Minga Opazo y los materiales de la tierra

Minga Opazo es una artista chilena quien reside en Los Ángeles, Estados Unidos, y actualmente hace una residencia en CAM Gallery, Carnegie Museum. Minga trabaja con materias primas como una manera de reflexionar acerca del actual modelo económico basado en la extracción desmesurada de recursos naturales y en lo que eso significa en términos ambientales. […]

Minga Opazo es una artista chilena quien reside en Los Ángeles, Estados Unidos, y actualmente hace una residencia en CAM Gallery, Carnegie Museum. Minga trabaja con materias primas como una manera de reflexionar acerca del actual modelo económico basado en la extracción desmesurada de recursos naturales y en lo que eso significa en términos ambientales.

En la exposición Arte Joven 2017 MAVI exhibe Monocultivo, obra que fue realizada en respuesta a los incendios forestales que devastaron Chile durante el verano del 2017. En esta entrevista, Minga nos habla acerca de sus obras, su inspiración y su proceso creativo.

Minga trabajando en «Tramar I».

Tu trabajo recorre diversas técnicas, soportes y texturas. ¿Cómo definirías el hilo conductor de tu obra?

El hilo conductor es la naturaleza. Durante el tiempo que viví en Chile, vivía en Colina hacia el campo, y entonces crecí conectada con la naturaleza, que es algo que ahora emerge naturalmente en todo lo que hago. De niña siempre estaba afuera, embarrada y en el cerro, y creo que mantengo la conexión con esa niña.

¿Cuándo emigraste fue muy chocante? ¿Era todo muy diferente? 

En cuanto a paisaje es bastante similar, porque California tiene montañas y mar. Sin embargo, mi situación era distinta porque en Chile vivía en la punta del cerro, y pasaban cosas como si llovía mucho no podía ir al colegio, porque el auto se podía quedar pegado en el barro. Mientras que en Estados Unidos llegué a vivir a una ciudad, entonces la naturaleza ya no estaba en el patio, había que ir a buscarla. Pero sí hay muchos parques nacionales y no están tan lejos.

¿Cuándo empiezas a hacer arte?

De cierta manera toda la vida, porque a los seis años comencé con clases de óleo. Pero cuando dije “me voy a dedicar al arte” fue en el college, porque para mis ramos electivos fui tomando cada vez más ramos de arte y eso me ayudó a tomar la decisión.

Luego estudié en la universidad de Berkeley, y fue una experiencia súper importante porque los profesores me ayudaron a entender cómo se sigue esta carrera y cómo inspirarme en la naturaleza.

Instalación de la obra «Monocultivo».

¿Cómo es trabajar inspirada en Chile desde el extranjero?

Chile siempre ha representado mis raíces, y eso es algo con lo que busco conectar, porque el hacer arte es en el fondo una reflexión de uno mismo. Entonces, es como un experimento de cierta forma, de cómo yo, desde el vivir acá, me relaciono con esas raíces, y desde allí nace mi arte.

De todos modos, gran parte de mi familia sigue en Chile, por lo que viajo seguido y estoy siempre actualizando ese vínculo, entonces sería difícil para mi hacer algo que no estuviese relacionado con Chile.

Además viví allí hasta los 16 años, por lo que pasé etapas muy formativas allá, y eso ha hecho que luego me interesara por saber más acerca de Chile. Esto me ha llevado a estudiar, por ejemplo, acerca de los pueblos originarios de la Patagonia, que fue lo que me llevó a trabajar con los onas (selknam); o acerca de las forestales que es lo que luego me llevó a crear la obra Monocultivo.

También me ha llevado a interesarme por recorrer Chile y a fascinarme por cosas que en general uno no le pone atención hasta cuando es más viejo, como cuando fui a Chiloé, me encantó todo el trabajo textil que allí se está haciendo.

En tu trabajo con los tejidos llama mucho la atención la fusión entre un quehacer tan ancestral con una re-elaboración tan contemporánea. ¿Cómo nace esto?

Fue en un viaje al sur con mi papá, pasamos por Buchupureo y había una señora vendiendo unas bolas gigantes de lana y fue como “¡¡Para, para, para!! Quiero ir a ver” Y fui corriendo a hablar con ella y le compré dos bolas, y mi papá no entendía porqué las había comprado ni yo tampoco, pero solo sabía que las necesitaba.

Luego fue el viaje a Chiloé, que nunca había ido de adulta, y vi los telares, y todo su trabajo con los tejidos y quedé fascinada, ojalá haber podido quedarme a aprender allí con ellos.

Una vez de vuelta en California, comencé a explorar con las lanas en el estudio, ya había comenzado a trabajar con cobre y a eso quería incorporar las lanas, porque son dos materiales extraídos en Chile. Y comencé a tejer, y a hacer los telares y ahí comenzó a unirse todo.

Me gusta que tenga historia la lana, que sea algo primordial, un material con el que se trabaja en distintas partes del mundo. Además es bien doméstico, me recuerda a mi abuela que siempre estaba tejiendo (y que nunca me enseñó, y yo siempre le pedía). Ella tejía mientras veía la teleserie, en ese sentido nuevamente es algo bien chileno.

El arte de Minga juega con lo efímero en «Tramar II».

Uno de tus trabajos con telares es Healing symbols ¿De qué se trata esa obra?

Fue una instalación específica para el hospital de cáncer de Ventura, quienes querían algo para los pacientes. Toda la instalación estaba dedicada a la sanación del lugar.

Yo en paralelo estaba trabajando con los onas, entonces pensé en inspirarme en los símbolos de sanación de sus chamanes, y también de otras culturas originarias de distintas partes del mundo. Digo “me inspiré” porque no son exactamente los mismos símbolos ya que no quería apropiarme de ellos dado que no soy originaria de esas culturas.

Por otra parte, pensé en trabajar con lana porque se ocupa para hacer mantas, y las mantas te cubren cuando estás enfermo, y te reconfortan porque son suaves, y entonces hice esos telares para el hospital.

Taller de Minga, donde podemos apreciar un par de cuadros de «Healing symbols» colgando de la pared.

Y tus trabajos con los onas. ¿Cómo nace tu interés por esa etnia en particular?

Nace porque mi hermano había nacido acá (Estados Unidos), y con mi mamá hablábamos de como él no iba a tener esos referentes de la cultura chilena, entonces se nos ocurrió hacer un libro, de distintas cosas, y entre ellos las culturas originarias, para transmitirle de alguna manera las cosas que pensábamos eran importantes.

Por otra parte, mi mamá siempre había sentido un interés especial por los onas, que luego me transmitió a mí. Porque cuando ella estudiaba, la última mujer selknam fue a dar una clase en la Universidad de Chile, y entonces ella la conoció.

Además en Berkeley tienen un departamento de antropología súper bueno, y tiene artefactos onas, entonces yo me metía a las bodegas a ver los artefactos, y me llamaban mucho la atención los patrones que se dibujaban en el cuerpo, de cierta manera sentía una correlación con lo que yo estaba haciendo. Obviamente yo no tengo idea como fueron los procesos creativos de ellos, pero pienso que los patrones son como patrones de la naturaleza que los simplificaron y se los pintaron en el cuerpo, entonces los encontraba muy interesante.

«Patrones», obra realizada el 2016.

Tu obra Monocultivo fue seleccionada por MAVI para la exposición Arte Joven. Cuéntanos acerca de esta obra.

Fue una obra que creé especialmente para el MAVI a raíz de los incendios forestales del verano del 2017. Justo coincidió con que yo estaba de vacaciones en el sur cuando pasaron los incendios, lo cual fue algo que me resonó mucho.

Cuando comencé a estudiar acerca del tema, me enteré de cómo los monocultivos forestales crean las condiciones propicias para que ocurran los incendios. Además, la celulosa que resulta de las plantaciones de monocultivos, se exporta a China o a Estados Unidos y es transformada en cartón.

Aquí todo el mundo tiene cajas de Amazon por todos lados, sirven para el transporte del producto y luego son simplemente tiradas a la basura. Entonces la celulosa que se extrae de las miles de hectáreas de plantaciones, que desequilibran los ecosistemas del sur, se transforma en material de embalaje, es decir: en el residuo del consumismo.

La instalación de la obra Monocultivo fue realizada con cartón de las cajas de amigos y amigas que puse todas juntas, quemando sutilmente sus bordes, como una insinuación.

En el detalle de la obra «Monocultivo» podemos apreciar el borde quemado de los cartones.

En ese sentido, ¿cómo ves el rol del arte?

Para mí es un medio para expresarse y dar cuenta de lo que está pasando y de lo que te está afectando a ti.

Con mi arte siempre buscó hacer referencia a cómo los materiales en Sudamérica son extraídos y llevados a países millonarios, mientras las minas derraman tóxicos y el clima cambia. Entonces, mi intención es hacer referencia a la otra cara de la moneda, que sí bien estas actividades traen plata al país, y la economía de Chile ahora está desarrollada, también causan muchos problemas. Esto es lo que me lleva a trabajar siempre con materias primas, precisamente aquellos que son extraídos de la naturaleza: el cobre, el cartón y la lana.

Sobre todo viviendo en Estados Unidos, donde mucha gente piensa que el cambio climático no es real. Es un choque cultural tremendo, porque en Chile nadie te diría que el cambio climático no es real, a mí me inculcaron simple que era algo preocupante y que había que cuidar el planeta, y luego que aquí me digan que no es real es muy impactante. Por ello, con mis obras busco llamar la atención y decir: “Esto está pasando, es importante”. Sobre todo acá que hay mucha gente que no está ni ahí.

Ahora estoy trabajando en una instalación en el Carnegie Museum, acerca de los incendios de California que ocurrieron en diciembre. Esos no fueron por monocultivos, pero si debido al cambio climático, porque en el hemisferio norte, diciembre se supone que es el mes lluvioso, y estaba muy soleado, muy caluroso y brotaron incendios en muchas partes, hasta la casa de un amigo se quemó. Entonces, la obra interroga hasta qué punto es posible negar algo que está evidentemente ocurriendo.

Trabajas mucho con la repetición, a nivel de proceso creativo ¿qué te provoca eso? ¿De donde viene ese deseo de generar repeticiones?

Probablemente porque fui entrenada en serigrafía, y la serigrafía es muy de pasos que llevan a un resultado final. Me gusta establecer pasos para mí misma, y de ahí que una idea más o menos definida vaya tomando forma. Esos pasos tienen que ver con la repetición.

Por ejemplo, en Monocultivo un paso era cortar cartones, y los cortaba todos; luego quemar los cartones, y los quemada uno tras otro, terminando en una obra grande. Igual que al tejer, que se repite el mismo punto, hasta llegar a algo grande.

La repetición es algo que se ve en la naturaleza, un poco de algo, repetido, se transforma en algo grande. Un árbol es gran parte un conjunto de muchas ramas y hojas. Me gusta esa manera de crear porqué es meditativo, te permite enfocarte. Siempre llevo a cabo proyectos que se construyan de esa manera.

En tus obras es evidente la intención de transmitir algo para que no se pierda.

Sí, es verdad, pero también de rescatar un momento en la historia, como en Tramar, que son instalaciones realizadas en unos cercos en la playa. Es algo efímero, porque al estar al aire libre se va a descomponer, no es algo que vaya a quedar para siempre.

«Tramar I» fue realizada en una playa de Ventura, California.

¿Cómo ha sido tu viaje a través de los distintos materiales que utilizas en tu obra?

En el arte moderno está pasando mucho que los artistas primero piensan en la idea y el proyecto, y los materiales vienen después. Así pueden ocupar los materiales y la técnica que mejor representen la idea.

A mí me encanta explorar, aprender y trabajar distintos materiales, lo cual hoy es fácil, porque hay muchos tutoriales en youtube. Ahora, también mantengo una línea, pues me gusta trabajar con materiales naturales.

No sé si será bueno o malo, porque no soy experta en ninguna técnica, pero la generación de nosotros es así, exploramos varias cosas, no somos tan tradicionales. Como hoy es tan fácil acceder a la información hay mayor libertad en el aprender, y las personas creativas lo aprovechan.

Minga Opazo.

Foto de portada: Minga sostenido las lanas con las que trabajó en «Tramar I».