“El siguiente proceso se lleva a cabo en siete días”. Así se introduce este segundo corto documental dirigido por Guille Isa y Bill Silva, indicándonos —incluso antes de revelarnos alguna imagen acerca del espacio— la importancia del elemento tiempo: finito e irrepetible.
La niebla se escurre por las montañas andinas al alba, momento del día en el cual las mujeres, de faldones anchos y atuendos coloridos, suben a buscar una alpaca para la esquila. Este es el comienzo, el punto de inicio de una actividad que se desarrollará en el transcurso de siete días (como la creación bíblica del universo), tiempo durante el cual aquella materia que era inicialmente parte de una alpaca —su pelaje para protegerse del frío de la cordillera— se transforma en un artefacto humano: en una bufanda. Que luego será transada en algun lejano mercado, por una suma de dinero que, probablemente, poco refleje aquel proceso de extenso y meticuloso trabajo.
Elena Yupanqui Mamani, creadora, concibe su bufanda de principio a fin: desde la materia prima al producto final. Hila la lana en el patio de su casa, acompañada de otras mujeres tejedoras, con quienes conversa mientras llevan a cabo su trabajo. Encuadradas por la cámara, las cuatro componen un cuadro armónico, de colores rojo y calipso sobre un fondo amarillo, y, desde más lejos, las casas aparecen como breves intervenciones a las faldas de la montaña.
Elena recoge plantas de flores celestes, de las pocas que crecen en aquella ladera más bien austera, y enciende la fogata al aire libre, para hacer hervir las hojas, que son las que desprenden ese color ocre que desea utilizar en los patrones de su tejido. Trabaja bajo el sol o a la luz de las velas. Trabaja al son del canto de las aves de cordillera, y del cantos de sus hijos, que la rodean en todo momento: a su lado, en su espalda, o en su regazo, pues el trabajo y el hogar son uno.
Es una escena idílica de cierta forma, compuesta de rituales consistentes que se desenvuelven en la tranquilidad de la naturaleza. No obstante, la comida es cada vez más difícil de conseguir. Juan, marido de Elena, le dice que en el pueblo todo sube, y claro, la belleza natural abunda, el dinero no.
¿Cuánto se puede cobrar por una bufanda en una feria? Por un trabajo realizado por manos minuciosas pero anónimas, por un producto que sin importar su funcionalidad o calidad, no ostenta una marca de renombre, símbolo que lo transformaría automáticamente en una prenda con derecho a cobrar muchas veces mas.
La cámara se queda con el tejer de las hebras, aquellas que Elena recoge con precisión para formar el patrón deseado. Cada una de ellas fue hilada desde un conocimiento traspasado de generación en generación. Es un conocimiento ancestral, que le permite tener claro cuanto estirar las hebras para que sean finas y a la vez resistentes, o como adquirir distintos colores para la tintura a partir de la naturaleza, o los motivos detrás de los patrones geométricos que adornan el tejido.
No obstante, una vez finalizado el trabajo, las bufandas son arrojadas inceremoniosamente una sobre otra en el mercado ruidoso. Como Elena muchas. Muchas bufandas, muchas mujeres destinando siete días para completar una sola prenda.
Este corto documental, grabado el año 2015, fue parte de la selección de los festivales: Hot Docs, Filmocorto, Festival de Cine Lima, Brooklyn Film Fest, Side Walk Film Fest y SAIFFF. Su narrativa contemplativa y su fotografía de envolvente belleza —que contrapone la cotidianidad de las tejedoras a los paisajes sobrecogedores en los que habitan— no dejan indiferentes.
Awana significa telar en quechua, el telar como herramienta de trabajo, pero también como símbolo, que representa el punto de encuentro entre la unidad y la unicidad: cada bufanda fue tejida por hebras individuales, y esas hebras individuales unidas sostienen un todo, una nueva prenda. Quizás como un guiño a como las mujeres indígenas representan esta idea: son parte del entramado armónico de la tierra, y sus múltiples quehaceres conforman la red que sostiene la vida de sus comunidades.
Por otra parte, el corto nos lleva a cuestionarnos acerca de la manera en que asignamos valores económicos a las cosas, hoy el sistema de oferta y demanda realza la vulnerabilidad, y es más, se vale de ella para dotar de valor a las cosas. La prenda de Elena tiene muchos valores agregados, que si fuesen desmenuzados y promocionados desde un sistema de marketing y publicidad podrían incrementar el valor de su producto: “lana de alpaca natural”, “teñido orgánico” (que no contamina la tierra ni produce alergias), “trabajo hecho a mano”, “diseño tradicional ancestral”. Conceptos utilizados comúnmente hoy en mercado, sin embargo, el trabajo de Elena se presenta en bruto, sin una red estratégica detrás, ya que ella carece de la educación que co-crea este sistema, y de los contactos propicios para que su trabajo suba en la escala socioeconómica. Por todas estas razones, y no por el valor del trabajo en sí, el precio de su prenda se ve reducido drásticamente.
Puedes ver Awana pinchando aquí.