Más hierba y menos maleza: por una relación de reciprocidad con las herbáceas

Sanadores, herboristas, boticarios, brujas y chamanes han trabajado a lo largo de la historia probando y experimentando con plantas. Casi la totalidad de los remedios herbarios actuales “se basa en el ensayo y error de nuestros antepasados, que se atrevieron a observar y experimentar, llevándose sistemáticamente plantas a la boca y colocándolas sobre las heridas con la esperanza de hallar alivio” (Lawrence, 2022: 14). Así, en el mundo antiguo, el respeto por el mundo vegetal era una cuestión de vida o muerte.
Sanadores, herboristas, boticarios, brujas y chamanes han trabajado a lo largo de la historia probando y experimentando con plantas. ©Herbsociety

El mundo ha cambiado y con ello también las prácticas medicinales. La salud es vista hoy como un negocio tan naturalizado que pocos son capaces de cuestionar. Sin embargo, aún hoy existen muchas comunidades indígenas que continúan buscando alivio y armonía en las plantas. Así también, se han sumado nuevas corrientes que buscan retomar este vínculo olvidado de reciprocidad con la flora que habita en los diversos territorios. Cada día más herbolarios, sanadores, terapeutas y personas que buscan sanar y prevenir dolencias buscan con interés genuino las bondades del mundo vegetal, aportando de paso en una relación de reciprocidad con estas plantas, relación que se inicia con el reconocimiento de estas. 

Buenas y malas hierbas: breve revisión del vocabulario hortícola

La etnobotánica Robin Wall Kimmerer dice que la diferencia esencial entre un intercambio mercantil y un regalo es el vínculo que se establece entre ambas partes. En sus palabras: “en la economía de los dones, los regalos no son gratuitos. La esencia del regalo es que crea una serie de relaciones. La moneda de cambio sobre la que se cimenta la economía de los dones es la reciprocidad”(2015: 41). En este sentido, si aceptamos que las plantas medicinales, por ejemplo, son un don o un regalo, la relación con estos seres debería ser de reciprocidad y cuidado mutuo, y no solo de utilidad. 

“La ecología y las ciencias ambientales en general han catalogado a muchas de estas plantas medicinales como plantas invasoras, malezas, pestes, etc. A las herbáceas se les tolerará su presencia siempre y cuando conozcan su lugar legítimo como trabajadoras, obreras y proveedoras: mercancías controladas en función del sistema”.

Sin embargo, sabemos que en el pensamiento hegemónico actual esto no es así. La industria farmacéutica ve a las plantas como recursos rentables y, por lo tanto, sujetos al mercado del extractivismo aterrador que todo lo consume. Esta visión obviamente sobrepasa la industria, expandiéndose a otras disciplinas y prácticas. Así, por ejemplo, la ecología tradicional y las ciencias ambientales en general han catalogado a muchas de estas plantas medicinales como plantas invasoras, malezas, pestes, ruderales, entre otras categorías más o menos despectivas, dependiendo de su comportamiento. Lo anterior quiere decir que a las herbáceas se les tolerará su presencia siempre y cuando conozcan su lugar legítimo como trabajadoras, obreras y proveedoras: mercancías controladas en función del sistema. De lo contrario serán consideradas una invasión a la que hay que atacar. De esta forma, las palabras que las describen, siempre operan a favor del provecho humano, culpando a la planta de su capacidad de reproducción, resiliencia y resistencia, es decir, de su inteligencia y adaptabilidad. 

El pensamiento occidental generalmente culpa a la planta de su capacidad de reproducción, resiliencia y resistencia. ©Constanza López Cabello
En el mejor de los casos a las plantas medicinales se les llama hierbas, palabra prestada de su condición de herbáceas. ©Constanza López Cabello

En el mejor de los casos a estas plantas se les llamará hierbas, palabra prestada de su condición de herbáceas. Sin embargo, prefiero el concepto de “plantas vagabundas” propuesto por el horticultor y paisajista Gilles Clément (2022). Se trata de especies herbáceas, generalmente extranjeras, muy inteligentes, capaces de adaptarse y proliferar en los lugares más perturbados. Me parece un concepto más amable que el de especie invasora. Por lo demás, “para ser exactos, no solo las especies que tildamos de invasoras, sino también la mayor parte de las plantas que creemos que forman parte de nuestro entorno desde siempre, son de hecho emigrantes más o menos antiguas” (Mancuso, 2017).  

La proliferación de las vagabundas, de hecho, tiene que ver también con el propio accionar humano. Clément dirá que estas plantas por lo general se dan muy bien en los sitios que hemos abandonado, tales como los escombros, lugares alterados, pedregosos, que ofrecen luz y disponibilidad de expresión. En sus palabras: “cuando el ser humano desarrolla una actividad a todos los niveles, araña la tierra, la hiere, la levanta, la cultiva: abre el campo a las vagabundas” (2022:128). Sin embargo, el vocabulario hortícola, culpa a la planta de su poder y encubre al humano de su accionar. 

Muchas de estas vagabundas a su vez tienen propiedades medicinales, característica que podemos aprovechar ya no en un sentido mercantil, sino para crear una relación con estas. Reconocer su uso nos conducirá a reconocerlas, que quizás sea el primer paso para conectar y experimentar una relación con estas hierbas invisibles. Por otra parte, en los sitios urbanos muchas veces son las únicas especies vegetales de fácil acceso. Reconocer al otro y sus dones es la primera fase, entonces, de una economía de los dones, una forma de relacionarnos mucho más amable con la biodiversidad con la que cohabitamos.

Gilles Clément dirá que las plantas que llamamos invasoras por lo general se dan muy bien en los sitios que hemos abandonado. ©David Brooks

Algunas Hierbas Medicinales del mundo

Las hierbas como el llantén, el diente de león o la borraja, son especies que poco a poco han pasado a considerarse cosmopolitas, pues son capaces de vivir en variadas geografías y biomas, en campos y ciudades. Estas plantas son el recordatorio de que el movimiento humano siempre va acompañado de estas viajeras. Y, menos mal, porque son parte del botiquín natural que podemos encontrar en jardines, parques y cunetas. Sería injusto, entonces, considerarlas como “malas hierbas” o “invasoras”. 

A continuación, entonces, presento a estas tres plantas básicas en cualquier botiquín herbolario y sus posibles usos como una forma de honrar y motivar una relación recíproca con ellas. 

Diente de León

Su nombre taxonómico es Taraxacum officinale. Se encuentra prácticamente en todos los continentes y territorios. Aunque es comestible en su totalidad y se le han atribuido numerosas propiedades medicinales, es considerada como maleza. Dentro de sus propiedades destaca su abundante contenido en vitamina A, B y C. Son fuente de hierro por lo que es muy propicia para acompañar el tratamiento de anemias. Además tiene un alto contenido en potasio, contribuyendo con ello a la eliminación de sustancias tóxicas residuales (Gandarillas, 2011). Así se recomienda su uso como planta depurativa, indicada para purificar el organismo de elementos tóxicos. En fitoterapia se usa también los principios activos puros mediante infusiones principalmente para inapetencia, indigestión y disturbios hepáticos. Se recomienda consumir como infusión de hojas y raíz triturada, también puedes comerla fresca en ensaladas. Incluso, en ciertas partes del mediterráneo las flores suelen usarse para preparar mermeladas. 

Taraxacum officinale. ©Walther Otto Müller
Llantén mayor

Su nombre taxonómico es ​Plantago major. Se han comprobado las propiedades inmunomoduladoras, antiinflamatorias, antimicrobianas, antiulcerosas, anticancerígenas, analgésicas y antioxidantes de esta planta (Zubair et all, 2019). Mayormente es utilizado como desinflamante de la piel para lo cual se hierven sus hojas y una vez tibias se colocan como emplastos en la parte afectada. Contiene mucílagos y ácido silícico que se utilizan como remedio pectoral. Se lo considera diurético, expectorante, emoliente y cicatrizante.

Plantago major (1564–1584). ©Gherardo Cibo
Borraja

Su nombre taxonómico es Borago officinalis. Sus hojas y flores contienen abundante mucílago capaz de reducir irritaciones locales en inflamaciones de boca, garganta y laringe. Así, también combate la tos. Además, su uso cutáneo ayuda a la cicatrización de heridas (Gandarillas, 2011). Los tratamientos prolongados deben ser cuidadosos por la presencia de alcaloides pirrolizidínicos tóxicos para el hígado. Para consumir se recomienda preparar infusiones de sus flores o preparar decocción de hojas trituradas. Para su uso cutáneo se recomienda el uso de cataplasmas, esto es mezclar grandes cantidades de hierba con agua caliente, formando una pasta, la que posteriormente se coloca sobre un tela transpirable. El género, entonces, se aplica sobre la piel dañada, haciendo de puente entre el cataplasma y la piel. 

Borago officinalis. ©Atlas des plantes de France, 1891

Reciprocidad

Desde el pensamiento hegemónico, el ser humano se ha situado en la cima de la evolución, “se trata de una posición autoproclamada” dice Francis Hallé (2020:19). Sin embargo, pienso como Hallé y tantos otros, “que hay que tener la modestia de admitir que las plantas han ido más lejos en su dirección que nosotros en la nuestras” (2020:20). Es un buen momento para ver a las plantas como maestras, colaboradoras y aliadas; y establecer parentescos raros como dirá la bióloga y pensadora Donna Haraway (2019), relaciones de reciprocidad y cuidado. Esto no quiere decir que no podamos utilizarlas como plantas medicinales, por ejemplo. Sin embargo, este uso debería ser medido y respetuoso. Si es así, entonces podremos mantener una relación recíproca con este mundo tantas veces invisible.

©Pascale Amez
©Flash Dantz

Bibliografía

Clément, G. (2022). Elogio de las vagabundas. Hierbas, árboles y flores a la conquista del mundo. Barcelona: Editorial GG. 

Gandarillas, F. (2011). Plantas comestibles con propiedades medicinales. Madrid: Incipit editores. 

Hallé, F. (2020). La vida de los árboles. Barcelona: Editorial GG. 

Kimmerer, R. (2015). Una trenza de hierba sagrada. Madrid: Capitan Swing. 

Lawrence, S. (2022). El huerto de las brujas. Las plantas en la magia, la cultura popular y la medicina tradicional.  Barcelona: Blume. 

Mancuso, S (2017). El Futuro es Vegetal. Barcelona: Galaxia Gutenberg.

Zubair, Muhammad; Widén, Cecilia; Renvert, Stefan; Rumpunen, Kimmo (2019). «Water and ethanol extracts of Plantago major leaves show anti-inflammatory activity on oral epithelial cells». Journal of Traditional and Complementary Medicine 9 (3): 169-171. ISSN 2225-4110. PMC 6544575. PMID 31193927. doi:10.1016/j.jtcme.2017.09.002

Imagen de Portada: ©Constanza López Cabello