De la costa al campo: recorrido por las aguas de un humedal en el secano costero

El Humedal Bucalemu-Cabeceras, que atraviesa una zona de la comuna de Paredones, se convirtió en el segundo humedal urbano reconocido en la región de O'Higgins. Desde el año 2021 sus 279,4 hectáreas están protegidas por la Ley de Humedales Urbanos del Ministerio del Medio Ambiente. Por esto se prioriza la protección del ecosistema que alberga taguas, cisnes de cuello negro, patos silvestres, patos reales, garzas, pollollas, gaviotas, gaviotines y muchas especies más.
La laguna vista desde arriba luego de las lluvias torrenciales. ©Departamento de Medio Ambiente y Turismo

Aunque Bucalemu, la playa en la que desemboca su cauce, es el balneario más cercano a Nilahue, la comunidad en la que crecí, el paisaje ha cambiado tanto que mis recuerdos del sector a lo largo del tiempo son difusos. Sin embargo, persisten las memorias de las tardes con mi familia sentados sobre la arena sin mucho más que hacer que bañarnos en el mar y comer algodón de azúcar. El viaje desde Nilahue a Bucalemu es corto. Alguna que otra tarde aburrida viajábamos sin premeditación para acortar el día. Era una de las playas que podíamos visitar con mis abuelos, porque la distancia era ideal para evitar que estuviesen sentados por largo tiempo. Aún rememoro la arena pegándose, el algodón dejando grumos en mi cara, el olor a verano del bloqueador tropical y el mar inundándolo todo. 

Pasé medio año sin visitar mi región. Ya comenzaba a echar en falta la energía y los días lentos de ese territorio y la llegada del verano fue una excusa para volver a casa y hacer más nítido el mapa mental del secano costero en donde crecí. Entonces emprendí un viaje exploratorio por estas antiguas tierras tan familiares. Mis padres me acompañaron en la mayoría de los tramos, hay otros en cambio, que preferí hacerlos sola y dedicarles el tiempo que me parecía necesario. Fui, así, conociendo el humedal de manera fragmentada. Recorrí entre días su extensión desde Cabeceras hasta su encuentro con el mar en Bucalemu. Cuando vas desde Paredones, se puede ver cómo detrás de la laguna emergen cerros con plantaciones forestales de pinos, algunos de ellos recién comienzan a crecer y a lo lejos se alcanza a ver la carretera que conecta Bucalemu con Pichilemu.

Parte del humedal desde Cabeceras. ©Danilo López
Cauce del estuario en el valle. ©Dévora Peñaloza

Empecé el paseo por el estuario con mis padres. Al llegar al pueblo el clima pasó de soleado a nublado con pequeñas ráfagas de viento fresco. Las nubes tenían un tono gris claro y casi no se alcanzaba a ver el cielo a través de ellas. Una zona delimitada del humedal se puede recorrer en kayaks, botes eléctricos o a pedal. Mientras mi padre conducía el bote, mi madre me iba diciendo donde habían pajaritos para que los fotografiara. A la distancia vi tres cuervos descansando sobre una rama en medio de la laguna, en tanto, hacia el borde cercano al mar decenas de gaviotines aleteaban, se elevaban y volvían a posarse sobre las aguas en una danza sin fin mientras a escasos metros la playa y la costanera se llenaban de visitantes. 

Después del paseo en bote conversé con Marcelo, quien trabaja en turismo, y me comentó que hace algunos años la laguna no se encontraba con el mar, pero debido a las abundantes lluvias del año pasado esta recuperó espacio y mejoró su estado. Mencionó también que con la construcción del muelle, llamado por los locales el elefante blanco por su imponente tamaño, se tapó la corriente que antes se llevaba la arena. Esto además provocó el desplazamiento del estuario, acercándolo cada vez más a los cerros de plantaciones forestales.

Laguna de Bucalemu desde un paseo en bote. ©Dévora Peñaloza

Seguí el recorrido caminando por el pueblo. Hacia la orilla vi esparcidas pequeñas flores amarillas. Rodeé el cuerpo de agua y observé la hierba que crecía generosamente. Su cauce serpentea y cambia según las lluvias del año y la intervención humana, al igual que el caudal varía en su recorrido. Desde el camino no se lograba ver en su totalidad aunque su presencia se intuía permanentemente. 

Había quietud en el lugar a pesar del movimiento del pueblo. Bordeé la laguna caminando por la pasarela que se encuentra en la costanera y al llegar a la esquina izquierda, donde desemboca en el mar, el aroma ligero se tornó en hedor, que provenía de los pozos de la caleta. Desde el Municipio de Paredones dicen que se realizan las fiscalizaciones necesarias a través de la Seremi de Salud, y que la caída de residuos es mínima, ya que los pozos de la caleta no tienen cámaras de alcantarillado y cuando se rebalsan caen en el estuario. Sin embargo, el hedor parece no ser concordante con lo que dicen las autoridades.

Cualquier actividad que pueda alterar la vida y los ecosistemas de los humedales presentes total o parcialmente dentro del límite urbano debe pasar por evaluación ambiental, por lo que el humedal bajo ningún caso debería recibir desechos de los pozos. Si bien la declaración del humedal representa un gran avance, aún faltan recursos para fiscalizar en un largo camino hacia la protección de áreas naturales. Otro factor importante es el necesario y muchas veces demoroso cambio cultural. Lentamente las nuevas generaciones van ayudando a sus padres y abuelos para que cambien prácticas dañinas para el medioambiente. 

El cauce serpentea y cambia según las lluvias del año. ©Dévora Peñaloza
Luego de las abundantes precipitaciones se logró mejorar el estado de la laguna. ©Dévora Peñaloza

Es importante tener en cuenta el escenario crítico en el que estamos debido a la crisis climática. Las lluvias torrenciales durante el invierno recién pasado provocaron inundaciones, socavones y puentes colapsados que dejaron sin conexión a algunos sectores aledaños. En la comuna de Paredones está presente el riesgo de inundación, dado por la estacionalidad de las lluvias, debido a que sus esteros y escurrimientos tienen régimen pluvial. Dependiendo de la cantidad de milímetros de agua caída se acentúa el caudal de los esteros, por lo que los cursos de agua buscan cauces antiguos que pueden coincidir con áreas ocupadas por los humanos, especialmente sectores de terrazas aluviales.

Este fue el caso del desbordamiento del estero de Paredones que pasa por Panilongo en un tramo de la Ruta I-72 cercano a la planta procesadora de quinoa. Por la zona se realizaron parcelaciones y varios terrenos fueron comprados por personas que no conocían el sector y no estaban al tanto de que históricamente este lugar se ha inundado. Además, se construyeron casas en tramos del humedal donde el agua está a nivel subterráneo y  cuentan con vegetación hidrófila, relacionadas con el medio acuático. En estos lugares las lluvias torrenciales también inundaron las construcciones. Personas locales del sector hace más de 50 años dicen no tener recuerdos de su infancia ni relatos de sus antepasados que dejen constancia de inundaciones de esa envergadura en el sector. 

En todo caso, gracias a estas abundantes precipitaciones se logró mejorar el estado de la laguna. El sistema de los humedales depende en gran medida de la lluvia, además de la conexión que tienen con el mar. La zona estuarina ha resultado afectada porque la conexión del humedal con el mar no se ha dado durante la mayoría de los últimos años. Lo anterior es una posible consecuencia de la construcción del muelle, que justo se llevó a cabo en periodos de mucha sequía en la región. Por esto el estuario va cambiando cada año dependiendo de la pluviometría. 

Eutrofización del caudal al inicio de la laguna Bucalemu. ©Dévora Peñaloza

La laguna es muy importante para la gente del pueblo porque sus aguas son un sello, un elemento en simbiosis con los pajaritos en invierno y verano. Los lugareños la asocian  a los recuerdos de sus infancias, en su mayoría alrededor de juntas en los sectores aledaños al humedal. Así, además de un valor natural, también tiene un valor emocional. Los cauces mayores del humedal son puntos de reunión para los vecinos, que observan los cambios de cada estación, sobre todo con la llegada de aves, y el aumento del agua por las lluvias. 

Continué el recorrido por el cauce del cuerpo de agua, subiendo en auto por la carretera rodeada de pinos hacia Cáhuil. En el cruce doblé a la derecha y  luego bajé por un camino de  calamina. Después de unos cinco minutos apareció a la derecha un brazo del humedal. Me bajé del auto y me acerqué a observar mientras trepaba una escalera y fotografié a lo lejos totorales que se alzaban sobre el metro de altura. A los pocos minutos reapareció un brazo del humedal por el valle del costado derecho y trepé por una escalera, saliéndome del camino. A lo lejos se veían espesos totorales. Entremedio de ellos durante unos segundos alcancé a ver cisnes de cuello negro que desaparecieron entre los juncos impenetrables antes que el sol se esfumara.

Durante el verano la fauna se concentra en Cabeceras. ©Danilo López

Antes de llegar a Cabeceras, donde durante el verano se concentra la fauna, me quedé sentada un rato, admirando el paisaje acuático. Retomé el recorrido un rato después rumbo a Nilahue. Continué bajando y apareció otro junco. Una señal clara de la continuación del humedal. Escuché el ruido de las totoras cuando las golpeaba el viento y no logré reconocer el origen de otros sonidos interrumpidos. Esta zona en cambio está más cercana a casas y cuando me acerqué me sorprendí al ver gallinas con sus pollitos entre las zarzamoras que separan el cauce del camino. El caudal en esa zona es estrecho. Durante algunos minutos observé ovejas y caballos pastando por el sector, cada uno a su compás.

Todo estaba en calma y cuando el sol bajó, retomé nuevamente el camino en auto. No me di cuenta cuando regresé a la carretera y dejé atrás el humedal, aunque seguía viendo el paisaje verde aún en pleno verano en el secano costero.  La salud del estuario se refleja en el bienestar de las siembras cercanas al humedal, algo que no ocurría hace muchos años debido a la sequía. Sin embargo, también da cuenta del escenario crítico de la crisis climática con las inundaciones y socavones que trajeron las lluvias torrenciales durante varios días.  La memoria del agua parece seguir alimentando la vegetación circundante. Celan escribió “Donde hay agua, aún se puede vivir”. Después del viaje reconocí la importancia del proceso: hacer una pausa para volver al territorio y reconocerme como parte de la naturaleza en su constante cambio, en el que todo está fundamentalmente interconectado. Contemplar un pedacito de mundo de la apertura de las aguas con ritmo y lenguaje propio.

Imagen de Portada: ©Dévora Peñaloza