El término “moda sustentable” es más complejo de lo que aparenta y existen varios factores que deberían cambiar para generar un movimiento más significativo: el sistema de pensamiento, las infraestructuras de la industria y la extracción de los recursos naturales.
En el ámbito del consumo, existen varias propuestas que apuntan a hacer que nuestros hábitos sean menos dañinos con nuestro entorno, como elementos cotidianos hechos a partir de materiales reciclados, alimentos a granel, productos electrónicos que utilizan energía solar, contenedores de comida que reemplazan los desechables y que ayudan a la conservación del alimento, entre otras miles de ideas sobre productos sustentables. En la industria de la moda particularmente, también existen tendencias que apuntan a un consumo más responsable con el cuidado del medioambiente, como es el creciente éxito que está teniendo el upcycling o la ropa reciclada.
Hoy existe un nuevo tipo de consumidor, con mayor conciencia sobre el impacto de sus compras y exigencias más concretas que la generación anterior. Este grupo, si bien todavía se mantiene como nicho, tiene prioridades tan claras como variadas: la preferencia por materiales renovables y/o orgánicos, la producción local y artesanal, el comercio justo, una cadena de suministro transparente y trazable, un marketing menos competitivo y la promoción de valores que apunten a la mejora de la sociedad y la naturaleza. Actualmente es prácticamente imposible conseguir que una empresa cumpla con todas estas características deseadas, pero poco a poco estas exigencias crecen en popularidad, ayudando a crear una conciencia real y profunda sobre los impactos que producimos como consumidores.
Sin embargo, es necesario preguntarnos, ¿puede una industria que fomenta indiscriminadamente el consumo, ser en algún punto sustentable? El concepto de moda habla de tendencia, de algo que cambia constantemente y no permanece en el tiempo. En ningún momento habla de una mejora del producto o de una nueva funcionalidad, sino que es una razón más efímera y banal: el simple hecho de estar en boga por un tiempo limitado. Esta es la industria que nos “enseñó” a comprar sin pensar, utilizar prendas por un período muy corto de tiempo y luego descartar.
Las noticias sobre las condiciones de las fábricas (por ejemplo, las fábricas de Rana Plaza en Bangladesh) en donde se producen la mayoría de las prendas que consumimos, fueron el detonante para este inicio en el cambio de mentalidad y exigencia por una industria menos nociva.
En este contexto, es necesario distinguir entre la industria de la indumentaria y la industria de la moda, ya que poseen distintos objetivos: la primera produce y comercializa prendas de vestir. La segunda, comercializa una aspiración, un estatus y reconocimiento social. Con su cadena de producción, las dos generan un impacto tangible y trazable en el ambiente. Sin embargo, es la industria de la moda la que, además deja una huella psicológica (intangible) ya que lucra con la inseguridad del consumidor.
El objetivo es la compra inmediata, irracional e impulsiva a raíz de un sentido de pertenencia y estatus en la sociedad. La industria de la moda es la industria de la tendencia y por definición es desechable, no perdura ni genera un valor agregado. Es un sentimiento que ataca directamente a la autoestima y busca denigrarla en pos del consumo.
Es por esta razón que la industria de la moda reacciona y se encuentra en proceso de cambio: nos está dando más alternativas que sí apuntan a una mejora del producto, que le aportan permanencia en el tiempo y que buscan resolver un problema concreto: el vestir. En medio de esta evolución se da lo que conocemos como moda lenta y como moda sustentable. Algunos las utilizan como sinónimos, pero existen estudios que las diferencian de forma precisa.
El movimiento de la moda lenta surgió como una respuesta directa a la moda rápida (fast fashion), a sus ciclos de producción irreales, al crecimiento económico despiadado y al impacto ambiental resultante. La moda rápida es un negocio caracterizado por la optimización productiva desmedida que ha demostrado ser insostenible en cuestiones ambientales, económicas y sociales. Esta primera etapa, con el tiempo, fue tomando más forma y su evolución derivó en lo que hoy llamamos moda sustentable, que también se pueden encontrar sinónimos como moda ecológica, ética o verde.
Cuando hablamos de una moda que conserva la ética, hablamos de una industria que: asegura buenas condiciones laborales para los trabajadores; que se gestiona sobre un modelo de negocio sustentable y transparente; que evita la producción de desperdicios; que utiliza una materia prima que genera el menor impacto ambiental posible; y que posea certificaciones que avalen esta forma de producir bienes de consumo y que asegura una trazabilidad de la cadena de suministro.
Los dos términos –moda lenta y moda sustentable– buscan empoderar tanto a los trabajadores involucrados como a los consumidores. Este movimiento aboga por una producción balanceada en donde se fomenten las relaciones a largo plazo, una producción que promueva el origen local y que se enfoque en la transparencia. Además, se propone cambiar la infraestructura de la industria: el sistema de consumo irracional y depredación de los recursos naturales que sostienen este consumo.
*Ilustración de portada por Rosario Lavignolle (@le_monde_de_chari)
Referencias
Claudia et al. (2016) “What is sustainable fashion?” Journal of Fashion Marketing and Management. An International Journal, 20(4): 400-416.