La Geografía sensorial de Ximena Bórquez: el arte de percibir

Hay una suspensión de la temporalidad en la obra de Ximena Bórquez, su arte es indudablemente contemporáneo, pero a la vez, está completamente cargado y conectado al pasado prehispánico. Este trabajo limpio, puro y vibrante, se enmarca dentro de la gráfica expandida, dónde procesos de experimentación e investigación le han permitido llevar el lenguaje de lo gráfico a soportes diversos: desplazando el grabado hacia el volumen, incorporando elementos instalativos como la luz y el sonido, e incluso valiéndose de aspectos tecnológicos desde procesos digitales y análogos.

Pese a su evidente naturaleza reflexiva, la base de la obra que Ximena ha realizado en el último tiempo, es la sensorialidad: la presencia del cuerpo (y el alma) en un espacio para ser un portal de recepción de estímulos diversos. En esta entrevista para Endémico Web, Ximena nos cuenta sobre Geografía Sensorial, su última exposición reinaugurada el pasado marzo en el Parque Cultural de Valparaíso.

Humedal de Mantagua, junto a las dunas de Ritoque, en la región de Valparaíso ©Ximena Bórquez.

¿De qué se trata Geografía Sensorial?

Es un proyecto que nace desde el interés de continuar una metodología de trabajo que ya venía practicando hace un tiempo, que consiste en internarme en un lugar natural y tener un encuentro con ese espacio desde la percepción sensorial. El ejercicio es de carácter inmersivo, in situ, donde el cuerpo se vuelve un canal y los sentidos se afinan a su máxima amplitud de recepción, percibiendo estímulos sonoros, táctiles y térmicos, aromas, colores, etc. Desde aquí se realiza una transcripción a lo gráfico mediante el dibujo, y luego se lleva al taller para imprimirlo mediante la serigrafía, depurando hacia un resultado mucho más abstracto y geométrico.

Esta metodología la había usado para realizar distintas obras gráficas en el desierto, por lo que me interesaba transportarla a un lugar diametralmente opuesto, como son los humedales: lo verde, la humedad, la abundancia de vida vegetal y animal; en contraste con el amarillo, lo seco y lo silencioso. Y también porque me interesaba recorrer la región de Valparaíso, lugar donde resido desde hace unos años. Considerando que los humedales son ecosistemas que están amenazados, y que por ende es posible que en un futuro no estén, era importante para mí explorarlos ahora, para guardar un registro, un testimonio de su existencia y de todo lo que son. Entonces decidí que llevaría a cabo esta investigación y postulé a un FONDART para desarrollarlo con calma, dedicándome totalmente a ello. Así es como nace Geografía Sensorial.

Trabajaste con el Humedal de Tunquén, el Humedal de Mantagua y el Humedal del Río Maipo. ¿Tenías alguna relación previa con éstos?

Los escogí porque alguna vez los había visitado y me había sentido muy bien en ellos. Eran grandes, con amplios espacios para recorrer y abarcaban distintas zonas geográficas de la V región: uno en Tunquén, en la comuna de Algarrobo; otro en la desembocadura del Maipo, comuna de San Antonio, y el último en Mantagua, en la comuna de Quintero. También eran bastante diversos, pese a compartir la característica común de ser humedales.

Flor Rábano, referente de floración ©Ximena Bórquez.

Creo que lo más importante de la naturaleza es que en ella se encuentra lo espiritual, es allí donde te das cuenta de lo que eres y de dónde vienes.

Serie Floración, serigrafia, 70x 100 ©Ximena Bórquez.

¿Cómo fue tu experiencia con cada humedal?

En Tunquén lo principal fue la experiencia cromática del campo floral, que fue tan desbordante que me sacó de mi plan de estudiar derechamente los elementos del espacio cercano al agua. Sucedió que cuando llegué a Tunquén, en octubre, me recibió un campo inmenso y fosforescente de dedales de oro. Fue una experiencia alucinante, yo nunca había visto a esa flor expresarse de esa manera, tan abundante en su estado natural.

De niña tuve un afecto especial por esa planta, porque cuando viajaba al litoral, desde Santiago, en las vacaciones, las encontraba, y las sentía tan vibrantes, tan suaves y tan satinadas… Entonces ahora, al ver esas mismas flores, empoderadas hasta tal punto que teñían todo el campo de color naranja incandescente, me hizo sentir como que había llegado a la casa de esa planta, y que eran de otro planeta, como si hubiese llegado desde Marte. Me quedé hipnotizada, absorta en su manto de color, de hecho, no pude llegar hasta el agua, me quedé dibujando y escribiendo en ese lugar, porque sentí que esa experiencia tan fuerte no la podía dejar pasar. Entonces agregué un apartado a mi exposición que tiene que ver con el campo cromático de las flores, su geometría y su evolución desde que nacen hasta que mueren.

En Mantagua sí me acerqué directamente al cuerpo de agua, porque el mismo humedal está conformado de tal manera que no tiene tanto campo abierto hacia los lados. Allí trabajé con los juncales; los juncos me llaman la atención porque me llevan a un estado muy contemplativo, de despejar la mente y vaciarme completamente. Hay algo en la manera en que son todos rectos y paralelos, y al moverse con el viento generan una vibración óptica que produce mucha calma, asimismo su reflejo, que se puede apreciar en el agua, contribuye a ese estado de meditación.

También trabajé con los sonidos del agua, y el que crean todos los seres que habitan ese espacio tan abundante de vida, que no deja de llamarme la atención, sobre todo al contraponerla con mis experiencias anteriores en el desierto. Aquí sentía que era un espacio habitado en todos los niveles por distintos personajes.

Y finalmente, en el Maipo tuve menos experiencias, y de hecho, debido a que hubo mayor dificultad para movilizarme debido a las cuarentenas, solo pude ir una vez, por lo que desarrollé ese trabajo más que nada en base a recuerdos que tenía de estadías anteriores. Allí el paisaje es similar a Mantagua pero extendido, muy en contacto con el mar, lo que también le daba un carácter de mayor apertura.

Cuéntanos un poco más acerca de la metodología de la percepción sensorial. ¿Cómo nace y cómo se va instalando en tu trabajo?

Esto fue algo que se me mostró en el norte, en el desierto de Atacama. Desde niña que sentía una atracción muy grande por el desierto y su inmensidad, y más aun cuando vi algunas tomas aéreas del sitio arqueológico de la aldea de Tulor, con su geometría tan perfecta y de conformación laberíntica – circular, por lo que me decidí ir a conocerla. Allí fue que tuve por primera vez la experiencia de percibir ciertas visiones geométricas que luego me di cuenta de que eran interpretaciones de todo lo que acontecía en ese espacio: los sonidos, las impresiones lumínicas, las temperaturas, la sensación del viento en el cuerpo.

En un principio no fue una realización tan consciente, tuve un impulso de rallar líneas, en un sentido y en otro, donde en la intersección se encontraban y se cortaban. En el proceso, yo misma no encontraba el sentido a lo que estaba haciendo, y había una lucha interna dentro mío, sin embargo me lo permití porque el impulso volvía a surgir, era como una obsesión. Luego, llevé estos dibujos al taller, donde los traspasé al grabado en serigrafía, una técnica que permite obtener matrices de tramas geométricas que puedes superponer y así lograr diferentes efectos ópticos. Al observar las copias recién impresas, colgadas en mi taller, fue que vi claramente que lo representado era la sensación del viento en mi cuerpo. Que en el desierto está muy presente y es muy insistente, llegando a veces incluso hasta los 100 kilómetros por hora.

Así entendí que traducía a lo gráfico sensaciones de mi cuerpo. Y comencé a estudiar la sinestesia y la posibilidad de visualizar estímulos sensoriales que no son propios de la visión. Estudié también la abstracción geométrica, en relación a los pueblos prehispánicos. Porque toda la tradición prehispánica es geométrica, realizada por personas que han habitado los mismos territorios.

La artista registrando sonidos en el humedal de Tunquén ©Ximena Bórquez.

¿Crees que en la vida moderna hemos perdido la capacidad de percibir?

Si, bastante, sobre todo estando lejos de la naturaleza, la ciudad está tan sobrecargada de estímulos: electrónicos, electromagnéticos, pantallas de celular, contaminación acústica, etc. Que nos impiden atender a la realidad completa sensorial, y nuestra capacidad como seres multisensoriales se va adormeciendo.

Actualmente he estado haciendo unos talleres de percepción sensorial en la naturaleza, compartiendo esta metodología con la comunidad. El espacio ha sido el Huerto del Parque Cultural de Valparaíso, un lugar con hartas flores, hierbas, perfumes, colores, y distintos estímulos sonoros de aves e insectos. Los ejercicios son de percepción auditiva, táctil, olfativa y todo lo que surja. Para ello se suprime la vista, para permitir actuar otros sentidos con más protagonismo. Llevo dos talleres —con personas diferentes— y en ambos pasaron dos cosas bien interesantes. Lo primero es que se despiertan recuerdos, de infancia y de la relación que se tenía con la tierra y las plantas, incluso algunas personas llegaron a recordar cosas que tenían totalmente bloqueadas (aparentemente olvidadas), ya que la memoria está muy profundamente ligada a lo sensorial.

Y lo segundo sucedió en una dinámica donde uno debía permitirse ser guiada por otra persona, quien las exponía a diversos estímulos, contrario a lo que podría esperarse, las personas se sentían más seguras al caminar por un camino irregular —es decir de tierra, con todos sus relieves impredecibles— que en un suelo liso, de cemento, hecho por el humano. Como si existiera en nosotros todavía un vínculo de confianza con la tierra misma.

Serie Juncales III, serigrafía, circuitos sonoros y lumínicos, 2021 ©Ximena Bórquez.

¿Cuál es para ti la importancia de pasar tiempo en la naturaleza?

Creo que es inmensamente importante, a estas alturas yo creo que es lo mas valioso que podemos hacer. Además, considerando la situación de crisis que vive la naturaleza. Es necesario pasar tiempo con ella, conectarnos y pedirle cómo ayudar, porque a veces no sabemos cómo hacerlo.

Creo que lo más importante de la naturaleza es que en ella se encuentra lo espiritual, y esa es una parte trascendental del ser humano que hay que recuperar, es allí donde te das cuenta de lo que eres y de dónde vienes.

Al llegar a un lugar natural tu estado cambia, te calmas, dejas tus preocupaciones, la angustia, todo aquello que traes de tu vida y tus rutinas en la ciudad, sientes que vuelves al hogar, y es allí cuando florece otra parte de ti, que es tu verdadera naturaleza. Uno pertenece al cielo abierto, al exterior, rodeado de especies minerales y vegetales, en compañía de otros seres, sentir el sol en la cabeza, el viento en el cuerpo, es allí donde se recarga nuestra energía, y sucede algo que yo considero sagrado, que es que te conectas con algo mayor, y lo conmovedor es que eso más grande te dice que eres parte suya.

¿Cuál es a tu juicio el rol del arte?

El arte es un puente, permite transmitir a través de imágenes y sonidos lo espiritual. Esta es la esencia en el arte para mí. También creo que es una manera de graficar cosas invisibles, en mi caso trabajo con la geometría abstracta, que es una manera de sintetizar cosas que voy viendo, externa o internamente. En este sentido, algo que me llama mucho la atención es la idea de los códigos. Como mencionaba anteriormente, si la tradición prehispánica es geométrica, y luego yo transito los mismos territorios y traduzco mis percepciones de manera geométrica, debe haber una relación entre la naturaleza, la energía y estas visiones gráficas. Creo que allí hay algo para seguir investigando.

Yo trabajo bastante con la arqueóloga Paola González, quien se ha dedicado por muchos años al estudio del arte geométrico Diaguita. Ella cuenta cómo los chamanes del pueblo Shipibo, para sanar a su gente, lo que hacen es ordenar su kené. El kené es el diseño o la estructura con el que cada persona nace, y los chamanes dicen que cuando una persona se enferma, física, mental o espiritualmente, lo que sucede es que se les desordena este dibujo. Ellos, quienes pueden verlo, trabajan en el plano energético, llaman al espíritu para volver a ordenar el diseño y así la persona recupere su salud.

Otro tema que muestra esta relación es el yantra, una representación geométrica de energías del cosmos que se usa en las prácticas de meditación. Y que, acompañado de una practica sistemática, produce una conexión directa con el espíritu. Esta figura no es es una representación de dios, sino que contiene la divinidad.

El kené es el diseño o la estructura con el que cada persona nace, y los chamanes dicen que cuando una persona se enferma, física, mental o espiritualmente, lo que sucede es que se les desordena este dibujo.

Viento Desértico, serigrafía, 80×100 cm. ©Ximena Bórquez.

¿Qué significan para ti las palabras geometría y ritmo?

Para mí la geometría es ordenar y sintetizar una forma, entenderla y llegar a su esencia. Es el estudio matemático a través de lo visual. También es una forma física que posee principios energéticos, ya que la geometría produce una vibración específica.

Y el ritmo es otro tema que conforma mi búsqueda, en el sentido de la vibración óptica, que es esa repetición que produce la ilusión de movimiento. Ese efecto me atrae mucho, justamente porque te demuestra que existe un mundo más allá de lo aparente y que nada es como parece.

Comparando desierto y humedal, ¿encontraste más diferencias o semejanzas?

Diferencias. De hecho, saco como conclusión que cada lugar tiene una energía específica y única que es posible graficar. En los humedales, lo que más percibí fue esa abundancia de seres que te acompañan y que marcan su presencia, desde las flores y las plantas hasta los animales, también una presencia cromática distinta determinada por la humedad y las temperaturas más parejas. Y en el norte, lo que se me hace más presente es la vibración del sol, la luminosidad, y el calor refractado en la tierra, en ese espacio abierto que te hace sentir atravesado por la inmensidad.

La artista en el Desierto de Tara ©Ximena Bórquez.

Imagen de portada: Ximena Bórquez durante un ejercicio de percepción sensorial en el humedal de Mantagua ©Ximena Bórquez.