hace tambalearnos, y va plantando en terreno fértil desde lugares diferentes. En su obra, Manuela plantea la posibilidad de un teatro no antropocéntrico para descentralizar la mirada cautiva en lo humano. Como una semilla voladora, Estado vegetal no tiene centros ni raíces, y es libre de irse germinando en donde mejor le convenga.

En la escritura vegetal, la transformación tiene el sentido de habitar, y crea la atmósfera. La escritura vegetal también necesita ser compostable, y tiene la intención de pudrirse en algún momento, pues comprende que no existe una Verdad, y que puede ser trasquilada y trasplantada numerosas veces. 

¿Escribir vegetal?

El suelo es un ente vivo que conecta a los árboles, como la escritura vegetal es una astuta relación subterránea para la transformación. Es por esto que prestar atención a los movimientos vegetales, crear herramientas que convivan con lo “más allá de lo humano”, pensar en términos de simbiosis y no de competencia y, sacar al autor de su soledad para escribir a varias manos, nos permite cultivar maneras de permitir encontrarnos en la inmensa ruta de lo que unx no es.    

Las escrituras vegetales pensadas desde la escritura humana, sin fines de ser-planta no antropocéntrica, nos permiten explorar diversas maneras de componer los relatos y en dónde ponemos los focos, además de experimentar con la escritura misma. El lenguaje por el lenguaje es la poesía, por lo que considero la escritura vegetal como una forma poética y sensible de comprender-nos en un mundo simbiótico. La escritura vegetal puede ser de diferentes formas, pero encuentro en común la porosidad, el rizoma, la raíz como medio de transporte, comunicación y transmisión, la capacidad de podredumbre y composta, la materialidad misma (escribir con vegetales) y la preferencia por la superficie sobre el volúmen.

En la práctica de escrituras diversas, desde lugares poco explorados y siempre puestas a prueba, ensayadas y reconfiguradas, es posible desestabilizar no solamente el acto de la escritura misma, sino también los términos en que nos pensamos humanos y seres vivientes de un mundo en ruinas. Generar diferentes espacios transitables para extendernos a lo más allá de lo humano posibilita un cambio de perspectiva en cómo conceptualizamos la representación, las relaciones, la racionalidad y el futuro. Escribir-vegetal es retar a la escritura tradicional. Escribir-vegetal es hacer crítica y encontrar puntos de encuentro, espacios de contorno y la experiencia de lo sensible desde las textualidades que ya existen. Escribir-vegetal es hacer compost.

Algunos ejemplos de Escritura Vegetal

Una escritura vegetal también puede ser escrita con vegetales y plantas.

Experimentar con la forma

El bosque es calma y las aves cantan alto El bosque es tranquilo y lo inunda la niebla El bosque es sensible y tiene sus propias rutas El bosque es amable y llueve de vez en cuando

El bosque es amargo cuando lo cubre la noche El bosque es solitario con todo lo que le sucede El bosque es silencioso cuando vibran sus ramas El bosque es canción cuando las aves están en calma El bosque es neblinoso cuando se siente tranquilo El bosque es mapa cuando está sensible El bosque es lluvioso a veces por amable El bosque es nocturno cuando amargo El bosque sucede y es solitario El bosque es vibración de ramas por silencioso 1

El bosque es calma 

y las aves cantan alto

El bosque es tranquilo 

y lo inunda la niebla

El bosque es sensible 

y tiene sus propias rutas

El bosque es amable 

y llueve de vez en cuando

El bosque es amargo 

cuando lo cubre la noche

El bosque es solitario 

con todo lo que le sucede

El bosque es silencioso 

cuando vibran sus ramas

El bosque es canción 

cuando las aves están en calma

El bosque es neblinoso 

cuando se siente tranquilo

El bosque es mapa 

cuando está sensible

El bosque es lluvioso 

a veces por amable

El bosque es nocturno 

cuando amargo

El bosque sucede 

y es solitario

El bosque es vibración 

de ramas por silencioso2

Experimentar con el fondo

Escritura composta: reciclaje, enredo colectivo. No significa apropiarse de otros textos, sino reconocer y dialogar con ellos. Verónica Gerber habla acerca de las “escrituras del compostaje”3 para poner en un mismo sitio imágenes, texto, ideas de otrxs, diferencias, y hacer un producto nuevo. 

Escritura hiedra: abandonar el “buen camino”, hacer genealogías propias, invadir. Escribir-hiedra significa ser impertinentes, indomables y rascar en donde no pica; es tratar los temas con rebeldía, desde la desobediencia y hablar de lo que consideramos importante, aunque otras personas y textos no lo piensen así. 

Escritura semilla de tulipán africano: semilla voladora, ir de un lugar a otro para echar raíces, no bajar directo sino deambular, dejarse seducir por el viento, tambalearse. Escribir-semilla voladora es darnos cuenta de que podemos comenzar en lugares diferentes, que no hay un sólo sitio indicado, sino un terreno fértil para plantar ideas, dudas, hacer preguntas interesantes y ensayar.

Escritura boquila trifoliata: mimética, hacer copia, no tener miedo a no ser originales, sino la astuta capacidad de asemejarse a otros textos, de abonar en la conversación. Escribir-boquila es hacer preguntas interesantes desde el reconocimiento de la escritura de unx mismx y la escritura del otrx como un igual, sin jerarquías ni verticalidad, sino en los márgenes de la colaboración y la admiración.  

Escritura musgo: porosa, permeable, no dura e inflexible sino suave y espontánea. Escribir-musgo nos permite darnos cuenta de que el secreto del texto está en su porosidad, en que no tiene un significado fijo, sino que puede ser traspasado fácilmente. 

Notas a pie

1 Superficie sobre volumen. Escritura micorriza: simbiosis entre un hongo y las raíces de una planta. Simbiosis “El bosque” y mi propia experiencia del bosque. Es expansiva y no prioriza.  

2 Superficie sobre volumen. Escritura enredadera: es guía, delgada, se sostiene por sí misma. Trepadora y genera redes. “El bosque” y mi propia experiencia del bosque se entretejen.

3 Gerber, Verónica. 2020. “Verónica Gerber Bicecci en Cátedra Abierta UDP – Escrituras del compostaje”. Consultado el 04/12/2021 en [Youtube]: https://www.youtube.com/watch?v=sT-o7gWM05E

Referencias

Alzati, Andrea. 2021. “Escritura hacia hongos”. Consultada el 04/12/2021 en: https://www.instagram.com/p/CSxJcU9rpJM/  

Bryson, Norman. 2016. “A manera de introducción”, en: Botey, Mariana. 2014. Zonas de disturbio. Espectros del México Indígena. Siglo veintiuno editores: México.

Bujeiro, Verónica. 2020. “Un campo semántico para Manuela Infante”, en TransDrama Virtual 2020. Consultada el 05/12/2021 en: https://www.transdrama.org/2020/tdv-2020-seguimiento-critico.pdf 

Escamilla, Dani. “SER PLANTA DESDE ESTA EXPERIENCIA HUMANA Y ANTROPOCENTRICA”. 2021. Consultada el 27/10/2021 en: https://www.instagram.com/p/CVTUzKeLH8N/  

Infante, Manuela. 2017. “Estado Vegetal” (fragmento). en: LASTESIS. 2021. Antología feminista. Debate: Chile.

Le Guin, Ursula K. 2021. “Teoría de la bolsa como origen de la ficción”. Oficios Varios.

Maerterlink, Maurice. 2014. La inteligencia de las flores. Taller de edición Rocca: Colombia.

Owens, Craig. 1985. “El discurso de los otros: Las feministas y el posmodernismo”. En: Foster, Hal (ed.). 1985. La posmodernidad. Editorial Kairós: Barcelona.

Uribe, Sara. 2019. Un montón de escritura para nada. Dharma Books: México.

Sobre la Autora: Escrituras vegetales es un espacio de creación literaria y artística en torno a la observación vegetal desde nuestro ser humanx. A partir de actividades, reflexiones y procesos colaborativos, buscamos descentrar a la razón como lugar único para la escritura, y encontrar nuevos centros para generar textos desde puntos de encuentro inéditos y poco explorados para el pensamiento no-sensible tradicional. 

Imagen de portada: Compostaje, por Del Barret, vía Unsplash.