Hojas de coca: planta maestra y madre espiritual del territorio andino

Mamacoca, coca coca, kuka y coca huánuco son algunos de los nombres que recibe esta planta de los Andes, un arbusto cuyas ramas se extienden desde la base llegando a alcanzar alturas de 3 o 4 metros.
Tipos de hoja de coca del libro de William Golden Mortimer, The History of Coca: The Divine Plant of the Incas (1901).

En su etimología, la palabra coca proviene del quechua kuka (también usado en lengua aimara) que quiere decir árbol. Es este uno de los motivos por los que se cree que en su estado natural correspondía a este tipo de planta (a diferencia del arbusto, las ramas de un árbol se extienden a cierta altura desde su base) y que mediante el proceso de domesticación llegaría a ser un arbusto, lo que permitió que el proceso de cosecha fuera más accesible y, de esta forma, aprovechar mejor sus propiedades (Mamani Pocoaca, 2006).

En estado silvestre, la planta de la coca se hallaba en la selva de altura desde donde fue trasladada a ambientes andinos, logrando su adaptación en una nueva geografía (Feldman, 2011). Este cultivo fue uno de los primeros en el proceso de domesticación, estando presente y siendo compañera durante la sedentarización y el desarrollo de la agricultura andina, con una tradición que cuenta al menos con 5.000 años de antigüedad (2011). Cabe destacar que el cultivo para obtener la coca exige más rigor en cuanto a su forma y es más compleja en la tecnología que requiere, si se compara con otros cultígenos andinos fundamentales, como el maíz, por ejemplo (Ossio et. al., 1989).

El uso humano tiene su datación en la antigüedad mucho antes del desarrollo de la agricultura, en grupos de cazadores y recolectores (Henman, 2005). La evidencia de su extensión en el área de los Andes está reflejada en los registros de diversas representaciones suyas en la cerámica de diferentes culturas de la zona y en los restos vegetales rescatados por numerosas investigaciones arqueológicas (Castro de la Mata, 2003). De acuerdo con el registro, los restos más antiguos han sido encontrados en el sector costero de la vertiente occidental de la cordillera de los Andes, lugar donde una de sus variantes fue trasladada (E. coca var. coca), logrando adaptarse a la aridez de la zona por medio de la irrigación (Plowman, 1979; Davis, 2004). 

Existen una serie de otras variedades que fueron repartidas entre los Andes meridionales y el Caribe (Feldman, 2011). Entre ellas las especies principales Erythroxylum coca y E. novogranatense de las cuales deriva el resto: E. coca var. coca, E. coca var. ipadú, E.novogranatense var. novogranatense y E. novogranatense var. truxillense.

©Mosamperdut

El territorio y la cultura andina la entendemos como aquella sostenida por la cordillera de los Andes como eje central que da vida a las diferentes regiones expresando la diversidad de su naturaleza. Durante el período preincaico e incaico (en este último dichas regiones expresadas como los cuatro espacios del Tawantisuyu) esta cultura impulsaba la integración y la unión de sus partes (Rostworowski, M. (1999), como ramificaciones que brotan de un mismo árbol.

La relación milenaria y sagrada que mantiene la coca con el territorio y su gente es la justificación de su cultivo. Nos remonta a su antiguo nombre kuka como el árbol silvestre desde el cual se extendieron y adquieren sentido los otros árboles y plantas del territorio, así como ocurre con la identidad de las personas vinculadas a esta madre de todas las plantas. En la andinidad es el arquetipo de los árboles, aquí los cultivos agrícolas tienen vida y son sagrados, y permiten la existencia de la vida humana colaborando con su bienestar e integración, por lo cual merecen respeto y aprecio (Feldman, 2011).

El procedimiento usado para masticar la hoja y sus efectos hoy son muy similares probablemente a los del período incaico. Lo mismo con respecto a los alcaloides y la estructura química actual frente a la de 5.000 años atrás (Martín, 1996). La costumbre del akulliku, chakchado o pichado, consiste en poner una cantidad de hojas en forma de bolo dentro de la boca, en un costado. Este se condimenta con la llipta, llujt’a, tuqra o lejía, el reactivo alcalino, y el zumo que nace de esta mezcla se va extrayendo y tragando, sin llegar a mascar la hoja en sí, trasladando la sustancia desde la saliva hasta la sangre (Feldman, 2011).

Dentro de su contenido nutricional, estudios científicos arrojan que contiene más calorías, carbohidratos, calcio, fibra y proteínas que otros 50 productos vegetales en América Latina (“Valor Alimenticio de la Coca” de 1975. Universidad de Harvard). El consumo cotidiano de las hojas de coca puede satisfacer la ración recomendada de vitamina A, E, B2, hierro, calcio y fósforo para una persona. Asimismo, otros derivados de la planta como la harina, también presenta beneficios, actuando como un suplemento para el consumo de ciertos nutrientes, calcio y proteína, y ayudando en los casos de artritis y osteoporosis.

Dentro de las innumerables propiedades medicinales que trae esta costumbre se encuentran la disminución del hambre y la sed, la mejora de la digestión, actuando también como laxante y diurético. Es ideal para personas con tendencia al frío ya que aumenta la temperatura del cuerpo, además de entregar fuerza y energía al organismo, aportando en los casos de fatiga y lentitud. Por otra parte, estimula el sistema nervioso central, actúa como tónico para el cerebro, cardiotónico, antianémico, antioxidante, antiviral, analgésico, antibacteriano y funciona como tratamiento para el mal de altura, entre otros. 

«Las plantas sagradas trabajan tanto a nivel energético, como emocional, mental y físico, regalando sus enseñanzas de diferentes formas».

Entre sus efectos mentales y emocionales, ayuda con los cuadros depresivos, disminuyendo la ansiedad, la melancolía y la apatía. Además, aporta al pensamiento y la conciencia con mayor lucidez y alerta, concentración y estados de reflexión. Así también es utilizado para llevar a la acción la concreción de metas, proyectos y sueños (Brescia, 2019; Feldman, 2011).

Por estas y otras innumerables propiedades, el uso natural de la hoja de coca ha sido considerado benigno y un aliado entre las poblaciones indígenas de los Andes. Se trata de un alimento esencial para quienes habitan el territorio. Pero sus usos no van asociados sólo a la ingesta por medio del pichado o las infusiones cotidianas y/o medicinales, también es utilizada en preparados para el cuerpo físico como frotaciones.Y está siempre presente en las prácticas rituales, ceremoniales y espirituales, en ofrendas e iniciaciones, curaciones y diagnósticos; de manera comercial o de intercambio, en la integración y fortalecimiento de las relaciones comunitarias, y como guía espiritual y oráculo adivinatorio.

Mamacoca es una de las plantas maestras usada por los pueblos originarios de América como medicina tradicional, junto con otras como el peyote, la ayawaska, la wachuma o el tabaco, logrando con su ayuda la amplificación de la conciencia, de los sentidos y la expansión espiritual. Coca coca está encantada, es un espíritu y tiene poder con el cual se puede comunicar con quienes se relacionen de manera coherente y respetuosa con ella. Las plantas sagradas trabajan tanto a nivel energético, como emocional, mental y físico, regalando sus enseñanzas de diferentes formas. Es así como el origen de la coca está asociado a la divinidad, gracias a su papel central en el desarrollo de la cultura andina.

Como ocurrió con las otras maestras y maestros vegetales, kuka también fue reprimida y perseguida por la Iglesia Católica y los españoles de la colonia. Erythroxylum coca, Köhler’s Medizinal-Pflanzen, 1897.

Como ocurrió con las otras maestras y maestros vegetales, kuka también fue reprimida y perseguida por la Iglesia Católica y los españoles de la colonia; más tarde la psiquiatría y la industria farmacéutica la calificaron como una droga tóxica y adictiva. Fue el aislamiento del alcaloide de la cocaína en 1860 (sólo uno de los otros 13 que la componen) lo que llevó a la distorsión del entendimiento de su uso indígena. Antes de condenarla, su uso fue ampliamente extendido y recomendado por médicos de la época (con promulgadores como Sigmund Freud, presidentes e incluso papas), y utilizada en alimentos y bebidas de venta farmacéutica y recreativa (está presente, por ejemplo, en el origen de la Coca-Cola). 

No fue sino hasta el año 1886 que la medicina alopática comenzó a preocuparse por casos de psicosis generados por el consumo de cocaína (Davis, 2008). Esto, sumado a historias sensacionalistas, estudios poco confiables y un análisis inexistente del contenido de las hojas por parte de las áreas de la salud para hacer contraste con la cocaína, derivó en la condena de su uso tradicional y milenario, declarándose como una práctica adictiva y peligrosa. 

La coca en su estado natural y usada de manera tradicional contiene 14 alcaloides que generan un efecto psicotrópico radicalmente diferente a la sola acción de la cocaína aislada mediante procesos químicos. A diferencia de esta, la hoja se prepara para su uso ritual y cotidiano de manera integral, intentando conservarla completa, con sus colores, aroma y flexibilidad (Feldman, 2011). El chakchado es una acción voluntaria que no imposibilita a la persona dejar el uso de la planta.

Su rol como planta cuidadora y sustentadora del territorio andino y de sus habitantes parte por la conexión con el espíritu propio y del lugar, de donde nace y se expresa su identidad cultural. En referencia a su uso por parte de las personas: “Si se elimina el acceso a la coca se destruye su espíritu” (Davis, 2008). Mamacoca lleva este nombre porque es entendida como una madre espiritual, es un espíritu femenino cuyo componente masculino es el reactivo alcalino. Es así como el acto de masticar la hoja es una semblanza del amamantar, succionando y absorbiendo el líquido que entrega y que además, alimenticiamente es tan completa como la leche de una madre. Entrega calor, energía, protección, confort y fuerza (Feldman, 2011).  

Esta planta confiere identidad cohesionando a la comunidad y es sanadora a nivel social. Cocamama actúa como una enlazadora entre los humanos y la sociedad paralela de espíritus del territorio andino: “el masticar hojas de coca provee el contexto por excelencia, en el cual la comunicación tiene lugar […] Esta interacción social no solamente incluye a las otras personas presentes, sino también a entidades inmanentes en la Tierra: la Madre Tierra, los Señores de las Montañas y los difuntos ancestrales” (Wagner, 1986). Es así como la coca conecta de manera más sensible y profunda al habitante con el entorno natural y con sus señales. 

De acuerdo con Barrio Healey (2007) uno de los efectos del mastique es crear el “terreno vegetal” para la cohesión y el compartir del grupo social, así como para reflexionar y conversar, aprovechando el efecto de la planta para la apertura de los sentimientos y el diálogo sincero. Es así como la coca enseña sobre la reciprocidad, sobre el ayni, a través de la honestidad y la capacidad para llevar un diálogo mutuo desde la verdad. “Se trata entonces, de un elemento invariable, que se revive y actualiza con cada uso ritual de la planta. El efecto psicotrópico transmitido es un mensaje canónico” (Feldman, 2011), es decir, la planta viene a retransmitir la memoria de las primeras poblaciones que establecieron un vínculo con ella y de la forma de un vivir en comunión.

La hoja de coca en el mundo andino es uno de los elementos principales para dar ofrendas. ©Diego Marin

La hoja también es el elemento principal para dar ofrendas a la Tierra, al sol, al rayo, el agua y las wak’as como lugares sagrados y espacios de conexión; a las divinidades tutelares e incluso para influir sobre el tiempo con lluvia o sequía. También es fundamental en las ofrendas cotidianas como en la construcción de una casa, la siembra o cosecha de cultivos, o el proceso de arado de la tierra. Una de las formas más cotidianas es a través del kintu, creando un ramillete con algunas de las hojas; elevando el kintu se hace un rezo hacia los apus o a las direcciones a quienes se entregará la ofrenda y luego este se puede enterrar o dispersar por el lugar. Es el acto de introducir lo ritual en lo cotidiano, transformando cada acción en algo sagrado e imbuyéndolo de espíritu.

Otra forma de ofrendar la hoja es entregando el bolo que ha sido pichado para dejarlo en las apachetas al transitar diferentes caminos y lugares, dando gracias por el recorrido y por haber llegado seguros al destino. Así también, el acto de juntarse a pichar y conversar es una forma de interacción social que pasa a ser un hábito ritual por medio de la presencia de la planta, trayendo en la conversación por medio del zumo de la coca a los espíritus elementales de la Tierra. Es un puente de integración tanto para humanos, ancestros, ancestras, y los espíritus andinos.

Es así como en diferentes expresiones representa una forma de interacción con el territorio y con sus espíritus, como la enlazadora entre los elementos de la naturaleza, como cerros y apus, y de la persona que pide de su guía. Cada lugar del territorio está dotado de espíritu y ellos también se encuentran en interacción con los humanos por medio de sus propias formas. Cuando ellos reciben estas ofrendas se sienten contentos y se encargan de tutelar al pueblo y su gente. Es así como a ellos también les interesa lo que ocurre en la comunidad y velan por su armonía y bienestar. Es uno de sus roles interactuar con ella a través de la planta, y enviar sus consejos o protecciones.

El cuidado de la coca para con el territorio andino es y ha sido fundamental en la experiencia de sus pueblos, como puente de comunicación con los dioses y los lugares sagrados, tanto dentro del cuerpo físico como en la extensión del mismo en el paisaje. Reconocer su valor y rol dentro de la comunidad es fundamental para reivindicar su uso cotidiano y sagrado para las personas, quienes se encuentran a sí mismas y con los otros en torno y gracias a esta madre que otorga sentido y significado a su existencia.

Referencias:

Barrio Healey, S. (2008) Anatomía de la hoja de coca. Propiedades medicinales y valor terapéutico. Juan Gutemberg. Lima, Perú.

Brescia, C. (2019). Plantas Medicinales: 1. Kuka/Coca. Disponible en: https://peregrinadanza.wordpress.com/2019/05/12/plantas-medicinales-1-coca/

Castro de la Mata, R. (2003). Inventario de la coca. Academia Nacional de Historia-CEDRO. Lima, Perú.

Davis, W. (2004). El río. Exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica. FCE. Bogotá, Colombia.

Davis, W. (2008). Prefacio a: Mama Coca de Henman, A. Popayán. Biblioteca del Gran Cauca. Colombia.

Feldman, L. (2011). Coca y Wachuma: sus prácticas y significados en la cultura andina y en Lima. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. 

Henman, A. (2005). Mamacoca. Un estudio completo de la coca. Editorial Juan Gutemberg. Lima, Perú. Lima, Perú.

Mamani Pocoaca, M. (2006). Pijchu. Editorial del autor. La Paz, Bolivia.

Martín, R. (1996). El papel de la coca en la historia, religión y medicina de los indios sudamericanos. En Ensayos científicos sobre la coca. Libreria Editorial Juventud, La Paz, Bolivia.

Ossio, J. (1989). Cosmovisión andina y uso de la coca. En La coca… tradición, rito, identidad. Instituto Indigenista Interamericano. México.

Plowman, T. (1979). Botanical Perspectives of Coca. En Psychedelic Drugs, Vol. 11.

Rostworowski, M. (1999). Historia del Tahuantinsuyu. IEP. Lima, Perú.

Wagner, C. (1986). Coca y estructura cultural en los Andes peruanos. En La coca andina. Visión indígena de una planta satanizada. Joan Boldó i Climent, Editores. Instituto Indigenista Interamericano. México.

Imagen de Portada: ©Agencia Boliviana de la Información