Cuando el acceso a la naturaleza (y su conservación) se vuelve un privilegio

Este año ha sido particularmente distinto para todos. La pandemia que nos aqueja ha afectado, en mayor o menor grado, cada una de nuestras actividades, tanto cotidianas como aquellas planificadas a más largo plazo, obligándonos a modificar y replantear muchas de ellas, y, como si no bastara con eso, además, nos ha llevado a adaptarnos […]

Este año ha sido particularmente distinto para todos. La pandemia que nos aqueja ha afectado, en mayor o menor grado, cada una de nuestras actividades, tanto cotidianas como aquellas planificadas a más largo plazo, obligándonos a modificar y replantear muchas de ellas, y, como si no bastara con eso, además, nos ha llevado a adaptarnos a vivir en una forma mucho más “limitada”, algo tremendamente angustiante para quienes estamos acostumbrados a estar en contacto permanente con la naturaleza, y, que se convirtió en algo similar, para quienes lograron descubrir y valorar en este tiempo, la necesidad que como seres humanos tenemos de estar en contacto con el entorno natural.

En la Región de Los Ríos, recién el 12 de agosto se dio apertura a la Reserva Nacional Mocho Choshuenco y al Parque Nacional Alerce Costero, por lo que a partir de esa fecha era posible comenzar a randonear por esos hermosos bosques de lengas. Así es que bajo la premisa de tomar con seriedad esta apertura – respetando todos los protocolos sanitarios y ansiosos de volver a disfrutar de estos paisajes – nos animamos con dos buenos amigos, Ronald y Pablo, a ir al volcán Mocho. Apenas se dio una buena ventana de sol partimos, adentrándonos por la cara sur de la Reserva siguiendo la ruta por la localidad de Choshuenco, lugar en donde se sumaron otros amigos más (Carlos y Nico), listos para emprender el tan anhelado regreso al Mocho.

Por años estos bosques han sido sala de clases y escenario de investigación y actividades deportivas, de renuevo para el alma y la mente, dejando en claro que es posible que diferentes acciones sustentables puedan converger en torno a la naturaleza. Más que en ninguna oportunidad ahora agradecíamos y comprendíamos el gran privilegio de estar aquí en plena pandemia.

La imponente cumbre nevada del volcán Choshuenco, en un año en que la Reserva Mocho-Choshuenco tuvo su menor número de visitantes producto de la pandemia. © Felipe Pineda.

Con todo el grupo animado, logramos llegar en auto hasta el km 11, bastante más abajo respecto a años anteriores, lo que evidenciaba la buena temporada de nieve que había presentado la región. Ahí, comenzamos nuestra randoneada y raqueteada, aprovechando, a medida que avanzábamos, de realizar algunos registros audiovisuales que estarían destinados al evento de actividades al aire libre, “Entre Lengas”. Hace un par de años, con un grupo de amigos fundamos la ONG Entre Lengas, la cual tiene como objetivo crear conciencia respecto a los espacios naturales. Este año, en conjunto a la Reserva Biológica Huilo – Huilo y con el apoyo de Sernatur Los Ríos y otros privados, reinventamos su formato, logrando generar una serie de charlas destinadas a ser un aporte concreto para la generación de cambio de nuestro comportamiento como seres humanos hacia la naturaleza. Estas charlas quedarán en la web y RR.SS: encuentroentrelengas.cl , esperando poder además contribuir de alguna forma a la conservación de nuestra biodiversidad

Al llegar al acceso principal de la Reserva, donde actualmente Conaf tiene una guardería, los guardaparques (Emilio Beltrán, Juan Carlos Contreras, Alex Maich y Daniela Bravo) – que cuentan con una voluntad titánica y un gran amor por esta Reserva – realizaron los controles sanitarios de rigor. Vale la pena mencionar, que cada uno de ellos realiza una enorme labor por mantener estas zonas con estándares de primer nivel, en muchas ocasiones con presupuestos muy ajustados, siempre con una excelente disposición y cordialidad para atender a cada uno de los visitantes. Posteriormente, seguimos caminando hasta el mirador Los Volcanes, lugar donde nos tomamos unos minutos para contemplar los dos conos volcánicos en su plenitud: el Mocho con 2.422 m. en su cara sur este y el Choshuenco 2.415 m. en su cara noroeste, escenario que, sin duda, hace valer el esfuerzo de esos kilómetros de caminata en nieve con mochilas de aproximadamente 23 kgs.

He perdido la cuenta de cuantas veces he estado en esta Reserva, sin embargo, este año era distinto. En ese mirador, nos dimos la instancia de reunimos nuevamente como grupo a conversar y reflexionar acerca de esta oportunidad tan especial.

Un informe de la WWF de 2020 indica que desde 1970, el planeta ha perdido más del 70% de su fauna salvaje, siendo América Latina el país más afectado. En la foto, un carpintero negro busca su alimento en una lenga nevada. © Felipe Pineda. 

Es en este sentido, que esta pandemia ha llevado a que la interacción con la naturaleza cobre aún más valor, como una forma de mejorar nuestro bienestar emocional y volver a sentir esa ansiada sensación de libertad que teníamos. La responsabilidad ahora es lograr que esta interacción sea más respetuosa y consiente, para así frenar y revertir el comportamiento destructivo que hemos tenido con la naturaleza. Sin ir más lejos, la WWF en su Informe Índice Planeta Vivo 2020, análisis científico bienal que evalúa la salud de nuestro planeta y el impacto de la actividad humana sobre la tierra, concluye que “nuestra relación con la naturaleza está fracturada”, basándose en resultados verdaderamente estremecedores como el que: “Desde 1970, nuestro planeta ha perdido casi el 70% de su fauna salvaje, siendo América Latina la región más afectada”.

Datos concretos como éste, junto a la sucesión cada vez más frecuente de dramáticos escenarios mundiales – tales como los devastadores incendios que han azotado a Australia y la amazonia este último tiempo – sumado al complejo presente que vivimos como planeta producto de la pandemia de Covid19, hacen evidente la urgencia no solo de cambiar nuestra comportamiento  y conciencia frente a nuestro entorno natural, sino que, además, la imperiosa necesidad de reducir nuestros impactos, poniendo especial énfasis en la restauración de los ecosistemas que hemos vulnerado.

He perdido la cuenta de cuántas veces he estado en esta Reserva, sin embargo, este año era distinto. En ese mirador, nos dimos la instancia de reunimos nuevamente como grupo a conversar y reflexionar acerca de esta oportunidad tan especial.

Siguiendo nuestro camino, logramos llegar a los pies de la cuesta que da con el sector de la Tumba del Buey, lugar perfecto, entre un bosque de lengas, para instalar el campamento base con una mesa nieve que daba el toque perfecto para compartir, esta vez, con la distancia social correspondiente.

Con nieve perfecta, nos fuimos por la primera de las varias bajadas de la tarde, las que fuimos disfrutando al máximo, sabiendo que más tarde nos esperaba el mejor premio del día, un atardecer épico y compartir de una rica cena bajo una noche estrellada en medio del bosque de lengas.

Un anochecer estrellado sobre las lomas del Choshuenco nos recuerda la necesidad de volver a estar en contacto con la naturaleza, tras meses de encierro. © Pablo Lloncón.

Al día siguiente, ya muy temprano, comenzamos la primera randoneada hasta el glaciar del volcán, recorrido en donde no nos dejó indiferente el paso de una moto de nieve  muy ruidosa, que además de ser tremendamente molesto, evidenciaba el gran impacto que estas pueden llegar a generar en su entorno, sobre todo cuando por el momento solo existe una zona de tránsito para los medios mecánicos. (No obstante, pronto se implementarás  la etapa 2 del plan maestro de la Reserva, donde estas acciones se pueden normar, conviviendo de buena manera  el turismo con la conservación). Más tarde en el campamento base, desmontamos felices por los días que nos había regalado la naturaleza, y emprendimos el regreso. Sin duda, habían sido jornadas que quedarían grabados en nuestra mente, no solo por lo significativo del momento, sino también por el renuevo y energía que, como siempre, nos brindaba la montaña.

“La naturaleza es nuestra aliada y un medio de sanación, consuelo y alivio, así como de bienestar, salud y fortaleza; de crecimiento y desarrollo personal”,  Katia Hueso.

Ya de vuelta y en nuestra propia realidad, nos seguía esperando un dato que nos deja grandes desafíos, y es que en la Región de Los Ríos, las áreas protegidas privadas abarcan aproximadamente el doble de superficie (190.000 hás) que las del SNASPE (100.474 has), cifras que tienen mucho que decir, no solo por la noble labor y esfuerzo que realizan los privados por conservar, considerando que no cuentan con ningún tipo de financiamiento para ello, sino que también, por la evidente necesidad de contar, con urgencia, con un modelo de gobernanza regional y lo importante de poder sacar adelante la ley de donaciones ambientales, SBAP, etc.

Tal como se expone en el actual Informe de Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica de la ONU, donde se deja en evidencia la creciente crisis global de la biodiversidad y las acciones necesarias para protegerla, es un deber y una prioridad, el que la conservación esté considerada, de manera transversal, como uno de los ejes fundamentales en la toma de decisiones de los distintos sectores económicos de un gobierno, siendo incorporada claramente en cada una de sus políticas.

Hoy no podemos limitarnos únicamente a disfrutar el patrimonio natural, hoy más que nunca debemos ser conscientes de la urgencia de llevar a cabo acciones concretas que reviertan las amenazas de nuestros ecosistemas. Camino al volcán, RN Mocho-Choshuenco. © Plablo Lloncón.

La era de antropoceno que vivimos y sus efectos devastadores deben llevar, con un gran sentido de urgencia, a que la toda la comunidad, tanto nacional como internacional, desarrolle con especial premura acciones concretas destinadas a revertir las décadas que se han sumado de pérdidas de los ecosistemas, poniendo énfasis en la conservación y manejo sustentable de éstos. Tal como se asevera en el Informe Índice Planeta Vivo, la conservación de la biodiversidad debe convertirse en una inversión estratégica no negociable destinada a preservar nuestra salud, recursos y seguridad.

En estos tiempos, ya no podemos limitarnos a solo disfrutar de nuestros bosques, ríos, glaciares, etc., sino que debemos ser conscientes de que el planeta necesita de cada uno de nosotros, y que es una obligación el intentar revertir este colapso mediante acciones concretas. Si bien el que nuestro país no forme parte del primer gran tratado medioambiental de Latinoamérica y el Caribe, como lo es el Acuerdo de Escazú, fue un golpe duro y un claro retroceso en el compromiso de nuestro país con el medio ambiente, no debemos bajar los brazos y seguir en el camino de lograr, más temprano que tarde, la verdadera valorización, por parte de nuestra sociedad, de nuestro entorno natural.

Sobre el Autor

Erwin Martínez es Ingeniero (G) Forestal, Magister en Gestión Ambiental. Parte del Equipo de la Unidad Piloto de Áreas Silvestres Protegidas de la región De Los Ríos (CRDP) y docente de la Carrera de Ingeniería en Expediciones y Ecoturismo USS. Por su amor por la naturaleza, Fundador del emprendimiento Valdiviano Alerce Outdoor y Co Fundador de la ONG Entre Lengas.

Imagen de Portada: Anochecer a los pies del volcán Mocho, en la Reserva Nacional Mocho-Choshuenco. © Pablo Lloncon