El invierno ha terminado, la tierra descansó, luz comienza a aparecer. ¿Qué nos depara la próxima cosecha? ¿Qué irá a florecer? El agua fue abundante, un invierno impensado que quedará grabado en la memoria, con tiempo suficiente para observar el movimiento sigiloso de la naturaleza, donde muchos pudimos evalurnos a nosotros mismos, adentrarnos en la oscuridad, mirar hacia adentro, rememorar los pasos que nos han traído hasta aquí: un presente continuo y cambiante.
Hemos estado tan confundidos como aquel ciego que insiste en no ver. Y el mundo, en su andar desenfrenado que impide detenerse a observar, de pronto se ha detenido. El tiempo se paralizó. De pronto, hay tiempo para pensar y sentir para actuar en concordancia con lo que deseamos como personas y sociedad: ¿Cómo co-construimos este nuevo mundo? O como diría el filósofo y biólogo Humberto Maturana, ¿Qué queremos conservar de este mundo y de esta sociedad?
Estamos en un viaje a una nueva transición, debemos armar la mochila y evaluar lo que llevaremos con nosotros y lo que dejaremos atrás. En cada uno está la respuesta al cambio. Se trata de ver la luz en tiempos de oscuridad, o como nos diría Platón, al interior de la caverna.
Hemos despertado a un andar desenfrenado sin tiempo para observarse y observar, sin voluntad y dedicación para ver otras formas de vivir y relacionarse.
Ying Yang en la naturaleza, ilustración de Zsolt Baritz.
En su obra “Libro VII” de la Republica, Platón relata la alegoría de una caverna, donde hay un grupo de humanos prisioneros en la oscuridad de una caverna. Allí, la única luz proviene de las sombras que proyecta un fogón al otro lado de la muralla donde se encuentran encerrados. Los prisioneros, quienes nunca han visto la luz, creen que las sombras son proyecciones de la realidad. En eso, uno de los prisioneros consigue liberarse y decide salir en búsqueda de la luz, donde puede contemplar directamente el sol, la luna y las estrellas. De pronto, el prisionero ha descubierto la realidad más allá de las sombras proyectadas en la caverna.
En su mito de la caverna, Platón describe la importancia de ver más afuera, de observar nuestras sombras y reflejos, de romper con los paradigmas impuestos y darnos cuenta a través de la filosofía que lo que conocemos y sentenciamos como realidad, se convierte en obstáculos para abrirnos a nuevas formas de hacer, de ver, de sentir, de aprender y de construir. Los problemas humanos son tan antiguos como la filosofía y han sido representados en la historia con distintos nombres, personajes e historia. También en Chile, oradores del saber como el maestro Humberto Maturana continúan preguntándose: ¿Cómo conocemos lo que conocemos? ¿Hacía donde vamos? ¿Cómo hacemos lo que hacemos? La iteración es necesaria para comprendernos en una naturaleza circular.
Nuestra sociedad llegó a un momento disruptivo a nivel mundial, somos esclavos de aquella caverna, encadenados a una forma de convivir y relacionarse con la naturaleza, con nuestro entorno social y nuestra propia espiritualidad. En ese sentido, nuestros valores como sociedad se han quebrado y nuestra forma de vida tal como la conocemos ha llegado al colapso. Nos hemos dado cuenta de que las cosas no van bien, hemos despertado a un andar desenfrenado sin tiempo para observarse y observar, sin voluntad y dedicación para ver otras formas de vivir y relacionarse.
El miedo nubla nuestra voluntad para salir de la caverna, para afrontar lo desconocido. Así es como nos aferramos a viejos patrones del pasado. Para evolucionar, debemos confiar en que todo cambio es un aprendizaje trascendental, por que al salir de nuestra zona de confort, arriesgamos aquel mundo que percibimos como verdadero para conocer nuevas formas de andar.
«Ojo universo» ilustración de Pablo Carlos Budassi.
Sin herramientas para este nuevo mundo, el salto al vacío sería también una necedad. Por eso, debemos recuperar nuestro talento como especie humana, brindarle sustento a la pomposa etiqueta con la que nos hemos nombrado como “Homo sapiens sapiens”. Es momento de cultivar la sabiduría y la importancia del saber – tanto epistemológicamente como ontológicamente -es hora de poner en práctica los conocimientos adquiridos para generar la experiencia que hace al maestro digno de su sabiduría. Se trata de abrir nuestras mentes a investigar y experimentar, descubrir nuestro potencial creativo como poseedores de herramientas que sean capaces de proyectar los saltos a este desconocido abismo que enfrentamos.
El ser humano puede y se ha adaptado a todos los ambientes naturales que existen en el planeta. Por eso, podemos también trascender como sociedad a nuevas formas sin esperar que nuestro cuerpo se adapte biológicamente a estos cambios. A través de la comunicación y la interacción con otros, podemos organizarnos de diversas formas, limitar los errores de nuestros experimentos a través de la experiencia previa de otros, siempre que estemos dispuestos a escuchar, aceptar nuestras diferentes realidades para generar una más equitativa, soltar las verdades absolutas para observar la verdad como un continuo cambio. Nuestra existencia depende de nuestra flexibilidad al sistema.
Cultivar la esperanza y la positividad en tiempos de oscuridad para construir un mejor vivir. De lo contrario, estaremos ciegos por propia voluntad, porque negamos la existencia de la luz. La naturaleza es sabia cuando nuestros ojos así lo perciben; es también el reflejo de nuestro aprendizaje. En la oscuridad se sostiene todo lo vivo, se tejen las redes que sostienen los bosques como raíces y los hongos micorrizos. A su vez, para florecer se necesita de la luz. Asimismo, en la historia de la civilización han ocurrido momentos de cambio, que han sido clasificado como períodos de florecimiento, también de oscurantismo. Este momento de quiebre depende de nosotros, decidir si queremos navegar de noche o de día.
Debemos recuperar nuestro talento como especie humana, brindarle sustento a la pomposa etiqueta con la que nos hemos nombrado como “Homo sapiens sapiens”.
Todo suceso es una oportunidad para reformularse y seguir creciendo, la creatividad es una herramienta que nos abre una puerta de salida, esa luz que describió Platón al otro lado de la caverna. Pero nadie se atreverá a cruzar al otro lado si no cree que un mejor mundo es posible.
Herramientas sin valores
Hoy en día contamos con herramientas para el cambio, conocemos otras formas de economía, otras formas de interactuar, otros modelos. Nuestras instituciones, líderes y diversas organizaciones sociales y jurídicas están al tanto de las nuevas tecnologías, tendencias, la necesidad de generar ambientes sustentables. Por otra parte, estamos sobrepasados de información mediada, de charlas, seminarios, cursos gratuitos, Pero, ¿cuánto de a teoría llevamos a la práctica? ¿Cuánto tiempo gastamos en generar una imagen virtual y cuánto tiempo destinamos a construir de forma consciente aquel mundo sustentable que profesamos?
Antes de construir los cimientos de este nuevo comienzo debemos replantearnos profundamente lo valores por los que luchamos. Es su inexistencia lo que ha traído la crisis existencial en la que nos encontramos. Si no tenemos principios y valores claros, no podremos adaptarnos al cambio. No debemos olvidar que somos reflejo del mundo que construimos. En palabras de Humberto Maturana: «Yo pienso que la verdadera dificultad en aceptar que la noción de realidad es una noción explicativa de la experiencia, está en el miedo a la responsabilidad que trae consigo el darse cuenta de que el mundo que se vive es siempre obra propia. En la medida en que somos seres transitorios, no eternos, y que configuramos el mundo que convivimos con nuestro convivir, la vida, la naturaleza, toda la existencia es, en último término, nuestra responsabilidad, y será lo que hagamos de ella.”
«Dualidad», Ilustración de Mark Wang .
Algunas propuestas para transitar a un nuevo mundo
Desde el centro hacía afuera, desde nuestro interior, desde el corazón para cultivar nuestro microsistema, impactar positivamente desde el núcleo, desde la raíz del ser, cultivar la consciencia de nuestro entorno, de nuestra familia, amigos, ecosistema, comunidad local. Ser responsables de cada una de nuestras palabras, de nuestro consumo, de nuestra relación con el entorno social y ambiental. Los toltecas le llamarían a esto ser “impecable”: no suponer, no tomarse nada como algo personal, ser impecable con la palabra y dar cada día lo mejor de si.
El microsistema constituye el mesosistema, depende de nuestra sociedad en su conjunto cambiar la inequidad, la desigualdad, la violencia, la destrucción de los ambientes naturales, priorizar el PIB por sobre el buen vivir, la economía por la salud, la marginalidad, las formas de gobierno y los problemas derivados del sistema tradicional y patriarcal que hemos cultivado hasta la actualidad.
Construir un ejemplo de sociedad será un ejemplo a otros subsistemas para afectar positivamente al globo, y dar solución a los problemas globales en que nos encontramos, como las pandemias, la crisis climática y la devastación de sistemas naturales tan necesarios para la sobrevivencia de los seres vivos que habitan hoy en la Tierra.
Sobre la Autora
Josefa Valenzuela Correa es guía de trekking e interpretación de profesión, activista ambiental, actualmente conforma parte la de directiva de la fundación Lenga que tiene como objetivo contribuir a la soberanía local y trabajar en la creación de una red de economía circular local para la Región de Magallanes.
Su Instagram personal es @porlafuerzadelanaturaleza y el del proyecto es @magallanesbasuracero.
Imagen de Portada: «Ojo universo» ilustración de Pablo Carlos Budassi.