Por: Paula Iturralde-Pólit / Fotos: Stanimira Deleva
Cada vez que aprendo algo nuevo sobre los murciélagos no dejo de sorprenderme. En el mundo hay más de 1.400 especies de murciélagos, con dietas extremadamente variadas: existen los que comen insectos, los que se alimentan de frutas, los que chupan néctar, otros se alimentan de peces y unos pocos pueden comer hasta vertebrados terrestres como aves, sapos o lagartijas. Solo existen tres especies que se nutren exclusivamente de sangre (las tres originarias de América, por lo cual es curioso que la leyenda de Drácula y su asociación con el consumo de sangre tenga origen europeo).
A su vez, los murciélagos poseen una gran variedad de funciones ecológicas. Son polinizadores de plantas (“colibríes nocturnos” se les apoda a veces); muchas de estas plantas dependen exclusivamente de los murciélagos para ser polinizadas y los seres humanos dependemos de algunas de ellas para nuestra alimentación diaria. También son dispersores de semillas y de esta manera nos ayudan a restaurar y mantener la diversidad de plantas en los bosques. Por otro lado, aquellos murciélagos que se alimentan de insectos controlan poblaciones de mosquitos y otros insectos que pueden convertirse en plagas agrícolas o vectores de enfermedades como el dengue, la malaria y la fiebre amarilla, entre tantas otras.
Un grupo de murciélagos fruteros grandes (Artibeus jamaicensis) perchados en su refugio en la Cueva de Corredores en el Sur de Costa Rica. © Stanimira Deleva
Lamentablemente los murciélagos se han hecho más famosos por miedos infundados que por sus increíbles funciones ecológicas. La falta de conocimiento sobre estas criaturas ha hecho que seamos una gran amenaza para ellos. Por eso quiero contarte más sobre estos pequeños mamíferos alados, para lograr que más gente los entienda, aprecie y proteja.
Especialmente, quiero contarte un poco sobre la relación entre los murciélagos y el COVID-19. Ha habido mucha discrepancia sobre la procedencia del virus SARS-CoV-2 que causa la enfermedad COVID-19 en humanos. A fines de diciembre, cuando China dio a conocer el brote de la enfermedad, el primer interés para los científicos fue saber cómo llegó el virus a los humanos. Con poco sustento, los murciélagos fueron la primera pista sobre su origen, dado que han estado relacionados con la transmisión de otras enfermedades causadas por el virus de la misma familia que el actual SARS-CoV-2. Dos de las más conocidas son:
- El Síndrome Respiratorio Severo Agudo (SARS), causado por el SARS-CoV-1.
- El Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS), causado por el MERS-CoV.
El SARS, el MERS y el nuevo COVID-19 son enfermedades zoonóticas, es decir que se transmiten de animales a humanos. Hay evidencia de que las tres enfermedades pudieron haber sido transmitidas a través de animales intermediarios (animales que transportan un patógeno desde un individuo portador a un individuo sano) y no directamente desde los murciélagos. Los posibles intermediarios son las civetas (un carnívoro que vive en el sur de Asia) en el caso del SARS, los camellos en MERS, y el pangolín (una especie de oso hormiguero con escamas gruesas que vive en el sur de África y Asia) en COVID-19. Es posible que estos virus hayan estado en sus respectivos hospederos intermediarios por un tiempo indeterminado antes de pasar a los humanos; durante ese tiempo el virus puede mutar y evolucionar y entonces volverse peligroso para las personas. Aun así, se habla mucho más al respecto de los murciélagos como responsables que de los propios intermediarios y posibles transmisores.
Otra razón que hace que la balanza se incline para culpar a los murciélagos es que son conocidos por albergar dentro de su cuerpo muchos virus con los que conviven sin sufrir enfermedades, esto es gracias a que tienen un sistema inmunológico muy poderoso, aparentemente resultado de su capacidad para volar, entre otras cosas.
De igual forma, no podemos asegurar que los murciélagos acarrean más virus que otros animales. Lo que se conoce hasta ahora es totalmente sesgado, porque el hecho de que los murciélagos son animales sociales, viven en grupos grandes y que es relativamente fácil capturar a varios individuos a la vez, hace que sean los animales más estudiados en este sentido. Se conoce más sobre los virus en murciélagos que en otros mamíferos como roedores, musarañas y primates. Además, tampoco hay muchos estudios en carnívoros y ungulados, que son los posibles intermediarios en la transmisión de SARS y MERS respectivamente.
A pesar de ser los principales sospechosos, hasta hoy no se puede asegurar que exista una relación entre el COVID-19 y los murciélagos, pero muchos medios los han estigmatizado, incrementando el riesgo de que la gente los mate por miedo, como recientemente ha pasado en varios países. En Perú, por ejemplo, una comunidad decidió prender fuego a un refugio de murciélagos por miedo a que transmitan el virus. Aún quedan dudas sobre el verdadero origen del virus, pero aunque pudiéramos afirmar que se transmitió inicialmente a través de los murciélagos, considero importante recalcar que esto no los hace ni culpables ni asesinos, ni que su presencia en los ecosistemas permitirá la propagación directa de futuras enfermedades zoonóticas. Como nota personal, quiero recalcar que he trabajado intensamente con murciélagos en campo, he tenido contacto con muchas especies, y nunca me han transmitido ninguna enfermedad.
Entonces, ¿cómo es que este virus puede pasar de esos animales a los humanos, así de repente? Pues es imposible. La transmisión de enfermedades zoonóticas, es el resultado de las alteraciones ambientales provocadas por los mismos seres humanos, que hace que cada vez tengamos más contacto con animales salvajes. En China, como en muchos otros países del mundo, es bastante común el tráfico de especies exóticas, que además de ser ilegal, incrementa la probabilidad de exponerse a virus de animales. En algunos casos, nuestro sistema inmunológico está preparado para combatirlos y evitar que proliferen y causen enfermedades, en otros, tenemos la suerte de contar con vacunas que ayudan a que nuestro cuerpo identifique el peligro. Este fabuloso proceso de defensa que tenemos se rompe cuando un virus que no conocemos nos ataca, pero debemos ser conscientes de que este contagio no es al azar, ni es culpa de los animales: es producto de nuestra constante invasión y deterioro de sus hábitats naturales.
Un grupo del murciélago tendero (Dermanura watsoni) dentro de su refugio. Los murciélagos tenderos construyen su propio refugio a partir de hojas de palma a las que dan forma de tienda de campaña para protegerse. © Stanimira Deleva
Evidentemente, si los murciélagos están en sus refugios y no tienen contacto con el humano, no es posible que transmitan el virus. En comunidades donde hay guaridas de murciélagos cerca, no hay posibilidad de que el virus se transfiera, a no ser que se manipule directamente a los animales. Si no manipulas murciélagos con tus manos, la probabilidad de contraer una enfermedad a través de ellos es remota.
#quedateencasa
Paula Iturralde-Pólit es bióloga y hace su doctorado en la Universidad de Costa Rica. Tiene un interés particular en la conservación y entender mejor los efectos del cambio climático global sobre la biodiversidad y la ecología de las especies, particularmente de los murciélagos. Paula está permanentemente buscando experiencias que mantengan despierta su curiosidad por comprender mejor la naturaleza. Como científica, su meta es inspirar a los jóvenes a que se atrevan a descubrir y explorar la ciencia desde la creatividad.
Stanimira Deleva es bióloga y experta en cuevas. Actualmente hace su doctorado en la Universidad de Costa Rica.
Principal literatura revisada:
Andersen, K.G., Rambaut, A., Lipkin, W.I., Holmes, E.C., & Garry, R.F. (2020) The proximal origin of SARS-CoV-2. Nature Medicine, 89, 44–48.
Fenton, M.B. & Simmons, N.B. (2014) Bats: A World of Science and Mystery. University of Chicago Press, Chicago, Illinois, USA.
Moratelli, R. & Calisher, C.H. (2015) Bats and zoonotic viruses: Can we confidently link bats with emerging deadly viruses? Memorias do Instituto Oswaldo Cruz, 110 (1): 1–22.