A pesar del gran número de exponentes vegetales que nos rodea, se les toma en cuenta poco y nada. Solemos hablar de las plantas como seres pasivos, inmóviles, casi inertes, más cercanas a lo que podría ser un objeto que a un ser vivo. Sin embargo, dentro del Reino plantae encontramos seres realmente asombrosos. Entre más observamos y pensamos las plantas, más rompen con todo el aparataje occidental que hemos usado como lente para observar el entorno natural.
En este sentido, no deja de llamar la atención quienes ponen el ojo en el vergel. No se trata simplemente de tematizar sobre las plantas, sino más bien, de plantear problemáticas y reflexionar sobre aquellos seres que históricamente han parecido irrelevantes al ojo occidental. En este contexto aparece Michael Marder, profesor de filosofía en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) e investigador de Ikerbasque, la Fundación Vasca para la Ciencia. Marder, además es escritor y editor, y trabaja principalmente con temas relacionados a la filosofía política y al pensamiento medioambiental. Entre sus trabajos más destacados se encuentra Plant Thinking: A Philosophy of Vegetal Life (2013), un libro en el que Marder identifica las características existenciales del comportamiento de las plantas y la herencia vegetal del pensamiento humano. Esto con el fin de afirmar el potencial de la vegetación en la resistencia a la lógica de la totalización. Endémico conversó con este autor sobre su trabajo, su pensamiento y, obviamente, sobre el exuberante vergel que nos rodea y —¿por qué no?— nos permea.
Michael Marder es profesor de filosofía en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) e investigador de Ikerbasque, la Fundación Vasca para la Ciencia. © michaelmarder.org
Endémico web: Tu trabajo abarca campos como la filosofía medioambiental y el pensamiento ecológico, ¿cómo llegaste a vincular estos temas y cuál fue la ruta que te llevó a la filosofía medioambiental?
Michael: A un nivel muy general, diría que toda filosofía es medioambiental. El contexto en el que uno piensa y ejerce la filosofía, cuándo y dónde esta práctica toma lugar, está determinada respecto a su entorno y medioambiente. No es indiferente si un filósofo está escribiendo en China o Chile, Ghana o Rusia —y no solo por razones culturales o lingüísticas—. ¿Está ella o él pensando o escribiendo bajo un árbol, en un jardín o en el escritorio de la oficina? ¿Sobre un bus, un avión o en la playa? ¿en la sala de espera de un hospital o en un bosque? Para ser honesto, he escrito en todos estos escenarios. Todavía puedo rastrear tiempos y lugares específicos donde fueron compuestos ciertas partes de mis textos publicados. Pero esto también significa que, para ser justo, no puedo responder a tu pregunta de manera abstracta, postulando una relación general entre la filosofía y el medio ambiente. De hecho, debo admitir que inicialmente ni siquiera me interesé por la ecología o la filosofía ambiental como tal. Sin embargo, sí me atrajo una forma de vida única, que es la vegetal. Esto sucedió en el invierno del 2009-2010 cuando enseñé en la Universidad de Saskatchewan en Saskatoon, Canadá. Una mañana de invierno, caminando hacia el campus con temperaturas en torno a los -40°C, escuché a los árboles que bordean la carretera crujiendo debido al frío. Los pensamientos y preguntas que se me impusieron en ese momento fueron: ¿qué significa para estos árboles vivir, sobrevivir en esta exposición absoluta, en un entorno tan extremo? ¿Qué están expresando —si es que expresan algo— con estos sonidos inusuales? ¿Cómo se contrae la vida al mínimo, manteniendo las reservas hasta la primavera? Finalmente, ¿qué supone la vida vegetal?
Las plantas pueden estar vivas y muertas al mismo tiempo, son individuales y colectivas, cambian constantemente de forma y fisiología, están inextricablemente conectadas con otros reinos biológicos como hongos y bacterias. © Johannes Hofmann.
¿Qué es lo que te llama la atención en las plantas?
Acabo de hablar sobre el comienzo de mi increíble —y aún en curso— viaje hacia la filosofía de la vida vegetal. Lo primero que me llamó la atención sobre las plantas es, precisamente, que la mayoría de las veces, y sobre todo en filosofía, no eran objetos dignos de atención, mucho menos sus temas. Esta marginación injusta de una forma de vida tan prevalente y antigua me impactó mucho. Indicaba una represión profundamente arraigada en el corazón del pensamiento occidental ¿Qué era aquello tan amenazante en los árboles, arbustos, las hierbas y flores por lo que la vida vegetal había sido dejada de lado —sobre todo en la filosofía moderna—? A medida que avanzaba mi investigación, me di cuenta que las plantas simplemente no encajan en el orden de los patrones lógicos de opuestos: “sí” o “no”; X versus no-X. Las plantas pueden estar vivas y muertas al mismo tiempo, son individuales y colectivas, cambian constantemente de forma y fisiología, están inextricablemente conectadas con otros reinos biológicos como hongos y bacterias; los insectos y las aves, a su vez, están al servicio de las plantas en lo que respecta a la reproducción, etc. Entonces, cuanto más me sumerjo en el mundo de las plantas, más profundo y vasto se vuelve el terreno vegetal en el que pensar. Tal vez sea su inagotabilidad y desbordamiento hacia otros temas y seres que formalmente no pertenecen al Reino plantae lo que me mantiene maravillado.
Lo primero que me llamó la atención sobre las plantas es, precisamente, que la mayoría de las veces, y sobre todo en filosofía, no eran objetos dignos de atención.
En tu libro The Philosopher’s Plant (2014) destacas la conexión entre plantas y las ideas de importantes filósofos modernos —incluso clásicos como Platón o Aristóteles—. Podrías contarnos un poco acerca de este libro y mencionar alguna idea destacable de estos filósofos respecto a la vida vegetal.
La idea detrás del libro que has mencionado era narrar una historia alternativa de la filosofía occidental desde el punto de vista de una forma de vida que ha sido excluida: la vegetal. Según las ideas de Platón, si el ideal metafísico del ser es inmutable, no creado ni susceptible a la destrucción, entonces las plantas con su mutabilidad inherente, su decadencia y regeneración continuas son exactamente lo opuesto a este ideal. Para los propósitos de nuestra conversación, quizás, el lugar más obvio para comenzar es la materia. Cuando pensamos en la materia, la imaginamos como un término filosófico abstracto, más apropiado al ámbito disciplinar de la física (ya sea atómica o subatómica) o química. Sin embargo, el término ‘materia’ es profundamente vegetal. La idea en sí surge en las obras de Aristóteles, quien adopta una palabra griega común para madera y bosque: ‘hyle’ y le da las connotaciones de la llamada “causa material”², es decir, de lo que está hecho algo ¡En su origen, la materia es vegetal! Curiosamente, cuando en su Monadología, Leibniz propone su paradigma de la materia, recurre a dos cuasi-definiciones: 1) cada porción de materia es un estanque lleno de peces, que, si uno se adentra, contiene otro estanque, incluso en una sola gota; 2) la materia es un jardín lleno de plantas, que, si se subdivide, encontramos otro jardín similar. Para mí, la vegetalidad de la materia como tal da un giro completo en esta recaptura, probablemente inconsciente, de Aristóteles.
Jardín de Claude Monet, Francia. © Ricardo Issotton.
A propósito de otro de tus libros: Plant Thinking: A Philosophy of Vegetal Life (2013) ¿Cómo caracterizas el “pensamiento vegetal”? y ¿Qué conceptos son claves para entender esta filosofía?
Me arriesgaría a decir que no hay conceptos claves en el pensamiento vegetal. Por el contrario, esta forma de hacer filosofía nos invita a pensar de otra manera que conceptualmente es parte de lo que he llamado “pensar sin cabeza”. Entonces ¿cómo podemos pensar de una forma en que se disperse el pensamiento o la inteligencia a lo largo de la extensión de un cuerpo vivo? Mi lema ha sido el mismo que Deleuze y Guattari incluyen en Mil mesetas: ¡Sigue las plantas! ¿Cómo seguir a estos seres que parecen no dejar los lugares donde germinaron por primera vez? Una forma sería prestar mucha atención a aquellos movimientos de las plantas y que no son reducibles al transporte. Me refiero a la metamorfosis, el crecimiento y la senescencia, todos clasificados como movimientos por Aristóteles. Nuestros cuerpos, mentes, y el mundo que nos rodea también se metamorfosean, crecen y se descomponen: seguir estos vectores vegetales, dentro y fuera de nosotros es seguir a las plantas.
Nuestros cuerpos, mentes, y el mundo que nos rodea también se metamorfosean, crecen y se descomponen: seguir estos vectores vegetales, dentro y fuera de nosotros es seguir a las plantas.
“Somos plantas bastante raras” ha sido uno de tus dichos repetidos en entrevistas y libros ¿Cómo es que nosotros los humanos podemos “ser plantas”?
He dado muchas respuestas sobre esto tanto en mis libros como en entrevistas. Entonces, simplemente invitaría a los lectores a volver a visitarlos, comenzando con Plant Thinking. Sé que suena extraño llamar plantas a los humanos, después de todo, con mucha reticencia, la filosofía y la ciencia han considerado a los humanos como un tipo peculiar de animal. Es verdad que no tenemos flores, no somos capaces de realizar fotosíntesis y no nos crecen raíces, al menos literalmente. A pesar de esto, en pocas palabras, tenemos muchas características vegetales en nuestra fisiología, vida psíquica, modos de organizar sociedades y relacionarnos con el planeta. Nuestra superficie de la piel respira, es fotosensible y registra vibraciones en el espacio, tal como lo hace una hoja. El nivel más fundamental de nuestra vitalidad, reconocido desde Platón y Aristóteles, es compartido con las plantas, tanto es así que los antiguos la han llamado “alma vegetal”, situada en la psique humana. Nuestro mundo interconectado desprovisto de una estructura de mando y control centralizado es el mundo de inteligencia vegetal, más que animal. Nuestra conciencia planetaria (ciertamente perturbada por las propuestas de hacer de la humanidad una especie interplanetaria) nos regala la capacidad de estar en un lugar (en este caso, un lugar planetario) que es asombrosamente similar a la relación de una planta con su lugar. Estos son solo algunos de los hilos que los lectores pueden seguir en respuesta a tu pregunta.
Pintura medieval de la Tierra esférica con estaciones diferentes. Por Santa Hildegard of Bingen.
Me gustaría que nos contaras un poco de tu último libro: Green Mass: The Ecological Theology of St. Hildegard of Bingen, que continúa con las ideas vegetales —esta vez, de la mano de Santa Hildegard of Bingen, destacada filósofa y naturalista de la época medieval— e integra música de Peter Schuback.
Green Mass es una meditación sobre y con la mística cristiana y erudita del siglo XII: Santa Hildegarda de Bingen. Atendiendo a la visión vegetal de Hildegard, que reverdece la tradición teológica e infunde espíritu a la vida vegetal, intento descubrir otra dimensión de un modo verde de pensar. Esta obra pone en escena un nuevo encuentro entre preocupaciones actuales y premodernas, ecología y teología, filosofía y misticismo, lo material y lo espiritual, en palabra y sonido. La exuberante noción de Viriditas de Hildegard, el poder vegetal de la creación, es emblemática por su comprensión profundamente entrelazada entre la realidad física y la elevación espiritual. De la germinante flora al desierto ardiente, juego con la multiplicidad sinfónica de significados en su pensamiento, escuchando las resonancias entre el ardor del fuego santo y la aridez de un mundo en llamas. Sostengo que, a través del cosmos de Hildegard, escuchamos la proliferación anárquica de su teología ecológica, en la que tanto Dios como el vergel son circulares, sin principio ni fin. El libro viene acompañado por los movimientos musicales de Peter Schuback, que hacen eco tanto de las propias composiciones de Hildegard como de los temas clave en cada capítulo del libro. Este nuevo libro tiene como objetivo crear una cámara de resonancia, en la que descubramos una visión radical del mundo viviente nuevamente.
¿En qué medida ser conscientes del pensamiento vegetal nos podría dar luces o ayudarnos en estos momentos de crisis medioambiental?
Las plantas han tenido mucho más tiempo que la especie humana para negociar su relación con el clima y el medio ambiente; para adaptarse a las cambiantes condiciones ambientales y también para alterarlas silenciosamente. Probablemente la lección más importante que podemos aprender de las plantas con respecto a la ecología del ser-en-el-mundo (y no solo con respecto a la crisis ambiental) es cómo comportarse, cómo actuar de una manera en que ya no encaja el molde de la distinción usual entre la actividad y la pasividad. La razón por la que las plantas parecen ser puramente pasivas desde una perspectiva occidental reside en la perspectiva misma. Las plantas parecerán inactivas si “acción” implica imponer tu voluntad en el mundo que te rodea por sobre los conflictos que esta imposición genere. Pero, si “acción” es visto esencialmente como interactividad (o interpasividad, que es lo mismo) entre lo que está fuera y lo que está dentro, si involucra sinergias en la raíz de su energía, si funciona a través de influencias indirectas, tanto acomodando el mundo como dándole forma gradual y sutilmente a sus elementos, entonces las plantas son intensamente activas. Nosotros, los humanos, también tenemos que empezar a actuar de esta manera más vegetal, acorde con un vivir y pensar ecológico.
Nosotros, los humanos, también tenemos que empezar a actuar de esta manera más vegetal, acorde con un vivir y pensar ecológico.
Rayogramas reunidos en Chernóbil Herbarium, libro de Michael Marder que se reeditó este año en español por Ned Ediciones. Los rayogramas buscan captar el trauma sufrido por los vegetales al haber sido sometidos a una fuerte radiación y documentan la resiliencia de las semillas que han crecido en la “zona de exclusión”. © Anaïs Tondeur.
Michael Marder en español
Chernóbil Herbarium en Ned Ediciones (2021)
Injertos, escritos sobre las plantas en Editorial NEFOE (2019)
¹ Según el censo de distribución de la biomasa en la Tierra a cargo del biólogo Ron Milo, las plantas son el reino dominante de biomasa con el 90% del carbono en la Tierra, el 10%, corresponde a hongos, arqueas, protistas, animales y virus.
² Parte de las cuatro causas de Aristóteles. Estas son definiciones formales del fenómeno de causa y efecto en el pensamiento aristotélico, mediante el cual las explicaciones del cambio o movimiento se clasifican en cuatro tipos fundamentales de respuestas a la pregunta “¿por qué?” (causa material, causa formal, causa eficiente y causa final).
Imagen de portada: Rayograma reunido en el libro Chernóbil Herbarium © Anaïs Tondeur.
Traducción: Constanza López.