La propuesta es una reflexión sobre el rol de la comunicación frente al escenario de pandemia junto a la crisis climática que nos toca vivir. Pensar cómo y por qué no alcanza con “aprovechar” el parate global a causa de la pandemia para detener el cambio climático, la buena voluntad, influencers del “bien” y una cultura de consumo más sustentable. Se trata de consolidar – con mucho trabajo – otras identidades, que si bien son mucho más antiguas que la occidental moderna, necesitan apoyo para sostenerse y perdurar, para encontrar un lugar dentro de las que fueron construidas por décadas recostadas sobre el consumo.
En un contexto de pandemia y aislamiento social, vivimos transformaciones que pensamos serían definitivas. Sin embargo, en la nueva normalidad nos daremos cuenta que tal vez celebramos algunos cambios demasiado pronto: la reducción de la contaminación, la tendencia de las personas a valorar lo simple/lo básico/los afectos antes que lo material, el descenso en el consumo en general.
Para que se trate de un cambio de raíz debe darse no sólo la obligatoriedad de la distancia social y el impedimento de realizar gran parte de las actividades que hacíamos en la época pre pandemia. Se necesitan de otras variables.
La reducción del consumo responde a que muchas personas perdieron su empleo. Por otro lado, las ventas por Internet se dispararon para comprar alimentos y productos de higiene, entre otras cosas que no podrán ser utilizadas hasta que la vida social se reanude. Compras como una suerte de promesa de que esa vuelta será “como antes”. También, por desgracia, hay indicadores de que los gobiernos están más dispuestos a financiar combustibles fósiles a renovables a pesar de la amenaza de la crisis climática.
¿Porqué creemos que el mundo va a cambiar si el sistema en el que vivimos sigue siendo el mismo?
Se trata de estar dispuestos y dispuestas a transformar también nuestra identidad, esa que durante décadas formó la escuela, la familia, el barrio, las amistades y además con gran éxito el trabajo y el mercado. Parece obvio recordarlo, pero el consumo es otra forma de percibirnos, reconocernos y vincularnos.
Los modelos de negocio del capitalismo tradicional están en discusión hace tiempo. Muchos negocios, tanto las pequeñas como las grandes industrias, vienen ensayando un giro en sus modos de producir, los modos de comunicar y de generar identidad. Algunos de los interrogantes son los mismos de siempre pero se requiere que habiliten nuevas respuestas y preguntas más específicas: ¿a qué público se le habla? ¿qué busca ese público? ¿cómo se puede seguir siendo rentable y brindar información de calidad? ¿qué se entiende por rentabilidad y sustentabilidad? ¿cómo contribuir desde la comunicación a otros modelos, no extractivistas, no acumulativos, en sintonía con las nuevas lógicas de producción, consumo y circulación? En esa línea la propuesta es reflexionar, a través de la dimensión comunicacional como hilo conductor, sobre las transformaciones y los caminos posibles de otros modos de producción que derivan en la construcción de prácticas culturales colectivas autónomas y otros sentidos de pertenencia.
¿Cómo contribuir desde la comunicación a otros modelos, no extractivistas, no acumulativos, en sintonía con las nuevas lógicas de producción, consumo y circulación?
Comunicación para mantener la alegría (y el orden establecido)
La comunicación hasta hoy entendida como sustentable apunta a corregir las fisuras del sistema ya establecido y no a repensar las raíces profundas del porqué de esas fallas. Las raíces son el mismo modelo productivo que sostiene jerarquías y linealidades tradicionales que no pretende modificar. El objetivo al fin y al cabo es siempre el mismo: maximización de ganancias con mínimos recursos en pos de la acumulación. En esa línea, la comunicación, más allá de los avances, se piensa en clave tradicional: lineal, jerarquizada, enfocada en llegar al destinatario y lograr el objetivo establecido. Dar un mensaje sólido y cerrado, que logre tejer cierta identidad común con el público, pero nada de ello garantiza que apunte a formas no extractivas de consumo. Hay muchos enredos alrededor del término sustentable y no se reduce a usar un término por otro, hay una manera de ver y hacer en el mundo a través de cada palabra.
Tal como el humano, las comunicaciones deben ver a la naturaleza como un sujeto de derechos, una entidad viva que merece respeto, ser consultada y escuchada. Crédito: Evie.
Comunicación occidental universal
Desde que se desató la pandemia muchos emprendimientos y negocios tuvieron que reformular su trabajo. A algunos, los que tenían foco en la producción lenta y comercio justo, con interés de ser sostenibles social y ambientalmente, se les sumaron las inquietudes no resueltas que traían desde antes. Se trata de proyectos que son muy difíciles de sostener con las herramientas de los modelos de negocio tradicionales: fallan los mensajes, el contacto y la posibilidad de establecer un vínculo circular. Clientes ansiosos por la novedad, por las ofertas, por los recambios de temporada. A la par los emprendimientos están ávidos por crecer, ganar dinero, conseguir más clientes y reconocimiento. Se conforma una gran maraña de contradicciones, los modos tradicionales de producir y comunicar colisionan contra las nuevas necesidades y modos de hacer. Reaprender se vuelve cuesta arriba, porque las estructuras establecidas no funcionan o encaminan a estos proyectos por aquellos rumbos hacia donde no quieren ir.
Caer en la cuenta de que combatir la precarización laboral y la depredación ambiental no es sólo cuestión de políticas públicas y de buenas intenciones, sino también de transformación cultural, es más doloroso de lo que parece. Recae en las manos de quienes compran la responsabilidad sobre las desigualdades sociales. El consumo voraz está instalado, con o sin pandemia, con o sin crisis climática.
En este marco, una de las herramientas más poderosas del capitalismo, la comunicación, sigue siendo vista como un concepto sin fondo, transparente, del que se pueden decir tantas cosas como sean posibles y cada cual lo adapta según su conveniencia. La manera en la que entendemos los y las occidentales a la comunicación en sentido amplio, no es más que una manera. Tanto los pueblos indígenas como las culturas orientales tienen otras cosas que decir al respecto, o si no quieren decir nada sobre ella, tienen otras maneras de ejercerla.
Hay varios elementos y dimensiones que entran en juego:
- economías regionales con lógicas circulares no capitalistas
- valores culturales no occidentales
- transmisión no lineal ni jerárquica de saberes
- vinculación con el entorno natural y social no extractivo
- relaciones de trabajo no jerárquicas
- redes de intercambio no competitivas entre emprendimientos, empresas, proyectos
Éstas son sólo algunos ejemplos y en cada una de ellas es posible profundizar con investigaciones enriquecedoras.
Combatir la precarización laboral y la depredación ambiental no es sólo cuestión de políticas públicas y de buenas intenciones, tiene que ver ante todo con una transformación cultural. Crédito: Etienne Girardet.
¿Es posible el consumo no extractivo?
Estos días coinciden con la fecha del sobregiro ecológico, como una confirmación amarga de que celebramos antes de tiempo la pandemia solamente alargó a 3 semanas la fecha en la que agotamos los mal llamados recursos naturales del año. Con pandemia y una enorme cantidad de actividades frenadas o reducidas en su volumen seguimos dando rienda a un consumo que nuestro planeta no puede sostener. ¿Se puede consumir menos o de otra manera? ¿Alcanza con consumir menos? Esta última pregunta ya fue respondida hace tiempo y es un no rotundo, por eso a lo largo de estos párrafos intento poner el foco en otro lado, en un una suerte de reseteo cultural.
El consumo no extractivo puede ser una salida siempre que no se confunda con un consumo igual al de siempre pero más lento. Dejar de ver a la naturaleza como un banco de tomar y llevar y tratarla, sino es como un sujeto de derechos por lo menos, como una entidad viva que merece respeto, ser consultada y escuchada. El consumo capitalista favorece la búsqueda constante de una pretendida novedad, el consumo consciente y no extractivo es aquel que entiende cierta necesidad de determinados consumos que además portan una carga simbólica e incluso espiritual a largo plazo. El vínculo es otro, un vínculo que han tenido muchos pueblos antiguos con la naturaleza y desconocemos por completo en occidente de qué se trata y cómo se construye y cultiva.
Las teorías de la comunicación occidentales son muy limitadas para describir e indagar esta perspectiva. Poco tienen para decir del “ser” y de la comunicación comunitaria, como sí lo hacen algunas corrientes orientales o indígenas americanas.
Reconocer que debajo de la base de la estructura que nos moviliza y nos sostiene no está solamente un sistema económico sino también un sistema simbólico muy poderoso, nos permite correr un nuevo velo y encontrar nuevas preguntas y perspectivas en otras culturas que occidente se dedicó a aplastar e invisibilizar durante siglos. En la búsqueda de estas otras miradas puede estar la luz para el camino de estas nuevas economías que más que nuevas, se trata de una búsqueda en las penumbras que creó occidente sobre otras culturas nativas y de otras partes del mundo. Dejar de sobrevivir y poner las condiciones del juego es el próximo paso.
Sobre la Autora
María Luján Tilli (Twitter: LujanTilli) es Periodista, Comunicadora y profesora de Ciencias de la Comunicación (UBA). Escribe y produce contenido sobre comunicación sostenible, cultura y ambiente. Investiga y enseña comunicación en ámbitos colaborativos y/o comunitarios, medios de comunicación, emprendimientos e instituciones educativas. Actualmente trabaja como editora digital de la revista de biodiversidad y ecofeminismo Florestanía y asesora emprendimientos sostenibles desde Tapioca Blú.
Imagen de Portada: Gentileza de la Ilustradora @holaairam para Revista Endémico