Recibo Obra de cuerpo de —no sólo— Valentina Inostroza Bravo. Tiene la forma y el tamaño de una croquera, anillada, y en la portada aparece el pliegue de un torso femenino desnudo. Me pregunto por cuántas manos pasó este libro antes de llegar a las mías.
Fue impreso en Valdivia, en la región de Los Ríos, por Tinta Negra Microeditorial. Leo que se trata de un proyecto análogo, una microeditorial que trabaja cada libro como un objeto de arte. Sus tirajes son bajos: cuidan la sustentabilidad de la cadena que les sostiene en el territorio que habitan. La primera edición tuvo apenas 250 ejemplares. Cada uno fue elaborado y publicado durante la lluviosa primavera de este 2025. Imagino esas manos anillando el libro con el sonido de la lluvia de fondo. Y pienso que cada libro guarda una historia propia. En este, la naturaleza parece haber acurrucado su proceso de creación: hacerlo escuchando pájaros, mirando el mar, respirando el olor de la tierra mojada. Sé que este libro me trae todo eso.
La publicación es de Valentina Inostroza y de trece artistas que la escribieron junto a ella. Así lo anuncian su portada y contraportada. De inmediato me parece una provocación creativa: un gesto que decide salirse de las convenciones desde la primera página, para luego desplegar un formato híbrido, lleno de capas. Sus páginas mezclan textos, anotaciones manuscritas, fotografías, fichas técnicas. Allí se arma un registro vivo de las obras visuales y performáticas de Valentina, realizadas entre 2017 y 2024, en Valdivia y en Santiago. Quienes escriben son artistas de diversas disciplinas -artes visuales, danza, literatura, educación- provenientes de distintos territorios.

Este registro heterogéneo -en sus voces y en sus formatos de escritura- se vuelve un espacio donde fluye y se inscribe la mirada subjetiva de otres sobre las provocaciones, los deseos y las insistencias que atraviesan las obras de Valentina Inostroza. Así, se amplían las interpretaciones posibles de cada pieza, ejercitando una lectura situada sobre el acercamiento de cada autor con las obras performáticas y visuales. En ellas, las sensibilidades en torno al cuerpo, como territorio político y afectivo, como un territorio de creación, de defensa, de goce, de encuentro, quedan imbricadas en el tejido-obra que Valentina ha hecho.
Pienso en el texto ¿Qué pasa cuando soñamos juntas? escrito por la artista visual, escritora y performer mapuche Kutral Vargas Huaiquimilla, sobre la performance Duerme tranquila, realizada en 2019 durante el estallido social, en Valdivia. Y en ese momento, como parte de las performers, tendida en el asfalto, se preguntó si se estaban atreviendo a soñar juntas, una al lado de la otra, imaginando juntas otros horizontes colectivos. O en el texto Día 1, de Martina Pedreros, que escribe una carta para Valentina Inostroza contándole sobre su primer día menstruando, sus cambios corporales y el fluir de sus emociones. La palabra y concepto TIEMPO, escrita con sangre menstrual, es la provocación para adentrarse en los ciclos menstruales de cada cuerpo, y las sensibilidades qué aparecen durante cada uno.

En Transmutar se presenta una conversación entre Midora Sovino y Valentina Inostroza sobre el mural que pintaron en honor a Emilia “Bau” Herrera, activista trans asesinada por su defensa del territorio mapuche en las cercanías del lago Riñihue. Para crear este mural recolectaron musgos, los dejaron fermentar en una mezcla específica y luego utilizaron esa preparación para pintar un stencil con su rostro. Fue una acción pública, realizada en Valdivia: un gesto de homenaje que terminó convirtiéndose en memoria. El texto se acompaña de unos versos escritos por Bau, donde se expresa su sensibilidad por el territorio y por los afectos colectivos:
Que vuelvan las plantas de entre las sombras.
Que vuelvan las muertas de entre las sombras.
Que vuelva mi amiga de entre las sombras.
Que vuelvan las cabras de entre las sombras.
Que vuelva la mapu de entre las sombras.
(Bau, Que vuelvan les cabres desde las sombras, 2019)
Este libro contiene múltiples sonoridades, texturas y visualidades en cada una de sus páginas. La curaduría feminista de Valentina Inostroza es un quehacer que busca colectivizar los espacios para el arte. Y, en un contexto marcado por el avance de las ideas de ultraderecha que ponen en riesgo a las corporalidades disidentes, no binarias, críticas ante los modelos que buscan hegemonizar las existencias, convocar espacios colectivos para la creatividad, la reflexión y el acompañamiento se vuelven urgentes. Creo que esto es acuerpar: estar, convocar, abrir espacios seguros para imaginar y compartir sensibilidades. Para transitar juntas nuestros días.
La palabra, entonces, nos permite navegar esos intersticios. Por eso, el libro dedica dos planas a los verbos que nos invitan a re-mirarnos en nuestros cuerpos:
Afectar
Conversar
Cuidar
Disfrutar
Dormir
Estar
Gritar
Humedecer
Leer
Manchar
Menstruar
Recordar
Remecer
Soñar
Vibrar
Todo ocurre en, y a través de, nuestros cuerpos. Y como la obra de Valentina Inostroza busca desarmar convenciones, provocar, interrumpir lo dado, este libro también me deja preguntas abiertas: ¿cuánta historia guardan nuestros pliegues? ¿Cuántas veces me he contado la historia de mi cuerpo? ¿Qué he escrito sobre él? ¿Será una manera de convertir el cuerpo en obra, como el título de este libro? Esta es una invitación para pensarlas.

Ficha técnica
Título: Cuerpo de obra/Obra de cuerpo
Autora: Valentina Inostroza Bravo
Curatoría y escritura del texto editorial: Daniela Hermosilla Zúñiga
Año publicación: 2025
Técnica impresión: risografía, aplicando una tinta a la vez, en los talleres de Club de Estampa, Valdivia.
Número de páginas: 136.
*Proyecto financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes (FONDART Regional Los Ríos) 2025.
Imagen de Portada: ©Joaquín Garrido



