Los cambios de temperatura y el agua, tras años de constante acción, van erosionando hasta romper las rocas, que terminan pulverizadas y arrastradas por las lluvias y el viento. Luego, aparecen pequeñas plantas y musgos que se desarrollan entre las grietas. Cuando esta vegetación muere, sus restos son degradados por microorganismos y comienzan a transformarse en lo que se conoce como materia orgánica, la que a su vez se irá mezclando con los minerales para dar origen al suelo. En este medio, rico en nutrientes y con mayor porosidad, crecerán plantas mayores que proporcionarán un medio de protección y alimento a otra variedad de plantas y animales continuando así con el ciclo de la vida, enriquecimiento y formando suelo a través del tiempo.
El suelo está compuesto por una porción inorgánica y otra orgánica. La primera proviene de la desintegración de las rocas. El tamaño de las partículas minerales determina sus propiedades físicas: textura, estructura, capacidad de drenaje del agua y aireación. La segunda corresponde a una porción biológica u orgánica como resultado de la acción de innumerables microorganismos como bacterias, hongos y nematodos, además de la acción de numerosos insectos y lombrices, que descomponen y transforman los restos vegetales y los excrementos animales en materia orgánica. El suelo es un mundo lleno de vida.
Sin embargo, la industria de la minería, la forestería y la agricultura, que tienen por foco la explotación de los recursos con métodos de alto costo ambiental, energético y de gran contaminación, actúan como si el suelo fuese solo un medio de soporte físico y no como el soporte vital que es para la mantención de la vida en los ecosistemas. Los bosques son talados para dar paso a la industria, los suelos expuestos se erosionan, se compactan y pierden vitalidad, al mismo tiempo de sufrir las consecuencias de la alta contaminación provocada por el mismo sistema extractivista y cortoplacista industrial.
Mención especial merecen los agroquímicos que son utilizados en abundancia, dado que estos generan un impacto negativo en toda la microbiología del suelo, reducen la cantidad de materia orgánica, la disponibilidad de nutrientes, contaminan y dejan depositados metales pesados como el arsénico (As), el cadmio (Cd), el mercurio (Hg), el cobre (Cu) y el plomo (Pb). Metales que terminan afectando el suelo, cuerpos de agua y toda la cadena trófica; lo que genera un impacto negativo importante debido a que estos tienden a acumularse en los tejidos vivos a lo largo del tiempo y pueden conllevar a efectos de alta toxicidad como trastornos neurológicos, enfermedades cardiovasculares, enfermedades gástricas, y en algunos casos, hasta cáncer. Y no solo afectan a la salud humana, estamos hablando aquí, de la salud planetaria.
Y así como podemos ver que la importancia de la salud del suelo es fundamental para toda la vida ecosistémica, también es indiscutible que las plantas son la fuente de vida para nuestra existencia humana. Estas cumplen roles fundamentales dentro de los ecosistemas que van desde la producción de oxígeno, ser la base de la alimentación de toda la cadena trófica, proveer de refugio a muchos insectos, aves y mamíferos; regular el clima, cumplir un rol fundamental en la conservación y salud del suelo, ser una verdadera fuente de nutrición para la vida humana, y, además, son purificadoras. Es en este último rol en el que en esta oportunidad nos vamos a detener: en su capacidad de purificar no sólo el aire –que es materia conocida por su importante rol en la captura del CO2 y transformación en oxígeno–, sino en la fitorremediación.
«La fitorremediación es la capacidad que tienen algunas plantas de remover diferentes contaminantes como pesticidas y metales pesados para evitar así su propagación por el suelo y las aguas».
La palabra fitorremediación proveniente del griego phyto que significa ‘planta’ y del latín remedium que hace referencia a la remoción, transferencia, estabilización o degradación y neutralización in situ de compuestos orgánicos, inorgánicos y radioactivos que resultan tóxicos en suelo y agua. Dicho de otro modo, es la capacidad que tienen algunas plantas de remover diferentes contaminantes como pesticidas y metales pesados para evitar así su propagación por el suelo y las aguas, lo que permite recuperar el equilibrio de ambientes que se han contaminado principalmente por causas antropogénicas o también por aquellas naturales.
La Fitorremediación se puede llevar a cabo con contaminantes de diferentes orígenes, estos pueden ser orgánicos e inorgánicos, tales como los metales pesados antes mencionados provenientes de los agroquímicos y también de la minería; solventes, combustibles y desechos industriales. Es así, como las características particulares de cada contaminante, son las que van a determinar el tipo de proceso fitorremediador que se debe llevar a cabo, así como también la planta adecuada para cada situación.
Este proceso biológico de las plantas, se puede considerar como una verdadera tecnología para la vida, donde existen especies que se han especializado en crear sistemas de purificación por medio de sus raíces, por la transpiración de sus hojas y por la actividad enzimática; procesos por los cuales no solo logran descontaminar, sino que además en algunos casos son capaces de transformar los contaminantes en elementos útiles para sus propios procesos. Estas plantas de altas capacidades biotecnológicas, tienen diferentes mecanismos y estrategias para llevar a cabo su misión, donde se pueden destacar diferentes procesos:
Fitovolatilización: se produce a medida que las plantas absorben agua junto con contaminantes orgánicos e inorgánicos. Algunos de estos pueden llegar hasta las hojas y evaporarse o volatilizarse en la atmósfera.
Fitodegradación: Es un proceso que consiste en la transformación de los contaminantes orgánicos en moléculas más simples. En algunas ocasiones, los productos de la degradación le sirven a la planta para acelerar su crecimiento, en otros casos los contaminantes son transformados en otras sustancias.
Fitoextracción: Se define como la absorción de metales contaminantes mediante las raíces de las plantas y su acumulación en tallos y hojas.
Fitoestabilización: es un mecanismo de fitorremediación que utilizan las plantas en el cual desarrollan un sistema denso de raíces que les permiten reducir la biodisponibilidad y la movilidad de los contaminantes evitando el transporte a capas subterráneas o a la atmósfera.
Rizoremediación: su mecanismo de acción es en la rizosfera, es decir entre las raíces de la planta y el suelo. Involucra la absorción de los contaminantes en el suelo a través de las raíces y en ocasiones es el apoyo de los microorganismos que se alojan en las raíces de las plantas.
Independiente del método que tengan estas especies para llevar a cabo su proceso de purificación, todas estas tienen algunos puntos en común; suelen ser plantas de rápida reproducción, un sistema radicular bien desarrollado, bastante resistentes y tolerantes a ciertas condiciones extremas de PH, salinidad, de exceso de humedad o sequía, entre otras virtudes. Capacidades que siempre se van a potenciar, si logran tener un buen desarrollo de micorrizas (asociación hongo-raíz) bajo el suelo.
Algunos ejemplos de especies purificadoras del agua son el jacinto de agua (Pontederia crassipes), repollito de agua (Pistia stratiotes), la cola de zorro acuática (Myriopphyllum aquaticum) y el junco (Schoenoplectus californicus). Todas ampliamente utilizadas en estanques de recuperación de aguas grises, piscinas naturales y diversas fuentes de aguas que buscan ser tratadas. Otros ejemplos para descontaminantes del suelo son el abedul (Betula pubescens) que acumula metales como el plomo (Pb) y el zinc (Zn) especialmente en sus hojas, el álamo (Salix viminalis) que absorbe metales pesados como el plomo, el cadmio y el níquel, la viola baoshanensis (Thlaspi caerulescens) que se conoce por su capacidad para acumular grandes cantidades de cadmio (Cd) en sus raíces y brotes, vetiver (Chrysopogon zizanioides) ampliamente utilizada en el tratamiento de lodos industriales por su capacidad para eliminar el Zn, Pb y Cr. El girasol (Heliantus annus) que se caracteriza por su alta capacidad para actuar sobre suelos contaminados con petróleo y sus derivados, el tabaco (Nicotiana tabacum), maíz (Zea mays) y Cannabis sativa, conocidas por su virtud para eliminar metales pesados y particularmente de cadmio, plomo y arsénico, entre otras.
Si se hace un cruce de información entre el método particular de fitorremediación que tiene una planta y su rol ecosistémico, es de importancia poner especial foco de atención en aquellas que son de consumo humano y/o animal, y que tienen por método de descontaminación la fitoextracción, es decir, que el elemento contaminante queda dentro de sus tejidos, debido a que si estas plantas son producidas con un fin de fitorremediación y luego son eliminadas, está todo bien, pero si se cultivan en suelos contaminados con foco en alimento animal o humano, todos los tóxicos absorbidos por ellas pasarán a quien las consuma. Esto nos demuestra cuán importante es la salud del suelo al momento de producir nuestros alimentos.
Sin ir más lejos, la Cannabis sativa es una planta que tiene una capacidad única para absorber y acumular metales pesados en sus tejidos, a su vez, tiene un tremendo potencial de uso medicinal humano. De esta manera, si esta es cultivada en suelos contaminados, ya no nos traerá salud, sino más bien enfermedad. De este análisis se desprenden dos puntos claves: la salud del suelo es crucial para la salud de las plantas y el consumo humano, y si se usan especies para fitorremediación, se debe cuidar de sobremanera que estas tengan un adecuado seguimiento y posterior eliminación.
Es evidente la necesidad humana que enfrentamos hoy por llevar a cabo procesos de descontaminación de los cuerpos de suelo y agua; es urgente y necesario dirigirnos en el camino de la regeneración de los sistemas vivos, y es aquí donde surge el particular interés por la fitorremediación como una práctica de bajo costo energético y de carácter sostenible, que al estar sustentada en el aprovechamiento de la luz solar, hace que los costos de operación sean muy reducidos. Una técnica prometedora que se encuentra aún en vías de investigación y que tiene un gran potencial, sin embargo, independiente de las soluciones que nos pueda entregar la propia naturaleza, no debemos perder el foco central que debe estar orientado a dejar de contaminar de la manera en la que lo estamos haciendo. Esto es igual que el reciclaje, es un camino y un soporte para contrarrestar la contaminación, pero no es una solución de base.
Es por ello que cada trozo de tierra que tenga como destino ser un jardín o espacio de cultivo, debe ser tratado como lo que es: un organismo vivo que requiere ser considerado como tal, y que necesita la interacción de todos sus componentes para lograr un equilibrio y poder entregarnos vitalidad.
Referencias:
González, Julián. (2010). “Fitorremediación: una herramienta viable para la contaminación de aguas y suelos”. Universidad de Los Andes, Bogotá.
Merlin Sheldrake (2022), A trama da vida: como os fungos constroem o mundo. Traducción Gilberto Stam. Editora Fósforo e Ebu Editora.
Restrepo, Jairo (2007), El ABC de la agricultura orgánica, editorial Otros Países, Colombia.
Steenbock, Walter y Fabiane Machado Vezzani (2023), Agrofloresta, aprendendo a producir com a natureza, 2a edición revisada y ampliada, editorial bambual, brasil.
Tompkins, Peter y Christopher Bird (2017), La vida secreta de las plantas, Capitán Swing, España.
Vesga, Juan. (2022). “El uso de Cannabis sativa como especie fitorremediadora de cadmio: una alternativa para revivir el suelo. Caso de estudio finca La Chuqua, Guasca-Cundinamarca”. Universidad el Bosque, Bogotá.
Imagen de portada: ©Abhishek Pawar