Agricultura de cero labranza: ejercitar la paciencia por un suelo sano

La agricultura de cero labranza, también conocida como 'no-till gardening', 'no till farming' o 'zero tillage' en inglés, son técnicas inspiradas en el método que tiene la naturaleza para reproducir sus especies de manera silvestre.
Los suelos se fertilizan naturalmente por al paso de animales y también gracias al proceso de senescencia vegetal. ©Olivier Mary

Los suelos se fertilizan naturalmente gracias al paso de animales en manadas, a lo que se conoce como “efecto manada”. Los animales transitan juntos en un paño de tierra y con su paso se alimentan y dejan heces, orina e incorporan al suelo estos abonos naturales con su desplazamiento y pisoteo. Simultáneamente, durante este proceso, van cayendo rastrojos vegetales: ramas, hojas, semillas, frutos y otros restos. Estos se incorporan al suelo ya sea por el andar de los animales, por el viento o las lluvias. El resultado es una cobertura vegetal muy nutritiva para el suelo y las especies que habitan en él, además, la compactación es la óptima para dar origen al nacimiento de nuevas plantas.

En un estado natural de autosiembra, con el paso de los años el suelo gana materia orgánica, vida y fertilidad. Sin embargo, desde el punto de vista humano, este método natural tiene algunos inconvenientes. Por un lado, es poco productivo, ya que no está diseñado para alimentar a la alta tasa de humanos que carga la tierra y, por otro, las especies se reproducen cuando y dónde quieren, y no dónde y cuándo queremos nosotros. 

©Caglar Oskay
La agricultura industrial basada en el uso de fertilizantes químicos, maquinaria pesada, pesticidas y semillas industrializadas está acabando con el suelo. ©Chris Ensminger

Agricultura convencional: un daño ambiental

Como respuesta a esta problemática, el ser humano decidió crear la práctica de la agricultura en función de aumentar la producción y cultivar en el momento y lugar que se estimara conveniente. Movimiento que también trajo consigo una disminución en el andar de los cazadores recolectores, pasando así a la creación de asentamientos humanos. Sin embargo, si bien se han alcanzado estos propósitos y aún existen lugares donde se ha logrado un equilibrio y armonía entre la naturaleza y la producción del alimento, en general, se ha cometido un gran error. Se hicieron las cosas sin observar e imitar a la naturaleza y se comenzó, entonces, a destruirla. Deforestación, erosión, desertificación, contaminación, pérdida de biodiversidad, aumento de enfermedades han sido las consecuencias de una larga historia de agricultura convencional. La lista es larga y continúa.

En nuestro afán de hacer las cosas sin observar la naturaleza, decidimos primero quemar y luego dar un “gran paso” con la agricultura industrial basada en el uso de fertilizantes químicos, maquinaria pesada, pesticidas y semillas industrializadas. Un paso que definitivamente está acabando con el suelo. La maquinaria pesada produce compactación lo que genera un ambiente hostil para los microorganismos y organismos que habitan en él, las siembras de monocultivo acaban con la biodiversidad, los animales viven encerrados impidiendo el efecto manada, los fertilizantes y pesticidas químicos matan toda la vida del suelo y se ha perdido una importante biodiversidad y adaptación de las semillas debido a la siembra de especies meramente comerciales. A mi parecer, el peor de todos los actos ha sido descubrir el suelo y hacer laboreo profundo como una medida desesperada para descompactar lo que nosotros mismos compactamos. Es un mecanismo inmediatista y cortoplacista, que además de destruir el suelo, libera el carbono capturado por él directamente a la atmósfera.  

“La práctica de la cero labranza es una técnica que consiste básicamente en sembrar sobre los rastrojos del cultivo anterior sin romper la estructura del suelo para conservar la vida que habita en él”.

La buena noticia de esta catástrofe es que existen numerosos esfuerzos por revertir la situación actual y dentro de ellos encontramos la práctica de la cero labranza. Se trata de una técnica que consiste básicamente en sembrar sobre los rastrojos del cultivo anterior sin romper la estructura del suelo para conservar la vida que habita en él. Esta práctica se puede llevar a cabo tanto en un macetero como en un campo de grandes extensiones con maquinaria especializada para este fin. Claro está, que tendremos que hacer algunos esfuerzos iniciales que nos permitan disfrutar de una hermosa camada de tierra esponjosa y fértil. Imagino que deben existir varias maneras de llevar esta práctica, sin embargo, en mi experiencia les relato las que me han funcionado bien. 

Siembra de especies pioneras 

Este sistema consiste en comenzar a trabajar un suelo con la siembra de especies pioneras. Estas plantas presentan mecanismos de adaptación como raíces profundas, nódulos fijadores de nitrógeno y/o hojas que aprovechen la transpiración. Esta siembra es una manera de imitar lo que hace la naturaleza en lo que se conoce como la sucesión primaria, que es cuando llegan musgos y líquenes para comenzar a formar suelos sobre rocas. Claro que lo haremos de otra manera para ganar un poco más de tiempo. Nuestro trabajo aquí, será enfocarnos en descubrir qué especies se podrían dar bien según las condiciones que tenga el lugar donde queremos cultivar. Muchas veces este indicador lo dan las plantas espontáneas o “malezas” que habitan ahí. 

©Roman Synkevych

Yo, por ejemplo, cultivando en el noreste de Brasil –que es donde vivo actualmente– comencé a trabajar mis suelos con la caña de azúcar y la yuca, ambas especies muy adaptadas a crecer en arena y resistentes a la falta de agua en los meses de sequía. Una vez que estas especies van creciendo y activando la vida del suelo, mi trabajo ha sido incorporar esa materia orgánica para comenzar con cultivos un poquito más exigentes como el camote, y así, pasar progresivamente a cultivar porotos y hortalizas. Es un tipo de sucesión programada. Otro ejemplo que podría ser usado en climas más fríos sería la alfalfa que penetra con sus raíces y que además cumple la función de nutrir con nitrógeno el suelo. Lo interesante aquí sería hacer un análisis del lugar donde queremos cultivar y evaluar alternativas de especies que podrían prosperar en ese suelo con mínimos cuidados. 

Siembra de abonos verdes 

El abono verde consiste en plantar especies que literalmente sirvan de “abono” para el suelo. Las especies más recomendadas para este fin son las leguminosas, como alfalfa, trébol, poroto, lentejas, garbanzos, entre otras. Sin embargo, podemos usar lo que nos parezca conveniente. Estos abonos verdes se pueden cortar una vez que crecen un poco y antes de que generen la flor y semillas. El rastrojo que queda del corte, puede ser levemente incorporado al suelo o simplemente se puede dejar como cobertura. Sobre esa cubierta vegetal, ya podremos ir sembrando algunos cultivos que sean de raíces fuertes hasta conseguir un suelo bien mullido y fértil que permita el cultivo de cualquier especie que deseemos. Este método funciona realmente bien y es económico de implementar, pero como inconveniente tiene el tiempo que demora, no esperes que funcione de un día para otro. 

©Paula Rosales
©Paula Rosales

Agregar carga de compost o sustrato

Esta alternativa consiste en poner una buena camada de compost o un sustrato bien preparado de mínimo unos 20 centímetros sobre un suelo degradado.  Es recomendable cubrir ese suelo degradado primero con una capa de cartón, humedecer muy bien y luego agregar el compost. De esta manera estaremos asegurando mejor la humedad y luego ese cartón pasará a ser un aporte de materia orgánica, al mismo tiempo que impedirá el nacimiento de plantas espontáneas que puedan estar en el lugar. Así quedará un ambiente perfecto para el óptimo desarrollo de nuestros cultivos. Es la manera más fácil y rápida de comenzar, pero tiene como inconveniente, que no es aplicable a grandes extensiones debido a la alta demanda de compost el cual deberemos producir nosotros mismos o comprar en el mercado.  

Mínima labranza

Un camino alternativo a las prácticas de cero labranza, es lo que se conoce como mínima labranza. Con este sistema, se prepara  el suelo interviniendo lo menos posible (no más de 20 cm) con una horqueta, una horca de doble mango (no vira el suelo y solo lo suelta) o un azadón si está extremadamente duro. Luego se agrega mucha materia orgánica como bokashi, compost, humus de lombriz, estiércol de animales herbívoros, carbón, entre otros. Finalmente, se siembra y ya en el próximo ciclo, solo se retiran los cultivos que sean necesarios, se dejan bastantes raíces y rastrojos, se incorporan abonos y mulch, para luego abrir el suelo nada más que para sembrar y/o plantar. Pienso que esto puede ser una buena alternativa para quien hasta hoy utiliza la agricultura convencional, o se encuentra frente a suelos muy degradados o extremadamente compactados, ya que es un paso al frente para llegar un día a la cero labranza total. Algo así como un camino de transición.

©Paula Rosales

Mulch

Independiente de cual sea la técnica utilizada, creo importante la aplicación de una cobertura de suelo tipo mulch que sirva de protección para evitar la compactación y que al mismo tiempo sirva para incorporar materia orgánica y nutrición al suelo. Esta cobertura además ayudará a nutrir, retener humedad, disminuir los riegos y evitará la aparición de plantas espontáneas (malezas). Como elementos pueden ser usados los rastrojos del cultivo anterior (si los hay), la paja, el aserrín, la viruta, el pasto seco, hojas, etcétera. Se recomienda observar no estar incorporando semillas o trozos de algún material que pudiera reproducirse y pasar a ser un eventual problema de “malezas” en el espacio de cultivo.

En definitiva, incorporar estas prácticas con pequeños huertos caseros o con agricultura de gran escala, traerá grandes beneficios: 

  • Previene la erosión de suelo al no entrar con maquinaria indebida
  • Incrementa la materia orgánica
  • Preserva y mejora la estructura del suelo
  • Mejora la infiltración de agua y aireación
  • Aumenta la capacidad de retención de humedad
  • Disminuye la aparición de malezas o plantas espontáneas
  • Es de menor costo que la labranza convencional y en caso de espacios pequeños, es menor la carga de trabajo.

Es posible que el pensamiento inmediatista, extractivista y productivista que domina nuestro actuar en estos tiempos nos lleve a recusar el uso de estas prácticas que nos invitan a regenerar no sólo el suelo, sino también nuestra manera de pensar, de observar, de sentir y de actuar en todo ámbito de nuestras vidas. Sin embargo, pienso que necesitamos tomar un tiempo para reflexionar sobre este asunto. La manera en que hacemos agricultura es un fiel reflejo de lo que somos como seres humanos y en su conjunto como sociedad. Es por esto que, en el acto de cultivar la tierra con amor y comprensión de la vida que existe o que podemos co-crear ahí, tendremos también una buena oportunidad para crear una vida más amorosa con nosotros, nuestros pares y generaciones futuras, donde prime el respeto, la observación, la comprensión, la paciencia, la integración, la armonía y tantos valores más que necesitamos reforzar para vivir mejor y dejar un legado digno de cuidar y atesorar.

@Paula Rosales
Independiente de cual sea la técnica utilizada es importante la aplicación de una cobertura de suelo tipo mulch que sirva de protección para evitar la compactación. ©Paula Rosales

Imagen de portada: ©Zhyar Ibrahim