Los murciélagos son un grupo de mamíferos inmensamente diverso, existen en el mundo más de 1.400 especies y la mayoría viven en grupos porque son especies muy sociables. A veces, su comportamiento se ha comparado con el de las ballenas, elefantes, primates y hasta algunos carnívoros. Esto es, porque mantienen lazos de amistad muy fuertes entre los individuos de un mismo grupo; aunque por momentos pueden separarse para realizar actividades de manera independiente siempre vuelven a juntarse. Ese comportamiento que se conoce como fisión-fusión; fusión cuando los individuos se agregan, por ejemplo para dormir en un mismo lugar; fisión cuando se separan y se preparan para volar en busca alimento.
Un individuo en la Amazonía del Ecuador estira a sus alas antes de disponerse a volar. ©Rubén D. Jarrín E.
El tamaño de los grupos en murciélagos es extremadamente variable y depende de la especie y tamaño de los refugios disponibles. Pueden formar grupos pequeños o medianos que van desde tres individuos hasta más de cuarenta individuos, pero cuando los refugios son grandes y el espacio no es una limitación, pueden llegar a ser millones de murciélagos juntos (normalmente esto ocurre solamente dentro de cuevas grandes). Un ejemplo muy conocido es el de la cueva Bracken ubicada en San Antonio, Texas al sur de los Estados Unidos. Ahí vive una colonia enorme del murciélago de cola libre (Tadarida brasiliensis), donde no se ha podido contabilizar el número exacto de individuos, pero se cree que puede haber más de 20 millones reunidos en la misma cueva.
La ecolocación es la habilidad de los murciélagos para “ver” en la noche lo que tienen alrededor; gracias a ese mecanismo acceden a refugios que son inaccesibles para otros animales.
Gracias a la capacidad que tienen de volar y de ecolocalizar (que significa literalmente “localizar mediante ecos”), los murciélagos encuentran espacios para descansar con mucha facilidad tanto en áreas silvestres como en lugares un poco más urbanizados. La ecolocación es en cierto modo la habilidad de los murciélagos para “ver” en la noche lo que tienen alrededor; gracias a ese mecanismo acceden a refugios que son inaccesibles para otros animales. Lo que a ellos más les interesa a lo hora de elegir un refugio es que estén aislados del ambiente exterior y que sean abrigados. Buscan espacios que les brinden protección contra depredadores, que sean seguros para cuidar a sus crías, y donde puedan dormir e interactuar con otros murciélagos.
Tres individuos interactúan dentro de una cueva, el refugio que han elegido para estar a salvo. © Stanimira Deleva
Asi como a nosotros nos gusta sentirnos cómodos en nuestras casas -sobre todo en estos momentos actuales de pandemia- los murciélagos también buscan espacios acogedores. Dentro de ellos pasan una gran parte del día descansando, pero además interactúan con sus compañeros porque los murciélagos no solo viven juntos, sino que comparten momentos con otros. Por ejemplo, les encanta acicalarse unos a otros y eso les ayuda a crear lazos de amistad muy fuertes. La convivencia es esencial para disminuir el riesgo de ser atacados por predadores, y para estar abrigados cuando hace frío. Al estar juntos pueden mantener estable su temperatura corporal sin que eso signifique un gasto energético mayor. Pensemos por un momento en la gran cantidad de energía que necesitan para poder volar y emitir al mismo tiempo un sonido extremadamente agudo (ecolocalización); es un gasto enorme, y por eso cualquier acción que les ayude a cuidar las reservas de energía, por pequeña que esta sea, ya es un privilegio. Si bien todas estas interacciones les proveen de muchas ventajas, también es cierto que los murciélagos viven juntos porque disfrutan de la compañía de sus amigos. Entre ellos comparten comida, se comunican para dar mensajes de alerta, envían información sobre refugios disponibles, y gracias a estas interacciones aumentan la probabilidad de supervivencia.
Hay murciélagos que emiten llamados sociales diferentes; uno para que todo el grupo permanezca junto mientras vuelan y otro cuando un individuo encuentra un refugio disponible.
La disponibilidad de los refugios y su tamaño tiene una importante influencia sobre la estructura social en murciélagos. Cuando un refugio no es suficientemente grande como para albergar a todos los individuos, estos se separan en subgrupos y buscan los espacios que sean necesarios hasta que todos los individuos tengan un lugar para estar a salvo. Estos subgrupos soy muy dinámicos; cada noche pueden separarse para buscar alimento, pero se mantienen fieles a su área de vida, donde regresan para reencontrarse. Es decir, intercambian refugios y compañeros de refugio todo el tiempo; al fin y al cabo establecen asociaciones tan fuertes que siempre van a estar entre amigos.
Hay especies que son dependientes de espacios muy específicos, a veces efímeros, lo que significa que no son permanentes, y cada día, buscan un nuevo lugar para descansar. El ejemplo más insigne es el murciélago de ventosas (Thyroptera tricolor) que tiene los pulgares modificados a manera de discos que hacen succión para adherirse a hojas donde se refugian. Emiten llamados sociales diferentes; uno para que todo el grupo permanezca junto mientras vuelan y otro cuando un individuo encuentra un refugio disponible. En ese momento empieza un juego de vocalizaciones al estilo “Marco-Polo”; los individuos que vuelan emiten un llamado esperando la respuesta del que está dentro del refugio; así se guían por la dirección de donde viene el sonido hasta que todos se acomodan en fila dentro de la hoja. Es la única especie de murciélago que se refugia con la cabeza hacia arriba.
Individuos del murciélago de ventosas se agrupan dentro de una hoja joven de Heliconia. ©Cristian Castillo Salazar.
Otras especies muy típicas en Latinoamérica, son conocidas como murciélagos tenderos; pertenecen a los géneros Uroderma y Dermanura y el célebre murciélago blanco de América Central Ectophylla alba. Ellos modifican hojas de palmas y otras plantas con sus dientes, las muerden suavemente en las venas y las rompen hasta que la hoja colapsa para quedar parcialmente cerrada a manera de tienda de campaña. En grupo se acomodan debajo de estas hojas y aunque no son refugios permanentes, se conservan en buen estado por varios días e incluso unos pocos meses. Estos murciélagos suelen permanecer juntos durante toda la época de apareamiento.
Los murciélagos tenderos se sostienen de la hoja que acaban de modificar para que les sirva como refugio. ©Cristian Castillo Salazar
Los refugios de los murciélagos tenderos, son externos, es decir que no ofrecen tanta protección en contra de depredadores, pero las líneas faciales blancas propias de estas especies se confunden con las líneas de las hojas de palma y hace que sea difícil verlos. La coloración del pelaje es un fantástico factor de defensa porque confunde incluso al más hambriento y astuto predador; así evitan ser vistos (en ecología, esta estrategia de defensa se conoce como mimetismo). Otros murciélagos como Saccopteryx bilineata y Rhynchonycteris naso descansan expuestos sobre troncos de árboles; pero gracias a la postura, a su habilidad de permanecer prácticamente inmóviles y a la coloración de su pelaje, pocas veces los predadores advierten su presencia. Incluso durante el día pueden pasar desapercibidos.
Cuatro individuos perchan en fila sobre el tronco de un árbol en la Amazonía Ecuatoriana. ©Rubén D. Jarrín E.
Finalmente, los refugios más comunes y los que utilizan la mayoría de especies de murciélagos, parecen albergues o “casitas”. Algunos eligen vivir en cuevas; ahí encuentran espacios permanentes y amplios, por eso casi siempre cohabitan entre más de una especie, pero las cuevas no están disponibles en todos los hábitats. Dentro de un bosque, los murciélagos eligen pequeños huecos dentro de árboles o espacios angostos entre la corteza y el tronco; son espacios duraderos y por lo tanto la búsqueda de nuevos refugios es menos frecuente. Al contrario de los ejemplos anteriores, estas cavidades no están expuestas; tienen una excelente protección en contra de los cambios de temperatura y muy oportunos para que los predadores no los encuentren. Resulta que también son excelentes escondites para evitar ser vistos por quienes intentamos entender mejor su comportamiento y protegerlos. He sido muy obstinada en buscarlos; encontrar posibles refugios no es difícil, lo complicado es saber si realmente está ocupado o no. Personalmente, creo que la ingenuidad no es un adjetivo que represente bien a los murciélagos, a mí probablemente sí. Cuando se trata de jugar al escondite, ellos siempre me ganan y yo tengo que tener mucha paciencia.
En general, los murciélagos suelen preferir espacios naturales, pero el desarrollo de la humanidad ha sido responsable de un incremento en la fragmentación del hábitat y cambio de uso de suelo. La invasión de los seres humanos a zonas naturales ha hecho que refugios empiecen a escasear y que construcciones antrópicas como estructuras de madera o puentes estén cada vez más cerca de las áreas donde habitan los murciélagos. En cierto modo, se han visto obligados a buscar alternativas donde descansar. Una razón por la que pueden elegir vivir dentro de construcciones, es que en ellas encuentran un ambiente abrigado y limpio -sí, los murciélagos son animales extremadamente limpios-. La temperatura interna en estos sitios angostos es ideal, y se asemeja a lo que encuentran dentro de un árbol hueco pero con la ventaja adicional de que no se modifica con el tiempo.
Dentro del hueco de un árbol, los murciélagos observan curiosos hacia afuera antes de iniciar su actividad. © Stanimira Deleva
Dentro de las casas, los murciélagos no causan daño en la estructura, quizás lo único incómodo es que pueden hacer un poco de ruido y dejar sus huellas de guano (heces), pero su presencia es inofensiva. El problema es que las visitas de murciélagos no suelen ser bienvenidas en las casas, y la cantidad de mitos que existen ha generado mucho miedo en su contra. Por ejemplo, existe la falsa creencia de que ellos fueron quienes causaron el brote de la pandemia que vivimos en la actualidad; esto no es verdad y entonces cada vez se hace menos justicia con estos maravillosos mamíferos. Antes de decidir excluir a una colonia del refugio que han elegido, es aconsejable analizar si es imprescindible hacerlo.
Para que los murciélagos liberen el refugio, lo más importante es no intentar sacarlos sin antes pedir ayuda a personas que conozcan sobre su comportamiento. Asustarlos no resuelve el problema porque los murciélagos adultos escaparán asustados, mientras sus crías quedarán en el refugio desprovistas del cuidado de sus mamás. Una alternativa es buscar ayuda para sacar a los actuales inquilinos, una vez que todos hayan logrado salir es necesario tapar cada uno de los espacios pequeños por donde podrían estar entrando para evitar que llegue una nueva colonia. Otra opción muy recomendada es la de ubicar refugios artificiales con modelos y diseños específicos que han sido probados en algunas especies. Son de madera y de fabricación relativamente sencilla si se siguen las guías apropiadas. Estos mini refugios artificiales pueden ubicarse en las paredes exteriores, en la parte alta de las casas o en el jardín. Si el refugio está correctamente elaborado, las colonias de murciélagos pueden sentirse atraídas y elegirlo de manera natural [aquí puedes encontrar algunos recursos para construir refugios].
Lo mejor es aprender a convivir con ellos, aprender de ellos y apreciar todos los beneficios que proveen a los ecosistemas. La mayoría de murciélagos se alimentan de insectos, frutas o néctar. Es decir que ayudarán a tener una mayor diversidad de plantas cerca, menos cantidad de insectos que pueden afectar a los cultivos de campos agrícolas de las zonas aledañas, y a controlar la cantidad de mosquitos que pueden ser vectores de enfermedades como el dengue.
Si los tenemos cerca también podemos ser testigos de su increíble y muy curioso comportamiento social.
El Bosque Húmedo Tropical uno de los ecosistemas con mayor diversidad de murciélagos en el continente americano. Crédito: Paula Iturralde-Pólit.
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Imagen de portada: Cuatro individuos perchan en fila sobre el tronco de un árbol en la Amazonía Ecuatoriana. ©Rubén D. Jarrín E.