Flores y polinizadores: una historia de cooperación

Para los organismos sésiles -que no pueden desplazarse de un lugar a otro-, la comunicación es un gran problema. ¿Cómo interactuar con otros individuos si no puedes moverte? Hace millones de años, esta restricción era bastante común, por ello la comunicación química y física entre organismos era solo posible entre individuos ubicados cerca entre sí, […]

Para los organismos sésiles -que no pueden desplazarse de un lugar a otro-, la comunicación es un gran problema. ¿Cómo interactuar con otros individuos si no puedes moverte? Hace millones de años, esta restricción era bastante común, por ello la comunicación química y física entre organismos era solo posible entre individuos ubicados cerca entre sí, y en usar medios abióticos como el agua y el viento para mover polen y semillas, que al ser relativamente aleatorios, requieren una gran inversión de energía, que a veces no es respondida con éxito.

Antes estas limitaciones, la evolución respondió con las flores y los polinizadores. El concepto es simple: la planta ofrece comida en una estructura especial, la flor, la cual al mismo tiempo deposita polen en el organismo que se alimenta. Al visitar distintas flores en busca de más comida, el polinizador moverá el polen de planta en planta, fecundándola. Este método es mucho más específico que el viento o el agua, y tiene muchas menos limitantes de distancia que otras formas de comunicación y propagación, pues los polinizadores sí son organismos móviles.

Una abeja poliniza a una Alstroemeria, ambas especies nativas de Chile. ©Bastian Gygli

Este método fue tan exitoso que en el periodo cretácico (durante la era mesozoica), cuando aparecieron las plantas con flor -angiospermas-, rápidamente desplazaron a las demás plantas y, en unos cuantos millones de años y hasta el día de hoy, se transformaron en el grupo dominante en el planeta. Este incluyen grupos tan comunes como los pastos, las orquídeas, muchos de los árboles y casi todas las plantas que su usan para cultivos alimenticios.

Además, a lo largo del tiempo esta relación se ha ido complejizando y hoy en día ciertos polinizadores y plantas viven en una relación de necesidad mutua, siendo la única fuente de alimento para los primeros, y el único medio de reproducción para los segundos. Esta íntima relación de dependencia, común en los trópicos, es un hermoso ejemplo de lo efectivo que es esta estrategia de vida.

El momento exacto de la cooperación ©Bastian Gygli

La polinización es probablemente el mejor ejemplo del poder de la cooperación. Otros sucesos, como la endosimbiosis, han cambiado la vida en el planeta, pero son procesos difíciles de observar. Por otro lado, la polinización tiene de respaldo un impresionante registro que podemos ver hoy en día en las plantas con flores llamativas que viven a nuestro alrededor. Cada una es una prueba viviente del poder de la cooperación y, si miramos detenidamente, podremos observar que casi todas las plantas poseen flores.

Lamentablemente, hoy en día este proceso afronta una etapa de crisis. Nuestro actual modelo de desarrollo, que genera una gran homogeneización del ambiente y una gran presión sobre nuestro entorno, incluyendo a polinizadores claves como las abejas, han puesta la nota de alerta. Si estas cadenas de polinización se quiebran, muchas de ellas podrían tener graves problemas para recuperarse o no recuperarse del todo (Lever et al., 2014), lo que podría provocar una catástrofe ambiental de grandes proporciones.

Referencias

Lever, J., Nes, E., Scheffer, M. & Bascompte, J. (2014).  The sudden collapse of pollinator communities. Ecology letters.

Fotografía de portada: Los insectos son los polinizadores más comunes, pero no son los únicos. En la imagen apreciamos un ave -de la especie chincol- en pleno trabajo. ©Bastian Gygli

 

Flor del Chagual ©Bastian Gygli