Estas fueron algunas de las preguntas guía que se hizo Paulina Carreño Ramírez en mayo mientras trabajaba en la residencia en Espacio 218, en un punto neurálgico e histórico de Santiago: el Portal Fernández Concha, Plaza de Armas.
Paulina es nativa de San Felipe y se mueve entre la capital y su ciudad natal. Estudió un año en Valparaíso y terminó Arte en Santiago. Pero también se mueve por otros lugares, más lejanos de las urbes, donde encuentra inspiración y emociones pujantes en la naturaleza más primigenia. Algo que la conecta a esas ciudades: ambas se emplazan en las faldas de la precordillera de los Andes centrales.
Su rutina sigue siendo agarrar la bici en San Felipe, andar cerca del río, observar cómo cambian los colores de las rocas en las montañas de la cordillera que se despliega imponente en esa zona, sobre todo por la figura gigantesca del monte Aconcagua (la cumbre más alta de la cordillera de Los Andes y de todo el Hemisferio Sur, con 6.959 msnm). “Cuando me fui a Valparaíso tenía una sensación de que extrañaba la cordillera”, cuenta desde su taller compartido en Balmaceda Arte Joven, un espacio amplio de techos altísimos y grandes mesas a pocos metros de la estación Cal y Canto, Santiago centro.
En una de las paredes, a un costado de la puerta, se tienden gráficas de la colectiva Caudal Gráfico. Ese día sábado llovía y los días grises parecen invocar a tomarse un té caliente, comer sopaipillas y dulces. Especial para conversar acerca de lo que ha desaparecido bajo el cemento santiaguino.
Sedimentos capitalinos
La capital nació en el valle central siglos antes que Chile se bautizara. Insospechados fueron los caminos que se erigieron sobre sus suelos cientos de años atrás, porque la ciudad evoluciona constantemente y con sorpresa sus mismos habitantes piensan “oh, qué grande está la ciudad”, “oh, esta construcción es nueva”. Eso ocurre en parte porque es complejo percatarse de los cambios en el entorno inmediato. Las ciudades tienen sus propios pulmones y horas de crecimiento; algunos años se pegan un estirón; otros, se repliegan ante años de crisis y dolores.
¿Qué capas de historia, texturas, las huellas del agua de encuentros y personas y la visión de la naturaleza van desapareciendo por la ciudad? ¿Qué es lo que se construye y destruye cuando habitamos?
El mundo subterráneo es tan desconocido porque no se ve a simple vista. Pero está allí latiendo, la tierra escondida que guarda historias también desconocidas. Lo superficial manda. Paulina cuenta sobre sus inicios en la céntrica residencia en Espacio 218 y lo que observó: “desde ahí se ve lo precario que es Chile. El comercio, la gente en la calle, los inmigrantes. Está la cara del capitalismo activo. Pero siento que hace un rato hay que hablar sobre la naturaleza porque está siendo saqueada y destruida. En ese momento no quería hablar de la ciudad. Entonces pensé qué había antes y me puse a investigar las capas de la tierra”.
Capas y capas subterráneas
La estratigrafía viene del latín stratum ‘lecho’, ‘cobertor de cama’, ‘empedrado’ y -grafía. De las tres definiciones que presenta la RAE, la que habla de “disposición seriada de las rocas sedimentarias de un terreno o formación” es lo más cercano al trabajo de investigación y de creación en el que se aventuró Paulina.
Investigación y análisis del paisaje por medio del dibujo, de la gráfica en detalle, de la observación e imaginación al servicio de la naturaleza. Recorrió a pie el centro, analizó fotografías aéreas, videos y mapas de la zona, leyó textos históricos sobre el centro de Santiago. Tiempo para reflexionar lo que los ojos ven. A través del grafito, tinta china o una plumilla finísima, maneja un gran despliegue de detalles que permiten la conexión entre la problemática de la urbanización caótica y quien observa. Muestra cómo fue boceteando las capas subterráneas de la capital y cómo los dibujos hablan de un paisaje escondido, con diversos tipos de sedimentos y formaciones que mezcló con su imaginario.
“Iba dibujando el mapa de Santiago, empiezo por el río Mapocho y como se expandió
históricamente, busqué todos los mapas de Santiago y los fui dibujando”, cuenta de ese proceso.
Algunos dibujos son de aproximadamente un metro y medio e ilustran con mucho detalle la vida en las capas oscuras de la Tierra. Así como también trabajó en dibujos en formatos más pequeños. El relieve topográfico se manifiesta a través de la precisión del trazo. Saca a luz sus dibujos porque le interesa que el proceso creativo forme parte del resultado. Le interesó ver “qué capas de historia, texturas, las huellas del agua de encuentros y personas y la visión de la naturaleza van desapareciendo por la ciudad. Qué es lo que se construye y destruye cuando habitamos”.
El estudio del suelo como un viaje a la historia y a los destinos. El suelo absorbe capas de memoria que desaparecen bajo nuestros pies. Las capas de cemento entierran los registros de lo que alguna vez existió. Paulina cuenta que en el cerro Huelén (Santa Lucía) existió un observatorio inca, que los conquistadores españoles echaron abajo. Comenta que quedan algunos cimientos, así como quedan vestigios de la flora nativa de bosque esclerófilo de ese cerro y los emblemáticos de Santiago centro como el San Cristóbal (Tupahue). “Los cerros fueron remodelados, se intervinieron y se plantaron con especies exóticas. También hay hoyos y cortes en ellos”, enfatiza.
La artista piensa que, en ese proceso histórico y social, “ha desaparecido la naturaleza y muchas vidas humanas y no humanas”. Nombra el poder del capital, las prácticas extractivistas y la colonización como los destructores principales de la vida. Y con su trabajo intenta poner en valor eso que desapareció pero que existió alguna vez.
La vista en Santiago tiene ese filtro de smog al mirar a la cordillera; se ve difusa. Se crea un sentimiento de “atrapado”, que es un nuevo privilegio del Antropoceno: lo exclusivo es ahora tener una vista despejada, limpia, con el menor “ruido” posible.
“La gente en el centro no puede despertar y ver la cordillera, sino que se amanecen y están plagados de edificios”, apunta Paulina. Se van a la pega o desde la casa y la vista sigue siendo igual: una urbanización sin fin.
Cada tanto, Paulina necesita ir a su hábitat sanfelipeño porque allá puede tener ese contacto más directo con la naturaleza. En cambio, en Santiago, pese a vivir en altura y tener una vista, el contacto inmediato con la naturaleza no es posible porque la lejanía ya trae una serie de barreras como el tiempo, movilización, organización, coordinación, gastos, etc. En las grandes metrópolis, una relación espontánea con el entorno natural es más compleja de sostener a mediano y largo plazo.
“En el cerro o en la cordillera se encuentra la calma infinita. En lo más personal, me permite confiar y tener certeza que hay cosas más grandes, que la naturaleza es insuperable, es lo más grande. Es Dios, lo divino, pero no en el sentido religioso, si no que realmente es más grande que la vida. La cordillera tiene paisajes, es sagrada, me despierta una verdadera paz”, cuenta Paulina.
“La mano del artista hace testigo de la memoria de la tierra. Y entonces, más allá de la historia y del tiempo, tratan la imposibilidad de definir si el cambio y la transformación obedecen más a la lógica del azar o de la voluntad, del accidente o de la convicción, de la causalidad o de la casualidad, de lo posible o de lo real”.
Paulina lee ese extracto del texto curatorial que escribió la también artista Fernanda Aránguiz con motivo de su exposición sobre la residencia. En el centro de la sala hay una prensa de grabado grande, como ocupando un espacio muy importante. El calor de la estufa eléctrica se diluía en la altura del cielo techado. Por lo menos, los pies se sentían agradecidos.
Paulina estudió grabado y hace clases de esta técnica. También realiza grabados en metal y tallado, además de murales. Últimamente, se enfoca en el dibujo, pero le gusta ir cambiando de soportes. En temática, prima siempre el paisaje y sus conflictos. “La técnica es dibujo y dibujo gráfico. Entonces, es la preocupación por la forma, no le entro tanto al color. Me gusta esa obsesión con las texturas, con los trazos”, comenta acerca de sus preferencias.
¿Se extingue nuestra relación con la naturaleza?
También es importante preguntarnos, ¿qué pasa cuando nos extraen la naturaleza del entorno cotidiano? El extractivismo también es para con nosotros mimos. El término solastalgia habla de este drama, como dice su cocreador, el filósofo Glenn Albrecht. Es el drama por el choque entre las fuerzas creadoras y las fuerzas destructoras. De sentirnos espectadores impotentes ante una devastación inminente del paisaje. Perplejos y vacíos, ante los resultados de nuestros actos históricos.
Paulina cree que aún estamos a tiempo para reencontrarnos con la naturaleza. Tanto en San Felipe como en la capital ha visto la tradición de ir al río en familia y/o amigos, reflejando que sigue latente la necesidad de ese contacto directo con la naturaleza, para escaparse de la ciudad, para olvidarse un poco de los cementos, los bocinazos y el gentío.
La exposición “Entre Aguas”, es la primera presentación del trabajo colaborativo de las siete mujeres que componen Caudal Gráfico, la cual explora el recorrido de las aguas y de la cordillera desde las miradas subjetivas de cada una. El proyecto se expone en Balmaceda Arte Joven Santiago, (Balmaceda #1215, Metro Cal y Canto, Santiago Centro, Región Metropolitana). La muestra estará abierta al público hasta el 24 de agosto 2022.
Notas
Paulina Carreño Ramírez: @paulina.c.r / @paulina.carreno.r
Caudal Gráfico: @caudal_grafico
Espacio 218: @espacio_218
Charla TEDxSydney de Glenn A. Albrecht: “Environment Change, Distress & Human Emotion Solastalgia”: https://www.youtube.com/watch?v=-GUGW8rOpLY&ab_channel=TEDxTalks
Definiciones de estratigrafía Real Academia Española.
Imagen de portada: Dibujo grande de capa de suelo. Mide 1.53 X 110 m. Parte de la serie «¿Qué tuvo que desaparecer?». © Paulina Carreño