Paloma Espinoza y el arte de transformar el aroma de plantas en lenguaje y oficio

En tiempos donde lo instantáneo y lo sintético parecen marcar el ritmo del mundo, la perfumista chilena Paloma Espinoza cultiva una práctica que resiste desde lo sutil: el aroma como lenguaje, como memoria y como gesto de cuidado hacia la tierra. Su oficio nace del vínculo profundo con las plantas y el arte de una infancia en el sur impregnada en pachuli, lanas de oveja, el olor a leña y momentos de recolección en familia.

Desde sus jardines en Santiago y su taller en Ko Panqui, sur de Chile, Paloma ha construido un puente entre la botánica, las artes, la perfumería y lo ancestral. Su trabajo es también una forma de resguardar oficios antiguos y prácticas olvidadas, donde cada perfume se convierte en un fragmento vivo de historia, de memoria, de un paisaje o una emoción.

En esta conversación con Endémico, nos invita a entrar en ese universo delicado y sensorial, donde la tierra húmeda y los aromas de las plantas nos susurran sobre la vida, el tiempo y la belleza de lo impermanente. 

Paloma Espinoza ha construido un puente entre la botánica, las artes, la perfumería y lo ancestral. ©Cael Orrego

Camino e inspiración

Endémico: ¿Hay alguna escena de la infancia o un aroma que aún vive contigo?

Paloma: En el sur, de niña, abrigada con ropa de lana de oveja, mezclado con el perfume de pachuli de mi mamá, la madera quemándose en la cocina de leña, el olor de las cáscaras de naranja secándose sobre la estufa. Qué lindo recuerdo. Lanolina, la grasa de las ovejas que impregna esa lana, mezclada con todo lo demás. Ese es de los olores más cálidos de mi infancia. Cada vez que siento el pachuli impregnado en algún suéter de lana,  me provoca una sonrisa inmediata, es un recuerdo cariñoso, la sensación de estar bien cuidada. 

E: ¿Recuerdas cuál fue tu primer vínculo consciente con las plantas?

P: El recuerdo más claro que tengo es caminando con mi mamá, mi hermana y mi abuela por el campo, recogiendo flores silvestres, formando ramitos para poner en los floreros de la casa. En esos mismos paseos recolectábamos semillas de rosa mosqueta y durante la jornada posterior preparábamos mermelada. Creo que esos recuerdos son los más poderosos en mí, en relación a elementos de la naturaleza. 

©Nature Uninterrupted Photography by Unsplash

E: ¿Cómo llegaste al mundo de la perfumería? 

P: Fue  desde las plantas, desde la aromaterapia. Mi familia materna ha tenido una sensibilidad muy particular, esto nos mantuvo siempre muy cerca de la naturaleza y de los materiales vegetales, las telas, los linos, los tintes con plantas, las piedras, los inciensos y diversos elementos naturales que en los años 80/90 eran infravalorados y comenzaron a “salir del mapa”, al menos en Chile. Fueron décadas del boom sintético, instantáneo y artificial. 

Las particularidades de las personas que conforman mi familia, ampliaron mi relación con las artes, con las plantas, con la poesía y con los oficios. En el año 2002 vivíamos en Bélgica, un país que valora y continúa desarrollando y sosteniendo con mucho respeto la medicina natural. Allí, conocí varias marcas de aceites esenciales y con esto una prestigiosa escuela que enseñaba sobre el uso y las virtudes de estos aromas. Fue entonces que me enamoré de la aromaterapia y comencé a estudiar y a aplicar aceites aromáticos en todo tipo de usos. Luego de un par de años, quise acercarme más al origen material de este mundo, tan efímero y con esto aprendí sobre el cultivo de plantas y su destilación. Algo que he incorporado como una práctica constante en mi vida. Mi fascinación con estos procesos me llevó a la ilustración botánica, arte que durante algunos años se apropió totalmente de mí, con esto me acerqué aún más a esta área de las ciencias, siguiendo varios cursos de taxonomía vegetal. A partir de estos aprendizajes comencé a desarrollar mi propia colección de perfumes, lo que me encaminó en una apasionada búsqueda de maestros perfumistas, para así, ahondar en esta fascinante disciplina creativa que hoy ocupa todo mi tiempo. 

E: ¿Qué hizo que pasaras a convertir las plantas en lenguaje y oficio? 

P: Ha sido todo muy orgánico. Sencillamente continué trabajando en explorar y estudiar las áreas que me interesan, construyendo con el arte, la botánica y la perfumería, un lenguaje armonioso. Soy feliz observando e hilvanando este entretejido de elementos profundos y delicados que no sólo me hacen bien a mí, también a los que me rodean. Siento gratitud. 

E: ¿Qué significa para ti “perfume”?

P: La cosa más rica de la vida: placer, bienestar, silencio, tranquilidad y esa energía sutil que me acompaña; inspira mi creatividad, mi propósito y lo que puedo entregar a los demás. 

Raíz de Vetiver. ©Cael Orrego
El vetiver (Chrysopogon zizanioides) es una planta perenne de la familia de las gramíneas. ©Cael Orrego

Materia prima viva

E: ¿Cómo eliges las plantas con las que trabajas?

P: Cuando desarrollo el proceso desde la planta hasta obtener su aroma, suelo trabajar con las especies que tengo en mi entorno. En la creación de una composición más compleja, incluyo también extractos aromáticos de plantas exóticas, las que intento obtener, en lo posible, directo de sus zonas de origen. De esta manera puedo conocer un poco más de la historia de estos cultivos y de los agricultores que se dedican a su extracción de una manera sostenible. 

E: ¿Hay especies que consideras maestras o que vuelven una y otra vez?

P: Yo creo que el pachuli es como mi primer amor. Vuelvo a redescubrir sus facetas, su versatilidad, cada vez que lo huelo, y es curioso, porque no tengo acceso a la planta; he podido tenerla cerca en solo una oportunidad, tocarla viva y aunque en nuestro clima no se adapta bien, seguiré tercamente intentando cultivar. Este es uno de mis materiales aromáticos favoritos, pero lo consigo solo en forma de aceite y de hojas secas. Tengo una colección de muchas variedades clasificadas por zona de origen, diferentes procesos de extracción y añejado. Es un aroma maestro para mí. Todas las plantas son maestras, aunque para mí, esto tiene que ver con la relación amorosa que tengamos con ellas. También tengo un obsesivo romance con las vainas de vainilla, me parecen una locura de la naturaleza.  

E: ¿Podrías contarnos cómo es tu proceso de recolección o cultivo?

P: Yo trabajo de manera muy artesanal, tengo unos pequeños jardines en mi casa donde cultivamos el vetiver, las lavandas, los geranios, las mentas, salvias, el cedrón, la mejorana, la siempreviva y los jazmines, entre otras. También, algunos árboles de cítricos y nativos aromáticos de la zona central como el peumo, el boldo, el molle y el pimiento. Trabajo también con la cosecha de algunos viveros como el Vitaflor y Rayencura y tengo mi pequeño taller en Ko Panqui, un centro de residencias de arte en el sur de Chile donde destilamos también los árboles de esa zona del país.

E: ¿Hay alguna ética que acompañe tu trabajo de perfumería?

P: Desde mi punto de vista la ética tiene que ver directamente con el propósito. Si haces algo a gran escala, pues necesitas un montón de material vegetal, lo que implicaría cultivar tus propias plantas. Cuando trabajas por ejemplo con maderas, el tema es más complejo porque se requieren árboles añosos que tardan mucho tiempo en crecer. Es un tema relevante que debe ser prioritario y que, sin duda, complejiza las líneas de producción, sobre todo cuando descubrimos “nuevos materiales” y estos comienzan a incluirse en la industria antes de tiempo. Esto exige tiradas enormes de perfumes, lo que implica obtener cantidades exuberantes de material vegetal. Siempre tomo el Peumus boldus, nuestro boldo, como ejemplo. Son toneladas de esta planta que se exportan al año debido al interés en su potencial medicinal, sin embargo, aún no existe un cultivo serio, que sostenga esta enorme exportación.  

©Cael Orrego

E: ¿Algún ritual que practiques a menudo?

P: Sobre algún ritual en particular, para mí es diverso, hay una solemnidad intrínseca en mi trabajo, existen muchas maneras de contribuir, claro, hay que conocer muy bien cada especie para que la poda o la cosecha potencie la vida de la planta, estimulando en algunos casos una mayor floración, en otros, robusteciendo el árbol o arbusto. Me gusta conocer las plantas con las que voy a trabajar, no solo estudiarlas, también sentirlas, observarlas como individuos. Siempre procuro tener en cuenta, no solo el resguardo de la vida de la planta, sino también respetar la cosmovisión del pueblo que vive junto a ella.

E: ¿Hay aromas o materias primas chilenas que sientes que están subvaloradas o poco exploradas?

P: Sin duda creo que hay mucho por explorar, sin embargo considero que la “subvaloración” en cierta forma es un resguardo para nuestra flora nativa, ya que las modas, en general conllevan a su sobre explotación comercial.  

El arte de transformar

E: En la disciplina de la perfumería natural, el tiempo y la paciencia parecen ser claves. ¿Cómo es tu relación con el tiempo en tu práctica creativa?

P: Lento y silencioso, es un proceso de mucha atención y de paciencia. Después el resultado contiene todo ese tiempo de dedicación y energía, que lo transforma en un tesoro. 

E: ¿Qué rol tiene lo ancestral, lo intuitivo y lo femenino en tu trabajo?

P: Estos aspectos son los pilares centrales que sostienen mi trabajo. Todo lo que voy haciendo viene de diversos espacios ancestrales, por ejemplo, cuando uso el mortero siento un traspaso en los límites de mi presente. El gesto de la molienda, existe en infinitas manos de mujeres en diferentes planos de tiempo. Es una sensación muy gratificante que me permite comprender la responsabilidad de ser custodia de estos antiguos oficios. 

Es también por esto, que invito a las personas a participar del proceso completo con sus manos. Cuando nos sentamos en círculo a deshojar ramas y a despetar flores, entramos en ese plano colectivo de las prácticas que se han ido perdiendo. Es como sentarse todos juntos a desgranar habas, momento en que se produce “un rezo”, un diálogo silencioso, que genera confianza y una gregariedad placentera, familiar, que al reunirnos en estas prácticas, nos une. 

©Cael Orrego

E: ¿Cómo equilibras lo técnico y lo espiritual cuando elaboras una fórmula?

P: Probablemente, debido a que trabajo con materiales naturales, este punto me resulta más sencillo a diferencia de otro tipo de perfumería. La que es comercial o industrial, no tiene ese vínculo con la naturaleza. Esto para mí es algo fino, vivo, que contiene luz propia; el propósito es compartir bienestar, no exclusivamente vender un perfume. Me desafío en fórmulas que equilibren la armonía técnica y eleven la experiencia sensorial en la composición de un perfume. 

Tierra, memoria y presente

E: ¿Hay un paisaje o estación del año que te inspire especialmente?

P: La primavera y el otoño son mis estaciones más creativas. El otoño con su calma, la luz dorada, el cielo cambia; las semillas se recogen, la tierra se humedece, aparecen los hongos y abunda una vegetación distinta. En esta temporada suelo trabajar más con la calidez de las raíces y maderas. La primavera me inspira con su vitalidad, los vientos tibios, esa vibrante explosión de aromas; la temporada de cosechar rosas, jazmines, lilas, azahares. Brota en mí la energía femenina, canto y bailo trabajando con flores, además es lindo porque muchas mujeres se unen, es como si todas despertaramos juntas para celebrar la vida. 

E: ¿Cómo dialoga tu perfumería con la biodiversidad chilena?

P: Muy de cerca, ya que durante todo mi camino por esta disciplina he trabajado con plantas nativas, generando un diverso reservorio de aromas de nuestros territorios. Este proyecto “Perfume Geográfico; mapa de aromas de Chile”, lo he desarrollado junto a personas dedicadas a áreas como la botánica, la geografía y la ecología, elementos que han nutrido mi aprendizaje y han contribuido en la expresión de mi trabajo artístico. 

E: ¿Hay una intención ecológica o restaurativa detrás de lo que haces?

P: Totalmente, soy una custodia de oficios. Por eso me gusta llamar las cosas por su nombre, rescatar y practicar técnicas y ritmos antiguos que se van perdiendo en este tiempo tan mediatizado y comercializado. 

E: ¿Sientes que en cada perfume habita una historia?

P: Por supuesto, cada perfume es el más profundo fragmento de una larga historia, a veces un relato, un recuerdo, un poema o incluso un discurso. 

E: ¿Hay alguno de tus perfumes, que sea especialmente biográfico o emocional para ti?

P: Sí, todos tienen vínculos con experiencias importantes en mi vida. Creo que PANTANO es de los más especiales, es un recuerdo de mi niñez en el sur, un momento con mi familia, cuando todos estábamos unidos en un mismo lugar y eso es un tesoro para mi. Fue el primer perfume que compuse, inspirado en retratar los humedales de la patagonia. Incluye particulares elementos del sotobosque, como líquenes y hongos, que además tuve la oportunidad de cultivar yo misma. El proceso creativo que hay en PANTANO, contiene mucha investigación, viajes al sur para recordar y reconocer perfiles olfativos locales representativos de estos territorios. Fue hace más de diez años, que realicé mi primer estudio de aromas nativos, el cual me permitió construir el cimiento para mis creaciones posteriores. 

E: Si pudieras dejar un solo aroma como legado, ¿cuál sería y por qué?

P: El olor de la tierra húmeda, ese punto fértil del umbral en que transita la descomposición orgánica, la muerte y desde ella vuelve a surgir la vida. Para mí, este aroma es la representación olfativa más pura y descriptiva de vida. 

E: ¿Qué te enseñan las plantas cada día?

P: A valorar la enorme belleza de estar viva. 

Imagen de portada: ©Cael Orrego