A solo 19 kilómetros de Puerto Montt, se encuentra el el Centro de Investigación y Educación Parque Katalapi, un área protegida privada, creada con el fin de apoyar la investigación científica vinculada al bosque nativo y al mismo tiempo a enseñar a amar, conocer y valorar la naturaleza.
En sus terrenos el bosque valdiviano se expresa en su esplendor, una verdadera selva fría, densa de vegetación que parece amontonarse una sobre otra, pero con la calma de los bosques australes. La mayoría del tiempo solo se escucha el canto del del agua, de la que es guardián. Suena el escurrir de las vertientes, el fluir de los ríos y el goteo del rocio. Cuando llueve, que ocurre a menudo, el golpeteo de la lluvia libera las fragancias de las múltiples plantas aromáticas. El bosque se perfuma de melí (Amomyrtus meli) y tepú (Tepualia stipularis).
Los árboles adultos dominan y dan el marco a un mosaico de vida a toda escala. Abundan las epífitas, algunas colgantes y otras creciendo en los troncos mismos. Al nivel del suelo, encontramos diversos arbustos y helechos, todos resguardando la húmeda hojarasca. Cada cierto tiempo algún gigante cede su lugar y cae. El ritmo es lento y el tronco caído del antiguo tineo puede demorarse años en descomponerse. Durante ese proceso será cobijo para otros seres. Si miramos en detalle su superficie un nuevo bosque emerge, esta vez dominado por musgos y helechos, con sus propias criaturas, caracoles, arañas y pequeños insectos.
De vuelta en la gran escala, la calma a veces es rota por el canto de las aves, las cuales se escuchan más que se ven, en medio de la densa floresta. El canto del chucao (Scelorchilus rubecula) y del huet huet (Pteroptochos tarnii) y más lejos, en las alturas, las bandurrias (Theristicus caudatus). En las noches son los anfibios los que se hacen presentes, acompañados de los búhos. La fauna está presente, pero es elusiva, apareciendo solo en ciertas estaciones, como los insectos de la primavera o el ocasional avistamiento de una güiña (Leopardus guigna).
Y en medio de todo esto, el katalapi (Blechnum magellanicum), el único helecho arborescente de Chile continental. Sus verdes frondes se abren en la cima de monolitos que recuerdan a los troncos de los árboles. Por el envés sus hojas presentan un delicado diseño en verde y blanco. Como todo helecho, depende de la humedad para reproducirse, y en el parque abunda la humedad, por lo que muchos katalapis encuentran su hogar en sus terrenos. Esta abundancia fue la que le regaló su nombre al lugar, que además decidió honrar la lengua de los pueblos selk´nam, quienes denominaban kätalapali a esta especie.
http://https://youtu.be/tEa83nLE0QQ
Para más información del lugar puedes visitar: www.parquekatalapi.cl
Producción audiovisual de Montaraz (https://www.facebook.com/montaraz.naturaleza/, @montaraz.naturaleza en instagram)