El clima está cambiando, pero ¿no ha cambiado siempre? La respuesta simple es sí, el clima siempre ha cambiado. El de hoy es bastante diferente al del carbonífero con sus gigantescas selvas tropicales de plantas parecidas a helechos. En esos días, la tierra debió ser unos 4-5 grados más cálida que hoy.
Entonces ¿Por qué la preocupación por un par de grados más? La respuesta tiene que ver con el tiempo. Los cambios de esta naturaleza suelen ocurrir en el transcurso de millones de años, tiempo suficiente para que el sistema natural (clima, geografía y biota) vaya adaptándose. Nuestro caso es algo diferente. La tasa de calentamiento actual es por lejos la mayor de la que se tiene registro. Cambios de hasta 2 grados Celsius promedio de temperatura de superficie en los últimos 100 años. En tiempos geológicos, estas tasas son equivalentes a cambios instantáneos.
Imagen 1. IPCC (Intergovernmental Panel for Climate Change) 2013
Estas grandes tasas de cambio son resultado de varias razones, algunas con el hombre como agente primordial.
En primer lugar, estamos saliendo de un período de glaciación. Los últimos 10 millones de años han sido un constante cambio de periodos fríos y cálidos. Actualmente estamos en la transición de un período frío a uno cálido, por ende las temperaturas están aumentando de forma natural. Sobrepuesto a este proceso y de forma independiente, el ser humano ha modificado fuertemente el sistema natural a través de la liberación de componentes al sistema, lo que ha aumentado de forma notable desde la revolución industrial. Esto incluye variados gases de efecto invernadero (entre muchas otras sustancias). Estos gases (CO2, metano y óxido nitroso principalmente) absorben parte de la radiación que la tierra emite de regreso hacia el espacio, aumentando la temperatura del planeta.
Otro factor antrópico muchas veces ignorado, es el cambio del uso del suelo. La deforestación genera una menor absorción de CO2 al disminuir los árboles, además de modificar el albedo (porcentaje de radiación que una zona refleja) de inmensas zonas de tierra.
Estos cambios pueden tener variados efectos en los sistemas naturales. El ya mencionado aumento de la temperatura se ve acompañado de modificaciones en precipitaciones, nubosidad y vientos. Los océanos han absorbido aproximadamente 90% de la energía adicional, produciendo posibles cambios en corrientes y modificaciones de los casquetes polares. La tasa de desastres naturales podría verse modificada, viendo más períodos anormales de sequías, lluvias y huracanes, entre otros. Estos cambios tienen un efecto directo en la vida de los organismos en la tierra, incluyéndonos a nosotros.
El caso de Chile
Chile no es la excepción. Dentro del país, las zonas norte y centro serán las más afectadas con aumentos de temperatura y disminución de las precipitaciones. La industria (minera y forestal) aporta a que el efecto del cambio sea de mayor impacto.
Para entender detalles de este escenario, recomiendo leer un informe de la CONAMA realizado por la facultad de Geofísica de la Universidad de Chile.
Al ir enterándome de estas realidades me fui preguntando qué iba a pasar con los bosques cordilleranos del centro de Chile, qué sería de esas ranitas que viven solo en un par de localidades, qué pasaría con la flora y fauna al verse enfrentada a estos radicales cambios.
La información que encontré fue desalentadora. Muchos organismos se han extinguido debido a la acción del hombre. El clima ha sido factor para muchas de estas extinciones y se proyectan muchas más en el futuro. Los más afectados serán los organismos ectotermos (que no regulan su temperatura), incluyendo invertebrados terrestres y marinos, anfibios y lagartos principalmente. Quise saber qué sería de nuestra fauna y descubrí que poco se sabía, así que busqué los medios para poder empezar a dilucidar el futuro de nuestra naturaleza. Con ayuda de los profesores de la Universidad de Concepción, Juan Carlos Ortiz y Pedro Victoriano, y el profesor de la Universidad de California, Barry Sinervo, nos embarcamos en esta búsqueda. Acá les presentó lo que descubrimos.
El caso de la lagartija lemniscatus (Liolaemus lemniscatus)
Esta lagartija es uno de los herpetozoos (anfibios y reptiles) más comunes de Chile Central, habitando entre Illapel (IV región) hasta Pino Hachado (VIII región). Es de pequeño tamaño, con un patrón de franjas longitudinales a través de la espalda hasta la cola. Vive en ambientes terrícolas y de matorral, evitando los sistemas de altura como troncos o panderetas. Pone entre 3 a 4 huevos y se alimenta principalmente de insectos. Es además un modelo ideal para modelar el efecto del cambio climático. Esto debido a que es una especie bien conocida, frecuente, con amplio rango de distribución y muchas localidades donde se conoce su existencia. Esto permite tener una gran base de datos a la hora de realizar un estudio.
La idea era poder modelar el escenario futuro de la distribución de esta especie y determinar si podría persistir en las localidades a pesar del cambio en el ambiente térmico. Para hacer esto utilizamos una premisa muy simple: Si la temperatura aumenta demasiado, la especie no podrá estar activa por peligro a sobrecalentarse, algo especialmente peligroso para los organismos ectotermos. Ellos dependen de la temperatura externa para regular la propia y eso implica que si el calor es excesivo, pueden asarse vivos. Para que este no sea el caso, los lagartos (y otros ectotermos) evitan las horas de mayor calor, lo que se llama Hr (Horas de restricción de actividad). Ante un escenario de cambio climático, las Hr pueden aumentar cuantiosamente, incluso suficiente para llevar a un organismo a la extinción local (Ver figura 1).
Figura 1. Aumento de las horas de restricción derivado del cambio climático. Las líneas rojas y negras representan los sitios más cálidos y fríos, respectivamente, de una localidad dada. El rango delimitado por la línea verde punteada es la temperatura de actividad del organismo estudiado.
Esta premisa se une a la relación matemática directa entre el aumento de la temperatura y las Hr (entre más calor, mayor Hr) para permitirnos modelar el futuro. Para cada localidad calculamos las futuras Hr en base a las proyecciones climáticas de WorldClime (Base de datos de climáticas) y eso nos permitió saber si la localidad afronta o no un alto riesgo de extinción en el año 2080.
La siguiente figura muestras los resultados del estudio:
Figura 2. Mapa del riesgo de extinción desde muy bajo riesgo de extinción (0), hasta mayor riesgo de extinción (1)
Como se puede observar, en el año 2080 (60 años en el futuro) las poblaciones de una de las lagartijas más abundantes y frecuentes de Chile podrían presentar serios problemas de conservación. Las poblaciones más afectadas serán las del valle central hacia el norte. La costa y la cordillera actúan como atenuadores del efecto de la temperatura sobre esta especie y podrían transformarse en refugios. Hacia el sur la especie no se ve tan presionada por la temperatura, debido a que esta es naturalmente menor en aquel sector y el efecto del cambio climático es más reducido en dicha zona.
Obviamente estos estudios no representan verdades absolutas, el problema presenta muchas más aristas, muchas de las cuales fueron omitidas en este artículo para facilitar su comprensión. Nadie sabe con certeza qué ocurrirá en el futuro, pero estos modelos nos ayudan a tener una idea del desafío que se nos viene.
¿Importa? Implicancias y otros futuros posibles
Los cambios en esta especie pueden ser indicadores de fuertes cambios en los ecosistemas, incluyendo muchas otras especies y factores abióticos, como la disponibilidad de agua. Si a esto se une la fragmentación del hábitat, el cambio del uso del suelo y las especies introducidas, el panorama puede volverse desalentador. En un sistema tan íntimamente conectado los cambios tan bruscos pueden tener efectos devastadores en balances que han demorado millones de años en generarse.
La importancia de estos balances radica en nuestra pertenencia a ellos. El hombre es parte de la naturaleza y por mucho que tratemos de poner una barrera entre esta y nosotros nuestra esencia más pura nos mantiene conectados con el entorno. Necesitamos del planeta y de las demás especies. La pureza del agua que tomamos depende de la salud de nuestros ambientes. Todos los recursos pueden seguirse hasta su origen en la indómita naturaleza que hoy muchos ignoran. La salud de nuestro planeta es un reflejo de la salud de sus habitantes, dentro de los cuales nosotros, los humanos, somos probablemente los más influyentes. Destruir el planeta es destruirnos a nosotros mismos. Es por eso que una especie importa y mucho. Cada detalle es una posibilidad de poder cambiar el camino que estamos llevando como sociedad.
Reflexiones personales
Uno puede explicar a través de la lógica la importancia de los sistemas naturales, pero por otro lado el corazón también tiene cosas que decir. He estado entre araucarias y coigües para el amanecer. He visto nuestra fauna en medio de ríos, lagos, bosques y praderas. La belleza del océano, con su fuerza que parece inagotable. Lo imponente de las grandes montañas y sus nevados picos en invierno. Creo no equivocarme al decir que presenciar tales bellezas, es razón más que suficiente para querer cuidarlas. Porque emocionan y curan el alma.
Es por eso que debemos hacer las cosas de forma distinta, para que nuestro planeta y nosotros dentro de él, estemos sanos. Para que esté sano para nuestros hijos y las personas que vendrán. Ojalá ellos puedan maravillarse como nos maravillamos nosotros. Para mí, todo quien disfruta o aprecia la naturaleza que nos rodea, está siendo parte de un cambio. Unido a pequeñas cosas como no gastar más energía de la necesaria, no generar tanta basura, comer y vivir sanamente. En fin, no pedir o hacer más de lo que necesitamos. Ese es el cambio que necesitamos. Un cambio que está agarrando vuelo y cada vez con más fuerza. Compartamos esa chispa con los que aún no lo han experimentado.
*Si quieres saber más detalles del trabajo puedes escribirme al correo bastian.gygli@gmail.com
*Foto de portada: Liolaemus lemniscatus, por Pedro Va.