Mercurio en los océanos: una amenaza a la biodiversidad y a la salud humana

Durante 2024 siete ciudades francesas prohibieron el atún y sus derivados en los menús escolares, aplicando el principio de precaución ante posibles riesgos para la salud infantil. La medida se basa en una alerta de las organizaciones ecologistas Bloom (Francia) y Foodwatch (Alemania), que denunciaron elevados niveles de mercurio presente en las latas de este pescado que se comercializan en Europa.

El estudio examinó 148 latas de atún en conserva y encontró que todas superaban los 0,3 mg/kg de mercurio, una cifra que normalmente corresponde al atún fresco. Aunque la ley europea permite hasta 1 mg/kg, las organizaciones que realizaron el análisis señalan que, en las conservas, la concentración puede aumentar notablemente y alcanzar valores cercanos a 2,7 mg/kg. Esto significa que, sin que exista una infracción legal necesariamente, el nivel de mercurio en el producto enlatado puede ser varias veces mayor que el esperado en su forma fresca.

Un metal peligroso y persistente

La OMS nos recuerda que el mercurio (Hg) es “una de las diez sustancias químicas gravemente preocupantes para la salud” y añade que para las infancias “es un peligro inmediato”. Este metal pesado, altamente tóxico y bioacumulable –se almacena en los tejidos orgánicos, generando efectos tóxicos a largo plazo, y su concentración se incrementa progresivamente a lo largo de la cadena trófica–, afecta gravemente tanto a los ecosistemas como a la salud humana, especialmente en los ambientes marinos donde ha causado daños significativos. 

Aunque se encuentra de forma natural en la corteza terrestre —en rocas, suelos y depósitos de carbón— se vuelve problemático cuando se libera al ambiente y pasa a la atmósfera o al agua. Parte de estas emisiones ocurren por procesos naturales, como erupciones volcánicas o incendios forestales; sin embargo, la mayor contribución proviene de las actividades humanas, principalmente la quema de carbón, petróleo, madera y residuos que contienen mercurio, que lo dispersan ampliamente en el aire. La contaminación por mercurio proviene, así, principalmente de las centrales eléctricas alimentadas con carbón, las aguas residuales, la minería y la agricultura convencional, así como de otros procesos industriales, incluidos los farmacéuticos, la pulpa de papel y la producción cáustica. Por esta razón, existe una presencia significativa de mercurio en las costas chilenas, concentrada principalmente en zonas con actividad industrial, minera y de quema de carbón, como la Bahía de Quintero-Puchuncaví y otras localidades costeras del norte y sur del país. 

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Presencia de mercurio en el mar

El mercurio (Hg) llega a los océanos –ya sea por origen natural o antropogénico– principalmente a través de la atmósfera y de los ríos. Una vez alcanza la superficie oceánica, se incorpora a los organismos marinos y, posteriormente, a la cadena alimentaria, donde puede acumularse y propagarse entre diferentes especies.

Con el objetivo de limitar la contaminación generada por el ser humano, en 2017 entró en vigor el Convenio de Minamata. Este acuerdo internacional busca reducir de manera significativa las emisiones y liberaciones de mercurio. Sin embargo, aún existe una gran incertidumbre sobre la cantidad total de este metal presente en la biosfera, especialmente en lo que respecta a su impacto dentro de la cadena trófica marina.

En el contexto del ciclo global del mercurio, los sedimentos oceánicos desempeñan un papel esencial. Constituyen el principal sumidero de este metal y, por tanto, son una reserva clave para entender su distribución planetaria. No obstante, los valores comúnmente aceptados sobre el flujo promedio de mercurio en los sedimentos de aguas profundas no provienen de mediciones directas, sino de estimaciones basadas en partículas en suspensión.

Para abordar esta falta de información, en 2021 un equipo internacional de científicos de Dinamarca, Canadá, Alemania y Japón emprendió una investigación en una de las regiones más inaccesibles del planeta: las profundidades del océano Pacífico. Sus resultados, publicados en la revista Scientific Reports, revelaron una acumulación de mercurio sin precedentes. Las concentraciones encontradas superan ampliamente las registradas en otros entornos similares e, incluso, en varias zonas afectadas por contaminación industrial.

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Impacto en las costas chilenas y su biodiversidad

Un estudio reciente encabezado por la doctora en Ecología y Biología Evolutiva Rocío Álvarez Varas ha puesto en evidencia una situación alarmante para la salud de las tortugas marinas que habitan las aguas de Rapa Nui, en el océano Pacífico de Chile. Entre 2018 y 2024, su equipo analizó muestras de 52 tortugas verdes (Chelonia mydas) capturadas en la zona, detectando alteraciones fisiológicas vinculadas a deficiencias nutricionales, infecciones y exposición a contaminantes. Uno de los resultados más inquietantes fue la presencia de concentraciones de mercurio entre las más altas registradas en esta especie a nivel mundial.

Las tortugas verdes, clasificadas en Peligro de Extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), utilizan las aguas de Rapa Nui como zona de alimentación y residencia prolongada, permaneciendo allí hasta alcanzar la madurez sexual, un proceso que puede demorar tres décadas. Aunque la fuente exacta del mercurio aún no se ha determinado, los investigadores plantean que podría estar asociada a la dieta oportunista de estos reptiles. Se sospecha que las tortugas consumen restos de peces de gran tamaño, como el atún, que son descartados al mar tras las faenas de pesca artesanal. Estos peces, situados en lo alto de la cadena trófica, tienden a acumular concentraciones elevadas de contaminantes, entre ellos el mercurio, que luego podrían transferirse a las tortugas.

Las tortugas verdes, clasificadas en Peligro de Extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). ©Charles J. Sharp

En el territorio continental chileno, las principales fuentes de emisión de este metal pesado suelen ser las termoeléctricas a carbón. Por ello, se considera prioritario fortalecer los sistemas de monitoreo de mercurio en peces y mariscos provenientes de zonas donde se concentran estas y otras industrias, como Ventanas, Huasco, Coronel o Tocopilla.

En esa misma línea, durante 2023 el Centro de Investigación HUB Ambiental de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), junto al Laboratorio de Química Analítica y Ambiental de la Universidad de Valparaíso, elaboró un informe sobre la presencia de metales pesados en peces recolectados en la bahía de Quintero-Puchuncaví. El estudio reveló concentraciones particularmente altas de mercurio en los sectores impactados por el complejo industrial Ventanas. Las especies más afectadas fueron en el caso de los moluscos: los locos (Concholepas concholepas) y las lapas (Fissurella sp.). En el caso de los crustáceos la especie R. polyodon. Todas estas presentaron niveles superiores a los observados en el área de control utilizada para la comparación, ubicada en la localidad de Quintay.

Un aspecto especialmente relevante en este contexto es el papel que desempeñan los moluscos, organismos filtradores que actúan como los primeros receptores de contaminantes presentes en el agua, incluidos el mercurio y otros metales pesados. Debido a su capacidad de acumulación, estos invertebrados constituyen un eslabón crítico en la transferencia de toxinas dentro de la cadena alimentaria. Por esta razón, su consumo puede ser potencialmente dañino para la salud humana, sobre todo en áreas cercanas a fuentes industriales de contaminación.

Los daños ambientales afectan directamente a la salud humana

La presencia de mercurio en los ecosistemas marinos no solo representa una amenaza para la fauna que habita en ellos, sino que también tiene implicancias directas para las comunidades humanas que dependen del mar como fuente de alimento y sustento. La acumulación de este metal en organismos marinos puede traducirse en una exposición constante para las personas que consumen pescado y mariscos contaminados, especialmente en zonas cercanas a focos industriales o con escaso control ambiental. Así, los daños ecológicos observados en especies como las tortugas marinas o los moluscos costeros son también un reflejo de un problema mayor: la conexión inevitable entre la degradación ambiental y la salud humana.

El consumo de especies contaminadas es un riesgo mayor en grupos vulnerables como los niños y las mujeres embarazadas. El nivel de toxicidad depende tanto de la concentración del metal como de la forma química en la que se presente. Entre ellas, el metilmercurio es la variante más peligrosa, ya que se absorbe fácilmente a través del tracto intestinal y se distribuye por el torrente sanguíneo hacia diversos tejidos. Una vez en el organismo, puede acumularse en órganos vitales —como el cerebro y los riñones— y atravesar la barrera placentaria, afectando el desarrollo fetal.

«Las enfermedades neurodegenerativas, tales como el Alzheimer, Parkinson, ALS y demencia, que si bien pueden tener causas multifactoriales, tienen en común la acumulación de metales pesados en el cerebro, tales como el metilmercurio y el aluminio».

En el sistema nervioso central, el metilmercurio puede transformarse en mercurio elemental mediante procesos de desmetilación, generando alteraciones funcionales que se manifiestan con distintos síntomas neurológicos y conductuales. Entre ellos se incluyen temblores, alteraciones del sueño, irritabilidad, espasmos musculares, pérdida de memoria, depresión y, en algunos casos, deterioro cognitivo progresivo. 

En los recién nacidos expuestos durante la gestación, se ha documentado una reducción en la capacidad cognitiva, junto con trastornos psicomotores y mentales graves (Scutarașu y Trincă, 2023). Hoy existen estudios de que enfermedades neurodegenerativas, tales como el Alzheimer, Parkinson, ALS y demencia, que si bien pueden tener causas multifactoriales, tienen en común la acumulación de metales pesados –tales como el metilmercurio y el aluminio–  en el cerebro, causando neuroinflamación, estrés oxidativo y daño celular. Así juegan un rol crucial en el desarrollo de estas enfermedades, cuyas cifras se encuentran en aumento. 

Ante esta evidencia, organismos internacionales como la Food and Drug Administration (FDA) y la Environmental Protection Agency (EPA) de Estados Unidos han impulsado campañas de prevención destinadas a reducir la exposición dietaria al mercurio. Estas instituciones recomiendan limitar el consumo de especies con altas concentraciones de metilmercurio —como el tiburón y el pez espada—, especialmente en mujeres embarazadas, en periodo de lactancia y en niños pequeños, con el fin de evitar los efectos tóxicos asociados a este metal.

Los moluscos son organismos filtradores que actúan como los primeros receptores de contaminantes presentes en el agua, incluidos el mercurio y otros metales pesados. ©Mar del Sur

La urgencia de políticas públicas y una gestión ambiental justa 

La decisión de varias ciudades francesas de retirar el atún de los menús escolares refleja una preocupación creciente que trasciende fronteras. La contaminación por mercurio ya no es solo un problema ambiental, sino también un asunto de salud pública global. Los resultados del estudio europeo, junto con las evidencias obtenidas en ecosistemas marinos de Chile, confirman que la acumulación de este metal pesado en la cadena alimentaria puede alcanzar niveles que ponen en riesgo tanto la biodiversidad como la salud de las comunidades humanas. La relación entre el deterioro de los ecosistemas y el bienestar de las personas es directa e ineludible: no puede haber salud humana en un entorno contaminado.

Frente a esta realidad, resulta urgente avanzar hacia políticas públicas más transparentes y efectivas que garanticen el acceso a información clara sobre la procedencia y calidad de los productos marinos. Los metales pesados, particularmente el mercurio, juegan un rol importante en la crisis de salud pública mundial, donde existe un aumento alarmante de enfermedades crónicas y degenerativas. Es necesario replantear nuestra relación con el entorno: la salud es ambiental, no hay separación. 

Referentes: 

Álvarez-Varas, R., Ayala, E., Lagos, R.,  et al. (2025). “Mercury exposure and health challenges in Rapa Nui green turtles: urging conservation and long-term monitoring in the South Pacific”. Conservation Physiology, Volume 13, Issue 1, coaf019, https://doi.org/10.1093/conphys/coaf019

Curaz Leiva, S., Moenne Figueroa, F., & Blanco Murillo, F. et al. (2023). Análisis de metales en recursos pesqueros de la bahía Quintero-Puchuncaví. Centro de Investigación HUB Ambiental, Universidad de Playa Ancha & Laboratorio de Química Analítica y Ambiental, Universidad de Valparaíso.

Guterman, J., Ducos, L., & Le Manach, F. (2024). Toxic tuna: Chronicle of a health scandal. Bloom. https://www.bloomassociation.org/toxic-tuna-report

Paduraru, E., Iacob, D., Rarinca, V., Rusu, A., Jijie, R., Ilie, O. D., Ciobica, A., Nicoara, M. y Doroftei, B. (2022). Comprehensive Review Regarding Mercury Poisoning and Its Complex Involvement in Alzheimer’s Disease. International journal of molecular sciences, 23(4), 1992. https://doi.org/10.3390/ijms23041992

Sanei, H., Outridge, P.M., Oguri, K. et al. “High mercury accumulation in deep-ocean hadal sediments”. Sci Rep 11, 10970 (2021). https://doi.org/10.1038/s41598-021-90459-1

Scutarașu, E.C.; Trincă, L.C. (2023). “Heavy Metals in Foods and Beverages: Global Situation, Health Risks and Reduction Methods”. Foods, 12, 3340. https://doi.org/10.3390/foods12183340

Zambrano Castro, S., Caro Uribe, P., & Salazar Chica, L. (2025). Parkinsonismo en fundidor de oro: intoxicación por mercurio. Acta Neurológica Colombiana, 41(2), e1849. Epub April 25, 2025.https://doi.org/10.22379/anc.v41i2.1849

Imagen de Portada: ©Jason Mavrommatis