Hace ya dos años, comenzó a gestarse un proyecto único en su especie. Se trata de Ta i te mana’u ki te matamu’a (Dibujando el pensamiento de los ancestros), un cortometraje del antropólogo Pablo Seward y la ilustradora Antonia Lara del 2014/2015, y hecho en colaboración con unas 50 personas de la Isla de Pascua, nuestra isla de la Polinesia famosa por sus restos arqueológicos y sus moai, sofisticados y grandiosos monolitos de figura humana conocidos mundialmente.
Tuvo como objetivo ayudar a los historiadores orales de Rapa Nui a transmitir la historia colonial de su isla– demasiado a menudo eclipsada por el pasado ancestral que dio origen a los moai–en un formato que las generaciones más jóvenes pudieran encontrar atractivo. Y se pudo financiar gracias al premio de Bachillerato Judith Lee Stronach, de la Universidad de California, Berkeley.
Para conocer un poco más de este trabajo audiovisual, conversamos con Pablo Seward y Antonia Lara, dos mejores amigos conocidos desde la infancia y quienes, a la luz del tiempo, repasan lo que fue participar en este cortometraje.
¿Cómo nace la idea de hacer este proyecto?
Pablo: El proyecto es una extensión de una tesis en licenciatura que escribí para recibirme como antropólogo de la Universidad de California. La tesis se enfoca en los esfuerzos de cierta parte de la comunidad Rapanui de revivir prácticas ancestrales como una declaración política en contra del neocolonialismo del estado chileno. Como la comunidad fue muy generosa durante mi trabajo de campo en la isla, sentí que tenía que retribuir aquella generosidad. A través del premio Judith Lee Stronach Baccalaureate Prize, logré hacer el cortometraje, cuyo propósito central fue devolverle a la comunidad Rapanui lo que me había dado: una memoria de resistencia política-espiritual para las futuras generaciones.
Antonia: Con Pablo tenemos una complicidad genial, compartimos conceptos y maneras de entender el mundo, aunque también, bien discutidos. Cuando me buscó y me dijo que quería hacer algo artístico para llevarlo a cabo, empezamos a volar con ideas de qué hacer. Me puse a dibujar, los dos a imaginar, y fue un proceso muy lindo.
Entonces, sus aportes y sus roles respectivos fueron cruciales a la hora de concretarlo.
P: El trabajo de tesis me permitió crear varias amistades con gente de la comunidad y conocer de cerca testimonios fascinantes. Como antropólogo, pude facilitar estas conexiones con el equipo y hacer las entrevistas para el cortometraje. Varias de las personas que entrevisté durante el trabajo de campo estuvieron dispuestas a participar en el cortometraje. Y mientras Antonia y yo participamos de fondo en el proyecto, recibimos la ayuda -tanto en el rol de entrevistados como colaboradores- de la comunidad Rapanui y de profesionales en Santiago.
A: Al principio yo dibujaba a los personajes y situábamos algunas ideas en una línea que no queríamos que fuera una línea de tiempo. También busqué en la biblioteca de allá libros de arte, y empecé a identificar una línea gráfica. Hice varios dibujos libremente y conocí artistas rapanui que me enseñaron mucho, como Te Pou. La ilustración más de fondo fue cuando volvimos al continente y resolvimos el guión. En ese tiempo dibujé, dibujé y dibujé, resultando un boceto enorme, lejos el más grande que he hecho. Pablo se sumergía en este boceto y juntos empezábamos a viajar dentro del dibujo, fue mágico.
¿Cómo entonces pudieron elaborar el guión?
P: El guión juega con la forma narrativa de la mitología Rapanui, donde la historia no es una realidad que se debe extraer de un pasado estable, usando técnicas científicas, como lo es para la disciplina de la ‘historia’ occidental. Es más bien una práctica dinámica en el presente, enraizada en varios lugares alrededor de la isla. Para acceder a la historia, los colaboradores Rapanui viajan a un cierto lugar y re-actúan acontecimientos que alguna vez ocurrieron ahí y que siguen ocurriendo. Y la idea del guión era reflejar esta concepción alternativa de la historia.
Tras el estreno, ¿cómo fue la reacción de la comunidad local?
P: Mostramos el cortometraje a distintas audiencias: en el Museo Antropológico Padre Sebastián Englert, donde la audiencia era una mezcla entre continentales que viven en la isla y personas de origen Rapanui. Y como esperábamos, a algunas personas no les gustó la mezcla entre realidad y ficción que el cortometraje lleva a cabo. Por otro lado, lo mostramos en el marco de un curanto tradicional, un umu tahu, junto a una organización de resguardo cultural, donde las críticas fueron distintas: ¿se puede plasmar el concepto de la mitología Rapanui en un medio moderno? ¿Qué derecho tienen personas que no son Rapanui a representar su historia? Por último, lo mostramos en el colegio “Aldea Educativa Rapa Nui”, y a los estudiantes les gustó, especialmente la música del cantante Yoyo Tuki y las ilustraciones de Antonia.
A: En el resultado final fuimos bastante controversiales, ya que tocamos temas que sabíamos que estaban en las patas de los caballos, varios argumentos que sabíamos que muchos no querían escuchar. El Pueblo Rapa Nui, por lo general, es intenso, llenos de magia, de vida, de rabias, de injusticias, de fiestas, de colores, de música, de arte, de una cultura fascinante escondida tras un turismo embustero y peligroso. Lo recibieron bien, les gustó harto que estuviera en Rapanui, y emocionó a varios. Revolvimos el gallinero y aportamos a un despertar cultural y místico que está ocurriendo.
¿Y cómo se desarrolla el contexto socioambiental de la isla?
P: El tema de la migración es complejo y sensible en Rapa Nui. La isla es muy pequeña y su capacidad de carga, limitada. El censo del 2012 demostró que hay más extranjeros que Rapanui, y a muchos les molesta el hecho de que el gobierno de Chile los ignoró cuando les convino y ahora, que la industria del turismo es fuerte, llegan chilenos por doquier, porque tienen un privilegio injusto de poder migrar a la isla libremente. Ahora bien, los ‘conti,’ como se le dice a los chilenos, forman parte de muchas familias Rapanui. Y hay que tener cuidado con un discurso racista, que a veces presencié y que asocia la migración con la criminalidad. Se entiende que el turismo trae recursos, pero también tiene impactos ambientales. Creo que la mayoría del pueblo Rapanui no está en contra la migración, pero sí quieren un instrumento legal que controle la residencia extranjera. La reforma constitucional del 2012 declaró a Isla de Pascua como un territorio especial, lo que abre avenidas para un estatuto que regule la migración. Pero las negociaciones se quebraron el 2015, lo que llevó a protestas importantes en la isla. En abril del 2016 Bachelet firmó el proyecto de ley de residencia en la isla, y es un hecho importante que, gracias a la movilización del pueblo Rapanui, se han obtenido resultados importantes.
Finalmente, ¿qué análisis hacen sobre este trabajo, a la luz del tiempo?
P: El trabajo marcó una etapa importante. Lo hice luego de terminar la licenciatura y antes de empezar un doctorado, y en lo personal, fue un respiro del mundo académico en mi vida. En lo intelectual, fue una oportunidad para aplicar el conocimiento abstracto que aprendí en mi carrera a realidades cotidianas. De todas formas creemos que lo que falta es que más personas lo vean. Creamos una página web para poder compartir libremente el cortometraje con el público.
A: Creo que es un precioso registro artístico de un concepto cultural que es profundo, difícil de entender y de explicar. Es importante que haya un corto que sirva de herramienta para hablar de esto, para poner el tema de la “cultura viva” sobre la mesa, y me gusta que haya un documental que proponga transformar papers y tesis de antropología en preciadas imágenes, a testimonios de nuestros sabios actuales, a música y a arte para todos.