En búsqueda del pájaro carpintero negro en la Cordillera de Nahuelbuta

Era diciembre de 2016, y Gerardo E. Soto recorría por estrechos caminos los bosques de la cordillera de Nahuelbuta en su moto, una Suzuki DR650, cargada con instrumentos de medición. No andaba de vacaciones, lo suyo era la primera de una serie de investigaciones de campo que está realizando como parte de sus estudios de […]

Era diciembre de 2016, y Gerardo E. Soto recorría por estrechos caminos los bosques de la cordillera de Nahuelbuta en su moto, una Suzuki DR650, cargada con instrumentos de medición. No andaba de vacaciones, lo suyo era la primera de una serie de investigaciones de campo que está realizando como parte de sus estudios de doctorado en recursos naturales en la Universidad de Cornell en Estados Unidos, e integrante del equipo de investigadores del laboratorio de ornitología más prestigioso del mundo, Cornell Lab of Ornithology.

La cordillera de Nahuelbuta es un tramo de la cordillera de la Costa que se extiende entre las regiones del Biobío y de Los Ríos. Sus cumbres son aún guardianas de la enorme biodiversidad que alguna vez albergó, en las cuales remanentes de bosques de coigües, araucarias, cipreses, laureles, olivillos y ulmos, entre otras especies nativas, se las han arreglado para resistir el avance implacable de la industria forestal. Situada en el corazón de la zona con mayor desarrollo de la industria forestal del país, el ecosistema de esta cordillera ha sido prácticamente destruido en su totalidad los últimos 30 años, producto de la expansión de las plantaciones de monocultivos de pinos y eucaliptus, cuya cobertura en la región del Biobío alcanza un 40% de su superficie total y en la región de la Araucanía, un 20%. Un territorio habitado ancestralmente por comunidades indígenas Mapuche, que actualmente viven en un contexto de militarización, represión y altísimos índices de pobreza, la más triste de las externalidades negativas del modelo forestal chileno, que ha concentrado la riqueza en dos grandes familias.   

Hasta ahí llegó Gerardo, buscando entender detalles acerca del hábitat y alcance territorial del pájaro carpintero negro o magallánico, una especie que lo cautivó desde sus tiempos de estudiante de pregrado en la Universidad de Santiago, en que comenzó como ayudante del Laboratorio de Ecología y Conservación. En Revista Endémico hemos conversado con él  para conocer más detalles acerca de su investigación, sus motivaciones y su visión de futuro respecto del pájaro carpintero y del bosque chileno.

¿En qué consiste tu línea de trabajo?

Trato de entender el uso del espacio por organismos vivos con el objetivo de proveer información para manejar sustentablemente los bosques. Por ejemplo, en este momento estoy trabajando en entender por qué sólo vemos a los pájaros carpinteros negros en las cordilleras y no en otros bosques, aún cuando haya bosque nativo. Elegí esta especie porque tiene requerimientos de hábitat bastante grandes, por lo que conservarla implica conservar grandes extensiones de bosque nativo. Tengo preparación en Sistemas de Información Geográficos y modelamiento estadístico, lo que me permite entender si existe un efecto (y cuantificarlo) en la ecología del pájaro a partir de la forma en que se ha perdido el bosque y su estructura. Esto lo puedo hacer porque les estamos tomando muestras de sangre y poniendo pequeños GPS hechos a medida, para seguir sus movimientos a muy fina escala y saber qué árboles están usando y por qué. Además, estamos descubriendo nuevas maneras de usar imágenes satelitales para medir todos los árboles sin tener que ir a tomar datos en terreno.

Foto: Fabián Guerrero

¿Qué te motivó a focalizarte en esa línea de trabajo?

Desde chico acampé en muchas zonas entre las regiones del Maule y Los Lagos, como parte de un grupo Scout. Ahí pude ver cómo cambiaba el paisaje a través de los años y cómo aparecían más y más plantaciones forestales. Cuando era niño no sabía nada de ellas, pero recuerdo que cuando escuchábamos una motosierra en el que yo creía que era bosque, gritábamos intentando detener la tala. –Tenía como 6 o 7 años, y lo sentía como un verdadero atentado. Ya en la universidad, cuando me vi con la oportunidad de salir a hacer trabajo de terreno y aprender desde la teoría que me enseñaba Pablo Vergara, mi mentor y amigo en el pregrado, fui entendiendo que el conocimiento que estaba adquiriendo me permitía entender los ecosistemas y ser un aporte real a la situación país, con la generación de información para toma de decisiones. Creo que en Chile la toma de decisiones en materia de conservación es precaria por la falta de información cuantitativa que permita barajar opciones realistas y seguras en el largo plazo.

¿Como ves el estado de conservación del hábitat del pájaro carpintero en Chile?

Desde el punto de vista del bosque, es bastante pesimista. Cada día perdemos más árboles adultos y en estados moribundos, que son los que ocupa no solo esta especie, sino que muchas otras como los chingues o las cachañas. En la práctica, los únicos bosques que mantienen estas estructuras se encuentran en las áreas protegidas, las que en su mayoría fueron designadas como tales no por sus valores ecológicos, sino por su belleza estética y potencial recreativo. Luego, y con el tiempo, se reconoció su valor ecológico, pero aun así no son ambientes óptimos.

El mayor problema es que la información que tenemos referente a cómo la deforestación ha afectado a las especies es muy escasa. Un trabajo publicado el año pasado mostró que en Chile existían hasta ese momento nueve trabajos científicos publicados en revistas indexadas mundialmente, que investigaban el impacto de la deforestación en la biodiversidad a escalas de paisaje (que involucraban áreas de estudios amplias), de un total de unos 80.000 estudios que existen en el mundo. Eso nos da una idea de lo poco que sabemos en Chile acerca de nuestro territorio. Por ejemplo, sobre la cantidad de carpinteros que existe no sabemos nada, y  espero poder tener un número cuando termine mi doctorado.

En este momento hay una urgencia latente que involucra a todas las especies que ocupan los bosques en la zona norte del bosque templado, desde la región de O’Higgins hasta Los Lagos. Un ejemplo crítico es el del bosque maulino, que si desaparece, lo harán con él sus anfibios (muchos recién descubiertos en los últimos 10 años), insectos, mamíferos y todas las especies que vive en él. Especies endémicas chilenas que -como muchas- son monotípicas, lo que significa que son únicas en su género, y por lo tanto, tienen una importancia significativa en su aporte a la biodiversidad. 

Cuéntanos, ¿cómo fue tu viaje en moto?

Hice tres vueltas por las montañas de la Araucanía, Los Ríos y Los Lagos. Mi objetivo era llegar a los fragmentos de bosque que aún quedan y en su mayoría están alejados de los caminos principales, así que la moto me dio  la libertad que no habría tenido con un 4×4. Me caí varias veces por mi falta de experiencia en terrenos difíciles, y hasta tuve un esguince de rodilla, pero eso es parte de la experiencia y de lo que uno está dispuesto a sacrificar por hacer lo que uno cree que es correcto.

Lo que fui encontrando era impresionante. Por ejemplo, encontré una pareja de carpinteros sola viviendo en unos pedacitos de bosque que quedan cerca de Villa las Araucarias, en el extremo sur de la cordillera de Nahuelbuta. Estos pájaros están alejados por al menos 80 kilómetros de la población más cercana de carpinteros que está más al norte, en el Parque Nacional Nahuelbuta y que posee unas 12 o 14 familias (de dos o tres individuos cada una). Estos estaban solos, y lo más probable es que tengan problemas para tener crías por las características del bosque y por el nivel de estrés que estén experimentando. Hay actualmente muchos estudios que asocian las perturbaciones de los hábitats con el nivel de estrés de los seres vivos y cómo eso afecta su éxito reproductivo. Eso se está estudiando ahora con el Rayadito, un pajarito muy común en los bosques chilenos, y se está comprobando que vive con niveles de estrés altísimos, lo que afectaría su supervivencia a largo plazo.

¿Qué pasará con esa pareja de carpinteros?

Lo más probable es que en ese lugar los carpinteros desaparezcan o sea un sumidero, como lo llaman los biólogos, es decir, que sea un lugar en donde los carpinteros se van a morir. Lamentablemente, hay muchos planes de manejo de bosque nativo en esa zona, por lo que cada vez quedan menos árboles grandes para sus nidos. Hace poco aprendí que las Araucarias que se encuentran allí, (alrededor de 600), son genéticamente muy diferentes a cualquier otra población,  siendo conocido su enorme valor intrínseco. Tengo la esperanza de que por esa razón se priorice la protección de ese ambiente a través de alguna política, pero el contexto parece bastante desfavorable en este caso particular.

Foto: Fabián Guerrero

Desde tu perspectiva, ¿cuáles son las necesidades más urgentes en materia de conservación de la biodiversidad en Chile?

Primero hay que entender un poco el contexto en el cual nos vemos involucrados, y desde ahí podemos pensar en la solución del problema a largo plazo. En Chile, el bosque fue depredado por el fuego, que pretendía “limpiar” la tierra para poder desarrollar la agricultura basada en técnicas europeas y la ganadería. En la zona central ya no es posible ver las cicatrices de esta actividad, pero un buen ejemplo son las cercanías de Coihaique, donde todavía se ven los troncos de los árboles que alguna vez fueron quemados. Lo que sabemos hoy es que los Mapuche tenían técnicas de uso del bosque y agricultura semi-nómade que prácticamente se mimetizaba con el bosque, o sea, que replicaban su dinámica e iban cambiando el lugar de sus cultivos para permitir que se renovara el bosque, una práctica muy sustentable en mi opinión. Chile en la época pre-colonial, desde el Maule hacia el sur, era una verdadera mancha gigante de bosque desde la playa a los volcanes. Imagínate esa escena: miles de carpinteros, zorros, pumas, huemules, guiñas, diferentes tipos de insectos, flores, etc. Hoy, dada la forma intensiva de uso del suelo, lo que queda son bosques de segunda calidad, en terrenos que en su mayoría son de alta pendiente y que fueron dejados ahí porque era difícil de aprovechar o para proteger el suelo de la erosión en los últimos años. Dicho eso, lo que nos queda es bastante frágil y de segunda calidad.

Por eso, y en vista de lo que estamos viviendo estos últimos años con el avance de la aridificación hacia el sur y el cambio climático, tanto de causa global como el provocado por el reemplazo del bosque acá en Chile, es que necesitamos trabajar rápidamente en dos cosas: proteger y recuperar.

Primero, proteger los remanentes de bosque nativo de los incendios a través de la creación de cortafuegos, comenzando por los parques nacionales y todo el sistema de áreas protegidas. Para lograrlo, necesitamos un plan de acción que sea apoyado financieramente por el estado y también por el sector privado. En mi opinión, los subsidios entregados por el estado, como por ejemplo el ampliamente criticado D.L. 701, deberían tener una obligación a cumplir ciertos requerimientos basados en criterios de protección de los recursos nativos. Debieran incluirse en el Sistema de Evaluación Ambiental, requiriendo la planificación de los nuevos predios forestales que serán plantados apenas se limpie lo que quedó de los incendios recientes.

Luego, reforestar, que requiere invertir muchos recursos económicos. Pero siendo bien optimista, creo que podemos guiar a la ciencia y a nuestros estudiantes de carreras ligadas a los recursos naturales para enfocarse en la simulación o modelamiento de escenarios de reforestación y su impacto en los sistemas nativos, basados en servicios ecosistémicos, productos forestales no madereros, riqueza de especies, etc. Con esa base, destinar fondos y recursos humanos para lograrlo, y así, podríamos hacer de esta tarea algo muy eficiente y a un costo más bajo.

Foto: Fabián Guerrero

¿Cuál consideras que es el rol de la ciencia frente a estas necesidades?

Es crucial, porque ya hemos aprendido a lo largo del siglo pasado que las decisiones sin el apoyo del conocimiento científico tienen implicancias negativas tremendas, como el uso del DDT. Necesitamos cada día más participación del mundo científico en la toma de decisiones, y esto parte de  con el compromiso de los científicos, en línea con su rol como ciudadanos. Es importante que el científico salga de su oficina y se involucre en las decisiones políticas. De otra manera, su ciencia seguirá pasando inadvertida. Felizmente, lo que he visto es que en las nuevas generaciones de científicos hay muchas personas enormemente motivadas y con una visión más crítica respecto del statu quo de la ciencia y de la sociedad. Creo que el deber de estas nuevas generaciones es enfocar sus estudios en líneas de investigación que vayan en pos del bien común y no solo desde caprichos de la ciencia.

¿ Tienes conocimiento sobre del movimiento llamado Nature Needs Half? Que consiste básicamente en la propuesta de conservar el 50% del territorio en nuestro planeta. ¿Tienes idea de cuánto bosque queda en Chile y cuánto se debería proteger?

En mi opinión, es una muy buena propuesta. Lamentablemente, para algunas zonas de nuestro país ni siquiera llegamos al 50%. Por ejemplo, la zona del bosque Maulino posee mucho menos del 30% de su extensión original, y en los últimos 20 años, prácticamente el 98% de su extensión original en la Cordillera de la Costa fue totalmente depredada y reemplazada por plantaciones de pinos y eucaliptus. Hace unos días leí un artículo en la prensa de alguien que reportaba que el Ruil, un árbol endémico de esa zona de Chile, había sido consumido por los fuegos, quedando aproximadamente la mitad de las 350  que quedaban antes de los incendios. Este tipo de especies podrían recuperarse si se valora su uso en actividades agrícolas, como el uso de sus frutos y potencial sombra para cultivos que se queman con el sol, entre otras estrategias.

Finalmente, se hace claro que necesitamos urgentemente de una política de restauración y recuperación del bosque nativo más allá de las áreas protegidas, la protección de los remanentes y expandir los fondos muy limitados que existen para la restauración. Para lograr esto, personalmente estoy destinando la mayor parte de mi tiempo en hacer conexiones con la mayor cantidad de personas interesadas en estos temas, para así trabajar bajo una misma bandera y optimizar de la mejor forma nuestros esfuerzos por un bien común. Espero que pronto podamos llegar a buen puerto y aprovechar las instancias políticas que se puedan generar a partir de las situaciones que estamos viviendo.

Foto: Macarena García