Reimaginando los museos verdes para la acción climática: una visión ecológica

En 2019, el Consejo Internacional de Museos –la principal organización de representación de los museos y las personas que trabajan en ellos a nivel global– adoptó los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Pero, ¿qué significa realmente esta adopción para cada institución museística? ¿Cómo transformar este compromiso formal en acciones concretas que respondan a la urgencia climática?

Los museos y galerías despliegan hoy sus credenciales medioambientales como nunca antes. Pero cuando pensamos en un «museo verde», tendemos a reducirlo a su infraestructura: materiales sostenibles, energías renovables, arquitectura bioclimática. ¿Qué ocurre, sin embargo, cuando esa infraestructura deja de existir o se fragmenta ante lo inesperado? Ante la degradación extensiva del medio ambiente, urgen nuevas prácticas culturales que tiendan puentes entre el ser humano y la naturaleza (Allinson et al., 2024). Buscamos identificar y fomentar estrategias innovadoras que demuestren cómo los museos, siempre inmersos en sus propios contextos culturales-ecológicos, pueden promover una relación armónica con el entorno que trascienda los límites de lo puramente humano.

Este texto navega por las formas en que estos espacios culturales afrontan el desafío ecológico desde la relacionalidad. La progresiva toma de conciencia sobre los límites biofísicos del planeta nos exige comprender los ecosistemas como complejas interconexiones de elementos pasados y futuros, humanos y no humanos. Aquí, la ecología no se entiende solo como la gestión del entorno natural, sino como una red de interacciones, relaciones de intimidad y apoyo mutuo (Papadopoulos, Puig de la Bellacasa, & Tacchetti, 2023). Desde esta perspectiva, el museo se transforma de contenedor pasivo a organismo vivo, nutrido por relaciones de intimidad y apoyo mutuo que germinan aprendizajes colectivos.

«Cuando pensamos en un ‘museo verde’, tendemos a reducirlo a su infraestructura: materiales sostenibles, energías renovables, arquitectura bioclimática. ¿Qué ocurre, sin embargo, cuando esa infraestructura deja de existir o se fragmenta ante lo inesperado?»

El concepto de ecología relacional, entonces, replantea el sentido de «museo verde», sugiriendo que la verdadera sostenibilidad no solo depende de la infraestructura, sino también de las relaciones humanas, culturales y sociales que se tejen en torno a él. Así, el museo no solo se reinventa como un espacio físico, sino también como un punto de encuentro donde la memoria, la acción colectiva y la ecología se entrelazan, dando lugar a nuevas formas de participación y transformación social (Harrison & Sterling, 2021).

Bajo esta nueva visión, el museo verde se transforma en un lugar de aprendizaje comunitario, donde se cultivan tanto las plantas como las relaciones interpersonales y con el entorno. Este enfoque desafía las concepciones tradicionales del museo como mero repositorio cultural, un espacio limitado a la conservación y exhibición de objetos. En cambio, propone una institución viva que participa activamente en la construcción de futuros sostenibles mediante prácticas concretas. A continuación, exploramos dos ejemplos chilenos que ilustran este nuevo paradigma.

«El concepto de ecología relacional, entonces, replantea el sentido de ‘museo verde’, sugiriendo que la verdadera sostenibilidad no solo depende de la infraestructura, sino también de las relaciones humanas, culturales y sociales que se tejen en torno a él».

El Museo Violeta Parra: un espacio verde y vivo

Después de tres incendios que obligaron al cierre de su sede en Vicuña Mackenna 37 en 2020, el Museo Violeta Parra inició en 2024 un proceso de recuperación progresiva con el programa de residencias Museo Habitado. Este programa, compuesto por diversos colectivos interdisciplinarios, transformó el museo en un espacio vivo y verde, donde «las ideas florecen como maleza junto a los vínculos y la memoria compartida» (Museo Violeta Parra, 2025). 

Fachada de la entrada del Museo Violeta Parra antes de los incendios. ©Rodrigo Fernández

El programa Museo Habitado encarna la ecología relacional a través de cuatro iniciativas complementarias que reimaginan el museo como un organismo vivo:

  • Ortiga Casa Taller ha convertido espacios anteriormente dedicados a exhibiciones en huertos urbanos que practican la permacultura social-campesina. Este colectivo no solo cultiva alimentos, sino que genera conocimiento colectivo sobre soberanía alimentaria y resistencia ecológica, aspectos fundamentales en el legado de Violeta Parra.
  • La Cocina de Violeta transforma estos cultivos en experiencias gastronómicas comunitarias. Al rescatar recetas tradicionales e incorporar cosechas locales, este proyecto establece conexiones directas entre patrimonio cultural y sostenibilidad alimentaria, creando relaciones de comensalidad que refuerzan el tejido social.
  • El laboratorio 12na aborda la crisis textil mediante talleres de reutilización de prendas. En diálogo con las técnicas artesanales celebradas por Violeta Parra, este colectivo redefine la relación de la comunidad con sus desechos, transformándolos en nuevas creaciones que celebran la circularidad.
  • HAMBRE HAMBRE HAMBRE documenta estos procesos mediante fanzines y activación gráfica de bajo costo, democratizando el acceso a la información y generando archivo vivo de esta transformación. Su trabajo evidencia cómo la comunicación forma parte integral de la ecología relacional.

Estas iniciativas no son actividades aisladas sino manifestaciones interconectadas de un mismo enfoque: reconectar el museo con sus comunidades y con la naturaleza. Particularmente significativo resulta que estas acciones surgen precisamente cuando el museo perdió su infraestructura tradicional, demostrando que la sostenibilidad institucional puede florecer en la adversidad mediante relaciones de reciprocidad.

©Alexandra Bobet 
Museo Habitado: Cocina de Violeta. ©Alexandra Bobet 

El Museo de la Papa: un modelo comunitario de conservación agrocultural

Otro ejemplo destacado de ecología relacional es el Museo de la Papa, inaugurado en 2024 en Dalcahue, Chiloé. Esta iniciativa conjunta de la Municipalidad y la Junta de Vecinos de Quiquel trasciende la concepción convencional de museo agrícola al integrar conservación biológica, conocimiento tradicional y participación comunitaria en un sistema vivo.

En el archipiélago de Chiloé, donde se han identificado aproximadamente 286 variedades de papa nativa, este museo ha asumido un papel crucial frente a la erosión genética causada por monocultivos industriales. A diferencia de otros espacios dedicados a la conservación agrícola que operan bajo lógicas puramente científicas, el Museo de la Papa se distingue por situar a la comunidad como principal custodio del patrimonio genético.

Museo de la Papa: Gira Turismo Sustentable Universidad Mayor. ©José Salas Mella 
Museo de la Papa: Gira Turismo Sustentable Universidad Mayor. ©José Salas Mella 

La materialización de la ecología relacional se evidencia en tres aspectos fundamentales, según Pamela Cebrero, presidenta de la Junta de Vecinos de Quiquel (comunicación personal, 10 de febrero de 2025):

  • Primero, el museo está ubicado en la antigua escuela del sector, reprogramando un espacio comunitario preexistente y evitando la construcción de nueva infraestructura. Esta decisión no solo es sostenible desde lo material, sino que conserva la memoria colectiva asociada al lugar.
  • Segundo, la colección del museo ha sido conformada principalmente mediante donaciones de los propios vecinos: desde herramientas tradicionales para la siembra hasta utensilios de cocina chilota. Estos objetos no son tratados como reliquias inertes sino como portadores de conocimiento vivo que continúa en uso.
  • Tercero, y más significativo desde la perspectiva relacional, el museo ha establecido un modelo colaborativo entre saberes científicos y conocimientos tradicionales. La Universidad Austral aporta rigor taxonómico mientras los agricultores locales contribuyen con conocimientos ecológicos transmitidos por generaciones. Esta alianza ha permitido proyectar a futuro la creación de un banco de semillas que busca preservar variedades en riesgo y reintegrarlas a los huertos familiares, manteniendo vivo el ciclo de cultivo, consumo e intercambio.

Un ejemplo particularmente ilustrativo de esta aproximación es el proyecto de historia oral que documenta testimonios como el de Judith Barrientos, agricultora centenaria cuya experiencia de vida abarca más de un siglo de prácticas agrícolas tradicionales. Sus relatos sobre variedades de papa y técnicas de cultivo no son tratados como folklore, sino como conocimiento ecológico valioso para enfrentar desafíos contemporáneos como el cambio climático y la seguridad alimentaria.

Museo de la Papa. ©José Salas Mella 

Museos como agentes de cambio ecológico

Los casos del Museo Violeta Parra y el Museo de la Papa ilustran cómo la ecología relacional puede transformar instituciones culturales en agentes activos de cambio socioambiental. Estos ejemplos demuestran que cuando los museos abandonan su posición contemplativa frente a la crisis ecológica y adoptan prácticas participativas, pueden catalizar transformaciones significativas en sus comunidades.

Históricamente, muchos museos han participado —aunque sea indirectamente— en procesos ecológicamente destructivos: desde la extracción de especímenes naturales sin consideración por ecosistemas locales hasta el consumo energético excesivo de grandes edificaciones o el uso de materiales tóxicos en conservación (Demos, 2020). Los casos planteados proponen alternativas concretas a estas prácticas.

Al priorizar infraestructuras adaptativas, políticas participativas y sistemas de conocimiento híbridos, estas iniciativas trascienden el enfoque puramente expositivo para convertirse en laboratorios vivos donde se experimentan nuevas formas de habitar el planeta. Su valor radica precisamente en demostrar que la sostenibilidad museística no depende necesariamente de tecnologías sofisticadas o grandes inversiones, sino de la capacidad para tejer relaciones de reciprocidad entre instituciones, comunidades y territorios.

En un contexto de creciente urgencia ecológica, estos museos ofrecen lecciones valiosas no solo para el sector cultural sino para la sociedad en general: la verdadera sostenibilidad emerge de relaciones de cuidado mutuo entre humanos y no-humanos, y las instituciones tienen un papel fundamental en facilitar estos vínculos. Los museos verdes del futuro serán, ante todo, espacios donde cultivar estas relaciones vitales para nuestra supervivencia compartida.

Referencias:

Allinson, J. (2024). Museums at the ecological turn. AMACI : Nero. 

Cameron, F., & Neilson, B. (Eds.). (2015). Climate change and museum futures. Routledge.
Demos, T. J. (2020). Beyond the world’s end: Arts of living at the crossing. Duke University Press.

Harrison, R., & Sterling, C. (Eds.). (2021). Reimagining museums for climate action. Museums for Climate Action.

Museo Violeta Parra. (2025, 13 de octubre). Museo Habitado 2024 [Video]. YouTube. https://youtu.be/SoP_1ZbsBx0

Papadopoulos, D., Puig de la Bellacasa, M., & Tacchetti, M. (Eds.). (2023). Ecological reparation: Repair, remediation, and resurgence in social and environmental conflict. Bristol University Press.