Lagos y lagunas: una mirada ecosistémica hacia los cuerpos de agua

De múltiples formas, tamaños y colores, los cuerpos de agua siempre nos han llamado la atención. Es imposible ser ajeno a la acumulación de un elemento tan vital para la vida y no estamos solos en eso, pues muchos de estos lugares son sitios de proliferación y encuentro para múltiples especies de flora y fauna. Esto, unido a la magnífica diversidad geológica, hace de lagos y lagunas un escenario increíble para multiplicidad de  procesos  ecológicos, los cuales aún estamos develando hoy en día, como exploradores, científicos y entusiastas.


Troncos hundidos y reflejados en la laguna Arcoiris, Parque Nacional Conguillío. © Montaraz

Cuerpos acuáticos

Lagos y lagunas. Muchas veces hemos escuchado estas palabras, pero, ¿conocemos cuál es la real diferencia entre ellos? La pregunta es un buen punto de partida para comenzar a entender las dinámicas de los cuerpos de agua y su respuesta radica principalmente en dos factores: salinidad y fluidez. 

Las lagunas suelen ser cuerpos sin una salida de agua, lo que hace que con el tiempo muchas pierdan agua por evaporación, aumentando su salinidad. A su vez, muchos cuerpos de agua cercanos al océano se originaron por agua marina que alguna vez llegó tierra adentro, cumpliendo los parámetros para ser consideradas lagunas. De hecho, la laguna más grande es también el cuerpo de agua con más área del mundo: el mar Caspio, con una superficie de 371,000 km².  Esta es una cuenca endorreica, que consiste en el punto más bajo en un gran territorio, por lo que canaliza todas las aguas circundantes, que fluyen naturalmente hasta acumularse en la base. Como muchas de estas lagunas no tienen salidas de agua, la evaporación las termina transformando en salares. Un ejemplo de lo anterior en Sudamérica es el salar de Atacama.

Salar de Atacama, la laguna de mayor tamaño de Chile. © Montaraz

Por otro lado, los lagos son cuerpos que fluyen, pues tienen una salida de agua en forma de ríos o ríos subterráneos. Son de agua dulce y normalmente de mayor profundidad que las lagunas. Uno de los representantes más imponentes de esta categoría se encuentra en medio de la taiga rusa. Se trata del lago Baikal, el cual se formó por la partición de la Tierra, en un proceso de separación de placas tectónicas. A pesar de no ser el lago más grande del mundo, bajo su superficie se cobijan 23.615 km3 de agua, nada menos que el 22% de toda el agua dulce en la superficie del mundo. Este enorme volumen  lo hace único desde el punto de vista ecosistémico, ya que alberga organismos como focas, las cuales no se encuentran en ningún otro lago del mundo. Otros lagos de origen y características similares son el lago Tanganyika y el Malawi, en África.

Sea uno o el otro, se trata de entidades cambiantes, a pesar de su aparente inmovilidad. Lenta o abruptamente, se forman por dinámicas geológicas, modificándonse en el tiempo, aumentando en tamaño o evaporándose hasta desaparecer. También pueden llenarse de sedimentos y cubrirse parcialmente, dando vida a pantanos y eventualmente a otros ecosistemas, como los walves (ver artículo publicado en Endémico web sobre walves, manglares de agua dulce).

Mientras dura su existencia, su influencia en el entorno es gigantesca. El agua es una fuerza poderosa en la naturaleza, una sustancia reguladora de temperatura, un agente erosivo importante, y, por sobre todo, el elemento fundamental para la vida. Es por eso que un desierto puede florecer cuando existe un lago de por medio.

La laguna del Huemul, en la cordillera andina cerca de Chillán, congelada durante el invierno. © Montaraz

Estratificación y mezcla

Cuando los lagos tienen profundidad suficiente, las aguas comienzan a moverse dentro del sistema, formando diferentes capas. Este proceso se conoce como estratificación y es fundamental para la identidad ecológica de los lagos, pues cada capa funciona como un entorno levemente distinto en relación a los demás componentes del ecosistema (Wilhelm y Adrian, 2007). A veces, las capas son tan marcadas que nunca se mezclan. Estos se conocen como lagos meromícticos.

Los cambios en los estratos pueden incluir cambios de temperatura. El agua más fría, que es levemente más densa (y por ende pesada) cae al fondo de los lagos, formando el sostén de las capas más ligeras, las cuales pueden variar en su grosor y cantidad dependiendo de las características fisicoquímicas del cuerpo de agua. 

Otro cambio importante se encuentra en la cantidad de luz. Al ser el agua una barrera para el avance lumínico, solo las partes más cercanas a la superficie tienen a disposición luz solar. Esto es fundamental para los organismos fotosintéticos, que son la base de las tramas tróficas, haciendo que la biodiversidad sea normalmente más exuberante cerca de la superficie.

Pero, ¿qué pasa con esos grandes lagos casi desprovistos de vida macroscópica, como el mar Muerto, que igual reciben luz solar? Puede que otras características del lago no sean las adecuadas la vida, como su salinidad o la concentración de sustancias en disolución, siendo la de oxígeno una fundamental, pues determina en gran medida la viabilidad de organismos vivos. En general, la concentración de este elemento es mayor en cercanías a la superficie, donde el agua es menos densa y existe mayor intercambio químico con el aire.

El agua es una fuerza poderosa en la naturaleza, una sustancia reguladora de temperatura, un agente erosivo importante, y, por sobre todo, el elemento fundamental para la vida.

Centros de vida

Los lagos tienen agua y por ende, gran potencial para sustentar la vida (Elton, et al, 1957). Incluso en las lagunas muchos organismos se han adaptado para afrontar la salinidad y sacar el máximo provecho a estos entornos.

Como en casi todos los ecosistemas, todo parte con la energía del sol, la cual nutre al fitoplancton, pequeños organismos vegetales como diatomeas y dinoflagélados, y que son la base de las tramas tróficas. Estos seres son el alimento para el zooplankton, que corresponde a pequeños animales microscópicos que flotan en la columna de agua. También en las orillas de los lagos se suelen asentar especies de algas y vegetales, las cuales se anclan al sustrato para realizar la fotosíntesis. Estos organismos forman el sustento para otros seres, donde destacan moluscos y otros invertebrados.

Dentro de los vertebrados destaca la presencia de peces, los cuales están completamente adaptados a la vida en el agua. De las 35.000 especies descritas de peces, 43% son dulceacuícolas (Reporte Humboldt, 2017), muchas de las cuales habitan lagos y lagunas. Otro grupo que usa los lagos son los anfibios, los cuales aprovechan directamente el agua o las zonas húmedas cercanas para completar sus primeros estadios de desarrollo. Los demás grupos de vertebrados suelen llegar a los lagos y lagunas en busca de agua o refugio, con muchos tipos de aves y mamíferos, presentando adaptaciones específicas para sacar provecho a la vida lacustre.

Picurio (Podilymbus podiceps), una especie altamente adaptada a la vida en cuerpos lacustres, donde se zambulle en busca de presas y usa la vegetación ribereña para anidar. © Montaraz

Los cuerpos de agua son también paradas fundamentales para organismos migratorios, los cuales cambian de hábitat estacionalmente para buscar mejores condiciones de vida. Estos viajes pueden ser tremendas odiseas (como los 32.000 km al año que recorre el gaviotín ártico (Sterna paradisaea) (Egevang et al 2009)), y que requieren de estaciones de descanso y alimentación, los cuales muchas veces son provistos por lagos, aumentando estacionalmente la biodiversidad de estos lugares.

Otro factor clave para la biodiversidad es la conectividad de un cuerpo de agua con otros ecosistemas. Al estar alejados geográficamente, algunos lagos pueden funcionar como islas, desarrollando una biodiversidad única, donde los pocos organismos que alguna vez colonizaron el lugar pudieron desarrollarse en ambientes de baja competencia. Es por ello que en los lagos existe un alto endemismo, es decir, especies que solo se encuentran en esos ambientes y en ningún otro.

Un ejemplo especial de biodiversidad ocurre en África, donde el río Okavango termina su curso en medio de una planicie. Esto hace que sus aguas se vayan expandiendo y estacionalmente forman un gran lago, conocido como el “delta del Okavango”. Algo similar ocurre en medio de Sudamérica, donde en medio del río Paraguay, estacionalmente se forma un llanura de inundación conocida como “El Pantanal”. Estos son algunos de los ecosistemas más diversos del mundo.

Orígenes inesperados

Uno no esperaría encontrar lagos en la Antártica, considerando la enorme capa de hielo de dos kilómetros de espesor que cubre al continente, pero efectivamente existen más de 400 lagos subglaciales. Estos se forman cuando el hielo comienza a acumularse sobre el agua y eventualmente genera una presión que impide al agua que está abajo congelarse. El lago Vostok, el más grande de estos cuerpos de agua, tiene 5,400 km3 de agua y una superficie de 12,500 km2, siendo uno de los más grandes del mundo.

Los glaciares son también generadores de lagos por sí mismos, pues en sus avances y retrocesos van erosionando la roca y dejando acumulaciones de las aguas que se van derritiendo. Estos lagos pueden quedar luego del retroceso total de los glaciares, como por ejemplo en los grandes lagos de Norteamérica, pero también pueden mantenerse asociados a los glaciares, como ocurre cerca de masas de hielo en climas templados, como en la Patagonia o Groenlandia.

Algunos eventos naturales pueden generar embalses de cursos de agua, como por ejemplo cuando la lava de una erupción volcánica corta el flujo de un río, como ocurre en la laguna Arcoiris, en la Araucanía. Esto podría ser considerado un evento estocástico o azaroso, aunque aún más raro es cuando el impacto de un cuerpo extraterrestre golpea con fuerza la tierra, lo suficiente para generar un lago. Estos pueden ser bastante profundos y tienen dinámicas muy particulares dado su origen. Un ejemplo de este tipo es el lago Elgygytgyn, en Siberia.

Lago de origen glaciar en el Parque Nacional Cerro Castillo, en la Patagonia. © Montaraz

Conclusión

Sería fácil definir los lagos como simplemente agua acumulada sobre la tierra, pero como muchos conceptos ampliamente usados de forma coloquial, su realidad es mucho más compleja. Las múltiples orígenes geológicos, unidos a historias ecosistémicas particulares que ocurren en distintas partes del mundo hacen que los lagos y lagunas tengan siempre una identidad particular, formando parte del enorme mosaico de diversidad del planeta tierra.

Lo que no cambia es su importancia. Donde sea que estén, los lagos y lagunas son espacios importantes para la vida y los ecosistemas, además de sitios de admiración de la belleza natural por parte de los humanos. ¿Quién no recuerda con cariño la contemplación de un hermoso atardecer en un lago? Ya sea por la belleza o su rol ecológico, los ecosistemas lacustres deben ser cuidados, y en Chile, donde el agua abunda, es nuestra responsabilidad seguir conociendolos y protegiendolos.

Bibliografía

http://reporte.humboldt.org.co/biodiversidad/2017/cap1/102/#seccion3

“Density Stratification”. Water on the Web (http://www.waterontheweb.org/under/lakeecology/05_stratification.html)

Barberán A, Casamayor E.O, 2010 “Global phylogenitic community structure and biodiversity patterns in surface bacterioplankton metacommunities” Aquatic Microbial Ecology Vol 59, nº1

Egevang C., Iain J. Stenhouse, Richard A. Phillips, Aevar Petersen, James W. Fox, y Janet R. D. Silk, 2009. Tracking of Arctic terns Sterna paradisaea reveals longest animal migration

Elton, Charles Sutherland; Miller, Richard S. (1954). “The Ecological Survey of Animal Communities: With a Practical System of Classifying Habitats by Structural Characters”. The Journal of Ecology. 42.

Van der Leeden, Troise, and Todd, eds., The Water Encyclopedia. Second Edition. Chelsea, MI: Lewis Publishers, 1990. pp. 198-200.

Wilhelm S.; Adrian R. (4 October 2007). “Impact of summer warming on the thermal characteristics of a polymictic lake and consequences for oxygen, nutrients and phytoplankton”. Freshwater Biology. 53 (2): 226–37.

Imagen de portada: Laguna Cañicura, en Alto Bío Bío. © Montaraz