Idas y venidas: sobre la migración de las aves

La gran mayoría de las aves con las cuales convivimos habitan en los alrededores de su sitio de nacimiento y los desplazamientos que periódicamente realizan en búsqueda de alimento, son, generalmente, relativas a lugares cercanos. Sin embargo, existe un grupo de aves –las aves migratorias–, que no cumplen con este patrón y han llevado a muchos científicos y ornitólogos a investigar sobre el fascinante fenómeno de la migración.
Migración es el viaje periódico de las aves, peces u otros animales migratorios. © John Jason

Según la Real Academia Española (RAE), la definición de migración es el viaje periódico de las aves, peces u otros animales migratorios. Si se enmarca esta definición sólo para las aves, entonces la migración no es otra cosa que el movimiento estacional entre el territorio de anidación y el de reposo (también llamado postnupcial) y el viaje de retorno que, viceversa, se inicia desde el territorio de reposo hacia el de anidación o nupcial.

En las migraciones cada año se suelen recorrer distancias considerables e impresionantes. Si se aproxima la distancia desde el ártico al sur de Chile y viceversa, estamos hablando de cerca de 30.000 kilómetros. Por ejemplo, los chorlos, que nidifican cerca del polo ártico, recorren entre 12.000 y 25.000 kilómetros a lo largo de las costas del pacífico y atlántico, llegando en algunos casos hasta Tierra del Fuego.

Playero de Baird (Calidris bairdii). © wingsfromsouth

Es así entonces que muchas especies de las aves que vemos en la época de primavera y verano en las costas sudamericanas son aves migratorias que nidifican en el extremo norte del continente americano y en el círculo polar ártico, desde donde viajan hacia el sur cuando se inicia el otoño boreal. Las aves generalmente llegan a Chile entre mediados de octubre y fines de diciembre. Su retorno lo comienzan en el mes de marzo hasta fines de abril, para posteriormente iniciar la etapa reproductiva en el norte del planeta.

Existe una gran variedad de órdenes de especies que migran como por ejemplo los Paseriformes (aves que cantan), Anseriformes (patos), Falconiformes (rapaces) y Charadeiiformes (chorlitos). Se han registrado más de 70 especies de aves migratorias que viajan desde el norte a nuestro país, dentro de las cuales se incluyen, por nombrar algunas, los playeros, zarapitos, gaviotas, gaviotines, chorlos, petreles, fardelas, golondrinas de mar, golondrinas y patos entre otros.

Zarapito común (Numenius phaeopus). © wingsfromsouth

La mayoría de las migraciones, tienen sentido latitudinal, es decir norte-sur, pero también hay otras que tienen sentido longitudinal. Lo anterior quiere decir que se desplazan desde zonas interiores a las costas en un mismo continente. Una de las especies que migran en dirección sur-norte es el chorlo chileno (Charadrius modestus) que nidifica en la zona de Magallanes y se desplaza a inicios de otoño hacia la zona central y norte de Chile y Argentina, donde pasa el invierno.

Chorlo chileno en plumaje no reproductivo. © wingsfromsouth

En el continente americano en el cual vivimos, existen descritas cuatro rutas migratorias latitudinales; la del Pacífico o ruta oeste, la ruta Central o intermedia, la ruta del Mississippi que forma parte de la ruta Central y la ruta del Atlántico o del este. Cualquiera de las rutas que tomen las aves está directamente relacionada con la especie, ya que no todas se dirigen al mismo lugar, no todas tienen la misma capacidad de desplazamiento y no todas comparten las mismas fuentes de alimento. La migración, entonces, responde a un fenómeno instintivo, es decir a una “conducta programada” en el material genético del individuo. Esto lleva a las aves a localizar las mejores condiciones posibles para pasar la época crítica del frío invierno, en el cual los días se acortan y por tanto se reduce el tiempo de búsqueda de comida, que, a su vez, se hace paulatinamente más escasa. Por lo tanto, una de las explicaciones más aceptadas para este fenómeno es la disponibilidad de alimento, ya que las aves se desplazarían buscando aquellas zonas en las cuales, dependiendo de la época del año, sería más fácil encontrarlo. Por supuesto que también influyen factores externos a las aves como por ejemplo la duración de la luz diurna (o fotoperiodo). Se podría resumir entonces, que las variaciones medioambientales junto con las condiciones fisiológicas propias de las aves hacen posible el desarrollo de los fenómenos migratorios.

Playero grande o de ala blanca (Catroptophorus semipalmatus). © wingsfromsouth

Existen muchas investigaciones sobre el inicio de la migración, las rutas disponibles para desplazarse, las escalas que realizan las aves, el gasto energético que necesitan para el traslado y su alimentación ya que la grasa que es consumida previo y durante los desplazamientos es recuperada rápidamente en las paradas intermedias que realizan durante el trayecto. 

Las aves comienzan la migración hacia el sur una vez que se ha completado la etapa reproductiva y de crianza, además de haber finalizado la muda de las plumas a fin de posibilitar que los individuos que migran se encuentren en plenitud de fuerzas en relación con la estructura del plumaje y haber acumulado la suficiente grasa para comenzar el viaje.

Un dato interesante es que los machos serían los primeros en iniciar y regresar en la migración, ya que, al regresar primero a los lugares de nidificación, tendrían mayores oportunidades de ocupar los mejores territorios. Otro dato interesante de mencionar es que la mayoría de las aves viajan de día, aunque algunas los realizan también de noche. Respecto de las escalas que realizan, se ha investigado que existen intervalos entre 200 a 250 kilómetros con un promedio de vuelo de 6 horas, pero también existen registros de distancias mucho mayores siendo las aves pequeñas las que tienen una mayor capacidad de cubrir distancias largas sin detenerse. 

Gaviotín elegante (Thalasseus elegans). © wingsfromsouth

La orientación en las aves es fundamental para este proceso migratorio. La posición del sol, de la luna, de algunas estrellas y el magnetismo terrestre son parte de los descubrimientos en investigaciones científicas que han confirmado cómo las aves llegan sin problema a sus destinos a pesar de los miles de kilómetros recorridos.

Un ejemplo icónico de aves migratorias en nuestro país es la gaviota de Franklin (Larus pipixcan). Esta especie se reproduce en estados Unidos y se desplaza hacia nuestro país a partir de septiembre de cada año, llegando a las costas, ríos y lagunas en orden de norte a sur, arribando en primer lugar cerca de las ciudades de Arica e Iquique, y después de pocas semanas hacia el sur hasta Puerto Montt. Se observan en todos los ambientes acuáticos y se concentran por miles en algunos de ellos. El rayador (Rhynchops niger), que migra desde el norte de América del Sur, es otra especie que podemos observar fácilmente en playas y humedales costeros durante la época estival.

Gaviota franklin (Larus pipixcan). © wingsfromsouth

Muchas de las aves que migran, se van quedando en el camino, en países de Centroamérica y países del norte de América del Sur. Las que llegan a Chile, aterrizan en zonas húmedas, es decir, ríos, lagunas interiores, lagunas costeras, playas de arenas y humedales. Es vital tomar conciencia y divulgar entonces sobre la importancia de proteger estos lugares por la relevancia que toman respecto del ciclo de la migración, ya que se transforman en lugares de descanso y alimentación de estas aves que recorren miles y miles de kilómetros para cumplir con su ciclo biológico, parte del equilibrio de nuestro tan golpeado medio ambiente.

Muchas de las aves que migran, se van quedando en el camino, en países de Centroamérica y países del norte de América del Sur. © Hari Nandakumar

Imagen de Portada: © Engin Akyurt