En 1860, el famoso naturalista Alfred Russel Wallace le escribió a Charles Darwin una carta en la que decía: “La selección natural explica casi todo en la naturaleza, pero hay un fenómeno que no logro entender. Formas y colores que se repiten en animales de distintos grupos y ocurren en especies que habitan el mismo lugar.” Con este comentario epistolar, Russel Wallace se estaba refiriendo directamente a esa curiosa habilidad que poseen ciertos seres vivos para asemejarse a otros organismos y así obtener alguna ventaja funcional.
Para mediados del siglo XIX, no sorprende que tal fenómeno haya sido aún desconocido. Sin embargo, naturalistas principalmente europeos, empezaban a mostrarse curiosos por estos eventos. Solo dos años después del comentario de Russel-Wallace a Darwin, el británico Henry Walter Bates propuso una primera posible explicación al sorprenderse por el gran parecido entre dos especies de mariposas que no estaban relacionadas entre sí. Gracias a sus observaciones, logró comprobar que aquellas mariposas que tenían un sabor agradable para ciertas aves fueron capaces de desplegar una nueva coloración que imitaba a las mariposas de sabor desagradable. Así, lograban su objetivo de, despistar a sus depredadores, haciéndoles creer que no eran el manjar que en realidad sí eran.
A diferencia del camuflaje, un organismo que se mimetiza busca emular características de otros que no son atractivos para sus depredadores.
Mimetismo
La capacidad para imitar las características físicas de otros como una adaptación para incrementar la probabilidad de evadir depredadores es lo que ahora conocemos como mimetismo. A diferencia del camuflaje, que es la capacidad para parecerse al ambiente en el que una especie vive y pasa desapercibida, un organismo que se mimetiza busca emular características de otros que no son atractivos para sus depredadores. Todo esto, con la finalidad de enviarles un mensaje que podría sonar como: “puedes mirarme, pero ten cuidado si me tocas”.
En relación a las observaciones de Henry Walter Bates, se pensaba que un organismo “atractivo” para el depredador solo simulaba las características de aquel que tomaba como modelo, porque este podía ser desagradable o incluso peligroso. Luego, en 1978, el naturalista alemán Fritz Müller descubrió que también hay mimetismo cuando ambos organismos (el que se mimetiza y el que se toma como modelo) tienen una característica perjudicial para los depredadores; puede ser por agresividad, porque tienen estructuras punzantes peligrosas o porque son venenosos. A estos organismos les conviene desarrollar apariencias similares para disminuir el número de ataques, pero además resulta ser una ventaja para quien recibe la señal (depredador) porque con un solo intento obtiene información suficiente para identificar a dos especies de organismos potencialmente peligrosos o desagradables. Un depredador aprende al primer intento de buscar alimentarse de algo sobre lo que no saca beneficio; no vuelve a cometer el mismo error. Un ejemplo de que en la naturaleza casi siempre se cumple la regla de no tropezar dos veces con la misma piedra.
“La selección natural explica casi todo en la naturaleza, pero hay un fenómeno que no logro entender. Formas y colores que se repiten en animales de distintos grupos y ocurren en especies que habitan el mismo lugar.”
Carta de Alfred Russel Wallace a Charles Darwin, 1860
El mimetismo es evidente en la naturaleza y es un concepto clave que ha sido estudiado por años para entender la evolución de las especies. Existen una gran cantidad de documentales en donde se exponen ejemplos en varios grupos de animales y de plantas, pero es claro que aún hay mucho por estudiar, por entender y para seguir sorprendiéndonos. Los ejemplos más famosos son advertencias visuales, porque la coloración de los organismos es la principal herramienta para emitir el mensaje de “cuidado, soy peligroso”, o quizás algo más noble como insinuar que “no tengo un sabor agradable, mejor aléjate”.
Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en la afamada serpiente conocida como falsa coral. Si bien es una especie inofensiva, ha logrado salir victoriosa ante sus depredadores gracias a su ingenio de imitar los colores de la serpiente coral verdadera, que es extremadamente venenosa y peligrosa. También es bastante conocida la mariposa búho, que tiene en sus alas traseras manchas circulares que se asemejan a los ojos de los búhos, lo que le ha servido para evadir ataques mortales.
El poder de la mímesis en especies nocturnas
Existe un tipo de mimetismo menos investigado; se trata del mimetismo acústico. Ocurre cuando el organismo que recibe la señal cambia su comportamiento al detectar sonidos semejantes a los de un organismo sobre el cuál no hay interés. Las polillas son un caso particular, porque al ser nocturnas, no requieren desarrollar una coloración diferente para engañar a depredadores, sobre todo si pensamos que los principales organismos que se alimentan de estos insectos son los murciélagos, que las ubican por medio de señales acústicas. Para mimetizarse de manera eficiente, las polillas producen ultrasonidos que son audibles para los murciélagos y los confunden. En 2007, los investigadores Jesse Barber y William Conner de la Universidad de Wake Forest en Carolina del Norte, Estados Unidos, estudiaron dos especies de polillas tigre que absorben compuestos venenosos de las plantas cuando son orugas, lo que hace que tengan un sabor poco agradable cuando son adultas. A pesar de tener características físicas completamente distintas, ambas desarrollaron la capacidad de producir ultrasonidos similares con un mensaje claro para los murciélagos: “si me comes, no te voy a gustar”.
Los murciélagos que formaron parte del estudio (Eptesicus fuscus y Lasiurus borealis), se alimentan únicamente de insectos y dependen del sonido (ecolocalización) para encontrar a sus presas. Los científicos quisieron demostrar la hipótesis de que eran capaces de identificar el ultrasonido emitido por las polillas y relacionarlo con presas de mal sabor. En base a experimentos en laboratorio, inhibieron la capacidad de emitir señales acústicas de una de las polillas y observaron que los murciélagos la atacaban inmediatamente. Claro, al comerla, se llevaron una sorpresa desagradable y la escupieron debido a su mal sabor, pero el experimento fue un éxito porque lograron comprobar que aquel sonido es, de hecho, una estrategia de las polillas para mimetizarse y evitar ser depredadas.
Así como las polillas tienen estas capacidades brillantes para evitar convertirse en alimento de murciélagos, estos mamíferos voladores han hecho su parte para despistar a sus propios depredadores. Los búhos como el cárabo (Strix aluco) o lechuzas (Tyto alba) están activos en la noche y los murciélagos son parte de su apetitosa dieta. Hace unos años, cuando el investigador italiano Danilo Russo hacía trabajo de campo, le llamó la atención un zumbido que logró escuchar de un murciélago ratonero grande (Myotis myotis, típico de Europa) cuando lo manipulaba con cuidado para sacarlo de la red con la cual le había atrapado para hacer su estudio. Es cierto que los murciélagos son famosos por emitir ultrasonido, con frecuencias que están por encima del espectro audible para seres humanos. Esos sonidos los utilizan para guiarse dentro del bosque en completa oscuridad gracias al mecanismo de ecolocalización, pero además son capaces de emitir vocalizaciones de más baja frecuencia para comunicarse entre individuos o cuando advierten peligro. Esto es importante porque quiere decir que los murciélagos tienen la capacidad de emitir sonidos en un rango de frecuencias enorme.
De cualquier manera, aquel zumbido llamaba la atención porque era similar al que producen algunos insectos. Así fue como Russo animó a Leonardo Ancillotto para hacer la investigación, y juntaron a más investigadores de Europa y Centro América para entender la función del zumbido. Compararon la señal del murciélago con el del avispón europeo (Vespa cabro) que, aunque aún no se conoce a ciencia cierta su efecto negativo sobre los búhos, si se conoce que, en general, las aves evitan elaborar nidos en lugares donde estos insectos están presentes. Especialmente, si están en enjambres puede ser peligroso por probabilidad de picaduras. En un inicio, el grupo de investigación analizó los zumbidos tanto del avispón como del murciélago y observaron que, a pesar la similitud entre las señales, era fácil discernir entre unos y otros. Se dieron cuenta de una diferencia importante que era precisamente el gran rango de frecuencias del zumbido emitido por el murciélago. Entonces, seleccionaron solo una parte de la señal que corresponde a las frecuencias audibles para los búhos, bajo la lógica de que todo lo demás sería imperceptible a sus oídos. Se sorprendieron al ver que, al hacer esto, los sonidos ya no eran tan fáciles de discernir; la tasa de confusión entre ambos era mucho más alta, y en resultado, el zumbido del murciélago y el del avispón eran casi idénticos.
Al tener evidencias de esa similitud, quisieron saber si realmente la capacidad de imitar este zumbido era una estrategia de los murciélagos para despistar o advertir a los búhos. Lo que hicieron, fue utilizar parlantes en los cuales reprodujeron grabaciones de los zumbidos del murciélago y del avispón y observaron el comportamiento de los búhos al escuchar los sonidos. En efecto, no hubo intención de ataque de parte de los búhos hacia el zumbido generado por los murciélagos, y por el contrario, su reacción fue escapar sin siquiera inspeccionar ante la posible presencia de alimento. El grupo de colaboradores descubrió entonces que los murciélagos también recurren al mimetismo acústico para sobrevivir a sus depredadores y utilizan el zumbido de los insectos como modelo. Aunque es la primera vez que se describe un evento de mimetismo como este en una especie de murciélago, es posible que varias otras especies estén recurriendo al mismo comportamiento y que sea un fenómeno mucho más común de lo que se piensa.
En filosofía, algunos autores definieron a la mímesis como la acción de copiar la apariencia de las cosas. Este proceso en la naturaleza nos permite reflexionar sobre las ingeniosas soluciones que proyectan plantas y animales para asegurar su supervivencia sin hacer alarde de tan fantástica habilidad, pero a la vez sin ocultarla. Es como el oxímoron de hacer una evidencia tan sutil, que es dudosa a la vez y la convierten en una advertencia ideal para eludir el peligro. Un ejemplo más para aprender a reconocer que los procesos en la naturaleza no ocurren por mera casualidad, pues se manifiestan con la determinación de alcanzar un objetivo que afiance el equilibrio de los ecosistemas y la resiliencia de las especies que en ellos habitan.
Literatura revisada
Ancillotto, L., Pafundi, D., Cappa, F., Chaverri, G., Gamba, M., Cervo, R., & Russo, D. (2022). Bats mimic hymenopteran insect sounds to deter predators. Current Biology, 32(9), R408–R409. https://doi.org/10.1016/j.cub.2022.03.052
Anderson, B., & de Jager, M. L. (2020). Natural selection in mimicry. Biological Reviews, 95(2), 291–304. https://doi.org/10.1111/brv.12564
Barber, J. R., & Conner, W. E. (2007). Acoustic mimicry in a predator-prey interaction. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 104(22), 9331–9334. https://doi.org/10.1073/pnas.0703627104
Imagen de portada: Detalle de mariposa búho. © David Clode, vía Unsplash.