Los humedales son áreas o ecosistemas que están saturados o inundados de agua, dulce o salada, de manera permanente o estacional y en los cuales se expresan diversas especies vegetales y animales. El agua es el principal factor controlador de este medio y son reconocidos como ambientes con alta biodiversidad. Los humedales son esenciales para la generación, mantención y purificación de nuestra agua dulce.
Para entender más allá de la simple definición del concepto “humedal” es necesario remontarse a febrero de 1971, donde en la ciudad iraní de Ramsar se crea el tratado internacional relativo a la conservación y uso racional de los humedales, el cual es apodado a la fecha como “Tratado o Convención Ramsar”. La Convención tiene como misión la conservación y el uso racional de todos los humedales mediante acciones locales y nacionales y gracias a la cooperación internacional, como contribución al logro de un desarrollo sostenible en todo el mundo. Para lograr esta misión, es esencial que las funciones y los servicios vitales que los ecosistemas proporcionan a las personas y a la naturaleza sean plenamente reconocidos, mantenidos, restaurados y utilizados de forma racional.
Pero ¿por qué los humedales son tan importantes para que un tratado intergubernamental los proteja? ¿Cuál es su verdadero impacto para que Chile, al igual que el 90% de los países del mundo sean hoy parte de esta Convención?
Los humedales son vitales para la supervivencia humana. Son uno de los entornos más productivos del mundo, son cunas de diversidad biológica, son fuentes de agua y productividad primaria de las que innumerables especies vegetales y animales dependen para subsistir. Los humedales generan recursos fundamentales para la vida y el ser humano, para la alimentación y para la conservación de la naturaleza. Ofrecen insumos para la industria y un entorno para la creación de tradiciones culturales. Y, muy importante, son una protección frente al cambio climático, ya que no sólo permiten la evapotranspiración de las plantas, la depuración del agua y la filtración de desechos, sino que permiten el secuestro y almacenamiento de carbono desde la atmósfera mediante la captura de CO2 a través del proceso de fotosíntesis, y su posterior almacenamiento en un sistema de bacterias fotosintéticas, plantas y el mismo suelo.
«Los humedales viven, se mueven y florecen a través de los organismos vivos que los conforman y a los que cobijan, incluyendo dentro de estos al ser humano».
El reciclaje propio de la naturaleza, permiten que estos suelos ricos en Carbono puedan ser aprovechados para estabilizar la materia orgánica y así ser incorporado como un nutriente para la vegetación. Los suelos se transforman en suelos sanos, fértiles, con mejores nutrientes, mejor drenaje y, a consecuencia, se reducen los efectos de la erosión, consiguiendo que el Carbono se mantenga en el suelo alejado de la atmósfera, lo cual es un gran beneficio si consideramos el acelerado cambio climático que existe actualmente. Un claro ejemplo de esto son las turberas cuya superficie está cubierta principalmente por musgos y que, bajo éste, alberga la mayor porción del ecosistema que está formada por materia orgánica en semi descomposición, saturada de agua, a la cual se le llama turba. La turba no es otra cosa que carbono que se ha acumulado por miles de años. Por lo tanto, las turberas son los sumideros de carbono más relevantes que existen entre los ecosistemas terrestres, contribuyendo enormemente a la mitigación del cambio climático. Se ha estimado que a nivel global el total de carbono almacenado en las turberas equivaldría al doble del que actualmente se encuentra en la atmósfera.
La convención Ramsar promueve entonces, la conservación y uso racional de los humedales ya que entiende el gran valor científico, económico, cultural y recreativo de estos ecosistemas. Ramsar pone énfasis en mantener y promover las funciones ecológicas de los humedales como reguladores de los regímenes hidrológicos y como un nicho de biodiversidad, especialmente de aves acuáticas y peces. Los humedales son los ecosistemas más relevantes para la población humana, pues nuestro bienestar depende directa o indirectamente de ellos.
Entendiendo la importancia de los humedales, en 1981, Chile se suscribió a la Convención Ramsar y la promulgó como Ley de la República mediante el Decreto Supremo N° 771 del Ministerio de Relaciones Exteriores. Esto permitió que en la década de los 90 algunos de los humedales más relevantes del país fueran protegidos por el Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado “SNASPE” que administra actualmente la Corporación Nacional Forestal; CONAF dependiente del Ministerio de Agricultura, o a través de otras figuras denominadas como santuarios de la naturaleza.
Con el nacimiento del Ministerio de Medio Ambiente en el año 2010, la promulgación de la Ley 21.202 de enero de 2020 que tiene por objetivo proteger los humedales urbanos declarados como tal por el Ministerio de Medio Ambiente, y la reciente aprobación para que se convierta en Ley la creación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP), se logrará enfrentar la crisis de pérdida de biodiversidad, dentro de los cuales los humedales son claves.
Los humedales, a pesar de que son ecosistemas dominados por el agua, no son todos iguales. En algunos el agua aflora en la superficie como son las vegas, bofedales o turberas. En otros, la tierra está cubierta completamente por agua, como es el caso de lagos y lagunas. A veces, el agua escurre de manera superficial en forma de ríos, riachuelos, o incluso canales. También se consideran humedales las zonas con aguas más bien estancadas, como ciénagas, pantanos y marismas y en la costa, donde se crean lagunas costeras o arrecifes, e incluso aquellos espacios donde el agua salobre se mezcla con el agua dulce como en los estuarios, deltas, marismas o los manglares.
En Chile existen prácticamente todos los tipos de humedales descritos a excepción de los los manglares. Son cerca de 40.000 humedales en Chile, de los cuales los que están en el continente cubren cerca de 3.500.000 hectáreas. Sin embargo, este número está subestimado, al no considerar algunos tipos de humedales como mallines o turberas, los que cubren enormes extensiones, especialmente en la Zona Patagónica.
En Chile, los humedales de acuerdo a su zona geográfica, pueden clasificarse en: Humedales andinos y alto andinos (todas las zonas húmedas que estén sobre los 3.000 msnm como lagunas, vegas, bofedales, salares, termas, ríos, glaciares, géiseres y otros); Humedales costeros y boscosos (zonas húmedas que están en la costa continental e islas oceánicas como marismas, lagunas costeras salobres y saladas, planicies mareales y estuarios); Humedales llamados turberas (los más grandes del planeta y ubicados en la Patagonia); y los Humedales hualves, hualhues o pitrantos; voz mapuche para ciénagas o pantanos (son bosques nativos pantanosos, anegados de agua, con drenaje deficiente).
Desde el punto de vista ecológico, una clasificación más compleja es la propuesta por el Ministerio de Medio Ambiente el año 2007, que permite definir ecotipos, es decir familias de humedales que comparten propiedades, atributos, y amenazas similares, es decir una clasificación funcional por clase. Bajo esta clasificación existen:
Actualmente existen 16 humedales reconocidos por Ramsar que abarcan una superficie de 363.927 hectáreas y que están siendo protegidos y administrados tanto por el Estado como por privados. Estos humedales son designados en base a atributos específicos y sobresalientes. Como, por ejemplo, destacar por su biodiversidad y por la importancia que representan para la supervivencia de aves migratorias y peces, que es el aspecto donde pone mayor atención la Convención Ramsar. Otro criterio importante para su designación son los atributos culturales para las comunidades que los rodean, ya sea debido a que permiten o sostienen actividades como agricultura, turismo, ganadería, o porque albergan riqueza patrimonial arqueológica.
A pesar de tener humedales reconocidos por Ramsar, en el país existen otros que están amenazados y otros tantos destruidos. Por esta razón Chile, como parte de la Convención Ramsar, se comprometió a impedir las progresivas intrusiones que afectan a los humedales y que están provocando, cada año, la pérdida de muchos de ellos. El mandato es hacer uso racional de los humedales, de todos los humedales nacionales, hayan sido designados o no como sitios de importancia global.
Debemos conocer las amenazas a las cuales están expuestos los humedales con la finalidad de ayudar a mitigar estos riesgos. Por ejemplo, existen las amenazas físicas como la extracción o modificación del caudal de agua (superficial o subterránea) que los nutre o la quema o deforestación de la vegetación que conforman parte de ese ecosistema. Las amenazas químicas se pueden ejemplificar en la absorción de fertilizantes, pesticidas o descarga de riles y, como amenazas biológicas pueden nombrarse desde un “inofensivo” pastoreo no sustentable hasta los depredadores domésticos no controlados por sus dueños, como perros y gatos, que merman la fauna tanto terrestre como acuática presente en estos ambientes.
Entonces, desde nuestro alcance, ¿Cómo podemos ayudar a cuidar los humedales? primero; tomando conciencia de lo que son y el gigantesco beneficio que tienen en nuestro planeta. Segundo; ayudando a transmitir esta información a todas las personas posibles y proporcionar algunos consejos muy sencillos para ayudar a cuidarlos como, por ejemplo, colaborar en tareas personales y comunitarias de limpieza recogiendo tu basura y ojalá alguna otra que encuentres en el humedal. Denunciando si ves que hay actividades ilegales que afecten al humedal como, por ejemplo, la pesca, uso de vehículos en zonas donde están prohibidos y la tenencia no responsable de mascotas que muchas veces se alimentan en los humedales. No hay que olvidar la biodiversidad de los humedales, muchos de los cuales albergan especies que son propias de cada lugar (endémicas) lo que explica y exacerba aún más su valor.
Los humedales viven, se mueven y florecen a través de los organismos vivos que los conforman y a los que cobijan, incluyendo dentro de estos al ser humano. Si no hay agua, no viven ni funcionan y si no funcionan, se impacta a las personas, la sociedad y todas las actividades económicas, sociales y culturales.
A pesar de que las actividades de conservación y de educación han aumentado en el último tiempo, la preservación de los humedales es y será un gran desafío a nivel nacional, mundial y, nosotros como personas naturales, debemos contribuir a su preservación. Debemos expandir y profundizar el conocimiento que tenemos de nuestros humedales para tomar conciencia de su importantísimo rol en la naturaleza y seguir transmitiendo esta importancia a las generaciones que nos rodean. Saber qué son, qué rol cumplen, saber dónde están, cómo funcionan y de qué forma comunidades e industrias se relacionan con ellos o los impactan. Y muy importante también, saber qué cosas hacer para no destruirlos, para recuperarlos y mantenerlos en el tiempo.
El desafío es grande, pues son muchos y diversos los factores que amenazan la conservación de los humedales, pero somos muchos los que queremos ayudar. Únete a ciertas acciones tan sencillas como llevarte la basura de otros, andar con tu mascota con correa y, como línea base de acción, dejar el menor impacto posible si visitas estos lugares. Participa en el día mundial de los humedales (2 de febrero) de una manera positiva y transmite su importancia a todos lo que te rodean. Tenemos una deuda con el daño a nuestra biodiversidad, es nuestra tarea, es nuestro deber ayudar a reconstruir.
Imagen de portada: ©Luke Hodde