Su hogar se emplaza donde inicia el sector rural de Magallanes, territorio que alberga distintas especies de aves que pululan entre los ñirres que conforman el bosque nativo. En este lugar, en medio del confinamiento y la pandemia global, brotó la obra Huenchie-Kef-Hé, cuyo nombre es un concepto recreado por los artistas, que combina palabras relativas al bosque andino patagónico, según las voces de los primeros habitantes del territorio. Sandra y Nataniel vieron en estos árboles de tronco desgarbado y hoja dentada, vecinos apacibles, capaces de cohabitar con otros seres y vincularse hasta convertirse en especies compañeras. Esta observación amplió horizontes y significó el punto de partida de una obra situada que intenta aproximarse a la escucha de aquellos seres añosos cuyos testimonios permanecen en voz baja.
El proceso de escucha exige un estado de presencia. Es la forma de conectar con las sutilezas que emanan de la comunicación entre especies que habitan el mismo bosque. “A los tiempos de escucha, yo los llamo meditar”, dice Sandra, a propósito del estado que provoca esta conexión con los árboles.
Largas jornadas de “meditación” entre Nothofagus antárctica –nombre científico asignado al ñirre– fueron aportando información sobre prácticas relacionales entre las entidades del bosque. Viento, nieve, ríos, insectos y aves participaron en este entorno vivo, estimulando ejercicios de escucha, en los que el Colectivo Últimaesperanza es diestro, tras años de aprendizaje en medio de los glaciares del austro para la obra transdisciplinaria, Hidropoéticas. “Durante el tiempo de escucha dedicado a los glaciares en los Campos de Hielo –que están muy conectados con los bosques–, hemos encontrado nuevas modalidades para comprender al otro. Y ahora, con esta experiencia entre ñirres, se abrió un multiverso”, dice Sandra.
Colaboraciones revolucionarias
Con el paso de las estaciones, el escenario boscoso donde mora e investiga esta familia, se fue transformando. Una tarde de verano, escucharon golpes a su puerta y descubrieron que el sonido era provocado por tres pájaros carpinteros. El trío de aves se instaló allí durante toda la temporada, encontrando refugio y alimento entre los árboles que rodean la casa. Manifestaron su presencia con ese persistente taladrar, que caracteriza a su especie, dejando huellas evidentes de su paso, ahora convertidas en pequeños orificios en la fibra de los troncos. La secuencia se repitió durante los cuatro años siguientes: los golpes a la puerta, el revoloteo y el picoteo constante en el bosque durante los meses estivales.
“Allí fue cuando me di cuenta que podía instalar un geófono en los hoyitos que dejan en los árboles, para ir más allá de lo que el cuerpo me permite. Esa es la maravilla de la tecnología como herramienta. En este caso, ofrece la oportunidad de escuchar de una forma más certera el interior del árbol”, relata Sandra. Así inició una nueva etapa de encuentros improbables, un despertar de los sentidos hacia la construcción de relaciones interespecies, accediendo a otras capas de convivencia entre aquellos que siempre han estado allí. “La experiencia de escucha, a través del geófono, es increíble. Se puede reconocer al viento como otra entidad muy presente, que se deja oír a través de la piel del árbol. Hay una transformación de la percepción de estos seres que están entre nosotros, que son nuestros vecinos y que hoy contemplamos desde la ética del cuidado”, dice, enfatizando en el valor de centrar la atención sobre las relaciones con los seres no humanos que coexisten en el bosque patagónico y suelen ser olvidados, tanto en el cotidiano como en las prácticas antropocéntricas hegemónicas de los humanos por conservar y revitalizar la memoria.
Una obra en expansión
Con esta experiencia de escucha y contemplación a lo largo de las estaciones, se gesta Huenchie-Kef-Hé, una instalación sonora, táctil y viva, sustentada en las sonoridades recogidas de manera orgánica en las grabaciones de campo entre Nothofagus, gracias a la colaboración revolucionaria con el trío de pájaros carpinteros de la zona. La obra además cuenta con fotogrametrías de los árboles como extensiones, que permiten apreciarlos con mayor precisión y desde otras perspectivas.
Huenchie-Kef-Hé, del Colectivo Últimaesperanza propone una aproximación a los micro mundos que se interrelacionan en el bosque, propiciando una inmersión en el entramado natural local, a partir del encuentro con una serie de siete esculturas elaboradas con biomaterial, en una sala en la que el acceso es a pies descalzos, para caminar libremente sobre una superficie cubierta de capas de tierra, recogida por los artistas y sus hijos. La escucha al interior del cubo es a través de parlantes de micelio, cuyas formas, recuerdan la presencia del liquen Cladonia gracilis, subespecie endémica del bosque del extremo sur.
La instalación da cuenta del proceso. Se trata de una experiencia de trabajo situado, elaborada con paciencia y respetando el tiempo y el devenir propio del territorio y sus habitantes. Todas las sesiones de escucha sostenidas y de largo aliento están documentadas e incluso contemplan una sesión de 24 horas, que fue transmitida en vivo por ondas radiales, en colaboración con Radio Tsonami de Valparaíso.
La instalación Huenchie-Kef-Hé abrió sus puertas durante el mes de mayo en la Sala Cladonia, en Punta Arenas, nuevo espacio de exhibición ubicado en Casa Liquen. Este hito inaugural marcó el inicio de una propuesta programática anual de dicho espacio, con enfoque ecofeminista. El proyecto cuenta con el apoyo de FONDART –ámbito nacional– convocatoria 2023.
“Esta es una obra que empieza a existir sola y toma rumbos inesperados”, cuenta Sandra, quien explica que, durante estos años, las jornadas de contemplación también se transformaron en una rutina familiar, guiada por un mapa de estaciones de escucha, que han transformado su cohabitar en un compartir consciente con sus vecinos no humanos.
Para el colectivo Últimaesperanza, la instalación en sí es una propuesta que está en expansión. Así es como en junio, al término de la temporada de la obra, recogieron la tierra esparcida por la superficie de la sala y la mezclaron con semillas de ñirre para repartirla entre los asistentes, desbordando las posibilidades de propagación de estos árboles endémicos en el territorio. Además, dentro de los desafíos que se ha propuesto la pareja, se encuentra la creación de un disco de vinilo, como otro modo de transferencia de la experiencia.
“Huenchie-Kef-Hé significa también la expansión del conocimiento sobre estas otras entidades, que son parte de nuestras memorias e identidades, y que dan cuenta de cómo nos vamos construyendo, a partir de esta coexistencia. No es solamente la geografía la que nos constituye, también son los bosques, las aves, los vientos, los que nos hacen hablar desde una mirada cosmocéntrica. Y desde esa perspectiva, es que hoy entendemos las lecturas de mujeres como Rivera Cusicanqui o de Daniela Catrileo”, concluye Sandra, reafirmando que colectivo de artistas de la Patagonia sigue “avanzando hacia el mismo horizonte, pero ahora con mucha más riqueza”.
Imagen de portada: Un geófono es un tipo de micrófono, que capta el sonido en la tierra, o en este caso, en un árbol y lo traduce en un registro de movimiento. Es una herramienta que permite la transducción. ©Colectivo Últimaesperanza