En palabras de la historiadora de la ciencia Patricia Fara, esta obra “supuso un impacto enorme. Aparte de sus relatos de terror sobre los sprays carcinogénicos, las reservas de agua envenenadas y la caída en los índices de natalidad, el libro lanzaba críticas más amplias sobre el poder combinado de la ciencia y el estado durante la guerra fría” (2009, 334). Los líderes políticos y de la industria, entonces, unieron sus fuerzas para desprestigiar a esta mujer que había osado criticar a los poderes establecidos.
Sin embargo, más allá de las críticas, Primavera Silenciosa fue un éxito desde el comienzo, vendiendo más de 100.000 ejemplares en tan solo los tres primeros meses (Nieto-Galan, 2011). Así también, permaneció en la lista del New York Times durante 31 años y aun hoy se sigue editando. Quizás, lo anterior, se debe no tanto a su contenido de denuncia de los graves problemas ambientales que estaba produciendo en ese entonces la industria química de los pesticidas, sino más bien a la presentación sencilla de la información científica. Como dice Fara, el libro comunica “de una forma que todos podían comprender” (2009: 335).
De esta forma, Carson sentó las bases del activismo ambiental y generó un cambio en la percepción de las acciones humanas en el ambiente. Este libro es un muy buen ejemplo sobre cómo una determinada controversia científica –en este caso sobre los efectos negativos de los pesticidas y herbicidas– trasciende el ámbito estrictamente de la cienca experta y se proyecta con fuerza en la opinión pública influyendo a mediano y largo plazo en las políticas públicas y actuaciones colectivas (Nieto-Galan, 2011). El libro Primavera Silenciosa condujo a una nueva conciencia ambiental y una visión que se tradujo en una acción política tangible.
Primavera silenciosa: del ambientalismo al ecologismo
Existe evidencia de que la llamada revolución ecológica fue provocada en gran parte por la publicación del libro de Carson. Con él, la autora condujo a una nueva conciencia ambiental. Aunque el ambientalismo nace en el siglo XIX bajo los ideales de proteger la naturaleza por encima del desarrollo industrial y tecnológico (Pérez Criado, 2017), no es hasta la publicación de Carson que comienza a formarse como un movimiento social.
Durante la época previa al libro, ambientalistas, físicos y biólogos creaban una visión de la naturaleza en la que se la consideraba como una gran máquina económica. Se empezó, entonces, a hablar de cadenas tróficas, “cuyas raíces se hallaban en los más humildes de los obreros de la fábrica de la Tierra –bacterias y plantas—, que ascendían por redes de productores animales hasta llegar a los seres humanos, los consumidores que ocupaban el nivel más alto” (Fara, 2009: 332). Así mismo, la energía fue vista como recurso de intercambio, el equivalente natural al dinero que impulsaría la vida humana. Esto hizo parecer natural “que el ser humano interviniese para hacer a la naturaleza más eficiente. Una de las formas era aumentar la productividad natural mediante la manipulación tecnológica (Fara, 2009).
Al respecto, dice Carson, que “haber arriesgado tanto en nuestro esfuerzo por modelar la naturaleza a nuestra satisfacción y no haber podido alcanzar la meta sería, desde luego, la ironía final. Sin embargo, esa parece ser la situación en la que nos encontramos” (2011 [1962], 534). En esta frase queda expreso el problema: creer que podemos modelar la naturaleza para satisfacer nuestros deseos, sin cuestionar las formas. Así, la autora criticó el uso de los herbicidas y en especial de los pesticidas, como el dicloro difenil tricloroetano (DDT) y otros hidrocarburos y alquil-organofosforados, sin haber realizado previamente una investigación sobre sus efectos (Silvia Pérez Criado, 2017).
En el caso del DDT, Carson no era la primera en criticar el uso masivo de este compuesto, utilizado durante años para controlar insectos tanto en la agricultura, como también en la transmisión del paludismo (malaria). Desde la década de 1940 el DDT ya estaba presente en los debates de la comunidad científica (Nieto-Galan, 2011). Así, por ejemplo, en 1942 Paul Müller obtuvo el premio Novel de medicina por su estudio de los efectos de esta sustancia en la salud humana. Sin embargo, estos debates no solían llegar a la opinión pública hasta la publicación de Primavera Silenciosa. Su carácter divulgativo, la mediatización y la controversia con los sectores de poder, proporcionó de gran fama al libro y posicionó a Carson como la madre del ecologismo moderno, movimiento que, a diferencia del ambientalismo anterior, va a convocar a la ciudadanía en las decisiones políticas sobre asuntos ambientales.
Las críticas presentes en Primavera Silenciosa
En su libro, Carson afirmaba que en la naturaleza nada existe aislado. En este sentido, se encargó de demostrar la falta de precaución en el uso de pesticidas y herbicidas. Estos son muy fáciles de absorber por el suelo, el agua y la atmósfera, lo que a su vez afecta a la vida silvestre, matando aves, peces y otros animales que están expuestos a estos químicos. “Sabemos que los minerales necesarios pasan así, de un eslabón a otro, en las cadenas alimentarias” (152) se lee en el capítulo cuatro. En consecuencia, la acumulación de estos productos, como el DDT, en la cadena alimentaria llegará finalmente a los humanos, afectando su salud. Así, dice, muchos de estos productos aumentan el riesgo de padecer cáncer, dañan el sistema nervioso, generan mutaciones, etc. Aunque en la década de los 60 se conocía ya la toxicidad de la mayoría de los pesticidas, no se sabían con seguridad los efectos que producían en la salud humana dice la historiadora de la ciencia Silvia Pérez Criado (2017). No será hasta mediados de la década de los 70 cuando se comprobará que los pesticidas con cloro en su composición son cancerígenos.
«En su libro, Carson afirmaba que en la naturaleza nada existe aislado. En este sentido, se encargó de demostrar la falta de precaución en el uso de pesticidas y herbicidas. Estos son muy fáciles de absorber por el suelo, el agua y la atmósfera, lo que a su vez afecta a la vida silvestre, matando aves, peces y otros animales que están expuestos a estos químicos».
Rachel Carson relata que desde mediados de 1940 se han creado una cantidad importante de productos para matar insectos, destruir malezas, roedores y otros organismos calificados en el lenguaje moderno de “plagas”. Acusa como “esos polvos, sprays y aerosoles se aplican ahora casi universalmente en granjas, jardines, bosques y hogares” (2011 [1962], 78) sin ningún tipo de precaución. Lejos de lo que podría pensarse, Carson no está en contra de los pesticidas, sino, con haber “puesto indiscriminadamente sustancias químicas ponzoñosas y biológicamente potentes en manos de personas totalmente o en gran parte ignorantes de su potencial para causar daño”; así también dice que “hemos permitido que esos productos químicos sean usados con poca o ninguna investigación previa de sus efectos en el suelo, el agua, la vida silvestre y en el propio hombre” (89). En referencia a estos productos, la autora sentencia: “no deberían llamarse ‘insecticidas’ sino ‘biocidas’” (78).
Otra crítica que realiza Carson en el libro es sobre el origen de este negocio de sustancias químicas mortíferas. “En el curso del desarrollo de agentes químicos para la guerra, algunas de las materias fueron descubiertas como letales para los insectos. El hallazgo no se produjo por casualidad: los insectos fueron ampliamente usados para probar los productos químicos mortales al hombre” (29) dice la autora. Dentro de las primeras aplicaciones del DDT, por ejemplo, se constata su uso para combatir piojos de millares de soldados, refugiados y prisioneros durante la guerra. Este uso masivo, además, extendió la creencia, dice Carson, de un producto inocuo, pues la gente a la que se le aplicó no sufrió inmediatamente de sus efectos perjudiciales. Agrega que esto se debió principalmente a que el DDT fue aplicado en forma de polvo, lo que hace que no pueda ser absorbido inmediatamente por la piel.
La bióloga y escritora también es crítica respecto a la sobre especialización de los expertos. En sus palabras, dice: “Ésta es una era de especialistas; cada cual considera su propio problema e ignora o no tolera el marco de referencia mayor en el que éste encaja” (90). Es decir, cada cual se centra en una parte específica del problema y no tiene en cuenta la dimensión global. Esto sería un punto importante y algo que parece solucionarse en la medida en que sean diversos actores sociales y variadas disciplinas científicas las que se involucren en la conversación. Además de las industrias –“en la que raramente se pone en duda el derecho a obtener un dólar a cualquier precio” (90)– y los gobiernos. En este sentido, y sumado a la crítica anterior, Carson abogó porque sea la sociedad la protagonista de las decisiones políticas. Si “es al público al que se le pide que asuma los riesgos que calculan los que se dedican a controlar los insectos. [Entonces] el público debe decidir si desea continuar por el actual camino, y sólo puede decidirlo cuando esté en plena posesión de los datos” (90) dirá la autora.
Repercusiones del libro
Las críticas sobre pesticidas y herbicidas de Rachel Carson tuvieron un gran impacto en las políticas públicas y en los movimientos sociales, y llevaron a cambios significativos en la forma en que se regulan y se utilizan estos químicos en todo el mundo. Dentro de las consecuencias más inmediatas de la mediatización de Silence Spring, están las acciones que tomó el gobierno federal de los Estados Unidos. El presidente John F. Kennedy le pidió al Panel de Ciencias de la Vida del Comité Asesor Científico del Presidente (PSAC por sus siglas en inglés) que investigara sus afirmaciones (Stoll, 2012). Las consecuentes acciones tras la publicación del libro marcaron incluso la década siguiente en los Estados Unidos. Así, se fundó la Agencia de Protección Ambiental (EPA), la que prohibió el uso doméstico del DDT; también, durante los años posteriores se promovió la Ley de Agua Limpia, la Ley de Aire Limpio y el Día de la Tierra (Jenny Price, 2012).
En cuanto a los movimientos sociales, el libro de Carson ayudó a aumentar la conciencia pública sobre los efectos negativos de los pesticidas y herbicidas en la salud humana y el medio ambiente, lo que llevó a la creación de grupos de defensa del medio ambiente y organizaciones de consumidores que abogaban por prácticas agrícolas más sostenibles y por el uso de alternativas más seguras a los pesticidas. También se produjeron cambios en la opinión pública sobre la agricultura y la industria química, y se promovió una mayor conciencia sobre la importancia de la conservación y protección del medio ambiente.
Si bien todas estas manifestaciones surgieron primeramente en Norteamérica, poco a poco fueron llegando a otras partes del globo. Incluso a Europa, que en principio se mostró reticente y donde muchas instituciones y actores sociales creyeron que estos pesticidas solo eran utilizados en Estados Unidos (Stoll, 2012). Hoy, por ejemplo, existe el Centro Rachel Carson para el Medio Ambiente y la Sociedad ubicado en Munich, Alemania.
«Primavera silenciosa ayudó a aumentar la conciencia pública sobre los efectos negativos de los pesticidas y herbicidas en la salud humana y el medio ambiente».
Narrativa ambiental
Con un lenguaje poético y evocador, Rachel Carson logró comunicar los impactos de la industria química en relación a los pesticidas. Su escritura combinó una notable precisión fáctica con un importante lirismo. De estilo transparente, sencillo, sin perder jamás el rigor propio del mejor análisis científico y con ejemplos estremecedores la autora denunciaba los efectos nocivos que tienen los productos químicos en la naturaleza. Se trata de un libro de ciencia que va más allá del universo científico, adentrándose en el turbulento mundo de lo social. Su narrativa logra despertar el interés de la ciudadanía tanto por la ciencia, necesaria para comprender lo que sucede en nuestro planeta, como por la situación presente y futura de la vida que existe en él.
La repercusión de este libro es importante. Esto no solo porque hasta el día de hoy es editado y comentado en diversos medios de comunicación, además de ser considerado sin duda un hito fundacional de los movimientos ecologistas modernos, sino también, porque fue capaz de transmitir a la sociedad los que otros científicos y expertos ya debatían entre las olímpicas paredes de la academia. Así, puso en tela de juicio un importante elemento de fe en el siglo XX: la autoridad de los expertos científicos. Como dice el doctor en historia ambiental Mark Stoll, Carson mostró cómo los expertos confiaban demasiado en sus propias creaciones y cómo ellos mismos estaban implicados en una vasta y compleja red de intereses con instituciones públicas y privadas, diseñadas para producir ganancias a los fabricantes de productos químicos y el creciente sector agroindustrial (2012). Primavera Silenciosa es una muestra no tan solo de la importancia que tiene la comunicación científica en la sociedad, sino también, de que la ciencia no la hacen solo los expertos y que las decisiones políticas respecto a la disciplina deben considerar a todos los actores sociales.
Bibliografía
Carson, R. (2011 [1962]). Primavera Silenciosa. Barcelona: Drakontos.
Fara, P. (2009). “Instituciones”. Breve historia de la ciencia. Barcelona: Ariel.
Nieto-Galan, A. (2011). Los públicos de la ciencia. Expertos y profanos a través de la historia. Madrid: Marcial Pons, Ediciones de Historia, S. A.
Pérez Criado, S. (2017). “El legado de Rachel Carson”. Análes de Química. Real sociedad española de química.
Price, J. (2012). “Stop Saving the Planet!—and Other Tips via Rachel Carson for Twenty-First-Century Environmentalists”. Rachel Carson’s Silent Spring Encounters and Legacies. RCC Perspectives.
Stoll, M. (2012). “Rachel Carson’s Silent Spring, a Book That changed the World.” Environment & Society Portal, Virtual Exhibitions, no. 1 [updated 6 February 2020]. Version 2.0. Rachel Carson Center for Environment and Society. https://www.environmentandsociety.org/
Imagen de portada: Ilustracione de la edicion holandesa que acompanaba los extractos publicados en Elseviers-Weekblad. ©Elseviers-Weekblad