Lo que comenzó como una tragedia, finalizó como una exhibición. Esto, porque el colectivo compuesto por los artistas Paula Salas, Rosario Montero y Sebastián Melo, se vio en acción desde los incendios en las regiones del centro-sur de Chile en 2017, los que motivaron una serie de viajes, observaciones e investigaciones que hoy tienen lugar en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende.
Anteriormente, el colectivo había desarrollado el proyecto “Una explosión sorda y grave, no muy lejos” (2016-2017) en Valdivia. En ella se le hizo una pregunta al espectador: ¿qué reconocían ellos como objeto o elementos que estaban interrumpiendo el acceso al territorio? La respuesta apuntaba a que la plantación del eucalipto era el mal de todos los incendios, lo que fue suficiente para guiarlos durante cinco años en un intenso y diverso entendimiento y reflexión sobre el significado de esta especie.
Verlo como un árbol oprimido fue la primera etapa de su investigación y fue un gran desafío. “Estábamos perdiendo de vista que el eucalipto no tiene la culpa de las cosas que se le imputan como tal, sino que es la forma en que se planta, usa y se explota finalmente. Se demoniza su rol, ya que es un desastre ecológico hacer grandes extensiones, tomándose los bordes de los cursos de agua. No hay segundas lecturas de eso, en sí mismo es un desastre y ahí la industria forestal hace sus descargos”.
Sebastián Melo
Una práctica usada por la industria forestal es captar qué eucalipto está apto para representar genéticamente a los otros. Su crecimiento más derecho, robusticidad, inmunidad a las enfermedades, entre otras características son consideradas para, finalmente, sacar patillas y hacer clones de este. El colectivo copió el método minucioso de observación para su primera etapa de investigación. Así, realizaron unas caminatas en la Región de los Ríos, apreciando a los eucaliptos como individuos únicos, con las particularidades de su corteza, colores, la torcedura de sus troncos y los matices de sus hojas. Al respecto, Rosario dice: “no necesitamos convertirnos en árbol, sino que necesitamos empezar a pensar distinto sobre ellos. En la medida de que reconozcamos las distintas especies, que tengamos un vínculo afectivo y sepamos que existen ahí, creo que eso haría un mundo de diferencia en nuestra percepción del entorno y nuestra capacidad para querer estar, cuidar y ser recíproco con este”.
La segunda etapa, que abarcó el último año y medio, los llevó del eucalipto al bosque nativo, lugar en que los tocones abundaba. Otras interrogantes fueron creadas en ese momento: ¿qué hace al árbol un bosque?, ¿cómo se conecta el árbol con los otros?. Este fue un momento en que el sujeto único se presentó como una red de sujetos o de entidades orgánicas e inorgánicas totalmente conectadas, que desafiaba todas las categorías creadas.
La investigación fue un viaje, el que abordó la comunicación y el entendimiento con las personas que viven en contacto con las plantaciones de eucaliptus, hasta genetistas y cuidadores, estos últimos incluso con una conexión emocional arraigada. Fue a partir de este encuentro que el colectivo se hizo la pregunta: ¿cómo podemos conectarnos con este árbol más allá de los incendios?. “Nuestro proyecto no da respuesta, pero lo que intentamos en la exposición es que por lo menos se abran nuevas maneras de ver al árbol, que nos permitan quizás en un futuro establecer algún tipo de relación distinta, porque esta forma de relacionamiento a partir de la explotación en plantaciones no está funcionando”, comenta Paula.
La dualidad del eucalipto: ¿aliado o enemigo de la naturaleza?
Aunque se vea similar a otros ejemplares, el eucalipto es una especie particular, ya que a pesar de que la industria lo usa constantemente para su plantación, su imprevisible comportamiento no resulta colaborador con el sector maderero. La industria forestal, en su búsqueda por obtener recursos maderables y maximizar la productividad, ha promovido extensas plantaciones de eucalipto debido a su rápido crecimiento y rentabilidad económica. Sin embargo, el eucalipto es conocido por ser altamente inflamable debido a su contenido de aceites volátiles y su corteza desprendible, lo que lo convierte en un combustible propenso a propagar y avivar los incendios.
Aún así, el eucalipto no es el problema de las feroces llamas, ya que como explica Rosario: cuando uno ve el eucalipto en espacios de como la Reserva Nacional Frederico Albert, que aparecen frondosos y viejos, se demuestran como agentes-sujetos recíprocos con el medio ambiente. Esa es la otra relación que se provoca. Entonces, en esa etapa de madurez, deja de ser explotación, deja de ser sequía, porque tiene otro consumo de agua.
Esta obra intenta superar la relación binaria entre explotación y conservación, dando cuenta de la investigación artística sobre los bosques en conservación del Wallmapu y las plantaciones de eucalipto a lo largo del país. Así, propone la interrogante:“¿es la especie la culpable de todo esto o es la especie también una víctima de la explotación?”.
Una de las razones del porqué este colectivo escogió al eucalipto, es debido a su ambigüedad. Paula relata que: hoy en día lo que están haciendo las industrias textiles, es que para tener menos ropa de plástico, usan fibras naturales-vegetales como el eucalipto. Así lo presentaba también la industria forestal, que al ser árboles, igual capturaban carbono de la atmósfera. Entonces, de todas las industrias es la más verde, es renovable. Hay un montón de ambivalencia en torno a la percepción mainstream del eucalipto y seguirá siendo un tema relevante, porque no estamos muy cerca de solucionarlo.
Diagrama de contacto
Entrar en las salas es una experiencia única, ya que todas dan de sí mismas diferentes ángulos, colores y formas en diferentes plataformas. Es rescatar al eucalipto mediante la tecnología con las pantallas, como lo más artesanal, marcando patrones que los mismos artistas tuvieron en sus manos y que tuvieron en contacto con los tocones encontrados a los pies del volcán Quetrupillán.
La primera sala tiene luz, con una potencia suficiente para ver cada detalle. Lo que viene acompañado de audios, pertinente para sentirse tan frágil como las piezas que se escuchan en cuanto alguien las roza (por ejemplo). Un sonido suave, diverso y familiar, que envuelve a quien camina por este bosque.
Aquí, se nota el realismo con que las figuras de arcilla asemejan las partes de algunos árboles, que uno es muy diferente de otro, pero todos, hablan un mismo lenguaje, el del crecimiento, debido a la manera en que están insertadas las columnas que lo llevan al cielo.
La otra sala, por su parte, presenta cuatro obras que abordan el territorio desde Copiapó hasta Chiloé. Se dividen entre dibujos, fotografías, pantallas e incluso un lienzo. La ausencia de color, demostrando la trayectoria que tiene, tanto en papel como en dibujo, transmite una sensación de nostalgia. Mientras que el verde en colores de los lápices, denota el frescor y la vividez, incluso señalando esperanza. Los videos, por otra parte, acercan al espectador a lo actual, a la modernidad de la inmediatez, a la velocidad con la cual las hojas vuelan con el viento a través de un lente.
Línea de corte
Eucaliptos: en tránsito
Eucaliptos: retratos
Ropa tendida
Bosques de Fuego se encontrará en el segundo piso del Museo de la Solidaridad Salvador Allende hasta el 13 de agosto del presente año.
Imagen de portada: Diagrama de contacto © Benjamín Matte