ReSources: pensando el valor de los desperdicios

¿Qué es el desperdicio? Se preguntaba Luis Alfonso Monje cada vez que miraba objetos en desuso. Los comenzó a juntar a medida que aparecían en su camino, siempre teniendo en mente que en algún minuto resignificaría su uso. A partir de ese propósito, el año 2015, en Italia, creó ReSources, una instalación artística construida a […]

¿Qué es el desperdicio? Se preguntaba Luis Alfonso Monje cada vez que miraba objetos en desuso. Los comenzó a juntar a medida que aparecían en su camino, siempre teniendo en mente que en algún minuto resignificaría su uso. A partir de ese propósito, el año 2015, en Italia, creó ReSources, una instalación artística construida a partir de desechos, basura y material -aparentemente- inútil, y la ubicó en una galería de la Municipalidad de Milán. El objetivo: invitar a la comunidad a cuestionarse sobre el valor de las cosas y finalmente aquello que comúnmente consideramos basura.

A la fecha, el proyecto ha viajado por tres continentes, desarrollándose en las ciudades de Milán, Katmandú y Santiago. En cada una de estas se ha reinventado, tomado una forma particular, distinta a la anterior, pero sin alejarse de la pregunta esencial. ¿Qué es el desperdicio?

¿Cómo surge ReSources?

El inicio fue preguntarse por estos materiales, que de alguna manera son recursos, pero que se van descartando, poniéndole fin a su vida útil. Sabía que tenía ganas de hacer algo en una línea más artística, ya llevaba un tiempo acumulando objetos y sabía que con ellos no iba a hacer, por ejemplo, una turbina para calentar el agua, más bien me estaba parando desde la reutilización inútil, desde donde sirviera para formular nuevas preguntas. 

ReSources Milán.

¿Hay un hilo conductor común en las tres exposiciones?

El hilo conductor es la pregunta por el desperdicio. Aún así, los tres casos han sido muy diferentes, porque han surgido desde contextos distintos.

En Italia estaba trabajando solo y simplemente hice lo que quería hacer. Una vez construida la casi totalidad de la instalación, viene una segunda fase, donde la exhibición en sí misma invita —por no decir empuja u obliga— a la interacción con el público. Las personas que visitan la galería en Milán pueden mover cosas, pintar objetos, e incluso llevarlos a sus casas. 

En Nepal el trabajo se volvió grupal y los participantes vinieron de tres lugares. Unos eran alumnos del colegio de básica donde hice clases de creatividad. Ya llevaba un tiempo compartiendo con ellos, y tenía una idea de quiénes enganchaban con mis temáticas y mi forma de enseñar. Otros eran alumnos de enseñanza media de un colegio que tuve la oportunidad de visitar algunas veces, allí hice el llamado abierto en un curso. Los últimos eran alumnos universitarios de la carrera de Artes en la Universidad de Tribhuvan, a quienes conocí en el Nepal Art Council. En cuanto al qué, decidí que la creación tendría la forma de un reloj de arena, y la única condición era que la arena debía caer, que el tiempo debía estar en movimiento.

Finalmente, en Santiago y a nivel nacional, fue mucho más complejo. Realicé el proyecto junto al arquitecto Gustavo Zamorano, quien me ofreció la oportunidad de complementar mi noción —bastante sucia— de cómo construir cosas, lo que sumó muchísimo a las posibilidades técnicas. Además, pudimos juntar un grupo de personas muy diverso en cuanto a experiencia y edad, habían extranjeros, personas con capacidades diferentes, arquitectos, psicólogos, artistas y emprendedores.

Algo que considero muy particular de ReSources es esta capacidad de mutar, actúa de acuerdo al contexto, pero sin perder su esencia, su hilo conductor. Ahora en Helsinki están todas las oportunidades abiertas, aún no se con quién voy a trabajar, ni cuáles serán los materiales; solo sé que me motiva mucho realizarlo en un país donde todo gira en torno a la sustentabilidad.

ReSources Milán.

¿Cuál es el impacto que buscas generar con ReSources?

ReSources no busca predicar, nunca le va a decir a alguien, “oye cambia la taza de café desechable por una taza portátil”. Más bien, busca calar en otra fibra frente a lo que es conciencia medioambiental y social, esa que nos involucra a todos.

Ahora, sí tiene un componente muy fuerte de educación. Luego de la primera exposición, me di cuenta de que estas son inquietudes necesarias de compartir, y las siguientes dos materializaciones de ReSources (Nepal y Chile) son realizadas en comunidad y precedidas por un workshop gratuito.

De esta forma, es una educación que se plantea enseñar desde la pregunta. La idea es que quede un hilo ligando a la persona con la temática, que la persona se lleve la experiencia consigo y que idealmente se genere reflexión, personal y social.

ReSources Santiago.

¿Qué reflexiones te llevas tú de las conversaciones que se generaron en los workshops?

Hablar del desperdicio es abrir la posibilidad de hablar del valor de las cosas. Detrás de esta idea, hay necesariamente una valoración. La basura es comprendida, normalmente, como un objeto que no tiene valor alguno —o más bien, que ha perdido su valor— y por ende se descarta.

Imagínate lo irónico que es que una de las razones que me tiene aquí, es precisamente haber hecho proyectos de algo que supuestamente no tiene valor. Entonces el valor es evidentemente variable.

Cuando hacía clases en Katmandú, ocupaba material muerto (basura, desperdicio, desecho) para dialogar entre alumnos, por ejemplo papel de diario, porque ahí tenía posibilidades de letras, palabras, papel y formas. Esto es un ejemplo de experimentar desde la reutilización creativa para solucionar problemas.

ReSources Katmandú.

¿Cómo se vive la cultura del desperdicio en los tres países donde realizaste ReSources?

La cultura del desperdicio finalmente es una sola, ya que no es más que la cultura en sí misma. Pero de manera local, evidentemente, se vive de formas muy diferentes. En un país donde el reciclaje no es opción, como Nepal, ReSources tiene otro protagonismo, la reutilización podría ser una solución.

En Chile, pienso que sí tenemos la opción de reducir nuestro impacto a nivel de desperdicios, y sin embargo no es algo que priorizamos. En este sentido me parece que estamos malgastando una oportunidad. Chile sería un mejor país y la sociedad chilena sería una mejor sociedad, para nosotros mismos o frente a otros países, si volviéramos a pensar en qué es el desarrollo.

Es necesario que sean cada vez más las entidades que balanceen hacia el carbón positivo, porque para algunos es muy difícil ser sustentable, ya que solo están preocupados de sobrevivir. Bután será probablemente el primer país carbón positivo del planeta, y no es el país más rico, pero siempre han tenido una conciencia sólida respecto a la necesidad de no desperdiciar sus recursos, por lo que, dentro de sus posibilidades, toman ciertas medidas y como resultado están haciéndose cargo, no solo de su problema, sino también del problema de todo el mundo.

Entonces la meta, mía al menos, es potenciar a las entidades que están genuinamente esforzándose para lograr el carbón positivo, ya que los que tienen como meta el carbón neutro no están tomando en cuenta que el problema de la sustentabilidad es global.

Luis Alfonso Monje en Vihti, Finlandia.