Las temporalidades de Claudia Müller: su obra y experiencia en Bosque Pehuén

La residencia artística Bosque Pehuén, de la Fundación Mar Adentro, se lleva a cabo en Palguín Alto entre el follaje de los bosques nativos de la Araucanía Andina. En su primer ciclo del 2021, recibió a cuatro residentes, entre ellos, la artista visual chilena Claudia Müller, quien viaja al mágico sur de nuestro país para […]

La residencia artística Bosque Pehuén, de la Fundación Mar Adentro, se lleva a cabo en Palguín Alto entre el follaje de los bosques nativos de la Araucanía Andina. En su primer ciclo del 2021, recibió a cuatro residentes, entre ellos, la artista visual chilena Claudia Müller, quien viaja al mágico sur de nuestro país para crear en contacto con la naturaleza.

Claudia porta un magíster en Artes de la Universidad de Chile, y es profesora en las Universidades Católica y Finis Terrae. Su trabajo llama la atención sobre fenómenos que son evidentes pero sobre los cuales no reparamos, y por lo mismo no acabamos de entender. Se centra en la observación de las relaciones entre los grandes actores de nuestra realidad: el tiempo, los ciclos, las fuerzas naturales y los elementos. Endémico web conversó con ella, de su obra y de su experiencia en Bosque Pehuén. 

Claudia Müller, viajó al mágico sur de nuestro país para crear en contacto con la naturaleza. © Claudia Müller.

E: Cuéntanos acerca de la obra que desarrollaste en la residencia Bosque Pehuén

C: Fueron distintas investigaciones. La primera es una instalación tipo site-specific llamada Leña muerta, que consiste en la categorización del material leñoso que recogí del suelo de Bosque Pehuén —principalmente raulí, roble y coigüe. Y la creación, a partir de éstos, de distintos moldes en cerámica que luego pudieran unirse para formar una canaleta; y que replicara un sector del mapa hidrográfico del lugar. 

La obra se instaló bajo un roble y se observa mediante una cámara trampa, para ver cómo se comporta estando sujeta a la naturaleza, que de alguna manera va a ser co-creadora de la obra y la modificará a través del tiempo. La cerámica es un material orgánico, por lo que es posible que con el tiempo presente moho o musgo, o que retenga agua capaz de atraer algún tipo de vida; así como también es posible que no resista los vientos o la nieve.

Este fue el proyecto con el que postulé, pero además desde la experiencia del habitar la residencia surgieron otras investigaciones. Estábamos en una salida a terreno y el guardaparques nos pregunta si queremos pasar a una laguna que está por el camino del Hued hued. Llegamos justo a la hora en que la luz tocaba la superficie del agua y se generaba un color turquesa muy especial. Y yo que siempre ando metiendo la cámara bajo el agua la sumergí y me encontré con todo un bosque oculto de la superficie terrestre, un espacio paralelo a lo que estaba sucediendo en la tierra. Entonces me interesé mucho por trabajar con el agua como un portal a otra dimensión, como un espejo o umbral que separa dos atmósferas muy distintas y a su vez paralelas. 

 

Al sumergir la cámara en el agua, Claudia se encontró con todo un bosque oculto de la superficie terrestre, un espacio paralelo a lo que estaba sucediendo en la tierra, relata. © Claudia Müller.

Luego, a partir de ese fenómeno que me parecía tan interesante, me llamaron también la atención los arcoíris que se formaban en las cascadas. Me di cuenta que éstos aparecían según la posición del observador, y según cómo entraba el rayo de luz en la cascada, siendo éste un momento bien preciso. Me pareció que esos arcoíris, no dejaban de ser una especie de cometa en la tierra, donde el agua se volvía la plataforma o el medio a través del cual se nos hacía visible esta luz que siempre está en tránsito, viajando por el espacio. 

¿Ves alguna relación entre esas exploraciones?

Sí. La rama de leña muerta recogida en el bosque, representa un supuesto “futuro” de la rama del roble vivo, bajo el cual está colgada la pieza de cerámica, que antes fue barro y luego de un proceso de fundición, se convierte en piedra. Así como el agua de la laguna refleja en su superficie todo el bosque, dentro de ella tiene un bosque en descomposición. Hay una imagen especular que se forma, que arroja una relación con el espejo y el umbral, como un portal a otra dimensión, la del tiempo y sus posibilidades.

¿Desde dónde nace tu interés por el agua?

Mi interés por el agua comenzó hace varios años y se actualiza cada vez que trabajo con ella. Me fascina la astronomía y creo que el agua es un elemento tan terrestre como extraterrestre. Los cometas se mueven por vapor de agua, siendo cuerpos celestes formados de hielo. Se dice que el agua llegó a la tierra en forma de cometa, estos traían hidrógeno dentro, y debido a la fricción, se fusionaron las moléculas de oxígeno e hidrógeno, abasteciendo de agua nuestra Tierra. 

El agua es un elemento que permite conocer el Universo, desde su materialidad. Por otro lado el agua es un elemento que permite visibilizar ciertas propiedades universales, como la gravedad por ejemplo, ya que siempre está fluyendo con la pendiente. 

Dentro de tus trabajos podemos observar un constante vínculo entre el quehacer artístico y el agua. Podríamos hacer un breve recorrido por tu exploración con este elemento y sus matices. 

La primera vez que trabajé con el agua fue en mi tesis de magíster, en la obra Constelante. Mi investigación se centraba en lograr visibilizar en la materia espacios vacuos (mi tesis la guió el biólogo Germán Manríquez). En esa búsqueda fabriqué un torbellino de agua, que gracias a un movimiento centrípeto, permitía un espacio vacío dentro de una cantidad de agua, que giraba a gran velocidad contenida en un balde. El vacío entonces, era contenido por la velocidad. Y me pareció súper interesante que la imagen cenital del remolino, se volviera un símil de la galaxia en forma de espiral.

Obra Constelante. © Claudia Müller.

Tras esta primera aproximación, me llamó la atención el agua como medida de tiempo y su relación con los ciclos. Un ejemplo de esto es la luna o los ciclos circadianos que suceden dentro de nuestro cuerpo que es en gran porcentaje agua. Entonces creé la obra Semidiurno que se trató de unas clepsidras de agua (relojes) que indicaban el tiempo que estaba abierta la galería, según lo que demoraba el agua en caer. 

Luego nace la obra Vaivén que está inspirada en el texto H2O de Philip Ball, que habla sobre cómo el agua está en constante circulación por todo el planeta, por lo tanto, cada 100 años volverá a pasar por un mismo punto, por ejemplo en la cuenca del Nilo. Esto me pareció muy bonito, y muy parecido a lo que uno pudiera preguntarse sobre nuestro propio cuerpo ¿Cada cuántos minutos pasa la sangre por el corazón? El agua es la sangre del planeta. Entonces formé dos circuitos de cerámica y bronce, a partir de canaletas como módulos que se conectan entre sí. Ambas piezas eran dos brazos iguales pero en sentidos opuestos, como en espejo. El agua que les circulaba era la misma, pese a que las estructuras nunca se tocaban. 

Tras realizar la residencia “Tiempo profundo” en la Casa Museo Alberto Baeriswyl en Tierra del Fuego, y recoger varias caracolas en Puerto Yartou, realicé la obra Ejercicios de Gravedad. Aquí uní varios elementos: el tiempo, la gravedad, la suspensión, la atmósfera del agua. Mi trabajo estaba en esas relaciones. Así fue como pulí las caracolas hasta dejar solamente su estructura vertebral, su espiral más desnudo. Luego las até cada una a una piedra pómez relativa a su peso para que fueran sostenidas en el agua. Estas piedras son las más jóvenes en el universo de las piedras, y me pareció bonito que cargaran, mediante su fuerza de flotabilidad a un ser más pesado y más antiguo.

Ejercicios de Gravedad realizado por la artista en el año 2011. © Claudia Müller.

Finalmente, en Buenos Aires surgió Hidrografía del cuerpo, este proyecto está inspirado en la teja muslera que fue la manera que fabricaban tejas en el tiempo de la colonia, en Latinoamérica. Los techos eran fabricados por esclavos y por la clase obrera, aplicando una lámina de barro sobre sus muslos, para formar canaletas greda con la medida de la pierna. Me parecía muy político que el cuerpo de la casa de un “patrón” estuviera hecha desde el propio cuerpo del esclavo. Yo opté por hacer brazos en vez de muslos, y varias personas colaboraron con brazos para formar una pieza de cerámica por la cual escurría el agua. La idea era que brazos de personas de Argentina y Chile se unieran en una instalación y fluyera agua de Buenos Aires por ella. Además a estos brazos se les inscribió el nombre de cada una de las personas que colaboraron, para dejar un registro de esa identidad. Una vez terminada la exhibición, las personas reconocían sus brazos y los llevaban a su casa como un regalo. Este trabajo justo coincidió con el estallido social en Chile, así que fue bien simbólico y surgieron muchas conversaciones políticas con personas argentinas y migrantes.

¿Cuál es el papel de la observación dentro de tu obra?

Yo creo que es fundamental cuando se está inserto en el arte, como artista y como espectador. Lo bonito es que los procesos de residencia permiten este tiempo para estar únicamente observando, en calma, incluso en otra dimensión espacio-temporal. En el trabajo de campo, se agudiza la observación, tal como el científico que ve en terreno lo que está aconteciendo guiado por su investigación. Porque puede interesar mucho el agua o la luz, pero si no logramos verla manifestándose en su entorno natural, no entenderemos todas sus dimensiones. Entonces trabajar con agua —en mis proyectos— tiene que ver con esto, entenderla en su movimiento y en su especificidad: cómo bifurca, cuál es su velocidad según la pendiente, etc.

¿Cómo influye la cercanía a la naturaleza, durante la residencia Bosque Pehuén, en la elaboración de tu obra?

Estar en contacto con la naturaleza es vivenciar y comprender en la experiencia, ciertas cosas que son súper lógicas, pero queen ocasiones no tenemos realmente internalizadas, y se nos olvidan en nuestro cotidiano en la ciudad. Cuando estamos en simbiosis con lo natural nos permitimos una apertura a entender cómo se manifiesta el mundo, cómo funciona el sistema del planeta del cual somos parte y eso es muy inspirador para un trabajo artístico, que luego traduce de manera sensible esos fenómenos. 

Por ejemplo, una de las experiencias que más me quedaron, fue de un día que hicimos con Álvaro (el guardaparques) la cumbre del volcán Quetrupillán. Allí hay mucha piedra volcánica, y es muy bonito ver la diversidad de colores: de rojos, verdes, negros, plomos, ocres, etc. Cada color surge en la piedra, según la velocidad a la cual se enfriaron luego de la expulsión, entonces se hace física la reflexión de que el planeta es puro tiempo, y que este tiempo tiene diferentes escalas, para cada proceso del planeta, esto se hace presente constantemente. 

Panorámica del volcán Quetrupillán. © Claudia Müller.

¿Cómo experimentas la relación entre la ciencia y el arte?

Creo que ambas disciplinas son en realidad bastante paralelas y a la vez muy simbióticas. Paralelas porque se comparten operaciones similares entre ambas, tanto el científico como el artista está buscando qué explorar, y en ambos casos tenemos instrumentos de trabajo que permiten abordar estas investigaciones. Y simbióticas porque, sin estar una al servicio de la otra, el arte logra muy bien entender o traducir sensiblemente procesos de la ciencia, por ejemplo, interpretar lo que significa la refracción de la luz, y convertirla a una imagen o una experiencia sensible. El arte descifra a la ciencia de alguna manera, así como descifra el mundo, los seres humanos, la naturaleza, siendo un lenguaje que apela a nuestra sensibilidad. Por otro lado, el arte, que está poseído de una libertad creativa un poco mayor a la hora de experimentar, le recuerda a la ciencia el juego, el dinamismo de comprender el mundo como un campo inagotable de exploración.

¿Cuál consideras es el valor de compartir espacio creativo con otros artistas, como en el tipo de residencia que acabas de realizar?

Artísticamente es súper nutritivo, la colaboración siempre lo es, este tipo de residencias permiten que los procesos se integren, que se compartan conocimientos y perspectivas desde la amistad, y el interés por el trabajo del otro. Y también desde la parte más humana y sencilla, almorzar juntos, cuidar el fuego, eso también es muy enriquecedor. Aprendí mucho de alimentos silvestres, del manejo de suelos y de la tierra.

Piedras volcánicas recolectadas en volcán Quetrupillán. Cada color surge, según la velocidad a la cual se enfriaron luego de la expulsión. © Claudia Müller.

 

Conoce más sobre la Residencia Bosque Pehuén de Fundación Mar Adentro aquí

 

Imagen de Portada: Arcoíris en la cascada. © Claudia Müller.