Jubaea chilensis: guardiana y testimonio de la memoria natural

Nadie sabrá jamás qué sintieron esos primeros españoles al ver las palmas chilenas (Jubaea chilensis Molina Baill) dominando el borde costero de un lugar que aún no era bautizado como Viña del Mar, sino que era el valle de Peuco.
A la izquierda se aprecia el dibujo del abate Juan Ignacio Molina de la Jubea Chilensis, se trata de una ilustración de 1776. © Abate Juan Ignacio Molina, por Memoriachilena

Si pudiéramos cerrar los ojos por unos segundos y nos imagináramos que toda la urbe viñamarina desaparece transportándonos a un pasado prehispánico, al abrirlos nuevamente veríamos una suerte de selva tropical austral.

Imaginemos aquel paisaje prehispánico por unos segundos: palmeras por doquier, cerros de dunas y un valle prístino envuelto por suaves colinas que se expanden alrededor de una desembocadura de río. Ese río que, tampoco, sabía que terminaría siendo el estero Marga-Marga. Los pueblos changos y picunches, habitantes entonces de la zona centro de Chile, crecieron amparados por este clima templado, vegetación esclerófila costera y la riqueza de la cuenca hidrográfica del Marga-Marga, donde practicaron la siembra, el intercambio entre pueblos y otros saberes.

En ese tiempo las palmas quizás fueron las creaciones de la naturaleza más altas de la geografía de la zona central de Chile. Pero luego serían reemplazadas por actividades agrícolas en tiempos de la colonia y por construcciones humanas a partir de 1840. Incluso en antiguos mapas de la zona se dibujaron estos árboles, tal vez en una voluntad para identificarlas como símbolos autóctonos y reconocibles.

Desde Coquimbo hasta el Maule, abarcando toda la zona centro de Chile, la palma chilena, palmera chilena, kan-kan, lilla (en mapudungun) o palmera de coquitos como se le conoce también, se disemina en grupos y de forma más individual, creciendo en climas mediterráneos y generalmente en altura, siendo la única palma endémica continental. Además, es una de las que se ubica en las zonas más australes del mundo, junto con la palma originaria del Archipiélago de Juan Fernández, Juania australis, especie actualmente en peligro de extinción.

Parque Natural Kan Kan, sus quebradas son refugio para cientos de individuos de la palma chilena (Jubaea chilensis). © Sofía Sierra

Un patrimonio natural y cultural

Jubaea chilensis es una especie de la familia Arecaceae. Su anatomía se divide en un tronco desnudo, suave, cilíndrico, liso, de un tono café grisáceo; en lo alto sus hojas crecen verdes. Su altura sobrepasa a veces los 30 metros y florecen aproximadamente tras los 30 años de edad, donde también alcanza su capacidad para resistir a animales herbívoros y al fuego. En otoño alcanza la madurez de su fruto, que se torna amarillo. Los primeros racimos de sus frutos, los coquitos, aparecen en primavera, finalizada la floración.

De acuerdo a la administración de la ciudad de Viña del Mar, la palma es uno de sus Patrimonios Naturales. Y es que la Ciudad Jardín –como se le conoce también- alberga trece especies distintas de palmeras. La única endémica es la palma chilena; todas las demás fueron traídas como tesoros exóticos en viajes que realizaba antaño la burguesía local. Se puede apreciar a Jubaea chilensis en distintas ubicaciones dentro de la ciudad: algunos ejemplares en el plan de la ciudad, como en la Quinta Vergara y Palacio Rioja; otras esporádicas en cerros y quebradas aledañas; y bajando/subiendo por la ruta Las Palmas, donde se ubica el palmar El Salto, decretado como Santuario de la Naturaleza en 1998.

Este palmar tiene ejemplares que rondan entre los 400 y 700 años aproximadamente, con una población de 7 mil individuos. Dentro de este amplio palmar se ubica el “Parque Natural Kan-Kan”, entre los cerros de Viña del Mar, que de acuerdo con el catastro realizado por la Fundación Identidad Natural, albergaba –antes del incendió de diciembre del 2022– alrededor de mil de estos árboles. Este entorno convive con la ciudad, que implica que las palmas se alzan cerca de vertederos clandestinos y nuevas construcciones urbanas, que contaminan el entorno natural.

Enclaves urbanos como cerro Nueva Aurora conviven con formaciones de palmas chilena y bosque esclerófilo. © Petra Harmat

“El nombre Kan-Kan viene del quechua. Significa agua agua, haciendo referencia al sonido que emana de una multitud de palmas meneándose al viento, parecido al sonido de la lluvia o del río. Es el nombre ancestral atribuido a la Jubaea chilensis”, cuenta Pascual Wacquez, director de la Fundación Kan-Kan, organismo que protege el sector de bosque de palmas ubicado en quebradas entre los cerros Forestal, Nueva Aurora y Viña del Mar Alto.

A unos 20 minutos a pie desde plan de Viña del Mar y a media hora en micro desde Valparaíso, el parque Kan Kan presenta acceso libre y fácil. A la vista, impresiona la cercanía que tiene este pulmón de biodiversidad con la urbe. Se ven casas que tienen una palma como el “árbol del patio”. Que en realidad es al revés: la planta acogió a esa familia.

Por una ladera del cerro, se accede caminando hacia la quebrada por donde se puede ingresar desde distintos puntos que señala el tupido bosque esclerófilo. Porque una observa, pero la vegetación dispone del ingreso. Los caminos, huellas de pasajes escondidos por la vegetación nativa, van guiando a visitantes a través del bosque de boldos, peumos, quillayes, maquis, litres, molles y, por supuesto, de palmas chilenas. En el caminar, se pueden ver y oír aves como el picaflor gigante, carpintero, diucón, jilguero; además de culebras, sapitos, lagartos y cangrejos, que se encuentran en las vertientes. Invade la exquisita sensación de estar lejos de la ciudad, pero racionalmente sabemos que no.

En el Parque Natural Kan Kan, esta palma con forma de espiral captura la atención de los caminantes que alzan la vista al cielo. © Petra Harmat

Cruzando un silencioso arroyo en plena quebrada, invisibilizado por enormes matorrales de la invasora mora, se descubre una palma solitaria en forma espiral. Algunos dicen que el verdadero espíritu de este bosque reside dentro de ella. Se tiene que doblar el cuello completo hacia atrás para admirarla en toda su elegante altura. Su formación peculiar la convierte en la atracción de las excursiones que realiza gratuitamente la Fundación Kan-Kan por el palmar.

Al retorno y descendiendo por la quebrada, el paisaje viñamarino se aprecia desde una nueva perspectiva: muy cerca se ve la Quinta Vergara y el complejo habitacional Siete Hermanas, la costa y sus olas, la calle Libertad como flecha indicando el norte, la descontrolada urbanización y la escasa cantidad de puntos verdes que van quedando hoy en esta ciudad. Una vista maravillosa que no deja a ningún viñamarino indiferente.

Volver a mirar hacia las alturas  

Pienso en el patrimonio cultural de Viña del Mar. Pienso en el inveterado turismo playero, estival, de noches de casino, paseos costeros y jardines perfectamente trabajados. Pienso que yo también fui una de esas personas alguna vez. Pienso en esa indiferencia que raya en la discriminación de no ver hacia las alturas. ¿Por qué girará todo en torno al mar? ¿Por qué las palmas parecen estar tímidas, escondidas, olvidadas y desplazadas como en un patio que se evita mirar, si son Patrimonio Natural de la ciudad?

«La palma Jubaea, más que una planta típica de la zona, tiene que ver con la identidad del sector» (Pascual Wacquez).

“Nueva Aurora y Forestal son barrios de Viña en los que resulta común encontrar Palmas. Para nosotros, la palma Jubaea, más que una planta típica de la zona, tiene que ver con la identidad del sector, más allá de equipos de fútbol o el barrio, la silueta de la palma es algo más profundo y ancestral que resuena a nuestro alrededor”, comenta Pascual. La importancia de recordar y revalorar esas conexiones irrompibles que se tenían antes con la naturaleza.

A solo 20 minutos a pie de Viña del Mar se puede llegar a un importante sector de palmares. ©Petra Harmat

Todo esto me parece tan urgente que, en mi diccionario mental, significa que me inquieta de una manera extraña. Y motivos sobran para inquietarse: la vieja costumbre de recolección y consumo de sus coquitos, su extracción para la miel y sacar sus ramas para la celebración del Domingo de Ramos, son prácticas culturales enraizadas en gran parte de la población. Por otro lado, la acción antrópica sobre el medio ambiente, ha sido por siglos la mayor amenaza de la palma; ha sufrido constantemente los embates de una urbanización feroz, que no descansa y devora cuanto alcanza.

En un artículo de National Geographic en Español sobre por qué se celebra con palmas el Domingo de Ramos, se señala: “se estima que existen 2600 especies de palmas pero la planta que produce las hojas que se usan el Domingo de Ramos solo puede sobrevivir en climas tropicales o subtropicales. En los lugares donde no se pueden encontrar palmas o están en peligro de extinción, como es el caso de Colombia o Ecuador con las “palmas de cera”, se pueden utilizar ramas de olivo, saúco, abeto o de otros árboles”.

Resuena la última frase, ¿es que acaso no pueden usarse también ramas de especies extranjeras que viven en la ciudad para esta celebración religiosa?

La inminente extinción

Hace poco fueron dañados tres ejemplares de Jubaea chilensis por una construcción que está realizando una inmobiliaria. Sus raíces fueron cortadas, generó estancamiento de agua y removieron tierra a su alrededor, perjudicando no sólo a esta especie, sino a una gran variedad de vegetación asociada al bosque esclerófilo. De acuerdo a la Fundación Kan-Kan, “hubo tala rasa de bosque nativo y proyección de escombros hacia el fondo de la quebrada, y a diario las inmobiliarias y constructoras ubicadas en el sector realizan trabajos nocivos para el bosque, su ecosistema y sus habitantes”. Los miembros de la organización llevan más de 165 días acampando en el camino (desde el 15 de diciembre 2019), para resguardar el parque ante el avance de una devastación del palmar.

Las inmobiliarias y la megasequía amenazan con hacer desaparecer las palmas, pero también los ecosistemas que las rodean y sostienen. © Iván Rivera

Pero también hay buena noticia: recientemente el Consejo de Ministros para la Sustentabilidad (CMS) aprobó la postulación de la especie como en peligro de extinción, para continuar con su protección. Sin embargo, Pascual Wacquez comenta que “el reconocimiento de Jubaea chilensis como una especie en peligro en extinción es algo que debería haber sucedido hace tiempo. El Palmar de El Salto representa la tercera mayor concentración de palmas chilenas en el mundo entero, por lo que nos encontramos en un sitio que es un refugio biológico para especies animales y vegetales únicas. Este reconocimiento otorgado a la especie resulta una gran oportunidad para defender los pocos palmares que quedan”.

Similares amenazas viven las poblaciones de palmas chilenas en el valle de Ocoa, comuna de Hijuelas, al interior de la región de Valparaíso. Desde la iniciativa Ocoa Nativa, proyecto colaborativo para la preservación de la flora y fauna de Ocoa y del Parque Nacional La Campana, concuerdan en que esta declaración no es suficiente. “Desde el año 2008 que ha sido clasificada en estado de Vulnerable según su estado de conservación por la entonces Comisión Nacional de Medio Ambiente (CONAMA). En la práctica, nos dábamos cuenta que no era suficiente para garantizar su protección y comprometer acciones públicas para restaurar y conservar ecosistemas habitados por palmas, entendiendo que un palmar lo componen muchas especies acompañantes, no sólo las palmas”, aclara Vera Scholz, fundadora de Ocoa Nativa.

Mirador Salto La Cortadera. © Petra Harmat

Desde la organización, comentan que ya desde el año 1941 la palma chilena ha tenido una normativa particular que prohíbe su tala, pero los factores amenazantes sólo han ido en aumento. “La explotación indiscriminada para la elaboración de miel de palma en el pasado, sumado a la actual presión del avance urbano o de la actividad agrícola, han reducido significativamente su población original en un 98%”, comenta Vera. También, la megasequía producto del cambio climático que enfrenta la región es y será en el futuro cercano una de las mayores amenazas a las que se enfrenta la vegetación nativa. Por ejemplo, la escasez pluvial incide directamente en la cantidad, tamaño y poder germinativo de los coquitos que produce la palma y, por ende, en su regeneración. Otros factores relevantes son los incendios forestales –intencionales o por alza de temperatura- y los cambios de uso de suelos en la zona central del país.

Por ello, en el último tiempo trabajaron arduamente junto a técnicos de CONAF, para que se declarara como especie en peligro de extinción. Pero queda mucho aún por recorrer. “Abogamos ahora por su pronta promulgación como Monumento Natural, para acogernos así a la Convención para la Protección de la Flora, Fauna y Bellezas Escénicas -conocido como Convención de Washington-, que establece que los Monumentos Naturales otorgan una protección absoluta y sólo pueden ser intervenidos bajo una autorización especial para fines científicos o inspecciones gubernamentales”, observa Vera. Esta categorización la incluiría entre los árboles monumentales del país como el Alerce, Araucaria Araucana, Queule, Pitao, Belloto del Sur, Ruil. De la zona central, sólo el Belloto del Norte es actualmente monumento natural.

Ocoa, refugio de la biodiversidad

Las palmas de Ocoa son un vestigio viviente de cuando hace miles de años atrás reinaba un clima tropical en la zona central. © Ocoa Nativa

Dentro de Chile, el palmar de Ocoa es el lugar con mayor cantidad de Jubaea chilensis. Viven más de 70 mil ejemplares de distintas edades, albergando cerca del 60% de la población mundial de la especie, lo cual lo transforman en una reserva natural y un sitio de alto valor ecológico y científico por su gran biodiversidad.

El palmar de Ocoa se ubica dentro del Parque Nacional La Campana, creado en 1967, que además es una de las diez Reservas de la Biosfera declaradas por la UNESCO que conserva el país.

La entrada al parque por el sector Ocoa, comuna de Hijuelas, donde se ubica este enorme palmar, muestra de frente el entorno milenario exuberante por la enorme cantidad de palmeras que van ascendiendo hasta lo más alto de las rocas cercanas a las cumbres de los cerros del parque. Con opción de elegir entre senderos para recorrerlo, el sector se caracteriza además por ofrecer variadas especies de vegetación esclerófila, chaguales y cactáceas; un salto de agua y vistas conmovedoras del bosque de palmas, en medida que los pies y el corazón aguanten.

Dejando el control de acceso del parque y subiendo por el sendero central Amasijo – Portezuelo, se llega al mirador El Amasijo, tomando un breve desvío a la derecha. La huella lleva a un claro donde habita una palma bien erguida, como dando autorización al visitante para apreciar tal espléndida vista hacia las copas verdes y cantarinas de las palmeras. No hay destino preciso ni obligado en este parque: cada parada y rincón dentro de esta Reserva de la Biósfera merece observación y reconocimiento como zona núcleo para un ecosistema que guarda tesoros endémicos. No importa si es verano, otoño o primavera. Cualquiera sea el clima, estas especies saben lucirse.

El mirador del Amasijo es un punto de Ocoa donde se puede apreciar la belleza y variedad ecosistémica que sostienen los palmares durante todo el año. © Ocoa Nativa

En la que bien podría ser su historia menos contada, la palma chilena data de millones de años atrás, de cuando en gran parte de la Tierra reinaba un clima tropical, un período anterior a las glaciaciones. A propósito, Vera comenta que son unos verdaderos fósiles vivientes. “Pocas palmas en el mundo de esa época pudieron adaptarse y evolucionar en el mundo natural pasando una serie de obstáculos climáticos, una de ellas es nuestra querida palma chilena”.

Urge proteger estos centenarios monumentos vivos y reconocer el esfuerzo que hacen muchas personas por recorrerlos, reconocerlos y rendirles tributo y amor. El Salto y Ocoa, dos espacios que conmueven la memoria siendo reflejos de nuestro pasado y representantes de nuestra identidad cultural. Pero, ¿podremos sentir el pulso del cosmos y esa memoria viviente si nos quedamos en una vida bajo techo? Cuando finalicen estos tiempos de encierro, estos palmares serán destinos imperdibles para reconocer esa memoria.

«Urge proteger estos centenarios monumentos vivos y reconocer el esfuerzo que hacen muchas personas por recorrerlos, reconocerlos y rendirles tributo y amor».

Entrevistados

Pascual Wacquez Barrientos. Director Fundación Kan-Kan (Viña del Mar, región de Valparaíso).

Vera Scholz Hoss. Fundadora iniciativa Ocoa Nativa. (Sector Ocoa, Hijuelas, región de Valparaíso).

Bibliografía

Unidad de Patrimonio I. Municipalidad de Viña del Mar: https://www.patrimoniovina.cl/articulo/patrimonio-natural/12/29/palmeras-patrimonio-natural-de-vina-del-mar.html

Web Visite Viña del Mar https://www.visitevinadelmar.cl/seccion/4/historia.html

Blog Palmas en Resistencia. http://palmasenresistencia.blogspot.com/2009/05/juania-australis.html

Ministerio del Medio Ambiente. Clasificaciones de especies: http://www.mma.gob.cl/clasificacionespecies/fichas16proceso/Jubaea_chilensis_16RCE_INICIO.pdf

Web de CONAF-Parque Nacional La Campana: https://www.conaf.cl/parques/parque-nacional-la-campana/

“Flora silvestre de Chile. Zona central”. Adriana Hoffmann J. Quinta edición. Ediciones Fundación Claudio Gay.

Imagen de portada: Fotografía de las palmas de Ocoa, 1900 © Karl Richard Linderholm, por Memoriachilena