Y aunque de esas épocas hasta ahora han pasado siglos, y pese que en pleno siglo XXI las expresiones artísticas han variado en formas, temas y materiales, el muralismo sigue teniendo más o menos el mismo objetivo: entregar mensajes visuales con contenido, colores y propuestas que capten la mirada, haciendo pensar y reflexionar a quienes los observen.
Desde esta perspectiva, los murales del colectivo Alapinta tienen un mensaje claro: a través de una amplia variedad de colores y motivos que deleitan la vista, este grupo de amigos busca entregar un mensaje positivo a través de la alegría e identidad cultural de cada lugar, un sello personal que los caracteriza.Compuesto por Aner Urra (ANER), Claudio Cabrera (KAIO), Claudio Maher (MAHER) y Gabriel Veloso (GVZ), este colectivo de muralistas pintan juntos desde el 2004, inspirados por el arte público, el grafiti y el mural, llevando sus obras a distintos espacios públicos y privados, en áreas de salud, educación, cultura, patrimonio y medioambiente, entre otros.
Revista Endémico conversó con Gabriel, más conocido como GVZ, quien nos cuenta que Alapinta es un grupo de amigos que nace en la región de La Araucanía y quienes se conocieron estudiando Diseño Gráfico.
El proyecto, nos explica Gabriel, dio un vuelco cuando el grupo se dio cuenta que había una suerte de rechazo ante su trabajo, sobre todo de parte de los adultos, que no se sentían identificados. Es así como el 2010 realizar su primer proyecto social participativo. “Lo que queríamos era ampliar nuestro trabajo, para que le agradara a todo tipo de personas. Ahí creamos este primer proyecto social participativo en el barrio de Tucapel, donde hicimos tres murales que representaban la historia del barrio”.
A partir de esa experiencia, el colectivo comienza a hacer trabajos con temáticas de historia y patrimonio, que han mantenido hasta ahora, “sin perder la esencia y el gusto por la expresión libre del arte y el diseño, dejándonos llevar por nuestros gustos y estilos gráficos. Pero, a la vez, haciendo un trabajo al interior de comunidades, de grupos sociales, personas, instituciones y empresas, es decir, con distintos grupos que quieren expresar sus ideas. Así hemos ampliado lo que hacemos. El deseo de seguir pintando nos ha llevado a que esto sea un trabajo permanente y que se haya proyectado en diversos lugares”, explica Gabriel.TEMAS EN MUROS
Al revisar los trabajos que Alapinta ha realizado en distintos puntos del país, se puede ver la identidad de cada espacio en el que se manifiestan. GVZ plantea que tiene mucho que ver la percepción de la gente a la hora de definir temáticas. “Por ejemplo, recientemente hicimos un proyecto de rescate inmaterial en Padre Las Casas, rescatando su imaginario colectivo. Entonces, lo que pintemos va a depender de cada lugar, de su historia, de cada espacio. La alegría en el mensaje que entregamos es un sello, un mensaje esperanzador, de buena onda. Y ese es uno de los motores que nos mueve. Lo mismo que las temáticas de medioambiente. Vivimos en una región privilegiada en cuanto a paisaje, naturaleza, historia increíble, y no podemos dejar de plasmarlo en los murales. Nos nace porque nos encanta vivir acá. Por ejemplo, Maher es de Villarrica, yo soy de Loncoche, y hemos vivido gran parte de nuestra propia historia rodeados con este paisaje. Tal vez si viviéramos en otro lugar pintaríamos otras cosas, pero la naturaleza se manifiesta y se relaciona porque vivimos en este ambiente fabuloso”.
Por lo mismo, agrega, creen que es fundamental conservar estos parajes, cuidando sus bosques, su tierra, sus ríos, y teniendo responsabilidad ante ellos.DE LA ARAUCANÍA A CHILE
Para Gabriel, todo lo que han vivido de la mano de la brocha y la pintura ha sido una bendición. Porque de la IX Región han salido a plasmar su arte a distintos puntos del país, lo que los llena de orgullo, sintiéndose aún más apegados al muralismo.
“Durante estos dos últimos meses hicimos, en Punta Arenas, dos murales por los 500 años de Magallanes. También fuimos a pintar tres escuelas rurales de Alto Biobío; en Nanco pintamos cuatro murales, y en Padre Las Casas, dos grandes muros. Entonces, ha sido una diversidad fabulosa. Y creo que se ha dado porque la gente se ha abierto más al arte, a la pintura y a la necesidad de ver cosas distintas, de salir de la monotonía, de entregar y leer un mensaje diferente. Y más si le agregas un plus distinto de rescate del imaginario colectivo, de la cultura e historia de las personas que ahí conviven”, detalla.
Pero no se quedan ahí. En enero irán a pintar un muro grande, de 200 metros cuadrados aproximadamente, a Antofagasta. “Aún estamos en proceso de crecimiento y desarrollo. Nos falta harto por crecer y mejorar, pero la idea es siempre avanzar y moverse, con respeto a nuestra cultura e identidad”.