Depredadores del agua: la industria detrás de la transición energética

Las ambiciones climáticas no toman en cuenta las consecuencias irrevocables de la minería. En el norte de Chile se está sacrificando un ecosistema milenario y una cultura de 12.000 años de antigüedad. Acaso las políticas climáticas ¿están destruyendo justamente lo que podrían salvar?
El agua de las cuencas hidrográficas alimenta la cuenca del Salar de Atacama. Con una superficie de tres mil kilómetros cuadrados, es uno de los mayores lagos salados del mundo. ©Darko Lagunas

Aguas del desierto

Es temporada de lluvias en el ecosistema más árido del mundo. El “invierno boliviano” trae lluvias poco frecuentes al altiplano del desierto chileno de Atacama. Cuando llegó, el agua cayó del cielo. Una sensación extraña en el desierto, sobre todo porque cada vez llueve menos debido a la crisis climática. Los depósitos de agua esenciales se están rellenando muy lentamente. Sin embargo, esa no es la mayor amenaza para la existencia en la zona.

Gracias a un buen conocido de Santiago, llego a conocer a Carlos Vega. Tiene 49 años y vive con su familia en Coyo, una pequeña comunidad lickanantay en el norte del Salar de Atacama. Los lickanantay son una cultura indígena cuyos hallazgos arqueológicos más antiguos en el desierto de Atacama tienen más de 12.000 años. De cazadores-recolectores, los lickanantay han llegado a ser agricultores y pastores gracias a su gran capacidad de adaptación y a la interacción regular con grupos vecinos del sur de Bolivia y el norte de Argentina. Para sobrevivir allí, el uso comunal de los recursos limitados es crucial. A más de 2.400 metros sobre el nivel del mar, con uno de los climas más implacables del planeta, los lickanantay han conseguido producir alimentos con conocimientos y tecnologías sofisticadas y con muy poca agua. Esa agua escasa es ahora objeto de caza. “Estábamos aquí mucho antes que los incas y ahora nuestra existencia y tradiciones de nuestros antepasados se ven amenazadas”, afirma Vega. “El agua es la base de la vida y la escala a la que se está extrayendo es una amenaza para nosotros, nuestros animales y la tierra que alimentamos”, dice. 

El agua de las cuencas hidrográficas alimenta la cuenca del Salar de Atacama. Con una superficie de tres mil kilómetros cuadrados, es uno de los mayores lagos salados del mundo. Durante miles de años, este salar, que los ecologistas denominan humedal a pesar de su clima árido, ha sido un importante refugio para los lickanantay y un oasis de biodiversidad.

La riqueza mineral de Atacama ha atraído mucha atención desde finales del siglo XIX. Chile protagonizó la guerra del salitre con sus vecinos Perú y Bolivia, conquistando la zona, que desde los años ochenta registra una creciente actividad minera a gran escala. Primero de salitre, luego de cobre y ahora de litio para vehículos eléctricos. Toda esta megaindustria reclama los escasos recursos hídricos de la zona. “Esta zona se ha convertido en una zona de sacrificio”, explica Vega, “en algunos lugares, el nivel del agua ha descendido dos metros. Y ya han agotado toda el agua del Salar de Punta Negra” recalca.

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Durante nuestro primer encuentro, nos sentamos en el patio de la casa de Vega, que parece un jardín botánico. En pleno desierto –el más árido del mundo– crecen bosques de menta, maíz de todos los colores y una farmacia de plantas medicinales. Con cuidado, Vega explica las virtudes de cada planta. Oscurece rápidamente y a cada frase que pronuncia le veo con menos claridad.

El Salar de Punta Negra, al sur del Salar de Atacama, fue drenado entre 1990 y 2017 por la mina Escondida: la mayor mina de cobre del mundo, propiedad de la empresa Australiana BHP. En 2021, la empresa minera fue declarada responsable por el primer tribunal medioambiental de Chile. Es posible que BHP tenga que pagar más de 90 millones de dólares en compensaciones, pero la mina sigue funcionando a su capacidad máxima y ahora bombea agua de otras cuencas hidrográficas. La mina Escondida es sólo una de las numerosas minas de la zona. El Salar de Atacama está rodeado de enormes minas a cielo abierto explotadas por Lomas Bayas, propiedad de la empresa Estadounidense Glencore; y Gabriela Mistral y Chuquicamata, de la cuprífera chilena Codelco. El propio salar alberga a los mayores productores de litio del mundo, la estadounidense Albemarle y la chilena SQM. El mayor propietario de la empresa SQM es Julio Ponce Lerou, ex yerno de Augusto Pinochet, cuyo enriquecimiento fue posible gracias a la privatización de empresas públicas durante la dictadura (1973-1990).

En el Salar de Atacama, las empresas SQM y Albemarle conjuntamente bombean unos dos mil litros de agua por segundo de las aguas subterráneas; el 95% de toda esa agua se evapora en grandes piscinas (piscinas de evaporación) después de lo cual el litio restante y otros minerales no metálicos pueden ser “cosechados”. Según un estudio, la cantidad de agua bombeada es al menos un 21% superior a la que puede soportar el lago salado, dado su suministro natural de agua. Con el aumento de la producción y la falta de legislación medioambiental, esta cifra sólo puede aumentar, lo que significa que el salar se está secando rápidamente debido a la minería. En este sentido, Vega afirma: “el Salar de Atacama es una cuenca hidrográfica. Si bombeas agua de un lado de la cuenca, nos afecta a todos”.

La presencia y el impacto de la minería han afectado a las comunidades locales que rodean el Salar de Atacama. ©Darko Lagunas
El Salar de Atacama está rodeado de enormes minas a cielo abierto. ©Darko Lagunas

Impacto de la minería

La presencia y el impacto de la minería han afectado a las comunidades locales que rodean el Salar de Atacama. Vega explica cómo hace unos 10 años para un entonces presidente de Lickanantay fue inevitable entrar en diálogos con las mineras. Así, en 2017, el Consejo de Pueblos Atacameños (CPA) llegó a un acuerdo con la entonces minera estadounidense Rockwood Lithium, hoy Albemarle. Desde entonces, como compensación, el CPA recibe un pequeño porcentaje de los beneficios de Albemarle, que se distribuye entre proyectos que benefician a las comunidades lickanantay.

Me reúno con Manuel Salvatierra, ex presidente del consejo. Hace poco dejó sus funciones. “Llega un momento en que tienes que prestar atención a tu familia. Por ahora me estoy centrando en mi vida personal”, dice. A la sombra de un algarrobo, nos protegemos del sol quemante. Salvatierra explica el complicado trabajo del consejo. Me comenta que el CPA defiende la preservación de la cultura lickanantay y la protección del territorio frente a las influencias externas. Ilustrativa fue la contribución del trabajo del CPA durante la COP25 en Madrid, cuando declararon que no hay minería sostenible en el Atacama, y que los lickanantay no quieren ser moneda de cambio para el desarrollo de las economías verdes.

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Sin embargo, el acuerdo que la CPA firmó con Albemarle está provocando muchas críticas sobre su papel. Por ejemplo, se le reprocha a la CPA que ahora todo gira en torno al dinero y no a las tradiciones, el territorio y la preservación cultural. En respuesta a las críticas, Salvatierra dice: “hay que tener en cuenta que ésta es una de las zonas de donde provienen la mayoría de los minerales. cobre, tierras raras, litio, salitre. Pero no vemos nada a cambio de esta riqueza. En cuanto a servicios públicos, sanidad, instalaciones energéticas y agua corriente, el gobierno chileno está completamente ausente”. Según Salvatierra, después de más de 30 años de explotación minera en la zona, no ha sido posible ningún diálogo con el Gobierno. “Por eso, como comunidades de Lickanantay, hemos entablado un diálogo con las empresas mineras. Como último recurso, y como una forma de devolver un poco de dignidad y autodeterminación a las comunidades”. Hasta entonces, las comunidades lickanantay no existían ante las empresas mineras.

La predominancia de la minería en la zona explica la ausencia de gobierno, según Salvatierra. Se tiene la idea de que en un desierto no hay vida. Y donde no hay vida, no hay derechos, no se necesita gobernanza ni servicios públicos, pero la realidad es otra. Así que los dólares de la minería llenan un vacío importante dejado por el gobierno, dice Salvatierra. “Gracias a este dinero, a las comunidades les va bien, a diferencia de comunidades en otros territorios. Ahora podemos crear nosotros mismos los servicios públicos que necesitamos”, afirma.

“Se tiene la idea de que en un desierto no hay vida. Y donde no hay vida, no hay derechos, no se necesita gobernanza ni servicios públicos, pero la realidad es otra”.

El tratado que la CPA firmó con Albemarle es lucrativo. Gracias a la pujante industria del litio, los ingresos de Albemarle el año pasado fueron 14 veces superiores a los del año anterior. Salvatierra cuestiona la afirmación de Albemarle. Sin embargo, la realidad es que llega cada vez más dinero a las comunidades. Salvatierra comenta: “Antes de que te toque la lotería, no tienes idea de los efectos que tendrá tanto dinero. Estamos en el mismo proceso”, afirma Salvatierra. Pero esto es el núcleo del problema según los críticos, que ven en los dólares de la minería una amenaza para su modo de vida. Carlos Vega es una de estas personas y suspira repetidamente que hoy en día todo gira en torno a éste. Las reuniones comunales ya no tratan de la tierra, el agua o la forma de ver el mundo de los Lickanantay, ahora tratan de dinero.

Vía Zoom, me reúno con Bárbara Jerez Henríquez, investigadora postdoctoral en la ecología política del litio de la Universidad de Concepción. Ha investigado mucho sobre el impacto socioecológico de la minería en la zona. “Para las comunidades, al principio era una estrategia de supervivencia”, explica. Sin embargo, “el dinero de la minería siempre ha sido una estrategia de las empresas para derrotar y dividir a las comunidades”. Las relaciones originales entre las comunidades se están mercantilizando y burocratizando. Jerez Henríquez lo denomina la introducción de una lógica occidental y neoliberal. Esta lógica mantiene ocupada a la gente y le quita un tiempo precioso que antes se utilizaba para mantener las relaciones comunitarias.

Carlos Vega nos ayuda con un ejemplo. Durante nuestra segunda reunión, nos sentamos a la sombra de un viejo tamarugo mientras las cabras y llamas de Vega pasean a nuestro alrededor. A lo lejos, el volcán Lascar destaca sobre un cielo azul rosado típico de un atardecer en el altiplano. “Tradicionalmente, vivimos juntos en la tierra”, dice y continúa, “se tarda más de un día en sembrar un pedazo de terreno y surgen momentos en los que hay que resguardarse del calor o esperar a los animales. Estos son momentos preciosos que pasamos juntos hablando de cómo nos va, con la familia o con la tierra más allá. Este tiempo es esencial para construir comunidad y establecer relaciones comunitarias. Con el dinero llegó también el tractor, y luego, al final del día, una breve conversación es todo lo que se comparte”.

La ruptura de la relación con el paisaje es al mismo tiempo una ruptura con valiosas tradiciones culturales. ©Darko Lagunas

Además, la minería contrae la generación de jóvenes que son importantes para mantener viva la cultura lickanantay. “Nuestros jóvenes se sienten atraídos por el dinero rápido que pueden ganar en las minas”, dice Vega, quien habla por experiencia. Él mismo trabajó en la mina de litio. Las condiciones eran duras y a veces inhumanas. “Trabajabas en turnos de noche siete días seguidos y dormías durante el día. En medio del salar, con un calor extremo, en containers sin aire acondicionado […], pero se puede ganar relativamente mucho dinero”. Cuando tienen tiempo libre, los jóvenes entonces no tienen tiempo para trabajar la tierra o prefieren hacer sus compras en el centro comercial de Calama, a dos horas en coche.

La ruptura de la relación con el paisaje es al mismo tiempo una ruptura con valiosas tradiciones culturales. Lo que históricamente fue una piedra fundamental de la identidad lickanantay está desapareciendo. Jerez Henríquez explica que está observando una forma de etnocidio en el territorio de los lickanantay. “Hablar, practicar y transmitir conocimientos es fundamental para la vida en las comunidades indígenas, donde los conocimientos se transmiten principalmente de forma oral. Con los millones de dólares que llegan a las comunidades a través de la CPA, ese tiempo ya no existe. Se está introduciendo un mundo capitalista moderno, de forma forzada o de otra manera, donde la desconfianza y el dinero son cada vez más protagonistas y la naturaleza es un mero recurso de ‘progreso’. Como resultado, una cultura con más de 12.000 años de experiencia y tradiciones puede desaparecer para siempre”.

“Un avance importante de la Unión Europea en esta lucha es el nuevo acuerdo bilateral con Chile, firmado a finales de diciembre de 2022. El acuerdo, que liberaliza aún más el libre comercio entre Chile y la UE al eliminar el 99% de los impuestos de exportación, aumentará el acceso europeo a minerales de transición como el litio, el cobre y al hidrógeno verde de Chile”.

Eso tiene todo que ver con las ambiciones climáticas del hemisferio norte. Por ejemplo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció en marzo que “ha empezado la carrera para determinar quién dominará el mercado de las tecnologías limpias en el futuro”. Es el tono de la batalla geopolítica que está en marcha en el campo de los minerales críticos para la transición energética. Un avance importante de la Unión Europea en esta lucha es el nuevo acuerdo bilateral con Chile, firmado a finales de diciembre de 2022. El acuerdo, que liberaliza aún más el libre comercio entre Chile y la UE al eliminar el 99% de los impuestos de exportación, aumentará el acceso europeo a minerales de transición como el litio, el cobre y al hidrógeno verde de Chile. Con las mayores reservas mundiales de cobre y litio, Chile (según el Servicio Geológico de EE.UU.) es un importante interlocutor comercial de la UE. Hasta 2040, la demanda mundial de cobre se quintuplicará (según el Ministerio de Minería de Chile) y la de litio crecerá un importante quinientos por cien hasta 2050 (según el Banco Mundial). Sólo este año, el gigante del litio SQM pronostica un crecimiento del cuarenta por ciento en la demanda de litio.

Aunque el tratado fue anunciado por el Vicepresidente de la UE, Josep Borrell, con palabras sobre valores comunes como la sostenibilidad y los derechos humanos, la UE no quiere pagar impuestos a los ciudadanos chilenos. En este juego de tira y afloja geopolítico, los ciudadanos chilenos, especialmente los que sufren los impactos ecológicos en el desierto de Atacama, se quedan con la pajita más corta. Mientras la riqueza de Atacama alimenta la transición energética en el norte global, la producción de energía para los pueblos locales corre a cargo de feroces generadores de petróleo. El agua, contaminada con metales pesados, sale de la llave sólo durante el día y para beber agua se depende del agua mineral del supermercado. El primer hospital está entre dos y tres horas en coche desde el salar. Y el “corazón pulsante de la industria minera” se encuentra en la costa: quince centrales térmicas de carbón que generan electricidad para la minería “verde”. Son en parte responsables del mayor número de personas con cáncer de pulmón y problemas respiratorios de Chile.

Este año, el Gobierno del Presidente Gabriel Boric anunció dos importantes medidas. Nacionalizar el litio chileno y endurecer los requisitos medioambientales para su extracción. Con la “Estrategia Nacional del Litio” propuesta por Boric, quiere “aumentar la riqueza chilena”. No es un plan muy loco. Sólo en 2022, SQM obtuvo cerca de 4.000 millones de ganancias. Con la nacionalización del litio se puede dar un impulso financiero a la deficiente salud, educación, viviendas y otros servicios públicos del país. Lo que falta es la puesta en práctica. Y eso ya falló durante el anuncio de los planes. Se hablaba de la importancia de coordinarse con la población local, mientras que no hubo ningún tipo de diálogo con las comunidades de lickanantay ni con el CPA sobre los planes del Gobierno. El Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas, ratificado por Chile, estipula que estos pueblos deben ser consultados previamente cuando se adopten medidas que puedan afectarles directamente. Dicho suavemente, un comienzo incómodo. Además, los críticos sostienen que los planes adoptan una visión reduccionista de los ecosistemas del norte de Chile, ya que clasifican el 70% de los lagos salados como “reemplazables”. Sólo se protegerá el 30%. Esto abre la puerta a más zonas de sacrificio en nombre del progreso económico de Chile, sin consultar a las poblaciones locales.

El Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas, ratificado por Chile, estipula que estos pueblos deben ser consultados previamente cuando se adopten medidas que puedan afectarles directamente, en la industria minera es algo que no se ha hecho. ©Darko Lagunas

En cuanto a las demandas medioambientales, en marzo de este año, Boric anunció que Chile no quiere más cuencas de evaporación. Prefiere formas de extracción de litio más sostenibles y que consuman menos agua, como los “métodos de extracción directa de litio” (“DLE”, por sus siglas en inglés). Hablo de esta tecnología con Henk van Alphen, CEO de la empresa minera canadiense Wealth Minerals Ltd, que está avanzando en el desarrollo de la extracción directa de litio. “Con los métodos de extracción directa de litio, volvemos a bombear casi toda el agua, sin litio”, explica. “De este modo, sólo consumimos diez litros de agua por segundo, frente a los dos mil litros por segundo que consumen las cuencas de evaporación”.

Con DLE, Van Alphen espera abrir por fin una mina en el Salar de Atacama. Después de todo, llevan años intentando abrir una mina, sin éxito. “Prefieren guardárselo todo para sí mismos”, acusa Van Alphen a SQM y Albemarle, mientras dibuja un cuadro de intrigas como en la serie de House of Cards entre poderosos actores en el salar y su política. “Digamos que el Gobierno [conservador] de Piñera era relativamente cercano con Albemarle y SQM. Los acuerdos existentes hechos por Wealth Minerals con el anterior gobierno de Bachelet fueron así barridos de la mesa por Piñera” dice Van Alphen.

Piñera es ahora uno de los principales sospechosos en el ‘caso SQM‘ que comenzó este año. El caso salió a la luz a finales de 2015 y está investigando acusaciones de corrupción, soborno a políticos y evasión fiscal por parte de SQM. “El nuevo Gobierno de Boric no está ni de lejos tan enamorado de Albemarle y SQM”, dice Van Alphen y agrega que,”con los nuevos requisitos medioambientales, tienen un buen problema en manos. SQM tiene una licencia hasta 2030 y no quieren tener que invertir en tecnologías más sostenibles. Al fin y al cabo, sólo les quedan siete años, sin garantía de renovarla”.

Para Wealth Minerals, las cosas pintan bien con los nuevos requisitos medioambientales. Pero las medidas ofrecen pocas perspectivas a la población local. Los requisitos medioambientales se utilizan principalmente como arma en una lucha competitiva, y la nacionalización del litio parece servir sobre todo a la economía neoliberal nacional, al tiempo que abre camino a una mayor extracción. Al fin y al cabo, existe una aplastante demanda mundial de litio y las promesas ecologistas de los políticos europeos están atropellando los intereses de las comunidades locales. “En el fondo hay enormes fuentes de ingresos. Nadie bebe esa agua. Sería un fracaso no extraer el litio”, afirma Van Alphen.

La extracción de litio y agua crea perturbaciones en la presión subterránea y, por tanto, es una amenaza para este ecosistema. ©Darko Lagunas
El “agua fósil” (salmuera) es vital para toda la biodiversidad de la zona. ©Darko Lagunas

Biodiversidad en peligro

El “agua fósil” (salmuera) de lo que habla Van Alphen es vital para toda la biodiversidad de la zona, explica la microbióloga argentina María Farías. “Esta agua con altísimas concentraciones de sal constituye el hábitat único de uno de los ecosistemas más primitivos de la Tierra”. Farías es coautora del reportaje Extremófilos y orígen de la vida en Atacama. Gracias a las conclusiones del estudio, la laguna de Tebenquiche, en el Salar de Atacama, fue declarada reserva natural de Chile. El resultado decisivo fue la capacidad de los microbios que habitan esta laguna para producir oxígeno. “El porcentaje de oxígeno producido por metro cuadrado es superior a un metro cuadrado de selva amazónica”. Los responsables son un tipo de microorganismos llamados “bacterias salinas extremófilas”. Un tipo de fósiles vivientes que prosperan en condiciones similares a las del comienzo de la vida en la Tierra hace más de tres mil millones de años.

Estos tipos de organismos contribuyeron a la base de la vida en la Tierra tal y como la conocemos hoy, en parte debido a su excepcional capacidad para producir oxígeno. Los microbios son también la dieta de los flamencos que viven en la zona, entre otros. Lo que hace tan especiales a estos microbios es que sólo pueden sobrevivir en condiciones muy específicas. En las altiplanicies, por encima de los 2.500 metros, en lagos salados con altas concentraciones de sal y alta presión subterránea debido a la escasez de agua. Estas condiciones son frágiles y pequeñas fluctuaciones de la salinidad o de la presión subterránea pueden provocar la extinción de colonias enteras.

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La extracción de litio y agua crea perturbaciones en la presión subterránea y, por tanto, es una amenaza para este ecosistema. Los métodos de extracción directa de litio (DLE) no son una excepción en este sentido. La DLE también altera el frágil equilibrio al extraer litio. Según Farías, constituye un peligro mortal para un ecosistema de incalculable valor. “Antes de siquiera conocerlo lo estamos destruyendo, mientras que las bacterias pueden ofrecer importantes soluciones a futuros problemas que todavía no conocemos”. En concreto, las soluciones médicas que ofrecen las bacterias extremófilas son enormes, explica Farías. Por ejemplo, otra bacteria extremófila de Yellowstone produce una enzima esencial para la detección de Covid-19 en pruebas de PCR. “Esto demuestra que las propiedades únicas de estas bacterias son decisivas en medicina. Las bacterias extremófilas de los distintos lagos salados de Atacama ofrecen numerosos antioxidantes y antibióticos potencialmente nuevos”, afirma Farías.

Los antibióticos son reacciones bacterianas naturales que cultivamos en laboratorios. Lo que hace tan especiales a los salares del altiplano de Atacama son las condiciones extremas: altitud, presencia de agua con altas concentraciones de sal, clima seco y la presencia de esta riqueza microbiana que se ha adaptado a estas condiciones durante millones de años. Así, Carlos Vega nos contó que los lickanantay tienen ancestrales conocimientos sobre los poderes medicinales del salar. Dibujó una pirámide con tres niveles en la arena. A diferentes profundidades hay varias capas microbianas, explicó. “Producen capas de antibióticos que las bacterias utilizan para mantenerse a distancia unas de otras. Si mezclas un puñado de microbios, tienes un fármaco potente. Un antepasado lejano debió de descubrirlo por casualidad cuando se metió en el lago salado con una pierna herida”, dice riendo. “Nuestros conocimientos están ahora demostrados por la ciencia occidental” apunta Vega.

Farías explica que, debido a las condiciones únicas de Atacama, sólo es posible cultivar el dos por ciento de las bacterias existentes en los lagos salados; el 98 por ciento de las propiedades bacterianas únicas de los lagos -que, por tanto, apenas conocemos- corren el riesgo de extinguirse en pocos años debido a la creciente sequía y a la extracción masiva de litio. “Es una carrera contrarreloj”, afirma Farías. La riqueza de soluciones que ofrecen las bacterias llevó a Farías a dejar la ciencia y cofundar la empresa emergente Punabio, fundada en conjunto con otros científicos.  En ella, dice Farías, “cultivamos microbios de lagos salados que ayudan a regenerar tierras agrícolas. Son una solución para los suelos afectados por la sequía y además pueden extraer grandes cantidades de CO2 del aire”.

En San Pedro de Atacama, el espacio público está lleno de afiches contra la industria minera. ©Darko Lagunas

Reflexiones finales

Los ecosistemas locales y sus habitantes se ven sacrificados por las ambiciones climáticas mundiales y la carrera por el dominio de los minerales de transición. La escala y la forma de las operaciones mineras en el norte de Chile son sólo un ejemplo de cómo un ecosistema único y un modo de vida de sus habitantes originales se ven sacrificados por el crecimiento verde. No importa lo sanos y resistentes que sean estos ecosistemas, o lo resistentes que sean las vidas de los residentes: eso no impide que la minería devaste irrevocablemente estas tierras. Ese impacto es inmediato, a diferencia de las predicciones futuras en las que se centran la política climática y los modelos matemáticos del IPCC.

Un informe reciente de Stichting Onderzoek Multinationale Ondernemingen (SOMO) muestra que, para 2031, la capacidad de producción mundial de baterías de iones de litio aumentará hasta casi ocho mil GWh. Esto es suficiente para abastecer energía a 2,6 millones de hogares durante todo un año. El 90% de la demanda de estas baterías procederá de la industria de vehículos eléctricos, de los que se espera que más del 87% se vendan en Estados Unidos, Europa, India y China. El precio real de la conducción eléctrica en unos pocos países se paga en el desierto de Atacama con agua, alimentos, salud, oxígeno y vidas preciosas de humanos y no humanos. “En lugar de agotar el agua y el suelo aquí por esta megaindustria, deberíamos valorar esta tierra por la riqueza que hay en ella”, concluye Vega.

En San Pedro de Atacama, el espacio público está lleno de afiches: ‘Beberás litio, comerás cobre. Cuando ya no te quede tierra por violar’, ‘La culpa no es del litio, sino del que le saca el provecho’, ‘El desierto como cuerpo herido’. Es la obra del colectivo de diseño de la zona: LAGDA. En el desierto, pregunto a una representante municipal por el nivel de agua de una fuente local, me habla de “depredadores de agua” que amenazan la vida en toda la zona, refiriéndose a SQM y Albemarle. El sentimiento de muchos es que, una vez más, el país está siendo despojado de sus recursos minerales por especuladores extranjeros. Las medidas que se están tomando se ven presionadas por la abrumadora demanda mundial de recursos y no dejan tiempo ni espacio para un diálogo cuidadoso con las comunidades lickanantay, a quienes no se les da la oportunidad de decir no a la minería, como les corresponde según el Convenio 169 de la OIT.

SOMO sostiene que una transición justa exige centrarse en la reducción de la huella material. Más y mejor transporte público y una relación fundamentalmente diferente con los coches son un posible paso en esta dirección. Pero los acuerdos bilaterales motivados por una deriva dominante tampoco pueden servir a los “valores comunes”. En ellos, los países con ventaja industrial siempre tiran la cuerda más larga.

El escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano escribió a finales de los años 90 sobre las venas abiertas del continente latinoamericano: “Esta es la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo –o más tarde norteamericano–, y como tal se ha acumulado en lejanos centros de poder”. La situación del litio confirma que este modo colonial-imperial de comercio opera hoy en día con una nueva chaqueta verde.

©Darko Lagunas

*Este artículo se publicó anteriormente en el semanario neerlandés de Groene Amsterdammer

Imagen de Portada: ©Darko Lagunas