Reflexión a partir del incendio forestal del Parque Nacional Torres del Paine

Los árboles son vida, dan hogar a muchas especies de animales, retienen agua en sus cuerpos, ayudan a prevenir la erosión, entregan oxígeno, sombra, humedad, y adornan el aire cuando el viento hace sonar sus hojas. Cada vez que camino por un bosque, es imposible para mí no sentir su energía.

Es por todas estas cosas que cuando camino por el bosque quemado del Parque Nacional Torres del Paine, me es a su vez imposible no sentir pena. Qué lástima me da ver a todos esos árboles, -con sus cuerpos blancos y desnudos, petrificados e inmóviles-, sin crecer más. Como esqueletos y testimonios de lo que alguna vez ocurrió, hace ya más de 4 años durante el último gran incendio en el parque. Algunos muestran parte de sus troncos carbonizados, otros más afortunados, pueden seguir viviendo gracias a que algunas de sus ramas no fueron alcanzadas por el fuego.

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Este gran incendio comenzó el 27 Diciembre del 2011, y fue oficialmente extinguido el 24 de Febrero del 2012, cubrió una extensión de 17.606,3 hectáreas, afectando desde bosques a  estepas. Los brigadistas hicieron lo posible por controlar y apagar el incendio, quiénes fueron ayudados también por lluvias ocasionales que afortunadamente cayeron desde el cielo.[1]

Mientras sigo recorriendo el lugar, pienso que nunca tuve el valioso agrado de caminar por ese bosque, sin vivir la experiencia a través de todos mis sentidos, o de simplemente estar ahí. Así también, como yo no podré vivir esa experiencia, algunas de las futuras generaciones se verán privadas de hacer lo mismo, y quizá ninguna otra generación pueda.

Algunos dicen que el bosque no se recuperará. Otros dicen que tardará cientos de años en recuperarse. Lo cierto es que al menos no volverá a ser igual. Los árboles quemados ya están, se quedarán así, los reemplazarán otros  jóvenes y en crecimiento, quizás nuevas especies se sumen, como aquellas que llegaron luego del gran incendio. Los antiguos troncos seguirán ahí, hasta que poco a poco sus cenizas y maderas vuelvan a ser parte del ecosistema. Tal vez solo luego de mucho tiempo, algunos seres humanos podrán caminar por ese lugar, y no notar lo que ha pasado, pero los que tengan el conocimiento y la sensibilidad lo podrán percibir.

Todo esto ocurre por razones completamente evitables. Han ocurrido tres grandes incendios en el parque, y todos por acciones absurdas; como un cigarro, una cocinilla y un papel higiénico quemado. Es que gracias al viento siempre presente de la región, a un ambiente seco, y la topografía del lugar entre otras variables, es que estos incendios han tenido condiciones precisas para expandirse rápidamente.

Quizá cuantos otros incendios has sucedido en épocas pasadas, como por ejemplo uno accidental relatado por el inglés William H. Greenwood, ocurrido en algún lugar no muy lejos del Salto Grande en 1883 [2], y tal vez cuantos se han evitado, como uno que casi comenzó en el sector de Laguna Azul en Marzo del 2016. Desde el año 2012, luego del último gran incendio, se han expulsado a varios turistas del parque, de diversas nacionalidades, al estar realizando acciones con riesgo de provocar un incendio, no respetando las normas y recomendaciones del parque, como cocinar en los senderos y hacer fuego, estando esto último prohibido por Ley bajo cualquier circunstancia (Ley N°20.653)[3]. Debemos aprender a tener compasión por los lugares que visitamos, entenderlos y actuar acorde a ello, para no provocarles más daños.

Foto 5Se han realizado y existen diversas iniciativas de reforestación llevadas a cabo por distintas instituciones como; CONAF, INJUV, ONG AMA, Fundación Reforestemos Patagonia y Torres del Paine Legacy Fund, ente otras. Todas estas iniciativas son un ejemplo de lo que se debe hacer para reparar el daño causado, avanzando poco a poco en la tarea de recuperar estas tierras.

Los incendios forestales provocados por la mano del hombre, son una de las peores tragedias que pueden suceder. Sobre todo si ocurren en ecosistemas que no están acostumbrados al fuego, es decir, que no incluyen los nutrientes de las cenizas de los árboles como parte importante de sus ciclos, y con mayor razón en árboles de lento crecimiento, como en este caso que fueron quemadas  lengas y coigües, entre otras muchas especies vegetales.

Prevenir incendios forestales nos permite conservar los bosques que son hogar para diversas especies de animales, de árboles que retienen agua en sus cuerpos y que evitan la erosión, que nos dan oxígeno, sombra, humedad, y que nos maravillan con el sonido del viento al pasar por sus hojas. Pero además, prevenir estos tristes y lamentables sucesos, es mantener viva la energía del bosque.

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Referencias:

1. Abumohor, J. (2012). Informe técnico consolidado. Incendio Forestal Parque Nacional Torres del Paine. ONEMI.

2. Gladys G. Grace Paz y Duncan S. Campbell. (2015) Patagonia Bravía. (p. 161-169)

3. CONAF. Normas y Recomendaciones.

    URL: https://www.conaf.cl/parques-nacionales/visitanos/normas-y-recomendaciones/

Texto y fotografías: Alfredo Rivera